-
"La dama desaparece"
-
Junior, Búlgaro, doble placer.
-
¿Bueno?
-
Signorine e signore...
-
- ¿Qué dice, Charters?
- Ni idea.
-
Señoras y señores,
lo siento muchísimo.
-
El tren está detenido.
Si desean pernoctar en mi hotel
-
regístrense de inmediato.
-
¿Por qué no lo dijo antes?
-
Señoritas, es un honor tenerlas
entre nosotros de nuevo.
-
Gusto verte, Boris.
-
Boris, no cambiaste
nada desde el viernes pasado.
-
- Sigues sin afeitar.
- ¿Todo listo?
-
Todo.
No he cambiado nada.
-
Ni las sábanas, lo sabemos.
Vamos.
-
No esperaba que volvieran
tan pronto.
-
Nos fallaron las piernas.
Tuvimos que volver en carromato.
-
Cuánta gente. No me diga que
Cook trae turismo de tercera.
-
- ¿Qué ocurre?
- ¡La velancha!
-
- ¿La velancha?
- Avalancha, Boris.
-
En primavera hay muchas.
-
La nieve hace ¡pum!
y todo desaparece.
-
Hasta los trenes desaparecen.
-
Pero me tengo que ir mañana.
-
¿Cuánto les tomará despejar la vía?
-
Por la mañana.
Tiene suerte de poder irse en ese tren.
-
Es mal viento el que sopla
hacia ninguna parte.
-
Hablando de eso,
no hemos comido desde el amanecer.
-
Súbenos algo de cenar.
-
- Me comería un caballo.
- No le des ideas.
-
Algo de pollo y
una botella de champaña.
-
Y deprisa.
-
Aquí tendrán un dictador,
pero hoy mandamos nosotras.
-
Mientras tanto a nosotros
se nos hielan los pies.
-
¡Qué atropello!
-
Es un país de tercera,
¿qué esperabas?
-
¿Quiénes serán?
-
Seguramente norteamericanas
con dólares todopoderosos.
-
Si no hubiéramos
perdido el tren de Budapest...
-
Tú quisiste quedarte hasta
el final de su himno nacional.
-
Hay que ser respetuosos.
-
Si hubiera sabido
que duraba 20 minutos...
-
Yo creo que la Rapsodia Húngara
no es su himno nacional.
-
- Éramos los únicos de pie.
- Cierto.
-
Supongo que llegaremos a tiempo.
-
Lo dudo. Las últimas noticias
fueron alarmantes:
-
Inglaterra al borde del precipicio.
-
Es sensacionalismo periodístico.
-
El viejo país ya ha sido
arrinconado antes.
-
lncluso saliendo a primera hora
-
hay que transbordar;
tardaremos mucho.
-
- Cierto.
- Alguien nos ayudará.
-
¿Sabe cuándo sale el tren
de Basle a Inglaterra?
-
Vaya, el tipo no habla
nuestro idioma.
-
Éste sale de Basle a las 21:20.
-
Sólo hay 2 individuales exteriores
o una pequeña doble al interior.
-
- Queremos las individuales.
- Muy bien, señor.
-
Deberías haberme consultado.
-
Una pequeña habitación
doble aquí...
-
No fuiste tan quisquilloso
en París el otoño pasado.
-
Es diferente.
La Exposición tenía clase.
-
Entiendo. No hace falta
que me lo recuerdes.
-
Queremos un suite privada
con baño.
-
- Con vista a la montaña.
- Y una ducha, claro.
-
- Agua caliente.
- Y servicio privado si es posible.
-
Lo siento, sólo nos queda
el cuarto de servicio.
-
- ¿Cómo?
- El hotel está al completo.
-
No es posible.
-
¡No esperará que durmamos
en el cuarto de servicio!
-
No se entusiasmen.
La mucama no estará ahí.
-
Eso espero.
¿Qué? ¿A qué se refiere?
-
Dormiré en el tren.
-
- No hay colación en el tren.
- ¿Colación?
-
Digo, calefacción.
-
Qué increíble.
Tomaremos la habitación.
-
Una condición.
-
La mucama irá a la habitación
para sacar su ropa.
-
¡Anna!
-
Es una buena chica
y no quiero perderla.
-
Más vale que vayamos
a cambiarnos.
-
- Qué humor tan primitivo.
- Son como niños.
-
Qué incómoda situación
con esa chica.
-
Lástima que no tengamos una
para cada uno.
-
Habitaciones, digo.
-
Yo, lris Matilda Henderson, soltera,
-
declaro mi soltería finalizada
-
y el jueves 26 llevaré el velo
y el ramo,
-
y cambiaré mi nombre por
el de Lady Charles Fotheringail.
-
- ¿No puede cambiárselo él?
- Sólo me gusta su bigote.
-
Qué cínica.
Me gusta mucho.
-
Me gustan los conejos,
pero no los crío.
-
Rudolph, dame una mano.
-
- ¿Conoces eso llamado amor?
- Era muy popular.
-
Ya extendieron la alfombra
para nosotros en San George's
-
y mi padre ansía
tener un escudo de armas.
-
Por la felicidad que Iris
deja atrás.
-
Por el talonario de sangre azul
con el que se casará.
-
El talonario de sangre azul.
-
No me quejo.
-
He estado por todas partes
y he hecho de todo.
-
He comido caviar en Cannes
y perritos en el canódromo.
-
He jugado al bacará en Biarritz
y a los dardos con el deán.
-
¿Qué me queda sino casarme?
-
Esta espera me desespera.
-
Si sólo supiéramos
qué está pasando en Inglaterra.
-
Mantén la calma.
Adelante.
-
- ¿Viste eso?
- Sí.
-
Dile que esto ya ha ido
demasiado lejos.
-
No cambiar aquí.
Fuera.
-
- No me entiende.
- Bueno, vámonos.
-
Nada nuevo desde el mes pasado.
-
Y me imagino que no hay
telégrafo aquí.
-
Es horrible estar incomunicados
en plena crisis.
-
Sí, ¿bueno?
¿Londres?
-
¿El Sr. Seltzer?
Sí, espere. Voy a buscarlo.
-
¡Londres!
-
Adelante, hazlo.
-
Hola, Londres.
-
No soy el Sr. Seltzer.
Me llamo Charters.
-
Ya sé que no me conoce.
-
No se preocupe.
Han ido a buscarlo.
-
Dígame, ¿qué está pasando
en Inglaterra?
-
¿Sopla viento fuerte?
-
No me entiende.
Pregunto por el partido de Manchester.
-
¡Cricket, señor!
¿Que no lo sabe?
-
Cómo no va a saber el resultado.
-
- Dice que no lo sabe.
- Tonterías.
-
¿Puede averiguarlo?
No tardará nada.
-
Está bien, si no quiere,
pues olvídelo.
-
Es una nulidad.
-
Sr. Seltzer, por fin llegó
su llamada de Londres.
-
¿Bueno?
-
Gracias.
-
- ¿Filete a la parrilla?
- Suena bien.
-
- Bien cocido, por favor.
- El mío casi crudo.
-
Esta gente adora
repetir las cosas.
-
Disculpen.
-
Trata de decirles que debido al número
de huéspedes, no hay comida.
-
¿Qué cosa?
-
¿Qué clase de lugar es éste?
-
¿Creen que compartiremos
un cuchitril con la mucama
-
sin comer siquiera?
-
¡Qué hospitalidad!
¡Qué organización!
-
Gracias.
-
- Tengo hambre.
- No me extraña que se revelen.
-
Pueden comerse lo que queda
del queso.
-
No es filete,
pero es rico en vitaminas.
-
Gracias.
