Hoy, quiero que todos
participen en mi charla
y vamos a probar un pequeño experimento.
Pero, para poder hacerlo,
necesito que alguien suba aquí
y esté conmigo en el escenario.
Así que, ¿algún voluntario, por favor?
Todos a la vez, no.
Pueden venir aquí conmigo y con Ted.
Podemos tomarnos juntos una taza de té.
¿Alguien? ¡Vamos!
Que suba quien quiera,
yo no voy a elegir a nadie.
Alguien tiene que subir
y hay voluntarios ahí abajo que
les ayudarán a subir al escenario.
Oh, aquí tenemos a alguien.
(Aplausos)
Es un camino con obstáculos, creo,
pero le prometo que vale la pena.
(Risas)
Pobre hombre.
Vaya, gracias.
¿Cómo se llama?
Voluntario: Ian.
Carrie Green: Ian. Muchas gracias, Ian.
Tengo algo para Ud.,
acaba de ganar 20 libras.
Aquí tiene, muchas gracias.
Puede irse, vuelva a sentarse.
¡Una ovación!
(Aplausos)
Mi pregunta para Uds. es:
¿Por qué no se presentaron voluntarios?
¿Qué les impidió subir aquí?
(Risas)
Imagino que, probablemente,
fue por una de estas razones:
Miedo.
Miedo a subir frente a casi mil personas.
Es bastante aterrador.
O, tal vez, fue miedo
a lo desconocido, porque no sabían
lo que les iba a pedir que hicieran.
Quizás pensaron:
"A lo mejor me pide algo
que no puedo hacer
y quedo como un auténtico idiota".
O quizás fue por los obstáculos.
Hay muchos obstáculos en esta sala.
Tal vez están atrás y pensaron:
"Estoy tan lejos, está oscuro,
hay muchas mesas en mi camino.
Seguramente me tropiezo
con alguna como un tonto,
y no puedo hacerlo, es muy difícil,
alguien tendrá que salir
voluntario por mí".
O quizás fue falta de motivación.
No querían molestarse
en moverse y subir aquí.
Da igual cuál fuera la razón,
su decisión empezó aquí arriba,
en su mente.
Porque en cuanto dije:
"¿Algún voluntario, por favor?",
los pensamientos inundaron su mente.
Esa vocecita en su cabeza
habrá empezado a hablarles
y, tal vez para algunos, decía:
"Ay, Dios, ¿qué quiere
esta chica que hagamos?
No quiero subir ahí,
por favor, que no nos obligue
a hacer algo muy estúpido".
Y, tal vez otras personas,
tal vez otras personas estaban pensando,
ahí abajo, en frente, pensaban:
"Ay, no quiero hacerlo,
mira para otro lado,
evita el contacto visual,
para que no me elija a mí".
Y tal vez algunos en cuanto dije:
"¿Algún voluntario, por favor?"
Tal vez les invadió el miedo,
las dudas y la preocupación,
por la idea de subir realmente aquí,
de subir frente a tanta gente.
Y aquellos que sí
se ofrecieron como voluntarios,
estaban pensando
algo totalmente diferente.
Estaban pensando cosas como:
"Oh, quiere un voluntario.
Me pregunto qué querrá que hagamos,
qué emocionante, lo haré".
Quizás alguno pensó:
"Dios mío, qué incómodo,
nadie se ofrece como voluntario,
así que voy a tener que
dar un paso y hacerlo".
Pero quienes no se ofrecieron
como voluntarios,
perdieron la oportunidad
de ganar 20 libras.
Pero este experimento no trata de dinero.
Este experimento demuestra
el poder de la mente.
El hecho de que
lo que pasa en la cabeza
tiene tanto impacto
en las acciones que hacemos,
en las decisiones que tomamos
y en las cosas que experimentamos.
Y no solo en situaciones
tontas como esta
pierde la gente oportunidades asombrosas.
La gente pierde todo el rato
oportunidades increíbles,
por culpa de lo que pasa en su cabeza,
porque toman malas decisiones con
base en una mala actitud mental.
