¿Qué se esconde en los árboles más altos de la Tierra? - Wendell Oshiro

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Cuando Stephen Sillett era niño, fue a los bosques de Pensilvania con su hermano y su abuela. El hecho de mirar hacia arriba las densas ramas y hojas despertó su curiosidad: ¿Qué se esconde ahí arriba? Wendell Oshiro cuenta la historia de una audaz (y un tanto peligrosa) exploración, de un Sillett ya adulto, por el dosel de una antigua secuoya y detalla algunos de los fascinantes descubrimientos que hizo.
Lección de Wendell Oshiro, animación de Black Powder Design.

A algunas personas
el árbol les tapa el bosque,

pero antes de Stephen Sillett, no se podía
ni imaginar el bosque en los árboles.

Stephen fue un explorador de
nuevos mundos desde el principio.

Pasó su niñez en
Harrisburg, Pensilvania

leyendo a Tolkien y jugando
con su hermano Scott.

Pero cuando los Sillett visitaron la cabaña
de sus abuelos cerca de Gettysburg,

su abuela Helen Poe Sillett,

llevó a los niños a las montañas
y bosques cercanos a avistar aves.

La llamaban abuela Sillett Poe,

y ella les enseñó a identificar pájaros
cantores, plantas e incluso líquenes,

que a menudo parecen manchas de alfombra

en rocas y troncos de árboles.

Mirando hacia arriba, ambos chicos
encontraron su vocación.

Scott se convirtió en investigador
especializado en aves migratorias.

Stephen se interesó más en los árboles.

La maraña de ramas y hojas
despertó su curiosidad.

¿Qué se escondería allí?

Cuando Stephen llegó a la universidad,
esa curiosidad lo catapultó al cielo,

a los árboles más altos de la Tierra:

los antiguos bosques de secuoyas
de la costa norte de California.

Con troncos de hasta
6 metros de diámetro,

las secuoyas pueden crecer hasta 115 metros
o 38 pisos, en una vida de 2000 años.

Pero nadie había pensado en investigar
las coronas de estos rascacielos naturales.

¿Había más que solo ramas allá arriba?

Stephen decidió averiguarlo
de primera mano.

En 1987, Stephen, su hermano Scott
y su amigo Marwood

viajaron de Reed College en Oregón

al parque nacional Prairie Creek Redwoods
en el norte de California.

En el interior del parque, Stephen eligió
la secuoya más alta que pudo encontrar.

Sus ramas más bajas estaban
a unos 30 metros de altura,

muy fuera de su alcance.

Pero vio una secuoya más corta y joven
junto al árbol de destino.

Subió por allí, saltó
y agarró la rama más baja

se irguió y se abrió camino
hacia arriba.

Fue en escalada libre
sin cuerdas ni arneses,

un paso en falso
significaba la muerte.

Pero siguió subiendo
y cuando llegó a la cima,

saltó tambaleante la brecha
hacia una rama del árbol de destino

y entró a un mundo nunca antes visto.

Su amigo Marwood lo siguió,

y los dos jóvenes fueron en subida libre
hasta la corona de la secuoya.

Stephen encontró líquenes como los que
la abuela Poe le había mostrado de niño.

Notó que cuanto más alto iba,
más anchas eran las ramas,

a diferencia de la
mayoría de los árboles.

Encontró esteras húmedas de suelo
de varios centímetros de espesor,

compuesta por corteza, restos vegetales
y polvo del ambiente

apilados en la parte superior
de las grandes ramas.

Incluso encontró reiteraciones:

nuevos troncos de secuoya que
salían del tronco principal.

La secuoya se autoclonaba.

Cuando Stephen llegó a la cima,

descansó sobre una plataforma
de ramas entrelazadas.

Y en la estera del suelo crecía un
arbusto de arándanos ¡con bayas maduras!

Comió algunos y esperó a su amigo.

Stephen había descubierto un nuevo mundo
a cientos de metros del piso.

Su ascenso condujo a más excursiones,
con equipo de seguridad, gracias a Dios,

hasta otras secuoyas antiguas para
cartografiar y medir la arquitectura

de ramas y troncos adicionales
en el dosel de toda una arboleda.

Stephen se hizo experto en la ecología
de los árboles más altos de la Tierra

y en la rica diversidad
de la vida de sus coronas,

ecosistemas aéreos inimaginados.

Hay helechos, hongos y árboles epífitas
que están generalmente en el suelo

como abetos y robles bronceados

cuyas raíces se aferran a las
esteras húmedas del suelo.

Invertebrados como hormigas,
abejorros, ácaros, escarabajos,

lombrices y crustáceos
copépodos acuáticos

hacen sus casas junto
a plantas florales como

rododendros, grosellas
y arbustos de saúco.

Pigargos, búhos manchados y arrendajos
buscan en el dosel los alimentos.

Incluso el mérgulo jaspeado,
un ave marina del Pacífico,

vuela muchos kilómetros desde
el océano para anidar allí.

Ardillas y ratones de campo asoman
por debajo de las madrigueras del ático.

¿Y el mayor depredador?
¡La poderosa salamandra errante!

La investigación de Sillett cambió
nuestra forma de ver los árboles altos,

y reforzó la idea de su conservación,

no solo como organismos majestuosos

sino como el hogar de
infinidad de otras especies.

Así, cuando veas las ramas
y hojas de un árbol,

pregúntate, "¿Qué más habrá allá arriba?"

Podría haber un mundo distante.
Salta y descúbrelo.