En nuestras narices: los perros salvan al mundo | Megan Parker | TEDxBozeman

Los perros poseen increíbles habilidades olfativas que recién ahora estamos empezando a comprender. Los perros entrenados para la preservación de especies rastrean muestras que, de otra manera, son casi imposibles de detectar. La organización "Working Dogs for Conservation" entrena perros para que localicen hierbas en Montana, osos tibetanos en China, guepardos en Zambia, o al gorila occidental del río Cross en Camerún, donde han
demostrado ser fantásticos embajadores para la preservación de especies.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Muchas gracias.

Es un honor estar aquí, en este evento
increíble con estas personas.

El perro desciende del lobo,

y ha convivido con el ser humano
alrededor de 50 000 años.

Hemos transformado su fisiología
y su comportamiento

hasta llegar a la increíble variedad
de razas que vemos hoy en día.

Y todo comenzó con los lobos.

También nos hemos beneficiado:
los perros nos han cambiado

durante ese período evolutivo.

Quienes viven con perros viven
más tiempo, más sanos y felices

que aquellos que no.

Hemos cambiado nuestra forma
de ser para interactuar con ellos,

y ellos han cambiado toda
su historia de evolución

para adaptarse a nosotros.

Comprenden gestos humanos
y el tono de voz,

y cuando queremos comunicarnos con ellos

mejor que cualquier otra especie,

incluyendo a nuestro pariente más cercano,
el chimpancé o el bonobo,

a quienes, al parecer,
no les importamos mucho.

(Risas)

Siempre me interesó la forma
de comunicación de los caninos,

por eso fui a África para mi trabajo del
doctorado sobre perros salvajes africanos.

Son una especie nómada
y numerosa, en peligro de extinción,

que no ladran, ni aúllan,

y por eso me interesaba
saber cómo se comunicaban

a través del análisis químico de la orina
y las heces en su hábitat.

Sus compañeros las olfatean
para obtener información.

Así es; se puede tener un doctorado
recogiendo los desechos del perro.

(Risas)

Deseaba entender ese lenguaje olfativo

y ayudar a descifrarlo
para preservar a estos animales.

Gastamos decenas de miles de dólares
en collares de rastreo, y muchos fallaron,

así tuvimos que acercarnos
a los perros más de lo planeado.

También tuvimos que mantener un avión
para usarlo varias veces a la semana.

Además de invertir mucho dinero

y de preocuparnos por el impacto
que tendríamos en los perros,

también podríamos habernos
preocupado por nosotros,

y por la jirafa.

Así empezó y terminó
uno de nuestros vuelos.

Pero me dio tiempo para reflexionar
sobre por qué

siempre buscamos información
de la manera más cara e invasiva,

y que requiere de alta tecnología.

Así que regresé para buscar

un sistema de recopilación de datos
que sea de avanzada y de baja tecnología.

Usamos perros para cazar
y para reunir el ganado.

Los tuvimos en nuestras narices
desde siempre.

Recién hace poco nos preguntamos
qué tienen ellos delante de su hocico.

En el año 1960,

por primera vez se entrenó a un perro
para que detectara cierto olor.

Ese fue el comienzo
de los perros de búsqueda.

En 1984, llevaron al primer
beagle al aeropuerto

para que detectara
productos agrícolas ilegales.

Son la mejor herramienta para
detectar bombas, narcóticos, cannabis,

y más cosas de las que
hablaré más adelante.

Pero ¿cómo hacen para detectarlas?

Gracias a su olfato.

Tienen un increíble
sistema químico sensorial

en la parte delantera del cuerpo

que los ayuda a detectar las moléculas
que se desprenden de las cosas.

Poseen una habilidad que no entendemos,

porque simplemente no podemos.

Pero hay comparaciones
que nos pueden ayudar.

El ser humano tiene unos 5 millones
de células receptoras olfativas,

y el perro tiene unos 220 millones.

El olfato controla el 60 %
del cerebro canino

y solo el 12 % del humano.

Así que si van caminando por la acera

y sienten olor a pan horneado
unas calles más abajo,

solo percibirían en partes por cien.

Un perro puede detectar ese mismo aroma
a más de un kilómetro de distancia.

Puede distinguir los tipos
de levadura que tiene ese pan,

y percibirla en partes por billón.

Entonces, en 1990, nos reunimos

a pensar cómo pedirles a los perros
una respuesta para la preservación.

Empezamos a entrenarlos,

a desarrollar nuevos métodos
para que atrapen la pelota

y a llevarlos a donde pudiéramos
encontrar estas respuestas.

Los entrenamos para que encuentren cosas
que para nosotros son casi imposibles.

Por ejemplo, una subespecie
de una diminuta planta,

un pedacito de excremento viejo,

o el alambre de una trampa.

Trabajan solo por esto: un juguete.

La mayoría vienen de refugios,
y nos llevamos a los más alocados:

al que se desespera por un juguete,
al impulsivo, al enérgico;

los que no serían buenas mascotas.

Pero son de los locos buenos.

(Risas)

Y tengo el mejor trabajo
del mundo: pasear a mi perro.

Los paseamos por estos enormes
y vastos paisajes.

En resumen, trabajamos
en lugares espaciosos

buscando cosas muy pequeñas.

Nuestros perros nos guían
a través de distancias inmensas

en busca de pequeñas muestras
de las se puede extraer ADN, hormonas,

datos sobre enfermedades,
o de alimentación,

y así entender a toda una población
de animales sin siquiera verlos.

