¿De verdad quieres cambiar de trabajo? Perdón, discúlpame, ¿lo dices en serio? O sea, ¿por los próximos dos años no ganarás una lira? No, espera, explícame, ¿de verdad quieres ir a trabajar con un grupo de hombres, todos tatuados, sudorosos, que solo hablan de sexo, y dejar tu oficina? Pues... no sé, a veces de verdad no te entiendo. Estas son algunas de la cosas que me dijeron cuando decidí cambiar de carrera. Tengo una vida bastante particular, y estoy muy feliz de eso. En realidad, empecé como procuradora legal luego trabajé en diseño gráfico durante 10 años y en fin me gradué en artes culinarias. Lo que hice antes de ser cocinera, en realidad, no reniego para nada: al contrario, estoy muy feliz de haberlo hecho. Pero luego pensé que quizás una parte de mí, la parte creativa que jamás había desarrollado antes iba a ser aquella en la que podía tener mayor éxito. Y de verdad he hecho de eso una meta: dije, en mi vida siempre voy a querer hacer lo que me gusta, porque opino que si una persona hace lo que le gusta, ese es el verdadero lujo y seguramente es la situación en la que se alcanza el éxito. Hace un par de años me pidieron que escribiera un libro, entonces pensé, bien, ¿sobre qué escribo? Soy cocinera: por eso, la primera petición, la más natural era escribir recetas. Pensé, no quiero escribir un libro de recetas. Escribir un libro de recetas parecía casi banal. No es que los otros libros de recetas sean banales, al contrario; es que yo no quería eso, quería hacer otra cosa. Sobre todo porque, en un campo masculino, yo había logrado tener éxito en determinadas situaciones, y por eso deseaba ser un ejemplo para las jóvenes que querían emprender este trabajo. Piensen que todos los días recibo muchísimos correos electrónicos, o llamadas y hasta visitas de jóvenes al restaurante y me piden consejos y escucho muchas cosas aberrantes, en algunos sentidos. Por ejemplo, una chica de 24 años que quiere ser cocinera y dice: ¡es demasiado tarde! ¡¿Demasiado tarde?! Yo cambié de carrera después de los 30 años y nunca creí en lo más mínimo que mi edad pudiese ser un obstáculo. Estaba todo aquí dentro, era lo que quería hacer y era lo que quería transmitir en mi libro. Por eso escribí una serie de principios y pensé: bien, quizás esto pueda ser de ayuda a alguien. Porque muchas de las cocineras y chef más famosas, capaces e increíbles que me sirvieron de inspiración, las anteriores, generalmente iniciaron sus carreras porque sus maridos, sus padres, sus hermanos, alguien de la familia, había decidido abrir un restaurante, y eso las llevó de nuevo a la cocina. Yo, en cambio, quería que la mía fuese una elección profesional diferente. Mis padres no eran de este mundo, ni tampoco nadie cercano, ni tampoco mi marido, mi compañero; por lo que quería realmente empezar de cero, en un mundo en el que, en realidad, no tenía a nadie que me apoyase. Además, esto paradójicamente jugó a mi favor, porque después, y en especial cuando me mudé a Roma, tuve muchos invitados ilustres, ¡periodistas que no conocía en absoluto! Por eso decidí incluir estos principios en mi libro. Estas son las cinco reglas, porque en mi parecer, a través de estas cinco reglas, podemos desbloquear el futuro. La primera: ten el coraje de ser diferente. Este es el principio fundamental, a través del cual he vivido de verdad toda mi vida, y todo se lo debo a mi madre. Porque mi madre parece retórico, ¿no? siempre la madre o la abuela... pero la verdad es que es así. Lo increíble es que mis padres son de un pueblo muy pequeño: mi madre nació en Trinitapoli, vivió en Cerignola, estamos hablando del sur profudno, especialmente de hace muchos años. Aún así, mis padres me hicieron hacer mi primer viaje al exterior cuando tenía 14 años, sola. Con una organización, obviamente: pero de todos modos sola. Increíble, porque esto, en mi opinión, me abrió las puertas a un mundo que desconocía. A partir de allí inició una educación diferente, una forma diferente de ver las cosas, y sobre todo un acercamiento a esas culturas diferentes. Y esto se lo debo a mi madre, que