El oso Jerry, una historia de diseño de productos centrado en el usuario | Aaron Horowitz | TEDxUnisinos

Aaron Horowitz se considera un campeón en piedra, papel o tijera, y un amante de la tocineta. Cuando era niño, le diagnosticaron deficiencia de hormona de crecimiento humano. Durante cinco años de su infancia, le pusieron inyecciones para revertir esta situación. Aaron cuenta que esa rutina no es placentera cuando eres niño. Como le apasionan los inventos, quería encontrar una manera de ayudar a cambiar la realidad de los niños que sufren enfermedades crónicas. Cuando estaba estudiando Ingeniería en la universidad, creó al "Oso Jerry" con tres amigos.

Aaron es un creador. Desde esculturas hasta empresas, le fascina el proceso de transformar una idea y convertir un concepto en realidad. Le apasiona crear interfaces físicas de computadora que cambien la manera como interactuamos con la tecnología. Es cofundador y CEO de "Sproutel", la compañía que creó al Oso Jerry, que es un instrumento robótico de aprendizaje para los niños con diabetes tipo 1.

Esta conferencia se dio en un evento TEDx, que usó el formato de conferencias TED pero fue organizada independientemente por una comunidad local. Para más información: http://ted.com/tedx

Hola.

Me emociona mucho estar hoy aquí
y compartir un poco mi historia.

Cuando era niño, mis padres
me dieron un consejo.

Soy hijo de una madre bailarina

y un padre pintor,

y con frecuencia salía
a pintar con mi padre.

Cuando él empezaba
a pintar una obra grande,

yo me sentaba a garabatear
con un lápiz y un papel.

Inevitablemente llegaba el punto
en el que yo hacía algo que no me gustaba,

en el que hacía algo que,
en mi mente, era un error.

Un día le pedí un borrador,

y mi padre me dijo: "En el arte
no existen errores",

y me explicó que los errores
son los que impulsan la creatividad.

Es la consecuencia no intencional
que te lleva a hacer algo

que de otro modo
no habrías hecho,

y el proceso de continuar
es el proceso de crear algo bello.

En ese momento,
me pareció absurdo,

pero a medida que han pasado los años
y tengo más experiencia,

he comenzado a tomareste consejo
en serio y a usarlo como impulso,

y a ver a los proyectos
que emprendo

casi como lienzos en sí mismos.

Hoy quisiera compartir con Uds.
el lienzo en el que he trabajado durante

los últimos cinco años,

y explicarles por qué tengo aquí conmigo
un osito de peluche

llamado "Oso Jerry".

Jerry es una herramienta de aprendizaje
totalmente interactiva

para niños a los que
se les ha diagnosticado diabetes tipo 1.

Ellos cuidan a Jerry del mismo modo
como se cuidan a ellos mismos.

Le aprietan los dedos a Jerry
para chequearle el nivel de glucosa,

(Jerry)
¡Espera!

Él se siente muy bien hoy.
Yo también.

Los niños pueden alimentarlo
y darle insulina.

La magia verdadera ocurre a través
de una serie de 21 libros de cuentos

que se ven en su barriga

y le cuentan a los niños cómo Jerry
entrena para los Juegos de las Estrellas,

que son como las Olimpiadas,
pero

los deportes son subir a los árboles
y nadar con tiburones,

y cosas que a los niños les gustan más.

Detrás de todos estos cuentos
hay un curriculum

que les enseña a los niños
todo lo que tienen que saber

para cuidar su enfermedad,

desde contar los carbohidratos
que entran en sus cuerpos

hasta qué hacer cuando se sientan mal
y cómo cambiar su tratamiento.

Aunque este producto
está bastante pulido,

ciertamente se puede mejorar.

Lo que me parece interesante no es
hablar del producto,

sino del proceso por el que se pasa
de un dibujo en un pedazo de papel

o una idea que tienes en la cabeza

a algo que le llega a los usuarios
a sus manos.

La razón por la que esa línea
que va de A a B no es recta

es porque al proceso
lo impulsan los errores.

De hecho, lo impulsa el corregir
los errores y aprender de ellos.

En el caso de Jerry, el proceso
comenzó con una pregunta sencilla:

"¿Cómo podemos mejorar las vidas
de los niños con diabetes tipo 1?"

Esta pregunta me afecta directamente a mí.

De niño me diagnosticaron
deficiencia de hormona de crecimiento.

Como pueden ver,
yo era muy bajito.

Aquí estoy yo en mi graduación
de la escuela primaria.

