La enfermedad mental | Theo Bennett | TEDxBozeman

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED.

Theo Bennett comparte su punto de vista acerca de lo que significa vivir con un ser querido que padece una enfermedad mental. Propone una aproximación más razonable para cómo la sociedad en general y cada uno de nosotros en particular, puede ver de una manera renovada a estos pacientes.

Mi padre me llamó de Seattle
la primavera pasada,

para hablarme de su nueva
e innovadora novela titulada

"Harry Potter va a la universidad",

que seguiría los pasos
de un mago recién graduado

y documentaría sus experiencias,
pero en un campus estadounidense.

Ya sé lo que están pensando:

"Este tipo está loco", y tienen razón.

Mi padre decidió ignorar completa
e intencionadamente los derechos de autor,

robar propiedad intelectual,

y sobre todo, hacer millones con ello.

Además de apropiarse de una de las series
más exitosas de todos los tiempos,

también estaba en proceso
de escribir dos autobiografías,

sobre algo con que muchos
de nosotros han tenido contacto

pero aún así evitamos hablar
abiertamente de ello.

La enfermedad mental.

Verán, mi padre es bipolar.

Así que mientras discutíamos
ideas al teléfono,

mientras la estática
que conectaba nuestras voces

desde dos realidades
aparentemente distintas,

volví a sentir el peso tan conocido

que acompañaba el regreso
de mi padre a la bipolaridad.

Ahora obviamente, estoy
totalmente abierto a todo el proceso,

pero la primera vez que tuve
que hacer frente a su bipolaridad

apenas tenía 12 años.

Y, como niño, estaba confundido,

porque mi padre es un poco maniático

y así, a mis 12 años, ya pensaba
que mi padre estaba demasiado agitado.

Lo vi adentrándose en cada aspecto
de la experiencia humana,

y quería meterme ahí con él.

Pero, por otra parte, no estaba ahí
para ver el lado más oscuro de la manía,

las alucinaciones y las noches
que pasaba en el hospital,

pero sí que llegue a verlas
cuando todo se derrumbó.

Por lo tanto, desde mi experiencia,

la depresión es enormemente debilitante.

Debo admitir
que mis recuerdos son confusos

pero sí recuerdo
algunos detalles claramente:

regresar a casa y encontrarla
completamente arreglada

por un padre completamente desorganizado

y las noches que pasé
con la oreja pegada al suelo

tratando de escuchar a mi padre
llorar en silencio en el piso de abajo,

mientras el ventilador encima de mí no
hacía más que agitar el calor del verano.

Escuchar llorar a tu padre es un acto
que los niños raramente presencian.

Así que en mi inmadurez,
esto me daba vergüenza y miedo

mucho más que el simple hecho de que
mi padre estaba enloqueciendo lentamente.

Tenía que, no solo enfrentar
la vulnerabilidad de un hombre

que me había criado
literal y emocionalmente,

sino que también tuve
que enfrentarme a mis propias ideas

de lo que pensaba que era
el tener un desorden mental.

A través de esta experiencia, sin embargo,
he aprendido más acerca de mí mismo

y de la condición humana
de lo que nunca había creído posible.

Y estoy muy agradecido por eso,

especialmente porque cuando llegó
el momento inevitable

de que mi padre tuviera
otro episodio de manía y depresión

la segunda vez, pude aceptar su condición
a pesar de mi propia vulnerabilidad.

Verán, encuentro fascinante
la fluidez de los trastornos mentales,

que al mismo tiempo ha evitado
que esos mismos trastornos

ganen aceptación social de la misma
manera que una enfermedad física.

Nuestra sociedad está tan decidida
a superarse a sí misma

que a veces el trastorno mental
se confunde con la debilidad mental.

Y eso simplemente no es cierto.

Al hablar con familiares y amigos,
me frustraba cada vez más

que nosotros, la red de apoyo,
adoptamos formas totalmente ineficaces

para mostrar dicho apoyo;

y todos somos igualmente culpables.

Todos hemos dicho: "Oh, eres
tan fuerte. Sé que puedes hacerlo.

Mantén la frente en alto día a día".

Y aunque soy un gran defensor
del pensamiento positivo,

traten de imaginar diciéndole
esto a un diabético:

"Oh, te amo. Eres tan fuerte. Sólo sigue
generando insulina cada día".

(Risas)

Es ridículo. Nuestra visión actual
de los trastornos mentales es ridícula.

Y no es nuestra culpa.
Así es como fuimos criados.

Más importante sin embargo, nuestra visión
de la enfermedad mental es torcida

porque entendemos mucho menos
de los mecanismos y los tratamientos

que hay detrás de los trastornos
mentales que de los físicos.