siempre me dijo: recuerda que la verdadera fortaleza está en ser diferente. Yo lo veo con mi hijo, que ahora tiene siete años. Siempre le hablé en inglés, desde que nació: pero me responde en italiano. En cierto momento me empecé a preocupar: ¿Por qué cuando le hablo en inglés, me responde en italiano? Por eso, la psicóloga me dijo: No, es justo eso, es el principio del peer pressure. Y empecé a pensar: ¡Los niños quieren parecerse! Así me lo explicaron, y después pensé: Todas las mujeres son así. ¡Todas las mujeres quieren ser iguales! Nos vestimos igual, hablamos del mismo modo, miramos lo mismo en la TV, ¡también queremos tener el mismo trabajo! No es así: el verdadero lujo, el verdadero momento en el que podemos desbloquear el futuro será cuando nos encontremos a nosotras mismas y hagamos lo que querramos. Y este es el camino que he buscado seguir durante toda mi vida. Entonces pensé, siempre en el libro, cómo puedo pensar, por ejemplo, en un plato, porque obviamente vivo en este mundo, entonces debía ilustrar cada principio con un plato. Este es uno de los platos históricos, creado en 2006. Dirán, bueno, es un bocadillo bien, entendido. ¿Qué tiene de raro? En 2006, nadie hablaba de bocadillos. Nadie había servido un bocadillo, sobre todo en un restaurante que luego ganó una estrella Michelin. De hecho, cuando le dije a mi socio: oye, quiero poner este plato en la carta. Tiene sabor a regaliz, con un escalope de foi gras y un falso ketchup de mango y una mayonesa al vino con papas fritas. Él me miró, y dijo: ¡Estás loca! Porque no sé si podré hacerlo... Pero, ¿de verdad quieres poner un bocadillo? Sí, de verdad lo quiero poner. Porque en mi opinión es la manera de hacer un crossover, prácticamente, buscar identificar un modo de hacer gastronomía diferente en comparación con el pasado. El restaurante que tengo en Roma es un restaurante que recibió la estrella Michelin, y nació hace 11 años sin manteles. Hoy en día, pues, se va a los restaurantes y no hay manteles: pero un proyecto de hace 12 años, con una apertura de hace 11 años, sin manteles, ya era una gran evolución: la cocina tenía que seguir el mismo ritmo, ¡y la misma línea! Y es por eso que, cuando entré ahí, me sentí como en casa, y dije: este es el lugar donde puedo expresarme. Y no soy igual a las otras: siempre lo pensé, y voy a seguir pensándolo. Es que yo pienso que todos deberían pensar así. El segundo principio es: siempre saber adonde ir. Porque, de hecho, las mujeres... esta es otra cosa que no hacemos mucho: a menudo no tenemos el atrevimiento de declarar ni a nosotras adónde queremos ir. Quizás porque tenemos miedo, quizás muy a menudo pensamos que no vamos a poder, o que no lo merecemos. Es sencillo oír a un hombre que, hablando con su jefe, dice: yo, en un año, quiero ser jefe de esta sección. Justo ayer oí a alguien decirlo en el tren. Jamás escuché a una mujer decir algo así. Cuando en cambio lo dice, lamentablemente, y esto ha sido probado mediante estudios, cuando una mujer afirma determinadas cosas lamentablemente son más negativas que positivas Cuando las dice un hombre son positivas; cuando las dice una mujer, son negativas. Entonces pensé: quiero saber adónde quiero ir, quiero saber quién quiero ser en uno, dos años, tan es así que cuando cambié de carrera me di 10 años de tiempo. Dije: si en 10 años no salgo a flote, haré otra cosa. Tengos dos títulos, hablo tres idiomas, algún trabajo encontraré. Y entonces me dije, siempre hablando del libro: ¿qué puedo hacer, cuál es el plato qué quiero agregar a este principio? Y es este. Este es el plato que me ha llevado a recorrer el mundo. Es un pastrami de lengua. Uds. dirán: está bien, un pastrami de lengua... El pastrami es en realidad hebreo, por eso fui a Estados Unidos, fui a tres lugares muy famosos de Nueva York y estudié como se hacía el pastrami. Volví a Roma y apliqué a un trozo de carne que es típico del Lazio; quería hacerle honor al lugar al que volví y que me ha dado tanta felicidad y tanto lujo en estos últimos diez años; entonces hice este pastrami de lengua, antes