Involucremos a los hombres como aliados para prevenir la violencia contra las mujeres | Robert Eckstein | TEDxPiscataquaRiver

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

La violencia sexual es casi el único problema social donde la mayor responsabilidad (tanto profesional como personal) recae casi totalmente sobre un género. Robert Eckstein nos muestra que, a fin de reducir eficazmente los índices de violencia sexual, es esencial que los hombres se involucren más en el proceso. En esta charla comparte algunas estrategias relativamente sencillas pero eficaces para involucrar a los hombres y hacer y que se vuelvan aliados más fuertes de la causa.

Robert Eckstein es profesor de la Universidad de New Hampshire, tanto del Departamento de Psicología como del Programa de Estudios de Justicia donde, además, es coordinador de pasantías para los planes de estudiantes y de egresados. También es especialista en desarrollo curricular para el Centro de Investigación para las Innovaciones en Prevención, un grupo de investigación de la Universidad de New Hampshire que se dedica a prevenir la agresión sexual, el abuso de pareja y el acoso.

En 2010, recibió el premio a la excelencia docente de la Universidad de New Hampshire. Es coautor de 'Incorporar al espectador: Un taller de prevención para establecer una comunidad de responsabilidad', que consiste en un programa educativo con base empírica que apunta a aplicar la intervención del espectador como forma de prevenir la violencia contra las mujeres. También es coautor de una adaptación para escuelas secundarias de 'Incorporar al espectador' que se evalúa actualmente a través de una subvención federal del Centro para el Control de Enfermedades.

Trabajo en la Universidad de New Hampshire

donde, entre mis responsabilidades,

tengo un grupo de investigación
llamado 'Innovaciones en prevención'.

Nuestra misión principal es
crear y evaluar herramientas

que ayuden a prevenir

la violencia sexual,
la violencia de pareja y el acoso.

Actualmente, somos 20 personas,
entre investigadores y médicos,

que conformamos
'Innovaciones en prevención',

y, de esas 20, soy el único

que se identifica como 'varón'.

Dos o tres veces al año,

asisto a conferencias nacionales
en relación con el tema,

y la proporción de géneros

también es así de desigual.

Ha habido importantes contribuciones

a esta área en los últimos años

que han venido de los hombres.

Aun así, la mayoría de los investigadores,
médicos y expertos en políticas

que se dedican a hacer frente
a este problema son mujeres.

Como hombre que trabaja en este ámbito,

doy por sentado que soy de la minoría.

Pero al compararlo
con otros problemas sociales,

nos damos cuenta de que es excepcional.

Existen muy pocos problemas
de esta índole

que sean abordados casi por completo

por personas de un solo género.

Pongamos algunos ejemplos:

la indigencia, la drogadicción,

el cambio climático, la probreza,

la injusticia racial.

Puedo seguir enumerándolos
y sería difícil encontrar uno

en el que trabajen solo hombres

o solo mujeres.

Por lo tanto, ¿cómo es

que las mujeres llevan
y han estado llevando

la mayor carga de trabajo
en este campo?

¿Por qué las mujeres parecen
poner mucha más pasión

en la lucha por terminar con
la violencia sexual y de pareja?

Por último, ¿cómo logramos involucrar
a más hombres en esta importante lucha?

Haré todo lo posible
durante esta charla

para responder esta pregunta.

Pero antes, trataré
de contestar una pregunta

que me hicieron miles de veces:

¿Cómo te involucras en un área
que se aboca a la prevención

de la violencia contra las mujeres?

Cuando empecé las prácticas
en psicología clínica

sabía que quería ser psicoterapeuta,

pero no estaba seguro de la especialidad

y no tenía claro
con qué pacientes quería trabajar.

Mi plan de estudio se enorgullece
de ofrecer una formación generalista

donde se animaba a los estudiantes
a probar cosas distintas.

Así que seguí el sabio consejo
de abrirme a una diversidad

de experiencias clínicas.

Durante mis cuatro años de estudiante

y en mis dos primeros
años como profesional,

dediqué tiempo al trabajo clínico

en dos centros de orientación,
dos centros comunitarios de salud mental,

un hospital público

y la unidad de salud mental de
una cárcel de máxima seguridad.