-
No solemos servir a tanta gente.
-
Bandrika es un rincón sin descubrir.
-
Quizá no haya nada
que descubrir.
-
Créame que sí.
Por eso me entristece irme.
-
- Después de ti.
- Gracias.
-
¿Vuelve a casa?
-
Mañana.
Mis pupilos han crecido.
-
Soy institutriz
y profesora de música.
-
Tras seis años en este lugar
he llegado a amar este país.
-
Sobre todo las montañas.
Son como amables vecinas:
-
Papá y mamá montaña
con sus sombreros de nieve
-
y sus sobrinos
con sombreros más pequeños;
-
y las pequeñas colinas
sin sombrero alguno.
-
- Yo me las imagino así.
- ¿De veras?
-
Me gusta contemplarlas
en las noches de luna.
-
Me alegra que esta noche
haya luna.
-
¿Oyen esa música?
-
Aquí todos cantan.
-
Son como niños felices, sonrientes
y con música en el corazón.
-
No se refleja en su política.
-
No debería juzgar a ningún país
por su política.
-
Los ingleses somos muy honestos
por naturaleza.
-
¿Me disculpan?
-
- Buenas noches.
- Buenas noches.
-
Qué rara mujer.
-
Algo excéntrica al parecer.
-
Tras seis años,
también nosotros lo seríamos.
-
No lo creo. Fue muy considerada
con lo del queso.
-
Se comió todos los pepinillos.
-
Buenas noches, lris.
-
Escucha, una serenata.
-
Olvídalo.
Nada me desvelará esta noche.
-
Buenas noches.
-
¿Qué ocurre?
¿Un terremoto?
-
Imposible que sea la música.
-
Qué ruido.
¿Qué estarán haciendo?
-
No sé, pero pronto lo sabré.
-
¿Bueno?
-
Vaya país musical.
-
Siento mucho que ese pobre cantante
tenga que competir con esto.
-
¿Boris?
Soy la Srta. Henderson.
-
Arriba hay alguien jugando
a la silla musical con un elefante.
-
Échelos.
Necesito dormir.
-
- Eso lo arreglará.
- Gracias.
-
Algunos no tienen consideración
lo cual dificulta más la vida.
-
¿No cree?
Buenas noches y gracias.
-
- ¿Regresa mañana por la mañana?
- Sí.
-
Espero que volvamos a vernos
más tranquilamente.
-
- Buenas noches.
- Buenas noches.
-
Señorita, por favor,
yo lo arreglaré.
-
Más te vale.
-
Quietos.
Fabuloso. No se muevan.
-
- Haga el favor, señor.
- ¡Largo!
-
Y uno y dos.
-
Por favor, señor,
¿puede parar?
-
Todo el hotel se está quejando.
Hacen demasiado ruido.
-
- ¿Demasiado qué?
- Demasiado ruido.
-
¿Quién osa llamarlo ruido?
-
Es la antigua música
de las bodas ancestrales.
-
La bailaron sus padres en su boda,
-
si es que es fruto de su boda,
cosa que dudo.
-
Mírelos.
-
- ¿Usted es el gerente?
- Claro
-
Felizmente estoy acostumbrado
a la grosería.
-
- ¿Quién se ha quejado?
- La joven inglesa de abajo.
-
Dígale que estoy documentando
para la humanidad
-
una danza perdida
del centro de Europa
-
y que el hotel no le pertenece.
-
¡Pero, señor, usted no entiende!
-
Uno y dos.
-
Sabe qué dijo:
-
"¿Acaso se cree una reina?
Cree que el hotel es suyo".
-
- ¿No puede librarse de él?
- lmposible.
-
- ¿Seguro?
- Puede que halle una forma.
-
Ya lo tengo.
Tengo una idea.
-
La señora alemana
llamará y le dirá:
-
"Esa es mi habitación.
Pagué por ella, así que salga ya".
-
- ¿Qué le parece?
- Nada mal.
-
Lo sacaremos con una buena...
que jamás olvidará.
-
Sólo béisbol.
-
Solíamos llamarlo "rounders".
-
Los chicos lo juegan
con una pelota de goma y un palo.
-
Nada de cricket.
-
Los norteamericanos
siempre tan desmesurados.
-
Adelante.
-
No soporto esta falta
de privacidad.
-
Cerraré con llave.
-
¿Quién es usted?
¿Qué quiere?
-
- ¿Reconoce la melodía?
- ¿Quiere salir?
-
Esta habitación es mucho mejor.
-
Es aceptable.
-
¿Qué cree que está haciendo?
¡Aléjese!
-
¿Me lo agarra un momento?
-
Vuelva a poner eso ahí.
-
- ¿De qué lado duerme?
- ¿Quiere que lo eche?
-
Entonces, dormiré en medio.
-
Muy inteligente,
el soborno.
-
Ojo por ojo y diente...
para el cepillo de dientes.
-
Es usted un grosero.
-
Todo lo contrario.
Puede dormir en el pasillo si quiere.
-
¿Bueno?
-
Yo no lo haría.
-
Les diré a todos
que usted me invitó a venir.
-
Y cuando digo todos,
me refiero a todos.
-
Tengo una voz potente.
-
¡Salga de ahí!
-
No hasta que le pague al gerente
para que me devuelva mi habitación.
-
¡Salga!
-
¿Boris? Cambié de opinión
con respecto al ático.
-
Que lleven mis cosas arriba,
por favor.
-
¡Usted es el ser más vil
que he conocido!
-
Entre nosotros, creo que usted
es no es mucho mejor que yo.
-
Si llegamos a tiempo,
habrá que ver el último partido.
-
Ojalá el tiempo sea así
en Manchester.
-
¿No es por aquí?
-
Si no te das prisa, Margaret,
no estaremos solos.
-
¿Acaso importa?
-
Aún puedes cambiar de idea.
-
Envíale un telegrama
y dile que se acabó.
-
Es demasiado tarde.
-
La semana que viene, estaré
ligeramente ruborizada dando el sí.
-
Y no me importará.
-
Buenos días.
-
No encuentro mi maleta.
Es una marrón.
-
¿La han visto?
No, claro que no, gracias.
-
Se le cayeron sus lentes.
-
- Aquí tiene sus lentes.
- Gracias
-
¡Cielos!
-
¿Estás herida?
-
No lo sé.
¿Qué fue eso?
-
Olvide eso.
Esa maceta casi mata a mi amiga.
-
- Es cierto.
- ¿Qué va a hacer?
-
Dice que no puede
retener el tren.
-
- Rápido. Se va.
- Estoy bien.
-
¿Segura?
-
No se preocupen,
yo la cuidaré.
-
Qué imprudencia.
-
¿Seguro que estás bien?
-
- Envíanos el "Times".
- Escribe contándolo todo.
-
Buena suerte.
Cuídate.
-
Se recuperará enseguida.
Quédese tranquila.
-
Póngase agua de colonia.
-
- ¿Se siente mejor?
- Sí, gracias.
-
Necesita una buena taza de té.
Llamaré al mozo.
-
No, no se moleste.
-
Iré al vagón restaurante
y tomaré aire.
-
lré con usted, si no le importa.
-
No, claro que no.
-
Disculpe.
Lo siento mucho.
-
Se nota cuando son recién casados.
Son tan tímidos.
-
- ¿Qué haces?
- No deben vernos.
-
¿Crees que todos los abogados
del mundo te persiguen?
-
Con uno basta.
-
Creíste que ese mendigo
de Damasco era un abogado.
-
Sólo dije que parecía un juez.
-
Huiste en dirección contraria.
-
No es cierto.
Buscaba una calle.
-
- Antes no eras tan precavido.