Ya saben, esos pensamientos
autolimitantes, como:
"No puedo hacerlo",
"No soy lo bastante bueno",
o "No tengo tiempo ni dinero".
O quizás piensan:
"No quiero molestias. Lo haré mañana".
Pero, luego, nunca lo hacen,
así que esas ideas maravillosas,
y esos potenciales increíbles
se quedan encerrados
y nunca hacen nada con ellos.
Y eso es exactamente
lo que me pasó hace unos años.
Era el verano de 2005
y acababa de terminar
mi primer año de derecho en
la Universidad de Birmingham.
No tenía nada de dinero
y pensaba: "¿Qué voy a hacer?"
Así que empecé a buscar empleo
y buscaba y no encontré
absolutamente nada atractivo.
Así que busqué más oportunidades
y, al final, encontré esta oportunidad.
Iba a empezar mi propio negocio
de liberación de teléfonos móviles,
que, básicamente, significaba
que si tienen un teléfono móvil
limitado a una red concreta,
y, por ejemplo, quieren viajar a Australia
y usar una tarjeta SIM de allí,
pueden visitar el sitio web
para liberar su teléfono.
Había grandes problemas con esto:
Para empezar, no sabía
mucho de teléfonos móviles,
aparte de que hacen llamadas
y mandan mensajes,
mucho menos sobre liberar móviles.
Y no tenía ni idea de cómo
construir un negocio en línea.
Pero mi otra oportunidad era vender
dulces en el Cirque du Soleil.
Así que era vender dulces allí
o abrir un negocio.
Elegí la idea de abrir
mi propio negocio,
sonaba mucho más arriesgado.
Así que empecé y me di cuenta muy rápido
de que cuando uno no sabe qué hacer
lo único que puede hacer
es pedir ayuda y es lo que hice.
Pedí ayuda y, en pocas semanas,
monté probablemente
la peor página web del mundo.
Descubrí Google AdWords, una forma
de atraer tráfico al sitio web,
y con una tarjeta de crédito
y gastando un límite de £30 al día
mi negocio estaba oficialmente en marcha.
Durante los siguientes dos años,
cuando no estudiaba para la carrera,
aprendía a montar este negocio.
Leía libros,
escuchaba programas de audio,
y en mi último año
fui a la escuela nocturna
para aprender más sobre desarrollo web.
Me gradué en 2007 con un título estupendo
y un negocio en auge.
Y decidí que ser emprendedora
iba a ser mucho más divertido
que ser abogada.
Así que aspiré alto y decidí construir
-- hacer el negocio internacional --
construir un negocio
internacional exitoso.
Conseguimos un nuevo proveedor en EE.UU.
que puede liberar
prácticamente cualquier teléfono.
Rehicimos el sitio web,
ampliamos el equipo,
nos hicimos muy buenos
en mercadotecnia en línea
y, en unos pocos años, recibíamos
más de 100 000 visitas al mes a la página.
Y vendíamos miles y miles
de códigos cada mes.
Conseguí mi objetivo de construir
un negocio internacional exitoso.
Pero había un gran problema.
Estaba deprimida.
Dirigía el negocio sobre todo
desde un despacho en mi casa,
donde vivía en un piso; el segundo
cuarto lo convertí en oficina.
Y me sentía sola,
totalmente aislada y perdida.
Algo que creo que muchos
han experimentado
pero no muchos hemos comentado.
Y me derrumbé.
Empecé a cuestionar todo
y a hacerme preguntas como:
"¿Qué estoy haciendo?
¿De qué sirve todo esto?"
Cuanto más lo pensaba,
más confundida me sentía.
Y cuanto más confundida me sentía,
más pensamientos negativos
nublaban mi mente,
más dudaba de todo
y me preocupaba por todo,
y me cuestionaba todo.
Y según pasaban los meses,
era cada vez más y más negativa,
más y más derrotista,
y, literalmente, esa parte de mí
tan optimista, positiva y lanzada
había desaparecido.