Fue casi a la mitad de este proceso

que empecé a notar un tema común
a muchos de mis pacientes,

especialmente, las mujeres
con quienes trabajaba.

Me sorprendía y entristecía constantemente
la cantidad de mis pacientes

que habían sufrido un trauma sexual.

Quiero aclarar que no era el caso
de todos mis pacientes,

o siquiera de la mayoría.

Y tenía varios pacientes varones
con experiencias similares.

Pero sí era un tema recurrente.

Sin importar dónde trabajaba
ni el aspecto del paciente,

muchos de ellos vivían situaciones

o tenían múltiples experiencias
previas de victimización.

A veces era en forma de
una relación abusiva actual

de la cual trataban de escapar.

A veces eran recuerdos
de una infancia dolida

por los años de abuso sexual.

En algunos lugares donde trabajé,
casi se daba por sentado

que el paciente tenía
esos antecedentes.

Un paciente sin historial de abuso

era la excepción que confirmaba la regla.

Incluso como persona educada y consciente

de las tasas unilaterales prevalentes,

aún me sorprendía en qué medida
el historial de abusos

era el común denominador
entre mis pacientes.

Los terapeutas se entrenan
para escuchar a sus pacientes.

Y si escuchan con atención
y sin emitir juicios,

con el tiempo desarrollan
una gran sentido de empatía.

Esto se da más fácil y rápidamente
con algunos pacientes

que con otros.

Pero, en lo personal, nunca me costó
sentir empatía por los pacientes

que sobrevivieron a la
violencia sexual o de pareja.

Y como suele pasar,

conforme crecía mi empatía
por determinados pacientes,

desarrollé una mayor compasión
por otras personas

que podrían estar viviendo
algo similar.

Y empecé a preguntarme:

¿Quién más podría estar viviendo esto?

¿Conozco gente de mi entorno
que esté luchando en silencio

con su propia historia
de supervivencia?

Fue en ese momento que tomé
la decisión más consciente

de ser un firme defensor y aliado

de la causa por la prevención de
la violencia contra las mujeres.

Empecé a prestar más atención
a cómo hablaba del problema

cuando surgían en una charla.

Me volví más consciente

de mi propio historial
de privilegio masculino,

y tomé más consciencia de cómo
interactuaba con otras personas.

Para mí, era importante

que las personas de mi entorno supieran

que esto me preocupaba
y que lo tomaba en serio.

Poco después de haberme puesto
más cuidadoso,

empezó a pasar algo interesante.

Varias mujeres que conocía
empezaron a compartir conmigo

sus experiencias personales
de abuso y acoso.

Alguien me habló sobre el acoso sexual

que soportó en el trabajo;

otra mujer reveló

que la habían agredido
sexualmente en la universidad,

y todavía lidiaba con los síntomas
del estrés postraumático;

y alguien a quien conocía hace años

empezó a abrirse más seguido
sobre el abuso sexual

que había padecido en su infancia.

Ninguna de estas revelaciones
surgieron del fisgoneo o la inducción.

Creo de verdad que los sobrevivientes
solo buscan la forma

de contar su historia,

y yo me presentaba

como alguien dispuesto a escuchar.

En cierta forma,
mi experiencia profesional

hizo que me preocupara más por esto

en el ámbito personal.

Y a su vez, mi vida personal,
mis experiencias personales,

aumentaron el deseo de hacer de esto
parte de mi identidad profesional.

Entonces, ¿cómo hacemos que más hombres
se interesen por esta importante causa?

Como en cualquier problema social
o crisis de salud pública,

tenemos que hacerlo personal.

Tenemos que hacerlo cercano.

Tenemos que acercarlo al hogar.

En el caso de la violencia
de pareja y sexual,

es fácil de lograr,

incluso siendo un tema
difícil de abordar.

Porque la violencia sexual y de pareja

ya son algo personal.

Ya son algo cercano.

Ya están en la puerta del hogar.

El Centro de Control de Enfermedades
encontró que, en EE.UU.,

1 de cada 4 mujeres será abusada

por su pareja,

y 1 de cada 6 mujeres será víctima
de violación o intento de violación.

