Dentro de la mente animal - Bryan B Rasmussen

Ver la lección completa en: http://ed.ted.com/lessons/inside-the-minds-of-animals-bryan-b-rasmussen

¿Los animales piensan? Es una pregunta que ha intrigado a los científicos durante miles de años y les ha animado a encontrar diferentes métodos y criterios para medir la sabiduría de estas bestias. Bryan B Rasmussen debate acerca de esta cuestión controvertida, y demuestra que el modo de medir la inteligencia desvela más bien detalles acerca de cómo piensan los seres humanos.

Lección de Bryan B Rasmussen, animación de Mike Schell.

A tu perro le encanta acurrucarse
en el sofá, pero a ti también

así que lo ahuyentas y te acomodas
para una velada agradable.

Al fin y al cabo, el humano eres tú.

Eres un ser inteligente, no una simple
criatura impulsada por el instinto.

Puedes planear y soñar, y... a propósito

¿sabías que tu perro es más inteligente
que tú, y se siente feliz por eso?

¿O tal vez simplemente
siguió sus instintos?

¿Hay incluso alguna diferencia?

¿Qué está pensando?

Bueno, depende de lo que
entendamos por "pensamiento"

y los criterios que
usemos para evaluarlo.

Aristóteles y Descartes usan criterios
como el instinto y la inteligencia

para distinguir entre los
animales y los humanos.

Aristóteles creía que los seres
humanos estamos dotados de razón,

mientras que los animales
solo pueden conducirse

según simples instintos de
supervivencia y reproducción.

Casi 2000 años después,

Descartes propuso
una versión más radical

argumentando que los animales que
siguen instintos eran indistinguibles

de los robots que reaccionan mecánicamente
a los estímulos de su entorno.

Pero la unanimidad en contra de la
inteligencia animal comenzó a vislumbrarse

con la teoría evolutiva de Darwin.

Según su teoría,

la inteligencia evolucionó a partir
de los instintos más simples.

Señaló que las lombrices toman decisiones
para arrastrar hojas en forma extraña

a sus agujeros,

y se sorprendió de que el ser humano
empleara medios similares

para resolver un problema similar.

Y si, como él pensaba, los humanos
descienden de criaturas simples,

entonces tal vez nuestras mentes se
encuentran en un extremo de este continuo,

diferente de la de ellos en
rango pero no en especie.

Experimentos recientes muestran

que muchas especies pueden
resolver problemas difíciles

confirmando así
la hipótesis inicial de Darwin.

Los elefantes se valen
de diversos objetos

para llegar a lugares de difícil acceso;

los cuervos hacen sus
propias herramientas,

y pueden usar el desplazamiento de agua
para obtener una recompensa.

Los pulpos pueden abrir frascos
después de ver a otros cómo lo hacen,

e incluso pueden
recordarlo meses después.

Estas tareas implican tener
en cuenta los aspectos del problema

separados de la situación inmediata,

y recordar dicha estrategia
para su uso posterior.

Sin embargo, mientras que los animales
pueden resolver problemas complejos,

¿cómo sabemos qué, o
incluso si están pensando?

Los conductistas como Pavlov
y Thorndike argumentan

que los animales que aparentan pensar,

por lo general solo responden
a recompensas o castigos.

Este fue el caso de Clever Hans,

un caballo que tenía
la asombrosa habilidad

de dar respuestas correctas
a los problemas matemáticos.

aunque no era especialmente
bueno en matemáticas,

pero si en leer las señales sutiles
y no verbales de su entrenador

que le avisaba cuando debía responder.

Hans no sabía contar, pero ¿significa
eso que no estaba pensando?

Después de todo, sabía interpretar
matices del lenguaje corporal,

una cualidad que compartía con
muchos otros animales no humanos.

Los elefantes se reconocen entre sí
después de años de separación,

e incluso parecen llorar a sus muertos.

Las abejas se comunican
usando un baile especial

para indicar la ubicación y la calidad
de una fuente de alimentos a las demás.

Los chimpancés desarrollan
patrones complejos de disimulo,

lo que sugiere que no solo piensan

sino que también entienden
que los demás lo hacen.

Luego tenemos a Alex, el loro gris,

que podía usar el lenguaje humano

para distinguir los colores y las formas
de los objetos que faltaban,

e incluso comprender conceptos abstractos,
como "más grande" y "más pequeño".

Eso se aproxima mucho a un
comportamiento inteligente

y no a las acciones de unas
máquinas descerebradas.

Pero mientras que
un animal no humano

puede resolver problemas
e incluso comunicarse,

para los seres humanos, pensar
también implica la conciencia,

la capacidad de reflexionar sobre
las acciones y no solo realizarlas.

De momento, ningún estudio
ha podido demostrar si un perro,

aunque fuera más
inteligente que nosotros,

no sería también capaz
de disfrutar siéndolo.

Lo que realmente queremos saber
es ¿qué se siente al ser un perro,

un pulpo,

o un cuervo?

Los filósofos lo llaman
"el problema difícil"

porque mientras tú y yo podemos contar
lo que se siente al ser un ser humano,

nadie habla caballo.

Incluso un loro que habla, como Alex,

no puede decirnos que siente acerca
de los colores que sabe nombrar.

¿Y si la conciencia tiene
diferentes formas?

¿Podríamos llegar a reconocer
la conciencia de las abejas?

De hecho ¿cómo podemos estar seguros

de que otras personas tienen conciencia?

Tal vez no son más que
zombis bien programados.

En cualquier caso, la mente
animal continúa poniendo a prueba

los límites de nuestra comprensión

y el modo de categorizarlos

desvela más detalles sobre
nuestra mente que la de ellos.