de que la palabra pastrami o la técnica del pastrami se hicieran de nuevo conocidas. En realidad me da satisfacción cuando hago algo y a los dos años se hace famoso: quiere decir que estoy en el camino correcto. Y este es un plato que fue presentado en "Identità golose", un congreso en el que tuve la suerte de participar en el pasado y que tiene información increíble sobre nosotras, las mujeres, ya les explico el porqué. Tercer principio: respetarse a sí misma y al mundo en el que vives. Importantísimo principio, porque sobre todo a través del respeto a nosotras podemos alcanzar nuestros objetivos. Antes hablaba de identità golosa: fui la primera oradora mujer en ser llamada a hablar en el palco central. Por eso me pregunté: ¿sobre qué hablo? Porque pienso que hay una responsabilidad -- cuando nos preguntamos sobre qué hablar -- respecto de quién nos escucha. Y pensé: el principio del respeto era el que dominaba el congreso. Y dije: hablaré de la fermentación. Estoy orgullosa de haber sido la primera en hablar de fermentación en un congreso. ¿Y saben por qué lo hice? Me recordaba, en cierto sentido, a nuestra vida. Hablé del kimchi, de la técnica del kimchi. Es un repollo: aún así la fermentación con nuestro control y con nuestra pasión y cuidado, da la posibilidad al ingrediente, de alcanzar el máximo potencial posible. Ese repollo se convirtió en kimchi, y es una cosa absolutamente de una calidad única, además de hacer bien. Aún así no se hizo nada de extraordinario. Se dieron las condiciones exactas para que esto pudiera suceder. Y eso fue lo que me atrajo tanto de la fermentación. Asocié inmediatamente la técnica de fermentación con el respeto. El respeto al ingrediente, pero también el respeto a nosotras mismas. Es fundamental tener respeto de nosotras mismas, a través de nuestras acciones. Este es uno de los principios que más me gusta, lo pueden ver en mi cabello: ampliar horizontes contra los estereotipos femeninos, en la cocina o afuera. Siempre fui una persona que no ha creído jamás... o mejor, ha siempre pensado en terminar con ciertos estereotipos. Lo sé, ahora les diré algo que probablemente les hará sonreír, sobre todo a las nuevas generaciones Cuando me gradué en derecho, me quise poner pantalones para ir a defender mi tesis. Mi familia estaba aterrorizada, escandalizada: ¡¿Te quieres poner pantalones?! Sí, me quiero poner pantalones. No era normal que una mujer usara pantalones para ir a defender su tesis. Desde ese momento siempre hice, siempre busqué ir contra la corriente. Si algo era necesario, o socialmente aceptado, y era, justamente, casi un estereotipo, yo intentaba terminar con eso. También en el momento en que decidí, por mi cuenta, iniciar una carrera totalmente diferente a la de mi familia. El plato que le asocié, y este es el último plato: consideren que fue, probablemente, el plato más fotografiado de este congreso y asociado a este año. Soy una especie de promotora de la defensa de las abejas y por eso, también, de todo lo que ellas producen, en este caso la miel. Asocié, hice un pequeño juego (un mondongo con forma de panal) y al mismo tiempo tiene una salsa a base de hidromiel y miel. Y es una nueva versión de una sopa mexicana. Este plato me ha traído mucha suerte, este año, y me hizo descubrir que hay muchísimas cosas que las mujeres podemos hacer bien: no mejor que los hombres, porque no creo en la exclusión, creo en la inclusión, abro y cierro paréntesis, las sociedades más resistentes son las sociedades inclusivas, no las exclusivas. Por lo tanto sostengo ser un ejemplo, espero ser un ejemplo, para quienes desean iniciarse en esta carrera. En pocas palabras, ¿qué quiero decir? Quiero decir a todas las mujeres, sobre todo a las que están empezando, esta carrera, aunque no solo en el ámbito de la cocina, sino en todas las carreras, que ha llegado el momento de desbloquear el futuro de verdad. Tenemos que creer en nosotras mismas porque podemos, somos inteligentes, somos capaces, podemos decirlo en voz alta. Y ahora sería el momento de hacerlo de verdad. (Aplausos)