¿Si tuvieras la capacidad de transformar
el mundo en un lugar mejor,
como lo harías?
Quizás os habéis hecho esta
pregunta alguna vez.
Un mundo sin guerras, un mundo sin
violencia, un mundo sin corrupción;
Sin niños que se mueren
de hambre cada día.
Pero cuántas veces desechamos ideas
porque creemos que no podremos hacer nada.
Hemos estado hablando de la niñez --
¿os acordáis cuando erais pequeños?
¿O adolescentes?
Y teníais sueños, ideales, incluso creíais
que podíais cambiar el mundo.
"Todos los adultos han sido
niños primero...
pero muy pocos lo recuerdan."
Lo dijo Saint-Exupéry,
el autor de "El principito."
Pero podemos recordar nuestra niñez.
Podemos recordar cuando teníamos sueños,
grandes ideales y creíamos en ellos.
Y sobre todo, podemos educar a nuestros
hijos de un modo distinto
para que crean precisamente
en esos sueños.
Os imagináis lo que puede ser
para un niño crecer
sintiendo que pueda hacer
grandes cosas, buenas cosas,
incluso descubrir su capacidad
de mejorar el mundo.
Yo lo imaginé al leer la noticia
de que cada tres segundos
se muere un niño de hambre
en este mundo.
Como madre de 2 hijos,
algo me golpeó por dentro.
Y me pregunté qué podía hacer yo.
Escribí un cuento para niños
y para adultos que no quieren
dejar de serlo.
Inspiraba de una vieja leyenda guaraní,
narra la historia de un petirrojo
que gota a gota, intenta
apagar un incendio.
Cogiendo agua con su pico porque
él hace lo que puede.
Al verle, el resto de animales que estaban
huyendo de las llamas se suman a él,
y haciendo cada uno lo que puede,
acaban apagando el fuego.
Al conocer esta historia que le ha contado
su maestra en la clase,
Eric, un niño protagonista del cuento,
sueña cómo los niños
podrían ayudar, acabar con el hambre
y la pobreza en el mundo.
Su idea es hacer huchas en los colegios
y que cada niño que pueda
ponga un euro de sus ahorros
ahorrado de sus caprichos para entre todos
los niños en las clases en los colegios
llegar a reunir mucho dinero que ayudará
a otros niños que lo necesitan.
La idea del euro me vino al recoger a mis
hijos del colegio y ver como otros niños
y adolescentes salían con grandes bolsas
de chuches, de golosinas, de caprichos
que no necesitaban.
¿Cómo era posible que mientras habían
niños que no podían ni comer
otros niños gastaban dinero
que se podían ahorrar?
Los niños podían hacer algo.
Los niños podían hacer mucho.
Presenté el cuento con la presencia y
el apoyo del fútbol club Barcelona
que se sumó la iniciativa y empezamos
hacer huchas en algunos colegios.
El fútbol club Barcelona como sabéis
representa la suma de individualidades
que, formando equipo, logran
grandes objetivos.
Como los animalitos del bosque
apagando el fuego.
O como cada niño al que se podia inspirar
para que sintiera que podía hacer algo
para mejorar el mundo.
Pero la idea del euro no era suficiente.
Había que hacer algo más.
Empezé a sentir que había
que conscienciar, que profundizar
que llevar a los niños
al sentimiento, ir al interior
para luego salir al exterior.
Además en España, la crisis estába
empezando a resfriar
y cada vez había más familias
en el umbral de la pobreza.
Actualmente uno de cada
cuatro niños en este país
apenas puede tener una comida al dia.
Y cuando lo siento, cuando lo digo,
no puedo evitar emocionarme.
Y espero que mi emoción os contagie.
Entonces buscando la posiblidad
de desarollar aquella idea,
se me ocurrió hacer un documental.
Con el cuento no era suficiente.
Así que, hace tres años
decidí rodar un documental
que inspirar a maestros
y alumnos en los colegios
para que descubrieran cómo podían
hacer algo los niños
para ayudar a mejorar el mundo.
Y rodamos el documental durante
casi tres años, sin dinero.
