¿Qué piensa la gente del fraude? - Kelly Richmond Pope

Ver la lacción completa en: http://ed.ted.com/lessons/how-people-rationalize-fraud-kelly-richmond-pope

Si preguntas a la gente si cree que robar es malo, la mayoría respondería que sí. Sin embargo, en 2013, organizaciones de todo el mundo perdieron por fraudes un total estimado de USD 3,7 billones. Kelly Richmond Pope explica cómo el triángulo del fraude (desarrollado por el criminólogo Donald Cressey) nos puede ayudar a entender cómo aparentemente buenas personas pueden tomar decisiones poco éticas en su vida cotidiana.

Lección de Kelly Richmond Pope, animación de TED-Ed.

Si preguntas a la gente
si cree que robar es malo,

la mayoría respondería: "Sí".

Sin embargo, en 2013,
en todo el mundo, las empresas

perdieron por fraude un total
estimado en USD 3,7 billones,

incluyendo delitos como
malversación de fondos,

esquemas piramidales,

y falsas reclamaciones
de pagos de seguros.

Esto no es obra de unas
cuantas manzanas podridas.

La verdad es que muchos no solo caen
en la tentación de cometer fraudes

sino también de autoconvencerse
de que no han hecho nada malo.

Así que ¿por qué hay fraude?

Si bien las motivaciones individuales
pueden diferir de un caso a otro,

el triángulo del fraude,

un modelo desarrollado por
el criminólogo Donald Cressey,

detalla tres condiciones que
hacen posible el fraude:

la presión, la oportunidad
y la premeditación.

Lo primero es la presión que a menudo
motiva a alguien a participar en fraudes.

Podría ser una deuda personal,

una adicción,

tener un ingreso extra,

la pérdida repentina del empleo,

o una enfermedad en la familia.

En cuanto a la oportunidad, muchos
empleados del sector público y privado

tienen acceso a herramientas que les
permiten cometer y ocultar el fraude:

tarjetas de crédito corporativas,

registros empresariales internos,

o control del presupuesto.

La combinación entre la presión

y tener esas oportunidades a diario

puede suponer una tentación muy fuerte.

Pero incluso en presencia
de estos 2 elementos,

hace falta premeditación
para cometer un fraude.

Para muchos estafadores que
delinquen es la primera vez,

así que para cometer un acto que
la mayoría consideraría malo,

hace falta justificarse.

Algunos consideran que tienen
derecho a tomar el dinero

porque están mal pagados
y trabajan demasiado

y otros creen que su infracción
no hace daño a nadie.

Quizás incluso planean devolver el dinero
una vez resuelto su problema.

Los fraudes más comunes

ni siquiera se definen
como tal por sus autores.

Estos ejemplos incluyen a los empleados

que amañan hojas de registro
o informes de gastos,

contribuyentes que no declaran
el dinero ganado en efectivo,

o proveedores de servicios que facturan
de más a las compañías de seguros.

Aunque estos actos
pueden parecer inocuos,

y a veces solo se trate
de unos cuantos cientos de dólares,

todos contribuyen al problema.

Y luego está el fraude a gran escala.

En 2003, el gigante italiano
de la industria láctea, Parmalat,

quebró después de falsificar

una cuenta bancaria de USD 4000 millones
e informes financieros

para ocultar que sus filiales
habían estado perdiendo dinero.

Como era un negocio familiar,
la gerencia corporativa

y el control de los órganos
reguladores era difícil,

y la compañía probablemente esperaba

recuperar las pérdidas antes
de que alguien se enterara.

Y no se trata solo
de avaricia corporativa.

Gobiernos y organizaciones no lucrativas
también caen en la tentación.

Durante su mandato en la Contraloría
de la ciudad de Dixon, Illinois,

Rita Crundwell malversó
más de USD 53 millones,

y era una de las principales criadoras
de caballos Cuarto de Milla del país,

ganadora de 52 campeonatos mundiales.

Pero el mantenimiento de estos equinos
superaba los USD 200 000 al mes.

Como a través de su cargo, tenía
el control de las finanzas de su ciudad,

podía desviar dinero fácilmente

a una cuenta que usaba
para gastos privados,

una estrategia que pasó
desapercibida durante 20 años.

Se dice que Crundwell pensaba que
tenía derecho a un estilo de vida lujoso

debido a su cargo,

y a la notoriedad que supusieron
para la ciudad sus premios.

Es tentador pensar en el fraude
como un crimen sin víctimas

porque las corporaciones y las
instituciones cívicas no son personas.

Pero el fraude perjudica a personas reales
en prácticamente todos los casos:

los empleados de Parmalat que
perdieron sus puestos de trabajo,

los ciudadanos de Dixon cuyos impuestos
subvencionaban la cría de caballos,

los clientes de las empresas que subieron
sus precios para compensar las pérdidas.

A veces los efectos
son evidentes y devastadores,

como cuando Bernie Madoff hizo que
miles de personas perdieran sus ahorros.

Pero a menudo son acciones sutiles
y no es fácil descubrirlas.

Sin embargo, alguien, en algún lugar
tiene que pagar la factura.