TEDxSantaMonica - Cheryl Hunter - Wabi-Sabi - La grandeza de la imperfección

Cheryl Hunter aborda su trabajo con un enfoque variado, fusionando profesiones aparentemente divergentes en torno a una misma idea: que una historia sencilla, bien contada y presentada, tiene un potencial tremendo para educar, entretener y crear un impacto en la gente. Educadora, autora, oradora y "coach" de alto rendimiento, Cheryl ha realizado "coaching" y dirigido seminarios de desarrollo personal para más de 86.000 personas desde 1995.

Hay experiencias que todos compartimos.

Cosas por las que pasamos por nuestra condición de humanos.

Estas experiencias comunes, nos unen,

y quizá ninguna tanto como

la experiencia de pasar por circunstancias adversas,

el vernos inmersos en situaciones difíciles.

A veces, cuando nos afectan,

nuestro único recurso es preguntar "¿Por qué? ¿Por qué a mí?"

intentando encontrar un sentido a la vida.

Creo que la razón por la que esas circunstancias nos unen

como ninguna otra cosa, es que todos podemos vernos reflejados.

En algún momento, todos nos veremos afectados

por este tipo de sucesos. No soy una excepción.

Cuando era niña, tenía que marcharme.

Me crié en un rancho de caballos en las remotas Montañas Rocosas de Colorado.

Vivíamos en un prado en lo alto de una montaña

y no importa la dirección a la que mirara, excepto a una a kilómetros de distancia,

no había signos de civilización de ningún tipo.

Me encantaba, era idílico,

pasé mi infancia a lomos de un caballo, pero tenía que salir de allí.

Anhelaba la civilización, la cultura, vestirme con la ropa

que veía en las revistas.

En realidad, cualquiera que no fueran vaqueros de corte de bota (Risas)

Anhelaba ir a algún lugar donde hubiera gente

y encontrármelos, y verlos, y conocerlos.

Cualquier persona que no fuera de mi misma sangre.

(Risas)

La ciudad me llamaba y tenía que encontrar la manera de responder.

Un día hice novillos

para elaborar un plan maestro, monté en mi pequeña bici

y anduve en ella una hora y 15 minutos

hasta la ciudad de Colorado, el pueblo más cercano con una tienda.

Escogí una revista Glamour como mi libro guía y

como era de esperar, justo en esas páginas,

estaba el plan para mi vida, claro como el día.

Podría ser una modelo, era alta, quiero decir,

ya formaba parte del equipo de baloncesto de los chicos.

Solo necesitaba llegar hasta un lugar donde necesitasen...modelos. (Risas)

Eeh...elegí Europa. Convencí a mi amiga Lizzy para acompañarme.

Conseguimos trabajo. Ahorramos.

El gran día finalmente llegó. Y en cuanto pusimos el pie en Francia,

un hombre con una cámara al cuello

se acercó a mí. Me preguntó si era modelo.

Me dijo que podía convertirme en una si me iba con él

y su amigo, que estaba al lado.

¡Así de fácil es ser modelo en Francia!

Lizzy dijo: "¡Ni loca!". Ah...pero Lizzy no sabía nada

sobre mi plan maestro. Así que la dejé allí

y me fui con el tipo de la cámara y su amigo.

Me drogaron. Me llevaron hasta una construcción

abandonada y me golpearon sin piedad.

No tenía idea de que hice algo de ruido mientras me pegaban.

Me volvieron a drogar y me violaron una vez tras otra.

Y me hicieron cortes. Tenía una sola acción posible:

mirar hacia otro lado.

Giré mi cabeza hacia la derecha tanto como pude

y me quedé mirando a la pared. Había un...

...puntito de luz danzando en ella. Podría ser

un reflejo de algo que estaba afuera, y era libre,

fuera lo que fuera. Me quedé mirando al puntito de luz

con todas mis fuerzas, y cuanto más lo miraba...

...más me convertía en él. Ya no era el despojo de una chica

que estaba siendo destruida. Era un pequeño y brillante

punto de luz, que podría alejarse cuando yo decidiera...

Tres días más tarde me dejaron tirada entre la niebla de un parking.

Fue entonces cuando las preguntas de "¿Por qué?" se instalaron en mí.

"¿Por qué tuve que venir aquí?"

"¿Por qué no puedo ser feliz quedándome en casa como todos los demás?"

"¿Por qué Dios permitió que esto me pasara?"

No se lo dije a nadie, no podía hacerlo.

Ahora era repugnante, sucia, indecente, una ruina, estaba acabada.

Si se lo contaba a alguien, si alguien descubría lo que me había pasado,

sabrían todas esas cosas, así que...no hablé.

Con nadie. Lo empujé todo para adentro.

Me volví muy, muy fría y distante y...solitaria.

Finalmente me convertí en modelo.

La profesión encajaba muy bien conmigo.

Ni una sola vez en todos mis años de modelo

me pidieron mantener una conversación profunda.

¡Había encontrado a mi gente! (Risas)

El fenómeno de "gusta lo ajeno, más por ajeno que por bueno"

es una realidad en el mundo del modelaje.

Allá donde fuera, querían,

al de poco tiempo, enviarme a otro lugar,

porque, todo aquel lugar donde no estuviéramos, se consideraba

más en boga que cualquier otro donde sí estábamos.

Paris me enviaba a Nueva York, Milán a Paris,

Londres a Japón. Y fue en Japón donde se desarrolló la siguiente fase

de mi viaje. A excepción del tiempo que pasaba

en las sesiones de fotos, pasé todo el viaje

en la propia agencia.

Tenían una sala de conferencias gigantesca que nadie usaba nunca.

Nunca había nadie allí, a excepción de los abuelos

de los dueños de la agencia.