Sé que es difícil detenerse en esto,

pero piensen en algunas
de las mujeres de sus vidas,

algunas de las mujeres
importantes para Uds.

Su pareja, sus amigas,

sus hermanas, sus hijas,

su mamá, sus abuelas.

¿Cuántas mujeres hay en la lista?

¿Son más de cuatro?

¿Son más de seis?

La realidad es que todos los presentes

tendremos a alguien cercano

que se ha visto o se verá
directamente afectado por este problema.

Antes planteé esta pregunta:
¿Cómo involucramos a más hombres

en la prevención de la violencia
contra las mujeres?

Mi respuesta a la pregunta es:
empecemos por lo más chico.

Empecemos por lo cotidiano.

Empecemos por dejar claro
a las mujeres de su entorno

que esto es algo que sí les importa.

Creo que es un mensaje importante
para ambos géneros.

Pero, en mi experiencia,

ha sido un verdadero desafío
para los hombres.

Así que cuando hago estas preguntas,
las dirijo a todos.

Pero quiero que los hombres
presten especial atención.

¿Estás seguro de que
las mujeres que quieres

te ven como un aliado

en la causa para prevenir
la violencia contra las mujeres?

Cuando surge el tema,
¿cómo hablas de la violación?

Cuando surge, ¿cómo hablas
de la violencia doméstica?

Cuando resuena un caso en las noticias,

o en la cultura popular,

¿opinas sobre el caso?

Y si lo haces, ¿cómo lo haces?

¿Sabes qué significa
'culpar a la víctima'?

¿Conoces los
'mitos de la violación'?

¿Te esfuerzas por no apoyar esas ideas?

Y, en términos más generales,

¿qué lenguaje usas
cuando hablas de las mujeres?

¿Qué lenguaje usas
cuando hablas del género?

Y específicamente a los hombres,

¿se ponen automáticamente
a la defensiva

cuando oyen hablar sobre
la violencia contra las mujeres?

¿Se ponen automáticamente
a la defensiva

cuando oyen hablar sobre
los privilegios masculinos?

De ser así, ¿alguna vez pensaron
cómo lo interpretan

las mujeres que aman?

Y, por último,
¿la gente los ve y dice:

"es alguien a quien
puedo contar mi historia

sin sentirme juzgado o culpable"?

"¿Es alguien a quien puedo
contar mi historia

y confiar en que me escuchará
y apoyará?"

Antes, cuando hablé sobre
involucrar a los hombres en la causa,

no me refería a aumentar la cantidad
de investigadores hombres,

de expertos en políticas o de clínicos.

Pienso que la incorporación de
los hombres en esta lucha empieza

por animarlos a ser mejores aliados
y sistemas de apoyo

en la vida de las mujeres
de su alrededor.

Y sabemos que haciendo esto,

en efecto, ayudamos
a prevenir la violencia.

Al observar los datos
del Departamento de Justicia,

vemos que la agresión sexual,

el abuso sexual de menores
y la violencia doméstica

son los crímenes que menos se informan
dentro de Estados Unidos.

De hecho, de todos ellos,
menos de la mitad de los casos

se denuncian a la policía.

También, menos de la mitad de las víctimas
buscan la ayuda profesional

de un defensor entrenado
o profesional de salud mental.

En su lugar,
si la víctima le cuenta a alguien

sobre su abuso o agresión,

generalmente, es a alguien cercano:

un hermano, un amigo,
un compañero de cuarto.

Entonces, a pesar de la
increíble labor realizada

en los centros de crisis, refugios
y consultorios psicológicos,

la gente común, la no profesional,

la que ahora escucha esta charla,

es la primera línea de defensa

para ayudar a alguien a sanar
después de un trauma.

Hay una revolucionaria
investigación sobre esto

de la Dra. Rebecca Campbell.

Encontró que uno de los
indicadores más fuertes

de que alguien podrá sanar
tras una agresión sexual

es la atención que recibe de
la primera persona a quien acude.

Si se atiende y brinda
apoyo a la víctima,

es menos probable que sufra
de estrés postraumático,

y es más probable que busque
ayuda profesional

o asesoría legal.

Culturalmente, debemos ampliar
este nivel personal de apoyo.

