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Este es el Facebook de Nina Rodríguez.
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Tenía tres perfiles distintos
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y 890 chicos de entre 8 y 13 años
entre sus contactos.
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Estos son fragmentos de una conversación
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con uno de esos niños.
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La conversación es textual
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y está en el expediente.
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Este chico empezó
a enviarle fotos íntimas,
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hasta que su familia se dio cuenta.
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La denuncia y posterior investigación
permitieron llegar a un domicilio.
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Esta era la habitación de la niña.
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Nina Rodríguez era en realidad
un adulto de 24 años,
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que tenía la costumbre de hacer
esto con muchos menores.
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Michaela Ortega tenía 12 años
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cuando se fue a encontrar
con su nueva amiga de Facebook,
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de su misma edad.
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"Rochi de River", decía llamarse.
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Se encontró en realidad
con Jonathan Luna, de 26 años,
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quién, finalmente cuando lo atraparon,
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confesó que la mató porque la nena
no quiso tener relaciones sexuales.
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Él tenía cuatro perfiles de Facebook
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y 1700 mujeres entre sus contactos.
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El 90 % eran menores de 13 años.
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Estos son dos casos distintos de grooming:
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un adulto, se contacta con un menor,
a través de Internet,
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y mediante la manipulación o el engaño,
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los lleva a terrenos sexuales.
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Desde hablar de sexo
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hasta compartir fotos íntimas,
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grabarlo a través de la cámara web,
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o concretar un encuentro físico.
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Esto es el grooming.
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Está pasando y está creciendo.
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La pregunta es: "¿Qué vamos a hacer?",
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porque, mientras tanto,
los chicos están solos.
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Terminan de cenar, se van a la habitación,
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cierran la puerta,
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agarran la computadora, el celular,
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y entran a un boliche,
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a una disco.
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Piensen por un segundo
lo que les acabo de decir;
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están en un lugar lleno de desconocidos
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y en contexto de desinhibición.
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Internet rompió las barreras físicas.
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Cuando estamos solos
en nuestra habitación,
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conectamos a Internet,
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en realidad no estamos solos.
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Hay al menos dos motivos por los cuales
no nos estamos ocupando del tema
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o al menos, no de la forma apropiada.
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El primero es que estamos seguros
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que todo lo que pasa
en Internet es virtual.
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De hecho, ¡lo llamamos
así: "el mundo virtual"!
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Si lo buscasen en el diccionario,
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algo virtual es algo de
existencia aparente y no real
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y usamos esa palabra
para referirnos a Internet;
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algo no real.
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Y ese es el problema con el grooming;
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que es real.
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Adultos, degenerados, pervertidos utilizan
Internet para abusar de niños y niñas
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y se aprovechan entre otras cosas
de que ellos y sus padres piensan
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que lo que pasa allí,
en realidad no pasa.
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Hace unos años, con varios colegas,
fundamos una ONG: "Argentina Cibersegura",
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dedicada a concientizar sobre
la navegación segura en Internet.
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En el año 2013 participamos
de las reuniones
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en la Cámara de Diputados
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donde se discutió la Ley de Grooming.
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Me acuerdo que para muchos,
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el grooming era solamente el paso previo
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para concretar un encuentro físico
con los chicos y tener sexo con ellos.
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Pero no pensaban qué pasaba
con los chicos,
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que eran expuestos a hablar de sexo
con un adulto, sin saberlo,
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que compartían fotos íntimas
pensando que las vería otro niño
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o peor aún,
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que se exponían atrás de la cámara web.
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Nadie veía eso como una violación.
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Estoy seguro de que a muchos
de Uds. les hace ruido pensar
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que una persona puede
abusar de otra sin tocarla.
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Estamos formateados para pensarlo así.
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Lo sé, porque era igual en mi caso.
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Yo era solo un técnico
en seguridad informática
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hasta que me pasó esto.
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A finales del año 2011,
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en una pequeña ciudad de
la provincia de Buenos Aires,
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fue la primera vez que yo escuché un caso.
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Después de dar una charla,
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se me acercaron dos padres
cuya hija de 11 años
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había sido víctima de grooming.
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Una adulto la había manipulado
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para que se masturbe
frente a la cámara web
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y la había grabado.
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Y su video circulaba
por diversos sitios web.
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Ese día, los padres
nos pedían entre lágrimas,
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que les demos la receta
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para eliminar esos videos de Internet.
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Me partió el alma,
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y un poco me cambió para siempre,
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ser la última desilusión
que les decía que ya era tarde.
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Una vez que un contenido está en Internet,
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ya perdimos el control.
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Desde ese día que pienso en esa nena
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que se levantaba a la mañana
y desayunaba con su familia,
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que había visto su video,
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y salía caminando al colegio
y se cruzaba con gente
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que la había visto desnuda,
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y llegaba, y jugaba con sus amigos
que también la habían visto.
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Así vivía.
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Expuesta.
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Por supuesto que nadie violó su cuerpo,
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¿pero no había sido abusada su sexualidad?
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Claramente tenemos varas distintas
para medir lo físico y lo digital.
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Y nos enojamos con las redes sociales
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porque enojarnos con nosotros mismos
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es más doloroso y más sincero.
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Y esto nos lleva al segundo motivo
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por el cual no nos estamos ocupando
apropiadamente del tema.
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Es que estamos convencidos
de que los chicos
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no necesitan nuestra ayuda,
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que la "tienen clara" con la tecnología.
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Cuando yo era chico,
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en algún momento me dejaron
ir caminando solo a la escuela.