Estos son algunos lugares
en donde hemos trabajado

y las especies en las que
trabajamos con los perros,

desde carnívoros en las Montañas
Rocosas Canadienses,

hasta plantas invasoras
y autóctonas por todo el oeste,

tigres en Rusia, osos tibetanos en China,

leopardos de las nieves en Mongolia,

serpientes invasoras en Guam...

Nunca les hemos pedido algo
que no pudieran hacer.

Todos estos proyectos se habían
frustrado por la falta de información

que luego los perros
se encargaron de llenar.

En uno de nuestros últimos proyectos,
el año pasado, fuimos a Zambia

para saber cuántos guepardos
habitaban el parque nacional,

y cuántos fuera de él.

Los perros descubrieron que
el guepardo defeca en los árboles.

Trabajaron a más de 37 °C, por eso
les pusimos un chaleco de enfriamiento.

Este es un gorila occidental
del río Cross,

el simio más raro de todos.

Solo se puede encontrar en
la frontera entre Camerún y Nigeria.

Son un misterio para los investigadores
que necesitan saber cuántos quedan;

seguramente son menos de 250.

Volamos desde Montana
en busca de estiércol

para obtener información
genética y de enfermedades.

Es muy importante, ya que estos animales

acarrean enfermedades
que afectan a los humanos, y viceversa.

El clima y el terreno eran sumamente
inhóspitos para nosotros,

pero los perros tuvieron éxito.

Fueron rápidos y eficaces para
encontrar estiércol a grandes distancias

en la selva tropical.

Obtuvimos mucha información
sobre la especie de este gorila.

¿Quién creería que un perro
pudiera rastrear un caracol?

En particular, uno cubierto
de hojarasca en Hawaii.

Esa era Wicket con un caracol lobo.

Fue capaz de aportar información sobre
la capacidad invasiva de este caracol,

ya que mata caracoles autóctonos.

Este es Camas

observando un lupino de Kincaid
en el valle de WiIllamette.

Para nosotros, todos los lupinos
son iguales, las seis especies,

pero, por suerte, Camas los distingue.

Esto beneficia a la mariposa azul
de Fender, en peligro de extinción,

cuya vida depende enteramente
del lupino de Kancaid.

Los perros nos aportan datos vitales
para la preservación,

aunque también nos preguntan
sobre los que salvan vidas.

Los perros para diabéticos
les avisan a sus dueños

si el nivel de azúcar es muy alto,
o peligrosamente bajo,

predicen ataques de epilepsia,

hasta olfatean las bacterias
que invaden los hospitales.

Esta es Daisy trabajando
con la muestra del aliento de una mujer.

Nos puede decir si sufre
uno de cinco diferentes tipos de cáncer.

Puede dar una diagnóstico más preciso

y con mayor anticipación
que cualquier otra técnica.

Cuando empezamos con este proyecto,

no tenía idea dónde iba a terminar,
o a dónde nos llevarían los perros.

Terminamos yendo a Camerún,
y paramos en una escuela para sordos

donde los niños veían a los perros
como algo que hay que evitar.

Así que les contamos cómo los perros
ayudan a salvar especies en peligro,

y cuando finalizó la charla,
quisieron acariciar uno,

no tuvieron miedo,

y por primera vez tocaron
a un perro con cariño.

Cuando nos íbamos, vimos un niño
haciendo una pelota con basura

y se la tiraba a un perro del barrio,
no para echarlo, sino para jugar con él.

Los perros nos cambian,
y yo diría que para mejor.

Me gustaría presentarles
a Pete Coppolillo,

nuestro director ejecutivo,
y más importante aún, a mi perro, Pepin.

Les va a mostrar lo que hace.

Mientras Megan y Pepin se preparan,

observaremos este proceso
de una forma más simple pero realista.

Al ponerse el chaleco,

esa es la señal para Pepin
de que es hora de trabajar.

Su comportamiento cambia.

Cuando Meg y Pepin empiezan a caminar,

él está más relajado,
su hocico va hacia todos lados,

e intenta captar el olor.

Cuando lo capta, su cuerpo se tensa,

su hocico puede ir hacia abajo,
cambiar de dirección,

como hace ahí,
su nariz va hacia abajo.

Y se dirige en línea recta.

Quizá vaya en zigzag
mientras se acerca a la fuente del olor,

pero cuando la encuentra,
nos avisa de esa manera.

Se llama "alerta pasiva".

Bueno,

uno de ustedes tiene un poco
de excremento de guepardo bajo el asiento.

(Risas)

Pero no se preocupen,
el que la tiene lo sabe.

(Risas)

Pepin no sabe quién la tiene.

Ahora va a empezar a buscarla.

MP: ¡Por aquí!

PC: Megan se llama a sí misma
"repartidora de juguetes",

porque esa es la recompensa.

Otros la llaman, a ella
y a nuestros otros científicos,

"hipnotizadores de perros".

De hecho, lo que hacen es escuchar,
porque si observan con atención,

verán cuánta comunicación sutil
hay entre ambos con el lenguaje corporal.

Meg lee el lenguaje corporal
de Pepin, y Pepin el de ella.

Es recíproco.

Meg: Ya localizó el olor.

PC: Pepin está acostumbrado
a trabajar al aire libre,

y suele haber mucho viento,
así que cuando no hay,

le es un poco más difícil concentrarse.

Eso es.

Y esa es su paga, juguetear.

Bien hecho, Pepin.

¡Buen chico!

(Aplausos)

Gracias.

(Aplausos)