Debemos dejar claro a
todos los sobrevivientes

que hay personas en sus vidas
que se preocupan.

Debería empoderarnos saber

que con solo brindar apoyo

ayudamos a revertir
el impacto negativo del trauma.

Y brindar esta clase de apoyo

no solo ayuda a sanar
de actos de violencia pasados,

también puede prevenir
futuras victimizaciones.

Tristemente, un gran indicador de
que alguien sea abusado sexualmente

es haber tenido un antecedente
de victimización.

Cada acto de violencia interpersonal

aumenta la probabilidad
de que se repita.

Un poderoso factor
para mitigar este ciclo

es recibir el cuidado
y apoyo adecuado.

Si se cuida al sobreviviente,

es menos probable que vuelva
a ser victimizado.

Entonces, si estamos presentes
para los sobrevivientes,

literalmente, los ayudamos
a mantenerse seguros.

Y un último beneficio de este enfoque

es que hacemos a la comunidad
más segura.

A todos nos gustaría
vivir en una comunidad

donde todo episodio de
violencia interpersonal

se denuncie a la policía.

Pero la pregunta no sería:
"¿Por qué las víctimas no denuncian más?"

La pregunta debe ser:
"¿Cómo creamos un entorno

donde se sientan más cómodos
para denunciar?"

Es más probable que un sobreviviente
informe el hecho a la policía

si siente que le creen y lo apoyan

las personas más cercanas.

Los expertos coinciden en que la mejor
estrategia para que haya más denuncias

no es decirle a la víctima
que tiene que ir a la policía.

Es brindarle amor y apoyo

para que reúna la fuerza y
lo haga por voluntad propia.

En resumen, si estamos presentes
en la vida de esas personas

y les brindamos apoyo emocional,

disminuimos el riesgo de que sufran
estrés postraumático,

reducimos el riesgo de
una futura victimización

e incrementamos la probabilidad

de que informen su caso
a la policía.

Por suerte, no hace falta
ser un psicólogo experimentado

para responder eficazmente

ante una revelación
de abuso o agresión.

Cualquiera puede ser bueno
para escuchar.

Cualquiera, con paciencia,
puede brindar apoyo.

En general, traten de no decirle
lo que debe hacer.

Traten de no hacer muchas preguntas.

Aun si no es su intención,

puede parecer que dudan de su historia.

Y traten de no sentir
que tienen el deber

de solucionar el problema
o de buscar venganza.

En cambio, lo que se aconseja

es decir unas simples palabras
de compasión y aliento.

Algunas cosas básicas que
resultaron ser poderosas

son decir cosas como:

"Lamento que te haya pasado esto".

"Gracias por compartirlo conmigo".

"¿Cómo puedo ayudarte?"

Una forma más en la que
podemos ser mejores aliados

es, simplemente, conociendo
los recursos locales

para recomendar a alguien
que los necesite.

Si buscan más información

sobre la violencia de pareja
y la violencia sexual,

o saber más sobre
cómo ayudar a otros,

existen muchos recursos excelentes.

Si escuchan esta charla aquí
en New Hampshire,

les recomiendo visitar el sitio web

de la Coalición de New Hampshire
contra la violencia doméstica y sexual.

Si nos ven desde afuera de New Hampshire,

recomiendo visitar el sitio web

del Centro Nacional de Recursos
para la Violencia Sexual.

Toda persona sobreviviente
de la violencia interpersonal

merece tener, al menos,
una persona en su vida

dispuesta a escucharla
y a brindarle apoyo.

Con demasiada frecuencia se supone

que esta persona será una madre,
una hermana o una hija.

En mi experiencia, en general,

las mujeres han llenado
excelentemente ese rol.

Pero piensen cuánto
nos limitamos como cultura

al seguir con esta suposición.

Así que esto es un llamado para
que los hombres se unan a las filas.

Para fortalecer nuestro equipo de aliados.

A todos los hombres que me escuchan,

en algún punto de sus vidas,

una mujer a la que amen

se verá directamente afectada
por este problema.

¿Están seguros de que acudirá a Uds.?

¿Están seguros de que
los verán como aliados?

Gracias.

(Aplausos)