- Lo sé.
-
¿Y qué hay de mí?
-
Robert cree que estoy
en un crucero con mi madre.
-
Cuando uno está mareado,
-
lo mejor es sentarse
en el vagón central
-
mirando hacia la locomotora.
-
- Té para dos.
- Muy bien.
-
Espere.
-
¿Podrá pedir
que lo preparen con éste?
-
No bebo otro.
-
Y asegúrese de que el agua
esté hirviendo, ¿entendido?
-
Es una manía mía.
-
Mis queridos padres,
que siguen vivos
-
y gozan de buena salud, lo beben.
-
Así que yo sigo su ejemplo.
-
Un millón de mexicanos lo beben.
-
Por lo menos eso dice el paquete.
-
Ha sido muy amable.
-
No nos hemos presentado.
-
Me llamo lris Henderson,
voy a casarme.
-
Qué emocionante.
Espero que sea feliz.
-
- Gracias.
- Tendrá hijos, ¿verdad?
-
Lo cambian todo.
-
Siempre he creído que el estar
con niños me rejuvenece.
-
Soy institutriz.
Me llamo Froy.
-
- ¿Dijo Freud?
- No. O-Y, no E-U-D. Froy.
-
Disculpe, no la oigo.
-
Froy.
Rima con soy.
-
Gracias.
-
Por favor, apunte dos personas
para comer,
-
si desea acompañarme.
-
No hubo nada raro.
No fue fuera.
-
Pero según el árbitro,
aún debería seguir bateando.
-
- ¿Qué quieres decir?
- Te lo mostraré. Yo lo vi todo.
-
Éste es Hammond, ésta la pelota
y éste el árbitro.
-
- ¿Azúcar?
- Dos, por favor.
-
Vaya, no hay azúcar.
-
Ahora, observa atentamente.
-
Grimmett lanza la pelota.
-
¿Me permiten el azúcar?
-
- ¿Qué?
- Azúcar, por favor.
-
Muchas gracias.
-
Yo intentaría dormir un poco;
se sentirá mucho mejor.
-
Hay un acróstico curiosísimo
en la revista.
-
Lo descifraré mientras duerme.
-
Reservaciones para la comida.
-
- ¿Tiene su reservación?
- La hizo mi amiga.
-
¿Vieron a mi amiga?
-
¿Sabe dónde está?
-
"La signora inglese".
¿Sabe dónde está la señora inglesa?
-
Aquí no había ninguna
señora inglesa.
-
¿Qué?
-
Aquí no había ninguna
señora inglesa.
-
Claro que sí.
Estaba sentada en esa esquina.
-
Usted habló con ella,
estaba sentada a su lado.
-
Fuimos al vagón restaurante
y volvió conmigo.
-
Usted fue y volvió sola.
-
Quizá no me entienden.
-
Me refiero a la mujer
que me estaba cuidando.
-
¿Quizá el golpe la hizo olvidar?
-
Si es una broma,
no le veo la gracia.
-
- Usted me sirvió té hace un rato.
- Sí, señora.
-
¿Ha visto a la mujer inglesa
que estaba conmigo?
-
Usted estaba sola.
-
Debe equivocarse.
-
Tiene que recordarla.
Ella pidió el té y lo pagó.
-
No, usted lo pagó.
-
Dice que mire la cuenta.
-
Le dio un té especial,
no puede haberlo olvidado.
-
El té era nuestro.
No me han dado nada.
-
- Sí, sé que pasó.
- La cuenta. Té para uno.
-
No es correcto.
-
- ¿Quiere mirar las cuentas?
- No. Todo esto es absurdo.
-
¿Ha visto pasar a una señora...?
-
¡Vaya, vieja amiga!
-
De haber sabido que iba en este tren
me habría quedado en el hotel.
-
¿Una señora?
No. ¿Por qué?
-
No importa, igual no la habría
reconocido seguramente.
-
- ¿Se siente mal?
- Es por tu pipa, George.
-
¿Por qué no botas
los calcetines viejos?
-
De todos modos,
gracias por tu ayuda.
-
Venga, siéntese.
¿Qué ocurre?
-
- Me cayó algo en la cabeza.
- ¿En la niñez?
-
- En la estación.
- ¿Puedo ayudarla?
-
No, sólo váyase.
-
Mi padre me enseñó a no
abandonar a una dama en peligro.
-
Por eso se casó.
-
¿Vio anoche a una anciana
con traje de lana en el hotel?
-
Vi a una, pero no vestía así.
-
Estaba en mi compartimento,
pero no la encuentro.
-
Debe seguir aquí.
No hemos parado.
-
- Pues claro que sí.
- Nadie ha dicho que no.
-
- Ellos lo dicen.
- ¿Quiénes?
-
Los viajeros y el camarero.
Dicen no haberla visto.
-
- ¿Todos ellos?
- Sí, todos.
-
- ¿Y dice que se golpeó la cabeza?
- ¿Qué insinúa?
-
- Tranquila. ¿Habla el idioma?
- No.
-
Quizá pensaron
que les pedía dinero.
-
Les quitaremos esa idea
de la cabeza.
-
Qué comentario más inapropiado.
-
Él es uno de ellos.
El hombre misterioso.
-
Disculpen, creo que ha habido
un mal entendido.
-
Esta señorita ha perdido
a su amiga.
-
Sí, lo oí.
El caballero me lo contó todo.
-
Qué curioso.
-
Dadas las circunstancias,
creo que deberíamos presentarnos.
-
Soy italiano.
Mi esposa y mi hijo.
-
Hola, pequeñín.
¿Qué edad tiene?
-
Promoción 1934.
-
La dama de ahí
es la baronesa Nisatona.
-
Conozco a su marido.
Dio los premios de folklore.
-
Es ministro de propaganda.
-
Yo soy el Dr. Egon Hartz.
Habrá oído hablar de mí.
-
- ¿El neurocirujano?
- El mismo.
-
Hace poco fue a Inglaterra
a operar a un ministro.
-
- Sí.
- ¿Encontró algo?
-
- Una leve contusión cerebral.
- Es mejor que nada.
-
Recogeré un caso similar
en la próxima estación.
-
Tengo que operarlo esta noche
en el Hospital Nacional.
-
Es una fractura de cráneo
con hundimiento. ¿Entiende?
-
- Sí, un buen coscorrón.
- ¿No ha visto a mi amiga?
-
- Desgraciadamente no.
- Hablaré con la baronesa.
-
Scusi, avete visto la signora?
-
No.
Non I'ha vista.
-
- ¿Qué dijeron?
- Que no la han visto.
-
Pero no es cierto.
Estaba justo donde usted está.
-
- ¿Puede describirla?
- Es difícil.
-
- Era mayor y normal.
- ¿Cómo vestía?
-
Traje de lana,
dos tonos de marrón,
-
abrigo con grandes bolsillos,
-
bufanda, sombrero,
zapatos marrones, una blusa
-
y un pañuelo azul
en el bolsillo de la chaqueta.
-
- No recuerdo más.
- Sí que se fijó en todo.
-
¿Tomaron el té juntas?
-
- Sí.
- ¿Vieron a alguien ahí?
-
Supongo.
Déjeme pensar.
-
Sí, un inglés
nos pasó el azúcar.
-
Eso es.
Veamos lo que dice.
-
¿Puedo acompañarlos?
Todo esto es muy interesante.
-
No queremos fisgones,
pero sea bienvenido.
-
Espere, había alguien más.
-
Al pasar por aquí, ella abrió
la puerta por accidente.
-
Había un pareja dentro.
-
Bien, si alguien la ha visto
haremos que registren el tren.