Por eso, a lo largo de mi infancia,

básicamente me ponían cada día
una inyección para que pudiera crecer.

Aunque esto influyó mucho en mí
de niño,

al crecer, me di cuenta de que
esto no es nada en comparación

con todas las cosas que pueden
sufrir los niños,

especialmente los que padecen
de diabetes tipo 1.

En el caso de estos niños,

el páncreas deja de producir
una sustancia llamada insulina.

Siempre que ingieren azúcar,
tienen que tomar insulina.

Por eso se tienen que pinchar
los dedos como 8 veces al día

para medirse el nivel
de glucosa en la sangre,

tienen que ponerse una inyección
después de cada comida,

y tienen que contar cada carbohidrato
que entra en sus cuerpos

de manera de ponerse
la dosis correcta.

En el caso de los niños a los que
diagnostican entre los 3 y los 7 años,

es algo muy difícil
de entender y manejar,

y se complica más porque a esa edad,

estos niños no pueden hacerse
sus propios procedimientos médicos.

Lo que sucede es que sus padres
terminan cuidándolos

y los niños se sienten
como excluidos del proceso.

Entonces, cuando comenzamos
con esta pregunta,

lo primero que hicimos fue
hablar con los usuarios,

hablar con sus familias.

Y nos enteramos de algo
muy interesante:

todos esos niños cuidaban
a sus animales de peluche

como si sufrieran de diabetes.

Le pinchaban los dedos
a sus ositos de peluche,

a sus leones y elefantes de peluche.

Dibujaban bombitas de insulina
en pedazos de cartón

y se los engrapaban en el pelo.

Esto nos sorprendió, de manera que
retrocedimos y dijimos:

"Es como si estos niños
proyectaran sus emociones

sobre sus animales de peluche
para enfrentar su realidad".

Después nos preguntamos si
podríamos llevar esa experiencia a la vida

y si lo pudiéramos hacer
de una manera educativa.

En ese momento
surgió la idea de Jerry.

Este es uno de los primeros bosquejos
que hicimos en una nota Post-it.

Esto lo tomamos de la nota Post-it
de la computadora

donde conceptualizamos la idea.

Después vino la parte difícil,

porque, como equipo, no teníamos idea
de cómo hacer algo así.

No sabíamos nada de circuitos,
electrónica, robótica,

transistores, resistores
ni fotoresistores,

pero lo que sabíamos era que
creíamos en esta idea y

nos encantaba esta idea
y queríamos hacerla realidad.

Nos pusimos una meta audaz:

que en 10 semanas
construiríamos un prototipo

y lo probaríamos con un niño.

En esta época yo estaba estudiando
en la universidad,

de modo que nos rodeamos

con los mejores profesores y
asesores que pudimos encontrar,

y comenzamos a trabajar.

A lo largo del camino,
fue un arduo proceso,

especialmente porque
empezamos desde cero.

Muchísimas veces
los circuitos no funcionaron.

Jerry se prendió en fuego una vez
porque pusimos mal los cables;

los códigos no servían

porque faltaban cosas como
los puntos y comas.

Nos volvíamos locos, pero al final
de esas 10 semanas, teníamos esto.

Tienen permiso para reírse.

Lo único que está bloqueando
el brazo de esta niña

es que la cabeza del oso está a punto
de separarse del cuerpo.

Lo único que lo aguanta son
tres clavos de dos pulgadas de largo

que sostienen la piel del cuello
al pecho.

Pero nos encantó este oso.

Era la culminación
de todo el trabajo que hicimos,

de largas noches de
sangre, sudor y lágrimas.

El momento cumbre
fue cuando agarramos al oso

y lo probamos con un niño
llamado Adán,

que vivía en un suburbio de Chicago,

que es donde vivíamos en esa época.

Nunca se me olvidará esto:
nos amontonamos en el Mustang de mi amigo;

habíamos traído una cobija
para tapar a Jerry

porque queríamos hacer
una entrevista introductoria

y una entrevista de salida
que fueran imparciales.

Entramos por la puerta delantera

y Adán estaba con su hermanito,
ambos de pie junto a su mamá,

ambos con la cara pegada
del vidrio de la puerta.

Les emocionaba que
iban a conocer a Jerry.

Entramos, hicimos la entrevista,

íbamos a quitarle la cobija
de encima a Jerry,

y teníamos el corazón
dando saltos...y se hizo una pausa.

Las primeras palabras que
pronunció Adán fueron:

"¿Ese es Jerry?"
(Risas)

"No me lo imaginaba así".

