Quizá no hace falta que te cuente
la importancia del cerebro.
Después de todo, cada cosa
que experimentas,
tus pensamientos y tus acciones,
tus percepciones y tus recuerdos,
se procesan aquí en el centro
de control del cuerpo.
Pero si esto ya parece mucho
como para que lo maneje un solo órgano,
es solo una pequeña parte
de lo que hace el cerebro.
No eres consciente de la
mayor parte de sus actividades
a menos que se detengan de repente.
El cerebro está formado por
miles de millones de neuronas,
y billones de conexiones.
Las neuronas pueden activarse mediante
estímulos específicos o pensamientos,
pero a menudo también se activan
de manera espontánea.
Unas disparan cíclicamente
con un patrón establecido.
Otras se disparan rápidamente en
ráfagas cortas antes de desconectarse,
o permanecen en silencio
durante largos períodos
hasta que miles de entradas de otras
neuronas se alinean de la manera correcta.
A gran escala
esto da como resultado
unos ritmos elaborados
de actividad cerebral
generada internamente,
que están en silencio en segundo plano
estemos despiertos o dormidos,
o tratemos de no pensar
en nada en absoluto.
Y estas funciones cerebrales
que ocurren espontáneamente
constituyen la base de la que dependen
todas las otras funciones cerebrales.
Las más importante de estas actividades
que ocurren automáticamente
son las que nos mantienen vivos.
Por ejemplo, mientras has estado
prestando atención a este video
la actividad espontánea de tu cerebro
ha hecho que respires
entre 12 y 16 veces por minuto,
asegurándose de que no te asfixies.
Sin ningún esfuerzo consciente,
señales del tronco cerebral que
se envían a través de la médula espinal
a los músculos que inflan tus pulmones,
los hacen expandir y contraer,
estés o no prestando atención.
Los circuitos neuronales subyacentes,
como la actividad espontánea rítmica
son llamados
generadores centrales de patrones,
y controlan muchas
conductas repetitivas simples,
como respirar,
caminar,
y deglutir.
La actividad neuronal en curso también
subyace nuestra percepción sensorial.
Puede parecer
que las neuronas de la retina
que traducen
la luz en señales neuronales
permanecerían tranquilas en la oscuridad
pero, de hecho,
las células ganglionares de la retina
que se comunican con el cerebro
están siempre activas.
Y las señales que envían son aumentos
y disminuciones en la tasa de actividad,
en lugar de ráfagas separadas.
Así que, a todo nivel, el sistema nervioso
está lleno de actividad espontánea
que le ayuda a interpretar y responder
a cualquier señal que pudiera recibir.
Y el piloto automático
del cerebro no se limita solo
a las funciones biológicas básicas.
¿Alguna vez volvías a casa,
empezaste a pensar en la cena,
y luego te diste cuenta
de que no recuerdas
qué pasó en los últimos 5 minutos?
Aunque no entendemos todos los detalles,
sí sabemos que la actividad en curso
en varias partes del cerebro
de algún modo puede coordinar
tareas complejas
que involucran tanto funciones
cognitivas como motoras,
que nos guían por el camino correcto
y mueven nuestras piernas
mientras resolvemos la cena.
Pero quizá lo más interesante
de la función cerebral espontánea
sea su participación en uno
de los fenómenos más misteriosos
y menos comprendidos
del cuerpo: el sueño.
Uno puede apagarse y estar
inactivo por la noche,
pero el cerebro no lo está.
Mientras duermes,
la actividad espontánea
en curso gradualmente
se vuelve más y más sincronizada,
hasta convertirse en grandes
oscilaciones neurales rítmicas
que envuelven al cerebro.
Esta transición hacia los ritmos
más organizados del sueño
empieza con pequeños grupos de neuronas
escondidas en el hipotálamo.
A pesar de su escaso número,
estas neuronas tienen un enorme efecto
en apagar las regiones
del tronco cerebral
que normalmente nos mantienen
despiertos y en alerta,
dejando que otras partes,
como la corteza y el tálamo,
lentamente se deslicen en sus
propios ritmos predeterminados.
Cuanto más profundo caemos en el sueño,
más lento y más sincronizado
se hace este ritmo,
con las etapas más profundas
dominadas por ondas delta
de gran amplitud y baja frecuencia.
Pero, sorprendentemente, en medio
de este sueño de ondas lentas,
la actividad espontánea
sincronizada del cerebro
pasa repetidamente a esa especie
de explosiones variadas
que ocurren cuando estamos
bien despiertos.
Esta es la etapa del sueño
conocida como sueño REM,
donde nuestros ojos se mueven rápidamente
hacia atrás y adelante conforme soñamos.
Los neurocientíficos aún
están tratando de responder
muchas preguntas fundamentales
sobre el sueño,
como su papel rejuvenecedor
en la capacidad cognitiva,
la homeostasis celular
y el fortalecimiento de la memoria.
Y, en términos más generales,
están explorando
cómo es que el cerebro puede lograr
tareas tan importantes y complejas,
como conducir, o incluso respirar,
sin nuestro conocimiento.
Pero por ahora, hasta que estemos
en mejores condiciones
para entender el funcionamiento interno
de su funcionamiento espontáneo,
tenemos que darle el crédito al cerebro
por ser mucho más inteligente
que nosotros mismos.