-
- ¿Sí?
- Ese es el caballero.
-
¿Recuerda haber visto pasar
a esta joven con una mujer inglesa?
-
Me temo que no.
-
¡Tiene que habernos visto!
Casi entró ahí.
-
No puede haberlo olvidado.
Piénselo, es importante.
-
Todos dicen que no estaba en el tren,
pero la encontraré
-
aunque deba detener el tren.
-
Soy Charters.
¿Puedo pasar?
-
Esa joven del hotel está
armando un lío.
-
- No encuentra a su amiga.
- No ha estado aquí.
-
- Amenaza con detener el tren.
- ¡Dios!
-
Si perdemos el transbordo,
no llegaremos a tiempo.
-
- Eso es grave.
- Escondámonos.
-
No recuerdo en lo más mínimo.
Debe ser un error.
-
No lo recuerda.
Busquemos a los otros.
-
¿Con quién hablabas?
-
Con nadie, sólo era gente
discutiendo en el pasillo.
-
Ahí está, ése es el hombre.
-
- Disculpe, ¿podría ayudarnos?
- ¿Cómo?
-
Tomé té con una dama inglesa
hace como una hora.
-
Usted la vio, ¿verdad?
-
Bueno, estaba hablando
con mi amigo.
-
Cierto.
-
Pero estaban en la mesa de al lado
y ella les pidió azúcar.
-
- Recuerdo que pasé el azúcar.
- La vio entonces.
-
Estaba concentrado en el cricket.
-
¿El cricket no puede hacerle
olvidar que vio a una persona?
-
Si esa es su actitud,
no diré más.
-
Vamos, Caldicott.
Como si el cricket no fuera importante.
-
Debimos decirle
que buscábamos una pelota.
-
Pero él le habló.
Debe haber una explicación.
-
La hay.
Por favor, perdónenme.
-
Posiblemente me equivoque,
pero he visto casos
-
en los que un golpe
induce a recuerdos muy claros.
-
Entiendo.
Usted no me cree.
-
No se trata de creerle o no.
-
Una contusión puede hacer
que alguien imagine muchas cosas.
-
Recuerdo todos los detalles.
Se llama Srta. Froy.
-
Qué interesante.
-
Si tuviera tiempo,
analizaría sus alucinaciones.
-
- ¿Alucinaciones?
- No existe la Srta. Froy.
-
Es un personaje imaginario.
-
Pero la conocí anoche
en el hotel.
-
- Lo imaginó.
- ¿Y el nombre?
-
Una asociación,
-
por un anuncio o un personaje
de novela grabado en su subconsciente.
-
No hay motivo para alarmarse,
si permanece tranquila.
-
Muchas gracias.
-
Si me disculpan, aquí
es donde sube mi paciente.
-
Permiso.
-
Muy interesante.
-
Estamos parando.
-
Es la primera parada, ¿verdad?
-
La Srta. Froy debe
seguir abordo entonces.
-
Mire por esta ventana
para ver si sale.
-
Yo iré a la otra.
-
Muy interesante.
-
¿Cómo vestía?
¿Traje de lana, verdad?
-
- De color marrón.
- Sí, era algo con el chocolate.
-
¿Cuánto tarda un divorcio?
-
¿Eric?
-
Lo siento.
No estaba escuchando.
-
Dije que cuánto tarda un divorcio.
-
Depende. ¿Por qué?
-
Me preguntaba si podríamos ir
de luna de miel en primavera.
-
La oficial.
-
Es bastante problemático.
Los juzgados están desbordados.
-
Supongo que los abogados
no deberíamos quejarnos por eso.
-
De hecho, eso me da grandes
posibilidades de llegar a juez.
-
Si no ocurre nada malo.
-
¿Algo como un divorcio?
-
Sí.
-
En tus primeros arrebatos
no te importaba nada.
-
Míralo así.
-
La ley, como la mujer del César,
debe evitar toda sospecha.
-
¿Y si la ley está
con la esposa del César?
-
Ya entiendo por qué vas por ahí
como un conejillo asustado
-
y por qué mentiste hace un rato.
-
- ¿Yo mentí?
- Sí, a esa gente del pasillo.
-
Oí todo lo que dijiste.
-
No quiero involucrarme
en una investigación.
-
¿Sólo porque
no encuentran a una mujer?
-
Esa mujer estaba armando
un escándalo.
-
Si la dama realmente desapareció
y admitía haberla visto,
-
podrían llamarnos de testigos.
-
Mi nombre puede aparecer
junto al tuyo en los periódicos.
-
Un escándalo no llevaría
a ninguna parte.
-
Sí, supongo que tienes razón.
-
- ¿Nadie?
- Nadie.
-
Yo sólo vi dos cáscaras de naranja
y una bolsa.
-
La Srta. Froy existe.
Es tan real como nosotros.
-
Sé que lo afirma y lo cree,
pero nadie más la ha visto.
-
- Yo la he visto. Creo.
- ¿De veras?
-
- Una mujer bajita.
- Sí.
-
- Con abrigo.
- Y bufanda.
-
La vi cuando pasaron.
-
Lo sabía.
-
Pero su marido dijo
que no la había visto.
-
No se fijó, pero en cuanto
lo mencionó, lo recordé.
-
Usted gana. Actuemos.
¿Lo declarará?
-
Si eso ayuda.
-
Mi paciente acaba de llegar.
Es un caso complicado.
-
Esta señora vio a la Srta. Froy.
-
Vamos a buscarla entonces.
-
- Debe buscar otra teoría.
- No hace falta.
-
Mi teoría era buena.
Los hechos eran confusos.
-
Espero que encuentre a su amiga.
Permiso.
-
- Estaré por aquí.
- De acuerdo, vamos.
-
Eric...
les dije que vi a su amiga.
-
¿Qué?
¿Perdiste la razón?
-
Todo lo contrario,
la he recuperado.
-
¿Qué insinúas?
-
Si hay escándalo,
habrá divorcio.
-
No podrías dejarme.
-
Actuarías con esa falsa decencia
que te caracteriza.
-
Olvidas algo muy importante,
-
tu marido se divorciaría,
no lo dudo,
-
pero mi esposa jamás lo haría.
-
Parece una locura,
pero debe registrar el tren.
-
¡Ah, signorina!
La buscan.
-
Su amiga volvió.
-
¿Volvió?
¿Qué ocurrió?
-
Pase y vea.
Ella se lo dirá.
-
Scusi.
-
Está bien, tranquilo.
La crisis acabó. Vamos a verla.
-
- Llegamos.
- Srta. Froy.
-
- No es ella.
- ¿No?
-
Sé que suena ridículo pero,
¿es la Srta. Froy?
-
No, soy la Sra. Kummer.
-
Dice que la ayudó a subir al tren
y se fue con unos amigos.
-
La baronesa dice que como
hablaba de una mujer inglesa,
-
no pensó que se refiriera
a la Sra. Kummer.
-
Pero no la vi a ella.
Era la Srta. Froy.
-
- Traje de lana, pañuelo azul.
- Sí, pero no es ella.
-
¿Cuándo conoció a la Srta. Froy?
-
- Anoche, en el hotel.
- ¿lba vestida así?
-
Sí, eso creo.
-
Entonces, lo siento.
-
Sí la conoció,
pero no en este tren
-
sino en el subconsciente.
-
Superpuso ambas caras.
-
No puede ser,
hablé con ella aquí.
-
Hay una mujer que la vio.
-
Si no le importa.
Madame...
-
Ah, bon, après vous, madame.
-
¡Cuántos idiomas conoce usted!
-
- ¿Es la mujer que vio?
- No se parecen en nada.