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Después de hacerlo durante muchos
años de la mano de mis viejos,
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ese día me sentaron,
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me dieron las llaves de casa
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y me dijeron: "Guardalas muy bien,
no se las des a nadie,
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andá por el camino que te enseñamos,
volvé a la hora que te dijimos,
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cruzá en la esquina, mirá para
los dos lados antes de cruzar,
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y, fundamentalmente,
no hables con desconocidos".
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Yo la tenía muy clara caminando
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y, sin embargo, estuvo allí
la figura del adulto responsable
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para cuidarme.
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Una cosa es saber hacer algo
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y otra cosa es saber cuidarse.
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Imaginen conmigo esta situación:
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tengo 10 u 11 años,
me levanto a la mañana,
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me tiran las llaves de casa y me dicen:
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"Seba, hoy te podés
ir caminando a la escuela".
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Y cuando vuelvo tarde,
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me dicen: "¡Ah, no! Tenés que
llegar a la hora que te dijimos".
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Y dos semanas después,
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al pasar, "¿sabés qué?
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Tenías que cruzar en las esquinas
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y mirar para los dos
lados antes de cruzar".
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Y dos años después,
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"¡Ah! Y no hables con desconocidos".
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Suena ridículo, ¿no?
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Así de ridículo nos comportamos
con las tecnologías.
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Les damos acceso total a los chicos
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y vemos si algún día,
más tarde que temprano,
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aprenden a cuidarse.
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Una cosa es saber hacer algo,
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otra cosa es saber cuidarse.
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En la misma línea, cuando
damos charlas para padres,
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es muy común que nos digan
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que a ellos no les interesa la tecnología,
que no les interesan las redes sociales.
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Siempre les repregunto
si les interesan sus hijos.
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Como adultos, acercarnos
o no a la tecnología,
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es lo mismo que acercarnos
o no a los chicos.
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Internet es parte de sus vidas.
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La tecnología nos obliga
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a repensar la relación entre
los adultos y los menores.
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La educación estuvo siempre
basada en dos pilares:
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la experiencia y el conocimiento.
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¿Cómo hacemos entonces para enseñar
a navegar seguro en Internet
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cuando no tenemos nada de esto?
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Hoy como adultos, tenemos
que guiar a los chicos
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en terrenos que muchas
veces no conocemos,
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y que para ellos son mucho más amigables.
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Es imposible entonces
encontrar una respuesta
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sin hacer cosas nuevas
que nos incomoden,
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que no estamos acostumbrados.
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Muchos de Uds. pensarán
que esto para mí es fácil,
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porque soy relativamente joven,
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y mayormente era así.
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Era.
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Hasta el año pasado
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que sentí los años pesados
sobre mis hombros,
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la primera vez que abrí el Snapchat.
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(Risas)
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(Aplausos)
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¡No entendía absolutamente nada!
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Me pareció una red social innecesaria,
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inservible, inentendible;
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¡parecía una cámara de fotos!
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¡No tenía un menú con opciones!
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Fue la primera vez que sentí
el abismo que a veces hay
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entre los chicos y los adultos.
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Pero a la vez fue la oportunidad
para hacer lo correcto;
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incomodarme y obligarme.
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Yo había sentido que nunca
en mi vida iba a usar Snapchat,
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pero después, le pedí
a mi prima, adolescente,
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que me cuente cómo lo usaba.
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Pero también, ¿por qué lo usaba?
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¿Qué le divertía?
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Tuvimos una hermosa charla,
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me mostró su Snapchat, me contó cosas,
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nos acercamos, nos reímos.
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Hoy lo uso
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(Risas)
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-- no sé si muy bien --
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pero lo más importante, es que
lo conozco y que lo entiendo.
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La clave fue animarme
a salir del impacto inicial,
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lanzarme a hacer algo nuevo;
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algo nuevo.
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Hoy tenemos la oportunidad
de crear nuevos diálogos.
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¿Cuál es la última aplicación
que te bajaste?
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¿Con que red social te estás
comunicando con tus amigos?
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¿Qué tipo de información estás subiendo?
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¿Algún desconocido intentó hablar con vos?
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¿Podemos tener estas conversaciones
chicos y adultos?
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Tenemos que obligarnos, todos.
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Acá mismo hay muchos jóvenes
que nos están escuchando.
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Muchas veces cuando les damos
charlas en colegios,
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o a través de las redes sociales,
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los chicos nos preguntan
o nos cuentan cosas
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que no se animaron a contarle
aún a sus padres o a sus docentes...
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a nosotros, que ni nos conocen.
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Esos chicos tienen que saber
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cuáles son los riesgos
de navegar en Internet,
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cómo cuidarse,
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pero fundamentalmente, que eso,
como casi todo lo demás,
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cuando son chicos, lo pueden
aprender de cualquier adulto.
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La navegación segura en Internet
tiene que ser un tema de conversación
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en cada casa y en cada aula del país.
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En una encuesta que hicimos este año,
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el 15 % de las escuelas indicaron
conocer casos de grooming
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en su institución.
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Y el número está creciendo.
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La tecnología cambió todos
los aspectos de nuestra vida,
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incluidos los riesgos que enfrentamos
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y cómo nos cuidamos.
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Y el grooming nos lo viene a mostrar
de la manera más dolorosa,
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metiéndose con los chicos.
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¿Vamos a involucrarnos para evitarlo?
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La solución empieza por un lugar
tan sencillo como este:
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hablar del tema.
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Muchas gracias.
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(Aplausos)