Siguiendo la filosofía del cuento,
fui encontrando petirrojos,
profesionales del mundo del cine,
de la televisión, de la educación,
incluso UNHCR, la agencia para
refugiados de la ONU
que empezaron a collaborar y poniendo
cada uno lo que podía,
acabamos haciendo un documental
que muestra la pobreza y el hambre
en el mundo, pero como los niños
pueden hacer algo para ayudar.
En la escuela donde rodamos los maestros
se sumaron a la iniciativa
y empezaron a desarollar
pequeños ejercicios muy sencillos
que los alumnos podían aplicar
para ir trabajando el proyecto.
Lo primero que hicieron evidentemente
fue conocer el cuento,
la historia del petirrojo.
Pero luego había que conscienciarles,
despertar en ellos
el sentimiento de empatía, de compromiso,
de amor hacia los demás.
Así que empezaron a trabajar clases
de meditación y silencio.
El silencio es muy importante
para conectar con uno mismo
y parar -- parar unos pocos minutos
al día para sentirte, para estar en calma.
Esos minutos no son tiempo perdido
en la escuela ni en la agenda escolar.
Bien al contrario.
Los niños están más tranquilos, y os puedo
asegurar que los maestros también.
Así que, con esta base los niños podían
empezar a estar más receptivos porque
¿Sabéis qué palabra más escucha
un niño occidental hoy en día es?
Corre.
¡Pensar!
Los que tenéis hijos, nietos,
sobrinos, desde por la mañana,
"Vete, corre, date prisa".
El otro día pensaba si estemos inventado
las sandías sin pepitas
para comerlos más de prisa.
Es terrible, ¿hacia donde vamos
con tanta prisa?
Desde luego hacia nosotros mismos no.
Decía el Dalái Lama que si educaramos
a una generación de niños apatir de 8 anos
y les enseñaramos a meditar,
dentro de una generación,
tendríamos un mundo en paz.
Así que con esas clases de meditación
que tenían muy pocos minutos,
empezaron a trabajar ese punto
de consciencia y a partir de allí
se podían a empezar a trabajar
los valores y los sentimientos
porque era como si la tierra estuviera
un poquito más abonada
y podíamos entrar ahí.
Y sugieron cosas maravillosas.
Trabajando la generosidad, por ejemplo.
Una maestra le preguntó a los alumnos:
"¿Quién de vosotros se considera
muy generoso?"
Ningún niño levantó la mano.
La maestra se puso a llorar.
Y está en el documental.
Me río pero es para llorar.
Ningún niño se consideraba muy generoso.
Así que tenían que descubrir por qué
no lo eran y cómo podían serlo.
Y profundizaron en ello
y vieron que pedían y pedían,
pero que casi nunca compartían y que
apenas ofrecían.
Trabajando la empatía, se dieron cuenta
de que vivían en su mundo
pero que casi nunca se ponían
en el lugar del otro.
Y cuando profundizaron en el amor,
descubrieron que el amor es dar
y no esperar a recibir.
Con esta base empezaron entonces
a poderse dividir las tareas.
Los más pequeñitos hacían
las manualidades,
hicieron las huchas, gotas,
petirrojos, murales,
incluso los de 6, 7 años hacían
libretas de sentimientos
porque dibujaban los sentimientos,
por ejemplo se les pregunta:
"¿De qué color véis el amor?"
Pues rojo evidentemente, ¿no?
Pero unos cuantos dijeron lila, pues
lo pintaban de color lila.
Los que tenían entre 8 y 12 años
investigaron qué se pueden comprar
en el mundo con un euro
y también investigaron los continentes,
los países más pobres,
los índices de mortalidad infantil,
de desnutrición.
Descubriendo lo que se puede comprar con
un euro, encontraron que en el Congo,
es lo que te pagan por
un familiar fallecido,
que en Kenia se puede pagar un mes
de escuela a un niño,
en España, podían comprar
un paquete de cromos.
Quedaron tan impactados por la idea
de Kenia que una maestra
trajo la responsable de una pequeña ONG
que está ayudando a niños de un orfanato
que quedaron huérfanos porque
sus padres habían muerto
por la pandemia de SIDA en Kenia.