-
Sí, es ella.
-
- No lo es.
- ¿Está segura?
-
Por completo.
-
No lo es.
-
Vámonos.
Siento haberlos molestado.
-
¿No vas a decir nada?
-
Podrías alegrarte al menos.
-
¿Qué debo decir?
Lo hiciste para salvar tu propio pellejo.
-
Mintió, lo sé.
Todos mienten. ¿Por qué?
-
Siéntese tranquila.
-
¿Cree esa tontería
de la sustitución de caras?
-
Eso no la embellecería.
-
La Srta. Froy estaba aquí
y nada me hará cambiar de idea.
-
¿Tiene que seguirme
como perro faldero?
-
Como perro guardián;
tienen mejores instintos.
-
Adiós.
-
El doctor tenía razón.
Jamás la vi. Ahora lo sé.
-
Me alegro que lo tome así.
-
Olvídelo todo.
Deje la mente en blanco.
-
Eso hago yo.
No ve qué bien me va.
-
¿Qué tal algo de comer?
-
- Como quiera.
- Está bien, venga.
-
- ¿Quiere aire?
- Gracias.
-
- ¿Comerá algo?
- Puedo intentarlo.
-
Mañana será una mujer nueva.
-
Espero. No quiero
que mi prometido me vea así.
-
- ¿Su qué?
- Me caso el jueves.
-
- ¿Segura que no se lo ha imaginado?
- No.
-
Me lo temía.
Llegó la comida.
-
No podría enfrentarlo.
-
- ¿Puedo hablar mientras como?
- Si no hay más remedio.
-
- ¿Quiere que le cuente mi vida?
- No.
-
Si insiste.
Empezaré por mi padre.
-
Cuántas historias
empiezan por los padres.
-
- ¿Algo de beber?
- No... Sí, una taza de té.
-
Un té en vez de sopa para ella.
-
Mi padre era un personaje curioso.
-
Entre otras cosas,
era adicto a algo que no se imagina.
-
Al té Harriman.
-
No, al whisky.
-
- Un millón de mexicanos lo beben.
- Quizá sí, pero mi padre no.
-
Le dio ese té al camarero.
-
- ¿Qué té?
- Té Harriman.
-
Dijo que era el único que tomaba.
-
Dijo que dejaría
la mente en blanco.
-
Pero es tan real.
-
¿No lo habíamos acordado?
-
Sí.
Lo siento.
-
Hábleme de su padre.
-
Mi padre era un hombre notable.
-
- ¿Tocaba el clarinete?
- Sí.
-
No lo soltaba a menos que fuera
absolutamente necesario.
-
A la fuerza heredé su amor
por la música.
-
- ¿Por qué?
- Sólo me dejó eso.
-
Sabe, es usted muy atractiva.
¿Se lo habían dicho?
-
Hablábamos de usted.
-
- Sí, claro. ¿Le gusto?
- No mucho.
-
Bueno, pagué sus deudas
-
y me fui antes de que cobraran
los cheques.
-
Ahora escribo un libro
sobre danzas tradicionales.
-
- ¿Quiere un ejemplar?
- Sí.
-
- ¿Cuándo saldrá a la luz?
- Dentro de cuatro años.
-
- Es mucho tiempo.
- Es un libro muy largo.
-
¿Sabe por qué usted me fascina?
-
Tiene dos cualidades
que admiraba en mi padre.
-
No tiene modales
y siempre ve cosas.
-
- ¿Qué ocurre?
- ¡Mire!
-
- ¡Desapareció!
- ¿Qué cosa?
-
El nombre de la Srta. Froy.
-
Tendría que haberlo visto.
-
¡Tranquila!
-
Disculpe.
Gracias.
-
Tenemos que encontrarla.
Algo le ocurrió.
-
Detengan el tren.
-
Hay una mujer en el tren,
tienen que haberla visto.
-
La tienen escondida aquí.
-
Les ruego que detengan el tren.
-
Ayúdeme, por favor.
Haga que detengan el tren.
-
¡Haga algo antes de que sea tarde!
-
Sé que creen que estoy loca,
pero no es así.
-
Por Dios, detengan el tren.
-
¡Déjenme en paz!
-
Llegaremos 10 minutos tarde
por esa chica.
-
Si hace otra tontería,
no llegaremos al partido.
-
- Ella no tiene toda la culpa.
- ¿Qué?
-
La gente no desaparece
así como así.
-
- Ella sí.
- ¿Qué?
-
Desapareció.
-
- ¿Quién?
- La anciana.
-
- Sí.
- ¿Y bien?
-
- Pero, ¿cómo pudo pasar?
- ¿Qué cosa?
-
- La desaparición.
- No lo sé.
-
Eso explica lo que digo.
La gente no se desvanece así.
-
- Ocurre en la India.
- ¿Qué?
-
El truco de la cuerda.
-
Pero nunca sale en las fotos.
-
En 1/2 hora pararemos en Morsken,
justo antes de la frontera.
-
Bajaré ahí con mi paciente.
-
Si me acompaña, puede dormir
en una estancia privada.
-
Necesita descansar.
-
- Lo siento, no.
- ¿Desea algo?
-
Que encuentren a la Srta. Froy.
-
Si no descansa,
no respondo por ella.
-
Convénzala usted.
Usted le gusta.
-
Tanto como una dosis
de estricnina.
-
Mezclada con azúcar,
se la tomará.
-
"Té Harriman"
-
Éste es un tren cosmopolita.
-
Hay gente de todas partes.
-
Acabo de ver a un millón
de mexicanos en el pasillo.
-
Piense en lo que dijo el doctor.
-
Si cambia de opinión,
estaré fuera.
-
¿Qué ocurre?
-
Ella está aquí.
Vi el té que mencionó.
-
Lo tiraron con la basura.
-
Ya estará muerta.
-
Muerta o... Recuerdo que una vez
pasé mis vacaciones en Brighton...
-
Registremos el tren.
Aquí pasa algo raro.
-
La sección del asesino del baúl.
-
¿Qué es eso?
-
- Somos nosotros, Sra. Froy.
- Apúrese.
-
Quizá es la Srta. Froy embrujada.
-
Me niego a rendirme.
Sé que podemos encontrarla.
-
- ¿Sabe algo más sobre ella?
- No.
-
Era institutriz y volvía a casa.
-
- ¿Qué será esto?
- Ni idea.
-
Tiene que haber algo
aquí debajo.
-
- ¡Qué demonios!
- El italiano.
-
Ya recuerdo.
Espere.
-
Lo tengo.
El gran Doppo.
-
- Su tarjeta de presentación.
- ¿Qué dice ahí?
-
"El gran Doppo.
Mago, ilusionista...
-
"presentará su espectáculo
en importantes ciudades.
-
"Vean su gran acto 'La dama...
-
- Desaparece.
- La dama desaparece.
-
- Quizá esa sea la explicación.
- ¿Qué?
-
- Estará practicando con ella.
- Para darse publicidad.
-
No explica la implicación
de los demás.
-
- ¿Cuál es su teoría?
- ¿Mi teoría?
-
Se la contaré.
-
Cielos, no puedo atraparla.
-
- ¿Dónde está?
- Aquí, oliendo a alcanfor.
-
- No le veo.
- Estoy por aquí.
-
Aquí estoy. ¿Dónde está?
-
No lo sé.
-
Esto pasa por no decir
"abracadabra".
-
¿Se hizo daño?
-
No mucho.
-
- Venga y siéntese.
- ¿Qué es eso?
-
Lo llamamos cabina
de desaparición.
-
- Uno entra y desparece.
- Lo noté.
-
- lba a contarme su teoría.