Simplemente no los entendemos.

Y esto es lo que hace que la lucha
con un trastorno mental sea quizá

uno de los retos más difíciles
que uno pueda vivir.

Porque aun si vivieras en un mundo
perfecto, lleno de gente perfecta,

que entendiera completamente
que la enfermedad mental

es lo mismo que una enfermedad física,

esta idea está tan arraigada
en nuestra sociedad,

que convencerte a ti mismo
de que no eres débil,

de que la enfermedad mental
es algo común, de que eres normal,

es quizá una de las cosas
más difíciles de hacer.

Entonces ¿qué podemos hacer?

Para empezar, quiero que cada uno
de Uds. levante ahora la mano

si conocen personalmente a alguien
que sufre de una enfermedad mental.

Ahora, miren a su alrededor.
No es precisamente una sorpresa.

Pero lo que quiero es
que cada uno se dé cuenta

de que nosotros, esta enorme red de apoyo,

podemos hacer mucho,
tanto en cuanto al tratamiento

como para cambiar
nuestra propia visión.

Y, saber más sobre lo que padece
su amigo o ser querido

no puede ser malo.

Porque para alguien que está lidiando
con una enfermedad mental,

el hablar de ello abiertamente,
comer sano y hacer ejercicio

puede ser tan importante como
los medicamentos para el tratamiento.

Repito, el tratamiento debe ser holístico

porque estamos hablando
de madres, hijas, padres e hijos,

no de una sopa cerebral a
la que le falta un ingrediente.

Los años que pasé desde
los 12 hasta ahora

no significaron solo tiempo pasado.

En un esfuerzo por entender
el cambio drástico en mi padre,

busqué cursos de secundaria,
me reuní con psiquiatras

y leí artículos en línea;
y aprendí un montón.

Pero no todo lo que aprendí
era exactamente reconfortante.

Y para ilustrar este punto,
volvamos brevemente a la analogía

entre los diabéticos y los que padecen
de enfermedades mentales una vez más.

Si estuviera preocupado
por si sufre de diabetes,

iría al consultorio del doctor
para múltiples pruebas de sangre,

y recibiría una respuesta concreta
que varía solo un 0,5 %.

0,5 %.

Sin embargo, en comparación,

si estuviera preocupado
porque padezco de depresión,

y entrara en el mismo consultorio
¿qué recibiría?

Un cuestionario y un folleto.

Estamos en 2014 y todavía así es
como diagnosticamos un desorden

que afecta a más de 15 millones
de estadounidenses.

Y nuestros medicamentos
como el Prozac, el Paxel, y el litio

son eficaces en muchos casos.

Pero a la vez son altamente ineficaces

porque cambian la química
del todo el cerebro,

en lugar de corregir aquellas vías
específicas que de hecho están afectadas.

Lo que necesitamos hacer,
usando el ingenio estadounidense,

y la tecnología médica que tenemos,

es diseñar una nueva
generación de medicamentos

dirigidos específicamente a
las regiones que están afectadas,

para deshacerse de los terribles efectos
secundarios de los medicamentos actuales.

Esencialmente, lo que estoy
tratando de decir es

que nuestra visión y tratamiento
de la enfermedad mental deben reflejar

la complejidad de esos mismos trastornos.

Ahora, hay muchas cosas
que pueden y tienen que cambiar

en nuestro sistema
de cuidado de la salud mental,

pero la cuestión principal es
que nosotros, como seres humanos,

nos debemos a nosotros mismos
ser parte de este cambio.

Si he aprendido algo al haber sido criado
en una sociedad patriarcal,

es que no hay nada más débil

que decirle a otro hombre
que lo amas de verdad.

Y papá, te amo.

En parte creo que su experiencia
nos ha hecho los hombres que somos ahora.

Nos hemos reído cada vez más fuerte
por las veces que hemos llorando,

hemos disfrutado más la primavera
por todos los inviernos que hemos pasado,

y nos hemos maravillado
en las cimas de las montañas,

por cada valle que hemos dejado atrás.

A través de tus cambios de humor bruscos
y aparentemente bajos interminables,

hemos amado más
y hemos sido amados más.

En resumidas cuentas,
me acabo de dar cuenta

de la belleza intensa
que existe en el desequilibrio

que hay entre la manía y depresión.

Así que llamen a esa gente por las
que acaban de levantar su mano.

Y gracias.

(Aplausos)

Oye, espera. Regresa. Ven aquí.

(Aplausos)

Es genial, fue increíble.

(Aplausos)