Decidieron que querían ayudar estos niños.
Tengo que decir que se dividieron
hasta la primaria
trabajar un causa internacional
y los mayores una causa local.
Por lo tanto los pequeños decidieron
que su causa internacional
sería ese orfanato de Kenia.
Y empezamos a provar para hacer Skypes.
Y con muchas dificultades logramos que
los niños se conocieran.
Fue maravilloso porque empezaron
a preguntarse un montón de cosas.
Y descubrieron, por ejemplo, que los niños
de Kenia comían arroz,
kiberi, que es un cereal,
pero que apenas probaban la carne y ya
no digamos tampoco el pollo.
Pero lo más sorprendente es que cuando
los de aquí les dijeron
que uno de sus platos era
el pollo con patatas,
los de Kenia se pusieron a aplaudir,
contentos de que otros niños
pudieron comer un plato que a ellos
casí nunca se les permitía.
No tenía la posibilidad.
Empezaron a intercambiar de igual a igual.
En esos Skypes había respeto,
ternura, curiosidad,
y cuando los niños de aquí les preguntaron
si podían hacer algo,
si les podían ayudar,
los niños de Kenia les dijeron que
necesitaban una escuela.
Una pequeña escuela para poder estudiar.
Para esos niños, estudiar
es la puerta a la libertad.
Elliud, uno de los niños que salen
en el documental,
se pone agua fría en los pies
por las noches para no dormirse
y poder seguirse estudiando.
Su sueño es llegar a la universidad,
ser piloto de aviación,
ganar mucho dinero
y hacer orfanatos para ayudar
a otros niños como él le han ayudado.
Sus miedos son ser devorado por un león,
picado por un araña o una serpiente
y no poder llegar a la universidad.
La chica de la ONG les contó
que con 3,000 euros
se podía construir esa escuela en Kenia.
También les dijo que con
aportaciones muy pequeñas,
podían ayudar a cambiar el mundo.
Así que estaban tan motivados que
empezaron a reunir sus euros,
gota a gota, mes a mes,
pero es que además empezaron a desarrollar
iniciativas propias de creatividad.
Empezaron a hacer pulseras rojas, puntos
de libros con petirrojos, galletas,
pasteles que vendían a un euro.
También pusieron huchas extras fuera
del colegio, uno por ejemplo
que su padre es farmacéutico, puso
una hucha con un cartel en la farmacia
explicando a los clientes, cuando podía,
lo que se estaban haciendo en el colegio.
Tan sensibilizados estaban que un niño,
su madre me lo había contarse,
había enfadado con ella porque la madre
dijo: "Bueno, vamos a dar nosotros
los padres una gran cantidad de dinero
para la escuela."
Y el niño le dijo:
"No, te equivocas, mamá.
Somos nosotros los que lo tenemos
que hacer, no los padres."
Por su parte, los mayores, empezaron
a investigar la pobreza en España.
Y al final decidieron ayudar
a un comedor social que visitaron
que estaba en la localidad
donde está su colegio.
Entre todos estaban haciendo
lo que podían.
La suma de sus acciones, pequeñas,
que cada mes iban llevando un euro
de sus ahorros
que además a los padres se les había
contado en una carta diciéndoles
que cada fin de semana de primero de mes,
ellos se tenían que abstener
de alguno de sus caprichos
para poder llevar ese euro.
Así que poco a poco, mes a mes,
conscienciándose,
consiguieron los 3,000 euros para Kenia
y más de 2,000 para el comedor social.
Cuando estábamos terminando el documental,
un niño, de apenas 10 años, me dijo
"Con este proyecto hemos aprendido que
los pequeños podemos hacer grandes cosas".
¿Se imaginan lo que es para un niño
empezar a sentir esto desde pequeño?
Pues para que puedan imaginar un poco más
les invito a ver un trocito muy pequeño
del documental que estrenamos
el pasado mes de abril en Barcelona
que dura una hora pero la muestra,
es muy significativa, dura tres minutos.