- Mi teoría.
-
Mi teoría, querido Watson,
-
es que estamos
con el agua hasta el cuello.
-
Gracias.
-
Analicemos los hechos
con picadura de Baker Street.
-
Primero, una anciana desaparece.
-
Todos los que la vieron lo niegan.
-
- ¿Cierto?
- Sí.
-
Pero sí estaba.
-
Así que la vieron
y por lo tanto, mienten.
-
- ¿Por qué?
- No sé, yo sólo soy Watson.
-
No se refugie en el personaje.
Yo se lo diré.
-
No querían implicarse
porque la dama sigue en el tren.
-
Eso se lo dije hace horas.
-
Sí.
Se merece un cigarro.
-
Sólo queda una salida.
Disfrazarse.
-
¿De qué?
-
- De caballero inglés.
- Lo reconocerán.
-
Quizá tenga razón.
-
Vea esto:
-
"Chicos, ¿quién de usted
se llevó a la Srta. Froy? Vamos".
-
- Déme eso.
- ¿Por qué?
-
- Son de ella.
- ¿Segura?
-
Sí. Con montura dorada.
¿Dónde estaban?
-
- En el suelo. Están rotos.
- Por el forcejeo.
-
Los cristales.
-
¿Se da cuenta de que es
la primera prueba?
-
Ya está.
-
Por favor, deme esos lentes.
Son míos.
-
¿Suyos? ¿Está seguro?
-
Datemi questi occhiali!
-
Mentiroso.
-
Tiene una nariz muy grande
para unos lentes tan pequeños.
-
¿Con que esas tenemos?
Ya verá.
-
Son de la Srta. Froy.
Ella estuvo aquí y usted lo sabe.
-
No se quede ahí como si fuera
el árbitro, colabore.
-
Patéelo.
Vea si su trasero es falso.
-
Eso no ayuda.
-
Jálele las orejas.
Retuérzaselas.
-
Lo tengo.
-
¡Tiene una navaja!
-
Quítesela antes de que me rebane.
-
No llego.
-
Bien hecho.
-
Sabemos cómo funciona.
Sal de ahí.
-
Está fuera.
Debemos esconderlo.
-
¿Qué hay aquí?
-
Deprisa
antes de que reaccione.
-
Está vacío.
-
¿Adónde va?
-
- ¿Qué pasa?
- Es el ajo. Me recuperaré.
-
- Tenga, tome esto.
- Sí.
-
Hay que atarlo.
-
Bueno, ahora sabemos
que la Srta. Froy estaba aquí
-
y que nuestro amigo tuvo algo
que ver con su desaparición.
-
Esto le detendrá
hasta que la encontremos.
-
Qué lucha, pero valió la pena.
Veamos la prueba.
-
- ¿La prueba?
- Los lentes.
-
Usted los tiene.
-
No, yo no los tengo.
-
Él los tiene.
-
No está.
-
Qué desastre.
Tiene doble fondo.
-
- Es contorsionista.
- Escapó.
-
Se lo contará a los otros
y nos meteremos en un gran lío.
-
No podemos pelear contra todos.
Necesitamos aliados.
-
- ¿En quién confiar?
- Es difícil.
-
- Qué hay del doctor.
- Sí, podría ayudarnos.
-
- Describámosle los síntomas.
- Espere.
-
¿Es éste?
-
No está.
-
Acabo de tener una idea estúpida.
-
No me diga.
-
Suponga que ese paciente
es la Srta. Froy.
-
Pero llegó después
de la desaparición.
-
Por eso es absurdo.
-
- Busquemos al doctor.
- No, espere.
-
¿Qué ocurre?
-
¿No ha notado nada raro
en esa monja?
-
No.
-
No creo que lo sea.
Las monjas no usan tacos altos.
-
Tiene razón.
-
¿Vio a la Sra. Kummer subir al tren?
-
No.
-
Suponga que escondieron
a la Srta. Froy entre el equipaje.
-
En la parada, suben al paciente
con la cabeza vendada.
-
Es en realidad es la Sra. Kummer
que toma el lugar de la Srta. Froy
-
y ahora la Srta. Froy
está en su lugar.
-
Sí, ¿pero por qué secuestrar
a una inofensiva institutriz?
-
No es institutriz.
Quizá sea algo político.
-
lnvestiguemos.
-
Parlez-vous français?
-
Sprechen Sie Deutsch?
Bandrikan?
-
Lo intentaré con mi idioma.
-
¿Podemos ver al paciente?
Gracias.
-
Vigile a la monja.
-
¿Qué están haciendo aquí?
-
¿Por qué están aquí?
-
Se trata de un caso muy grave.
No tienen nada que hacer aquí.
-
Quítele las vendas
para verle la cara.
-
¿Han perdido el juicio?
No tiene rostro.
-
Sólo carne viva.
-
Ha perdido mucha sangre
y sólo una transfusión lo salvaría.
-
¿Quieren que lo asesine?
-
- ¿Seguro que es su paciente?
- Creemos que es la Srta. Froy.
-
¿La Srta. Froy?
No hablan en serio.
-
Quién les metió algo así
en la cabeza.
-
Es sordo muda.
-
- Quizá sepa leer los labios.
- Quizá.
-
En ese caso, los veré en el vagón
-
Comprobaré si el paciente
restaurante en un minuto.
-
¿Cómo lo voy a saber?
ha sufrido alguna molestia.
-
- No me dijo que era inglesa.
Alguien les habrá dicho algo.
-
Cuando vaya a verlos,
- ¿Y qué importa?
-
Yo beberé Chartreuse.
-
Uno de los meseros
trabaja para nosotros.
-
Escúchame bien...
-
Ahí está esa chica.
-
Parece que está mejor.
Suerte que se solucionó.
-
- ¿Me contarán qué ocurre?
- ¿Conoce a su paciente?
-
No, recibí un mensaje
para operarle en Morsken.
-
¿Cómo sabe que no es la Srta. Froy?
-
- Creemos que la reemplazaron.
- ¿Creen que alguien la...?
-
Un Chartreuse.
¿Me acompañan?
-
- Un coñac.
- ¿Y usted?
-
- Nada.
- Le sentará bien.
-
Está agotada.
Eso la reanimaría.
-
- Una copa pequeña.
- Dos coñacs y un Chartreuse.
-
¿Sabe algo de la monja que
está cuidando a su paciente?
-
Sé que es de un convento cercano
adonde ocurrió el accidente.
-
¿No le parece raro que lleve
zapatos de taco alto?
-
¿De veras?
Es bastante raro.
-
Es una conspiración.
Eso tiene que ser.
-
Los viajeros lo niegan todo
a pesar de haberla visto.
-
Lo sabemos porque en el vagón
de equipajes...
-
Ahí va otra vez.
-
Espero que no haga otra escena
-
o tendremos que olvidarnos
del partido.
-
Y ese sujeto, Doppo,
-
nos quitó los lentes.
-
Entablamos una buena lucha.
-
- ¿Lucharon?
- Lo noqueamos.
-
Parece haberse recuperado
rápidamente.
-
Está fingiendo.
-
Grazie.
-
Cómo podría ser parte
de una conspiración.
-
Mírenlo, es un viajero
inofensivo.
-
Es un artista de gira por Bandrika.
-
El marido de la baronesa
es ministro de propaganda.
-
Si ella se lo pide,
cancelará su gira.
-
Entiendo.
-
Y los meseros acabarían
contra el muro.
-
Hábleme de los dos ingleses.
-
Ellos también niegan
haberla visto.
-
Diplomacia británica.
-
El dicho dice: No saltes algo
si puedes sentarte encima.