Tienen una tradición maravillosa en Japón.

Incluyen a sus mayores en sus vidas empresariales

y personales. Se les considera una fuente de

riqueza por la información y el conocimiento que aportan.

Gran concepto. Un día estaba en la sala de conferencias,

honestamente, soñando despierta con

cómo vengarme de esos hombres de Francia

mientras fingía leer un libro

y soñaba despierta, y estaba sentada en la mesa enorme

de madera de la sala de conferencias.

Tenía como unos 3 metros de largo.

Estaba tallada de una sola pieza de madera.

Era bonita, pero estaba llena

de marcas y muescas y se estrechaba en uno de los extremos

como si...simplemente donde el árbol se estrechaba.

Estaba allí sentada, distraida, deslizando los dedos

por uno de esos agujeros de la madera

cuando la abuela entró y me miró diciendo: "¡Aah, Wabi Sabi!"

Me sacó de mi estupor: "¿Qué es eso?"

"¿Wabi Saa? ¿Es algo así como Wasabi?"

Desde la otra habitación, Myoko, mi agente,

tapó el teléfono con la mano y rió. "Nooo", dijo.

Me volví hacia la abuela,

"Perdone, Wabi Sabi, ¿es algo así como un escritorio o una mesa de conferencias? ¿madera?"

Myoko volvió a meterse en la conversación. Dijo:

"No, no, no, querida, Wabi Sabi es la estética japonesa."

"Aaaah", dije yo, totalmente confundida.

Poco después, Myoko entró en la habitación

junto con su abuelo y, entonces, entre los tres me fueron explicando

su versión de lo que Wabi Sabi significa.

Según el abuelo,

es el pricipio más esencial de todos los principios japoneses.

Wabi Sabi establece que la belleza

de cualquier objeto reside en sus imperfecciones.

En cosas como los errores y daños, o...en las partes estropeadas,

que, de hecho, se incluyen en el diseño.

La abuela dijo que la belleza es un estudio de los contrastes,

de modo que algo solo puede encarnar la perfección

si también encarna un grado de imperfección equivalente.

Me dejaron atónita.

Tenía que salir de allí. Cogí mis trastos

y salí a dar un paseo.

Me preguntaba...

..."¿significa eso que el Wabi Sabi podría incluso aplicarse a mí?"

"Nooo". Seguí andando.

Me fui a una cafetería con terraza, cogí mi comida en la barra,

me fui a sentar a una mesa y empecé a leer.

Al de poco, oí gritos.

Levanté la vista y vi a una mujer de aspecto desaliñado,

que parecía estarme chillando a mí, dando gritos:

"¡Na ze! ¡Sensoni hah! ¡Sensoni hah!".

Miré alrededor, nerviosa, pensando que me equivocaba,

pero no podía negarlo,

¡sus palabras iban dirigidas a mí!

Un hombre de la mesa de al lado se acercó y me dijo:

"Pregunta por qué, por qué haces la guerra a Japón"

(Risas)

"¡No hago la guerra a Japón, soy una adolescente!

Hacer la guerra a Japón ¿quién crees que soy?

¡¿un viejo de 60 años con el uniforme de la armada?!

¡No soy...no soy el presidente, soy una adolescente!

¡Además, no me gusta la guerra!". Volví a meter la

cabeza en el libro, fingiendo que aquello no estaba pasando.

La mujer continuó: "¡Na ze! ¡Sensoni hah! ¡Sensoni hah!".

Sacó un sobre de tela de uno de sus bolsos, y lo abrió con cuidado.

Contenía dos fotografías.

Las dos en blanco y negro, deterioradas y amarillentas.

Una de un hombre, la otra de una mujer.

Las sujetó sobre su cabeza.

Entonces, empezó a llorar.

Ya no podía ignorarla. Levanté la vista.

Todas las miradas estaban sobre nosotras.

La mujer con las fotos sobre la cabeza

y yo, la única occidental.

Siguió gritando y llorando.

El hombre de al lado volvió a acercarse,

y me dijo: "Pregunta por qué, por qué mataste a sus padres".

¡Oh! Esto ya era demasiado.

"¿Matar a sus padres? Esta mujer está loca, eso es todo".

Cerré mi libro y empecé a guardar las cosas en el bolso.

"¡Mírala! Con la cara llena de mocos

que burbujean en su boca mientras habla,

mira esos ojos de loca..."

Entonces, me crucé con su mirada accidentalmente.

Y pude ver la confusión,

y la frustación, la rabia, el odio

y la furia, y su incapacidad total para expresar cualquiera de ellas.

Vi el profundo y oscuro pozo de su soledad

y dejé de ver a una mujer loca.

Me vi a mí.

Dejé mis cosas sobre la mesa e hice una reverencia a la mujer.

Dejó de llorar, dejó de gritar

y se quedó en silencio.

Cuando volví a mirar,

pronuncié las únicas palabras que tenían sentido:

"Wabi Sabi".

(Risas)

Recogí todo respetuosamente, me paré

e hice una reverencia.

Todo el mundo, jóvenes y mayores, me la devolvieron.

Solía rezar para que Wabi Sabi fuera real

y que, de algún modo, como fuera, se pudiera aplicar a mí.

Durante algún tiempo creí que para ser algo más que una persona dañada,

tendría que pasar el resto de mi vida en Japón.

(Risas)

Ahora sé algo más que entonces.

Sois maravillosos.

Y lo que os hace maravillosos

es todo aquello que antes creísteis que estaba mal en vosotros.

Os dejo con mi más profundo deseo

de que reconozcáis vuestra belleza,

que conozcáis vuestra grandiosidad,

¡que reivindiquéis vuestro Wabi Sabi!

(Aplausos)