[Consciencia]
[Compromiso]
Este cuento nos explica que todos podemos
hacer algo para cambiar el mundo.
Este es el ejemplo de un petirrojo
que intenta apagar un incendio
gota a gota.
Este ejemplo coja un niño para ayudar
a los niños que se mueren de hambre.
La idea es que no coman chuches
y dulces una vez al mes.
En vez de esto ponemos un euro
en la hucha que tenemos en el colegio.
Este ratito de reflexión
con nosotros mismos,
¿qué hemos sentido
qué es el amor para nosotros?
El amor es dar porque hay gente
que no tiene nada,
que no tiene dinero, ni comida
y nosotros lo tenemos
todo lo que queremos.
Podríamos vivir sin
muchas cosas que tenemos.
La cantidad de cosas que podemos hacer
y la cantidad que podemos
conseguir con tan poco es tanto
que sorprende que aún no se haya
hecho
¿Cómo puede la empatía ayudarnos
a mejorar el mundo?
Te pones en el sitio de ella o él
y puedes sentir lo que está sintiendo.
Yo vengo de Bamba Project,
de una ONG pequeñita en Kenia.
Ellos necesitan otra clase porque
todos los niños del orfanato
desde 2 años a 14 tienen que estar
todos en la misma aula.
Con aportaciones super pequeñas
se puede cambiar el mundo.
Para los mayores nos ha tocado
buscar el proyecto local.
Aqui en España 1 de cada 4 niños es pobre.
Yo voto por el comedor social
de Sant Cugat.
[Niños cantan]
Muchas gracias, Agora.
Ayudar a una persona que no tiene nada
te sube la autoestima
y creo que estás más feliz contigo mismo.
Y cuando estás más feliz contigo mismo,
estás más feliz con los que te rodean.
"La educación es el arma más poderoso
que puedes usar para cambiar el mundo".
Nelson Mandela
[Aplauso]
Decía el dramaturgo francés Louis Jouvet
en su obra llamado "Don Juan"
a sus alumnos:
"El sentimiento os llevará al movimiento".
Llevar a los niños al sentimiento
no es una tarea difícil.
Todo lo contrario.
Los niños quieren ayudar,
quieren cooperar.
Y más si ven lo que pueden hacer.
Os aseguro que cuando vieron
con sus pequeños aportaciones,
en el caso de Kenia, habían podido
construir una escuela no daban crédito.
Eso estimula en los niños
un sentimiento que les va servir
para el resto de sus vidas
como futuros adultos
y además para todos los ámbitos de su vida
porque el compromiso, la consciencia,
la empatía, el amor,
si desde pequeños permitimos
que se trabaje,
que los niños puedan abrirse.
En las clases donde
compartían sentimientos
establecían relaciones mucho más vivas,
mucho más diferentes.
¿Por qué bloqueamos el sentimiento?
Por miedo.
Así qué como esta experiencia
nos transformó a todos.
A los que hicimos el documental,
a los que estábamos llevando el proyecto
adelante y lo seguimos llevando adelante
y ya lo hemos presentando
en varios colegios,
queremos que esto se disfunda,
este es nuestro sueño ahora.
Hemos dado varios pasos
pero ahora el siguiente
es que esto llegue a muchos colegios.
Es una iniciativa muy sencilla, muy
flexible
que además los colegios pueden aplicar
desarrollando su propia creatividad.
Nosotros además através de la web,
que habéis visto,
ofrecemos el proyecto sin pedir nada.
Ahí encontráis todo lo que os pueda
inspirar para aplicarlo
en el colegio de vuestros hijos,
alumnos, nietos...
Es simplemente una gota que ponemos
para que dentro de un tiempo
la asignatura pendiente,
que es transformar un mundo mejor,
la podamos aprobar entre todos.
Podemos hacer huchas de riqueza
para todos.
Es muy sencillo y además podemos encontrar
un nuevo sentido a la felicidad.
Y esto no lo digo yo.
Me lo dijo un niño de 11 años
cuando terminamos el documental.
"Yo creía que la felicidad era tener.
Ahora me ha dado cuenta que es dar".
Muchas gracias.
[Aplauso]