-
Lo que no entiendo es por qué
querrían secuestrar a la anciana.
-
Eso también nos confunde.
-
Pero estaba aquí y ahora no está.
-
Si es verdad, todo el tren
está contra nosotros.
-
¿Qué vamos a hacer?
-
En vista de los hechos,
-
le quitaré las vendas
a mi paciente.
-
No debemos levantar sospechas.
-
Compórtense
como si no pasara nada.
-
Beba, se calmará.
-
Por nosotros.
-
Y que nuestros enemigos,
si existen, no nos descubran.
-
Debemos darnos prisa.
-
Vamos, bébaselo.
-
Esperen aquí.
-
Entren.
-
- ¿Algún problema?
- Ninguno.
-
Sólo que notaron tus zapatos.
-
Pero eso no cambia nada.
Llegaremos en tres minutos.
-
Qué viajecito.
-
¿Y bien?
-
Sí, es la Srta. Froy.
-
Bajará del tren
dentro de tres minutos.
-
lrá al hospital
y allí será operada.
-
Pero la operación
no saldrá bien.
-
Quizá deba decir
-
que yo la operaré.
-
Estoy implicado en esta conspiración,
como la llamó.
-
Son una parejita
muy observadora,
-
pero es inútil que busquen
una solución.
-
Lo que acaban de beber
contenía hidracina.
-
Es una droga poco conocida
-
que, en una pequeña dosis,
paraliza el cerebro
-
y deja inconsciente a la víctima
durante un buen rato.
-
En dosis mayores,
lleva a la locura.
-
Pero su dosis era normal.
-
Pronto se reunirá con su amiga.
-
Debo decir que siento mucho
lo melodramático del asunto.
-
Pero su persistencia
me obligó a esto.
-
¿Está bien?
Se desmayó.
-
Van a matarla.
-
Debemos actuar ya
antes de que la droga haga efecto.
-
El movimiento nos despertará.
-
Está bien, venga.
-
Está cerrado.
-
No podemos ir por ahí.
Nos verán.
-
- ¡No!
- Está al lado.
-
Haga flexiones, ejercítese,
haga lo que sea necesario
-
para no dormirse.
-
Siga, no tema.
Es la Srta. Froy.
-
No los drogué.
-
Me dijo que lo hiciera,
pero no lo hice.
-
¿Quién demonios es usted?
-
Eso no importa, si quiere salvarla
debe darse prisa.
-
Hartz volverá en un minuto.
¿Qué pasará entonces?
-
Retengámoslo
hasta pasar Morsken,
-
la frontera está cerca.
-
Todavía hay tiempo.
-
¿Sólo 500?
-
Doppo tutto quello
che io ho fatto?
-
La chica me mordió la oreja.
-
Llegamos.
¿Terminó?
-
Vamos, Srta. Froy.
-
No está drogada,
Ya se lo explicaré.
-
- Abracadabra.
- ¡Srta. Froy!
-
- ¡No puedo creerlo!
- Muchas gracias.
-
Cuidado.
-
¿Lista?
-
Sí.
-
- ¿Está bien?
- Sí, gracias.
-
Es como la hora punta
en el metro.
-
Nos estamos deteniendo.
-
Siento que haya tenido un viaje
tan incómodo, Srta. Froy.
-
Vuelve adentro.
-
Ojalá salga todo bien.
-
¿No se están demorando mucho?
-
La ambulancia se va.
Saldremos dentro de poco.
-
Cruzaremos la frontera muy pronto.
-
Me pagaron bien
e hice el trabajo sucio,
-
pero esto era un asesinato
y es inglesa.
-
- Y usted, bandrikiana.
- Mi esposo lo era, yo soy inglesa.
-
lban a matarla a sangre fría.
-
Su distracción no sólo
nos obliga a eliminar a la mujer
-
sino también a los otros dos.
-
No pueden hacerlo.
-
Sería estúpido dejar vivir
a alguien en quien no confiamos.
-
No se atreverán.
Sé demasiado.
-
Por eso mismo.
-
Creo que estamos cruzando
la frontera.
-
Salga, Srta. Froy.
-
- Qué viajecito.
- Olvídelo.
-
Puede sentarse aquí
el resto del viaje. Eso es.
-
Ahora que todo acabó,
explíquenos qué ocurre.
-
¿Un grito?
-
- Parecía el silbato del tren.
- No, era una mujer.
-
Tenga cuidado.
-
Nos desviaron
y desarticularon el tren.
-
¡Cielos!
-
¿Por qué llegan tan lejos
para atraparla?
-
No tengo ni idea.
Soy institutriz
-
Creo que cometen un grave error.
-
¿Por qué nos persiguen?
Diga la verdad.
-
Nos involucramos en esto,
confíe en nosotros.
-
No lo sé.
Yo...
-
- ¿Quedará alguien más aquí?
- Sólo queda el vagón restaurante
-
Pero no debe haber nadie ahí.
-
¿Es la hora del té?
Quizá los ingleses estén ahí.
-
Echaré un vistazo.
-
Vamos.
Permanezcamos juntos.
-
Apareció la anciana.
-
Mucho ruido y pocas nueces.
Habrá perdido la cabeza.
-
Tengo algo que decirles.
Escúchenme.
-
Intentaron secuestrar a esta dama
-
y creo que lo intentarán de nuevo.
-
¿Qué tonterías dice?
-
Si no me creen, miren por la ventana.
Desviaron el tren.
-
¿De qué habla?
Secuestro, desvíos...
-
- Es la verdad.
- No me interesa.
-
Ya nos ha fastidiado bastante
con sus ridículas historias.
-
Debe haberse equivocado.
-
- Esas cosas no ocurren.
- No estamos en Inglaterra.
-
- No veo la diferencia.
- Nos detenemos.
-
Esos carros son para llevarse
a la Srta. Froy.
-
Tonterías.
-
Dos personas bajaron.
-
Es obvio que vinieron
a recogerlas.
-
¿Por qué nos han desacoplado
entonces?
-
- ¿Desacoplado?
- A partir del coche cama.
-
Nuestras maletas están en primera.
-
Ya no.
¿Quiere verlo?
-
Si es una broma,
no es graciosa.
-
¡Dios mío!
-
Traiga un poco de coñac.
-
¿No creerás en esa historia,
Caldicott?
-
Parece algo rara.
-
Nadie va por ahí
amordazando monjas.
-
Gracias.
-
Alguien viene.
-
No nos pueden hacer nada.
Somos ciudadanos británicos.
-
Vine a disculparme.
-
Se ha producido
un grave incidente.
-
Alguien ha intentado
confundirse entre los pasajeros.
-
Las autoridades
han sido informadas.
-
Si me acompañan hasta Morsken,
-
le avisaré a su embajada
de inmediato.
-
Los carros están a su disposición.
-
Qué suerte,
alguien que habla inglés.
-
Estuve en Oxford.
-
¿De veras? Yo también.
¿Qué año?
-
Esta mujer intenta decir algo.
No entiendo su idioma.
-
Puede ser importante.
¿Podría ayudarme?
-
Desde luego.
-
Así aprenderá.
Sólo estará aturdido.
-
- ¿Por qué hizo eso?
- Yo estudié en Cambridge.
-
¿Y eso qué tiene que ver?
¿Oyó lo que dijo?
-
Oí lo que ella dijo:
era un truco para sacarnos del tren.
-
No le creo; en cambio
su historia sí era creíble.
-
Puede provocar la guerra.
-
Voy afuera a disculparme
y a arreglarlo todo.
-
- Tenía razón. ¿Puedo?
- Desde luego.
-
Esto se pone feo.
-
Será un conflicto internacional.