Y lo despedazó, por todo lo
que tenía mal,

desde el hecho de que
su nivel de glucosa solo era de 2 dígitos,

que solo podía decir unas pocas líneas,

pero solo el hecho

(apartando parte de la experiencia),

nos emocionó mucho,

ver la emoción de Adán y su hermano,

el brillo de sus ojos, el hecho de que
estuvieran esperando en la puerta

para conocer al oso de peluche
que compartía eso con ellos,

que compartía la diabetes,

nos hizo darnos cuenta de que
teníamos algo que valía la pena,

de que teníamos algo
que debíamos completar.

Eso me impulsó durante
los siguientes cuatro años de mi vida:

hice 29 diferentes versiones de Jerry,

y las probé con más de 350 niños.

Aquí vemos la secuencia que va
desde un altísimo "Frankenbear",

que, lento pero seguro,
va mejorando poco a poco.

Cada uno de estos prototipos
representa

el proceso de aprender
de los errores.

Cada uno de nuestros errores
nos enseñó algo,

y el hecho de que lo construimos
y lo pusimos en las manos de los usuarios

nos enseñó cómo mejorarlo,

cuáles áreas funcionaban muy bien

y cuáles áreas no las entendían
los niños en lo absoluto.

El momento más gratificante
llegó la Navidad pasada.

Embarcamos la primera producción
de osos

y alcanzamos al 2 % de los niños
recientemente diagnosticados en EE.UU.

Esto fue muy gratificante para mí.

Fue como haber cerrado el círculo,

una manera de ayudar al joven que fui.

Y en los últimos meses,
y en el último año,

nos han enviado fotografías

muchas familias, compartiendo
el impacto de Jerry en sus vidas, cómo

los niños ya no temen los dedos
pinchados y las inyecciones de insulina,

cómo han usado a Jerry para
aprender a contar carbohidratos.

Para un niño de 4 años eso también implica
usar a Jerry para aprender matemáticas

y un tipo de álgebra simplificada.

Se trata de este tipo de momento
que les mostraré ahora.

(Video)

Mamá: ¿Quién es ese?
Hija: Jerry

(Termina el video)

Aaron Horowitz: Quiero darle
ese sentimiento a cada niño

que sufra una enfermedad crónica.

Por eso, mi equipo y yo
fundamos esta compañía, "Sproutel",

y nuestra meta no es solo
seguir fabricando osos Jerry, sino

crear instrumentos similares

que mejoren la vida de los niños
que sufren de alergias alimenticias,

asma, cáncer infantil,
enfermedades de corazón,

niños que enfrentan estas dificultades
siendo muy jóvenes,

y ayudarlos a entenderlas,

y ayudar a llevar un poco de diversión
a ese escenario.

Demos un paso atrás, y
para resumir, les diré que

cuando Gustavo me pidió
que viniera y hablara aquí,

quise reflexionar sobre
los elementos del proceso

que va del punto A al punto B,

y realmente se puede
hablar de tres cosas.

La primera es un problema,
un problema que me apasionaba,

y para mí, esto provino de
una experiencia personal en mi vida,

algo con lo que me siento relacionado.

La segunda está
muy relacionada con el problema,

es ese aspecto de la pasión,

es lo que hace que, cuando
te despiertas en la mañana,

cuando te acuestas en la noche,
esto es lo que estás pensando,

esto es lo que te impulsa.

Y lo que estos dos elementos,
problema y pasión, te permiten hacer,

y superar todos esos errores,

porque esa es realmente
la parte más importante del proceso,

cometer errores.

Sin ellos, no hay con qué aprender.

No hay una línea clara
que lleve del punto A al punto B.

Es el proceso de reaccionar,
el proceso de repetir,

el proceso de llevar algo al mundo

y ver cómo lo usa la gente,
qué funciona y qué no.

Yo alegaría, y defendería el punto,

de que en el arte, los negocios,
el diseño,

todos estos procesos
no son en realidad más que el acto

de traducir los errores
en progreso y avance.

Entonces, yo le diría a todos
los que están en la audiencia,

que no importa cuál es el lienzo
que tienen en sus vidas,

sea un negocio, sea un problema
que están enfrentando,

deben pensar que los errores
son sorpresas felices, a las que

hay que dar la bienvenida,

cosas que los estimularán
a ser más creativos,

que los harán progresar.

Muchas gracias por haberme recibido.

Ha sido un gran placer
compartir mi historia.

(Portugués) Gracias.

(Aplausos)