Mucho antes de la famosa cita de Descartes: "Pienso, luego existo" y mucho después de la misma, científicos y filósofos por igual se han preguntado sobre lo que ellos llaman el problema mente-cuerpo. ¿Es la mente una entidad separada inmaterial que pilota una máquina de carne? O si es solo una parte particularmente difícil de alcanzar de nuestro cuerpo físico, ¿cómo se puede traducir la entrada de nuestros sentidos animales en experiencias aparentemente no físicas que llamamos pensamientos? Pero aunque las respuestas se hayan debatido sin cesar, una nueva investigación sugiere que parte del problema radica en primer lugar, en la manera de plantear la cuestión asumiendo una distinción entre la percepción sensorial y nuestras ideas que no puede realmente estar allí. El modelo tradicional de nuestra función mental ha sido que los sentidos proporcionan datos separados a nuestro cerebro que luego se traducen en los fenómenos mentales apropiados: imágenes visuales en árboles, experiencias auditivas en canto de pájaros, y así sucesivamente. Pero de vez en cuando, nos hemos encontrado con personas cuyos sentidos parecen mezclarse entre sí, lo que les permite oír los colores, o percibir sabor en el sonido. Hasta hace poco, la comprensión común era que este fenómeno, llamada sinestesia, era una conexión directa entre las partes del cerebro responsable de estímulos sensoriales como ver el color amarillo de inmediato al escuchar el tono de Si bemol. Pero estudios más recientes han demostrado que la sinestesia está mediada en realidad a través de nuestro entendimiento de las formas, colores y sonidos que nuestros sentidos aprehenden. Para que las experiencias interculturales sensoriales se produzcan, se deben activar las ideas y conceptos de nivel superior que nuestras mentes asocian con la entrada sensorial. Por ejemplo, esta forma puede verse como la letra "s" o el número "5" y los sinestésicos asocian cada uno con diferentes colores o sonidos en función de cómo lo interpretan, a pesar de que el estímulo puramente visual restante sea idéntico. En otro estudio, los sinestésicos crearon asociaciones de nuevos colores para las letras desconocidas tras enterarse de lo que eran las letras. Así que porque esto se basa en una conexión entre las ideas y sentidos, este fenómeno mental que subyace a la sinestesia se conoce como ideaestesia. La sinestesia solo ocurre en algunas personas, aunque puede ser más común de lo que se pensaba anteriormente. Pero la ideaestesia sí es una parte fundamental de nuestras vidas. Prácticamente todos nosotros reconocemos el color rojo como cálido y el azul como frío. Muchos estarán de acuerdo en que los colores brillantes, la cursiva y las líneas finas son de tono alto, mientras que los tonos tierra son de tono bajo. Y si bien muchas de estas asociaciones se adquieren por la exposición cultural se ha demostrado también incluso en lactantes y los simios, lo que sugiere que al menos algunas asociaciones son innatas. Cuando se preguntó elegir entre dos posibles nombres para estas formas, personas de orígenes culturales y lingüísticos completamente diferentes, abrumadoramente dijeron que "Kiki" es la estrella de punta, mientras que "Bouba" es la mancha redondeada, tanto por los propios sonidos y las formas de nuestras bocas al producirlos. Y esto lleva aún más a las asociaciones dentro de una red semántica rica. Kiki es descrito como nervioso e inteligente, mientras bouba se percibe como perezoso y lento. Lo que todo esto sugiere es que nuestras experiencias cotidianas de colores, sonidos y otros estímulos no viven en islas separadas sensoriales sino que están organizados en una red de asociaciones similar a nuestra red lingüística. Esto es lo que nos permite entender las metáforas a pesar de que no tienen ningún sentido lógico, como la comparación de la nieve con una manta de color blanco, basadas en las sensaciones compartidas de suavidad y ligereza. La ideaestesia incluso puede ser crucial para el arte, que se basa en una síntesis de lo conceptual con lo emocional. En el gran arte, la idea y la estesia se mejoran entre sí, si se trata de letras de canciones que combinan a la perfección con una melodía, el contenido temático de una pintura acentuado por el uso de colores y pinceladas, o la trama bien construida de una novela transmitido a través de frases perfectamente diseñadas. Lo más importante, la red de asociaciones formada por ideaestesia no solo puede ser similar a nuestra red lingüística sino que puede, de hecho, ser una parte integrante de la misma. En lugar de la visión tradicional, donde nuestros sentidos captan primero una colección de colores y formas, o algunas vibraciones en el aire, y nuestra mente, entonces los clasifica como un árbol o una sirena, La ideaestesia sugiere que ambos procesos tienen lugar simultáneamente. Nuestras percepciones sensoriales son moldeadas por nuestra comprensión conceptual del mundo. y ambas están tan conectadas que una no puede existir sin la otra. Si este modelo sugerido por la ideaestesia es exacto, puede tener implicaciones importantes para algunas de las más grandes cuestiones científicas y filosóficas que rodean el estudio de la mente. Sin un concepto preexistente de uno mismo, Descartes no habría tenido un "yo" para atribuir al pensamiento. Y sin una red preexistente de conceptos relacionados entre sí y distintas, nuestra experiencia sensorial del mundo sería una masa indiferenciada en lugar de los objetos discretos que realmente aprehendemos. Para la ciencia, la tarea es encontrar donde se encuentra esta red, cómo se forma y cómo interactúa con los estímulos externos. Para la filosofía, el reto es repensar lo que significa este nuevo modelo de la conciencia para nuestra comprensión de nosotros mismos y nuestra relación con el mundo que nos rodea.