-
Ya ocurrió antes.
-
- Ya llegan.
- Que no entren. Nos matarán.
-
No nos dejarán marchar.
-
- Les ordeno que se rindan.
- Ni hablar.
-
Si se acercan, disparo.
-
Cúbranse, esto va a empezar.
-
- Mal asunto. No me gusta nada.
- ¿Tiene balas?
-
- Muchas.
- Bien.
-
- Agáchate.
- No lucharé. Es una locura.
-
Mejor quejarse a cubierto.
-
lntentan rodearnos.
-
Son una panda de locos.
-
¿Qué posibilidades tenemos?
-
Lo dijo la Madre Superiora.
Si nos rendimos, se acabó.
-
Ya no llegaremos al partido.
-
Dámela.
¡Dámela!
-
- ¿Qué sucede?
- Tiene una pistola.
-
¿Por qué no?
-
No colaboraré.
No creo en la lucha.
-
¿Pacifista? Como los cristianos
devorados por los leones.
-
Vamos, démela.
-
No tengo miedo de usarla.
-
Debería disparar yo.
-
Una vez gané una caja de cigarros.
-
Bromea.
Es un gran tirador.
-
Espero no haber perdido destreza.
-
Debe existir una explicación
lógica para todo esto.
-
Mal tiro, le ha rozado la cabeza.
-
¿Podemos hablar un momento?
-
- ¿Ahora?
- Por favor, es muy importante.
-
- Aguántemela, ¿quiere?
- Vigilaré el fuerte.
-
Aquí es más seguro.
Venga usted también.
-
Agache la cabeza.
-
Sólo quería decirles
que debo irme.
-
No podrá.
Le dispararán.
-
Debo arriesgarme.
-
Escúchenme bien,
-
si no tengo suerte y ustedes sí,
deben llevar un mensaje
-
al Sr. Callendar
del Foreign Office en Whitehall.
-
- Así que es una espía.
- Qué palabra tan horrible.
-
¿Cuál es el mensaje?
-
Es una melodía.
-
Contiene la cláusula vital
de un pacto secreto
-
entre dos países europeos.
-
- Debe memorizarla.
- Adelante.
-
Empieza así.
-
Mejor la escribiré.
¿Tienen papel?
-
No se preocupe. Soy músico.
Puedo memorizarla.
-
Muy bien.
-
La señora se volvió loca.
-
No me extraña.
Acéptenlo.
-
Esos cerdos seguirán disparando
hasta matarnos a todos.
-
Cielos, cállate, Eric.
-
Así es.
-
Ahora hay dos oportunidades.
-
- ¿La recordará?
- No dejaré de silbarla.
-
- Supongo que saldré por aquí.
- Sí.
-
Aunque lo logre la detendrán
en la frontera.
-
- No puede irse.
- Hay demasiados riesgos.
-
En este trabajo
uno debe arriesgarse.
-
Les agradezco lo que han hecho.
-
Rezaré por su seguridad
y para que volvamos a reunirnos.
-
Yo también lo espero.
-
- Buena suerte.
- Buena suerte.
-
- ¿Me ayuda?
- Claro.
-
Aguante, con fuerza, eso es.
-
Adiós.
-
- ¿Le han dado?
- No lo sé.
-
- Acabé con las 12.
- No quedan muchas más.
-
Sólo queda una cosa por hacer.
Mover el tren.
-
Regresar a la línea principal
e intentar cruzar la frontera.
-
Algo complicado, ¿no?
-
Los maquinistas no querrán.
-
Les engañaré con la pistola.
¿Quién viene?
-
- Yo voy.
- Y yo.
-
No podemos ir todos.
Quédense aquí.
-
Si podemos detener el tren,
saltará y cambiará las agujas.
-
Está bien.
-
Estúpidos, están
buscando que les maten.
-
Ya tuve bastante.
-
Por intentar sobrevivir,
me acusan de pacifista.
-
Prefiero que me llamen rata
a morir como una.
-
Piénsenlo, si nos entregamos,
-
no osarán matarnos a sangre fría.
-
- Habrá un juicio.
- ¡Basta, Eric!
-
Nadie te escucha.
-
Está bien, toma tu camino,
yo tomaré el mío.
-
- ¿Qué se propone?
- Haré lo único sensato.
-
Déjelo si eso quiere.
-
Por favor.
¿Por qué no nos vamos?
-
¿Por qué no?
-
Dijeron que nos iríamos.
¿Por qué no ocurre?
-
Si pudiera sacarnos de aquí.
¡Debe hacerlo!
-
Sólo queda una.
La guardaré.
-
Se alejan de los coches.
Se acercan.
-
- Lástima no tener más balas.
- Qué gracioso.
-
Al irme le dije a mi marido
que no volvería a verle.
-
Gilbert.
-
¡Gilbert!
-
- Nos movemos.
- Nos queda una oportunidad.
-
Vamos, adelante.
-
- ¿Sabe qué hacer?
- Vi cómo lo ponía en marcha.
-
Una vez conduje una
locomotora de juguete.
-
Haré el cambio de agujas.
-
Nos persiguen.
Miren.
-
No debe faltar mucho.
-
Hora de cambiar las agujas.
-
Gracias a Dios llegaremos
a territorio neutral.
-
Eso no será necesario.
-
Lo siento,
pero las agujas no cambiarán.
-
Siéntense.
-
Ahí están.
¿Sabrá detenerlo?
-
Eso espero.
-
Quietos hasta
que me lleguen mis amigos.
-
Si alguien se mueve,
dispararé.
-
Hay algo que no sabe, capitán.
-
Sólo hay una bala;
si me dispara,
-
tendrán una oportunidad.
-
- Su situación es difícil.
- Siéntese.
-
Está bien.
-
¿Dónde diablos está Charters?
-
Adelante.
Lo consiguió.
-
Estoy bien.
Sólo fue en la pierna.
-
O como se dice en su idioma,
buena suerte.
-
Me alegro de que
se haya acabado.
-
¿Qué dirá el gobierno?
-
- Nada de nada. Lo encubrirán.
- ¿Qué?
-
Suelte eso.
Debo recordar la melodía.
-
¿Recordar?
-
- ¿Mozo, señor?
- No, gracias.
-
Llegamos a casa, Gilbert.
-
Deja de tararear.
Debes saberla de memoria.
-
No pienso arriesgarme.
-
- ¿Charles vendrá a buscarle?
- Eso espero.
-
Estarás muy ocupada
entre ahora y el jueves.
-
Podríamos ir a comer
o a cenar, si quieres.
-
Lo siento, no era por eso.
-
De hecho, debo entregar
esta melodía de la Srta. Froy.
-
Luego, me iré a Yorkshire,
a terminar mi libro.
-
Entiendo.
-
- ¿Lista?
- Sí.
-
Podremos coger el de las 6:50
a Manchester después de todo.
-
"El partido se suspende
por inundación"
-
- ¿Alguna señal de Charles?
- No, no le veo.
-
Bueno, debemos despedirnos.
-
¿Qué sucede?
-
¿Charles?
-
Sí, bestia descorazonada
y alocada.
-
¿Van a algún sitio?
-
Al Foreign Office.
-
- ¿Y la luna de miel?
- En un lugar tranquilo.
-
Sin trenes.
-
El Sr. Callendar
les recibirá ahora.
-
- Espera. ¡Se me olvidó!
- ¿El qué?
-
- La melodía.
- ¡No!
-
Espera.
Deja que me concentre.
-
No, ésa es la marcha nupcial.
-
Es horrible.
No he hecho más que tararearla
-
y la olvidé por completo.
-
- ¡Srta. Froy!
- Que me aspen.