Era completamente negativa
y me saboteaba a mí misma.
Se me ocurrían ideas,
las desechaba, me convencía
de que las olvidara.
Era 2010 y me sentía
totalmente desesperada.
Así que hice las maletas
y me fui de viaje a Australia
esperando recibir una revelación.
Pasé tres meses viajando
por Australia, sin revelación,
y pensé: "¿Qué debo hacer?"
Así que volví al Reino Unido,
incluso más deprimida que antes,
porque todos los problemas
seguían ahí esperándome.
Y el tiempo era espantoso.
Luego pensé: "¿Qué voy a hacer?"
Así que en los siguientes meses,
los problemas me asfixiaban.
Ya saben, cuando sienten que
no se pueden despejar las dudas
y las preocupaciones
y solo me centraba en eso.
Se me ocurrían ideas,
encontraba oportunidades,
y me disuadía a mí misma,
pensaba que no podría hacerlo.
Finalmente, en 2011, descubrí
en qué me había equivocado.
Y creo que me equivoqué
por dos grandes motivos:
La primera razón era que
sí, quería tener éxito,
y, sinceramente,
¿no quieren todas las personas
de aquí tener éxito?
Pero la liberación de móviles
no era mi sueño.
Estaba leyendo "El mito del emprendedor",
un libro de Michael Gerber,
y en él hay un capítulo
sobre objetivos principales.
Michael Gerber dice:
Imagine entrar en una sala.
Sentados en la sala
están sus amigos y familia,
y al acercarse al centro ve una caja.
Y al llegar al frente de la sala,
se da cuenta de que Ud. está en la caja
y de que es su funeral.
Y dice: "¿Qué clase de cosas
quiere que la gente esté diciendo
del tipo de vida que ha llevado,
del tipo de persona que era,
y del tipo de cosas que logró?"
Y me di cuenta de que no tenía ni idea.
Así que no me extrañé
de sentirme tan desorientada.
Nunca había estado orientada.
Y la segunda razón por la que
creo que lo que hice mal
fue por lo que ocurría aquí arriba,
lo que ocurría en mi cabeza.
Todas esas dudas,
esas preocupaciones, esa autolimitación.
Me encontré una cita
de Anthony Robbins que decía:
"Su destino depende de las elecciones
que tome. Elija ahora. Elija bien".
Y me di cuenta de que yo era
responsable de mi depresión.
Era responsable de estar
atrapada en la rutina.
Recuerdo observar mi vida
y pensar: "Me levanto cada día
centrándome en mis problemas.
Me levanto cada día y le presto
tanta atención y hago hincapié
en todos estos pensamientos horribles,
en estas dudas, en estas preocupaciones.
Se me ocurren ideas y las desecho,
me disuado a mí misma
de hacer cualquier cosa".
Y me di cuenta de que si quería
vivir una vida increíble
y lograr cosas maravillosas
-- y de verdad lo quería --
tenía que conseguir que mi mente
estuviera en la misma onda que yo.
Me di cuenta de que debía descubrir
qué era lo que quería lograr;
por qué quería lograrlo,
por qué significaba algo para mí.
Debía descubrir el tipo de persona
en la que necesitaba convertirme
para lograr que se haga realidad.
Entonces, tuve que programar
mi mente para se hiciera realidad.
Tuve que programar mi mente para el éxito.
Y eso es exactamente
lo que acabé haciendo.
Comenzó "La misión éxito".
Así que empecé pensando
en qué quería hacer de verdad.
Analicé mi vida y pensé:
"Me encanta ser emprendedora,
me encanta planear ideas
y convertirlas en realidad.
Es muy divertido".
Luego analicé mis problemas y pensé:
"Me siento muy sola y perdida
como emprendedora".
Y lo miré desde una
perspectiva diferente.
En lugar de sentirme mal, pensé:
"¿Qué puedo hacer al respecto?
Debe de haber otra gente que esté
en la misma situación que yo".
Así que se me ocurrió la idea de crear
la Asociación de Mujeres Emprendedoras
y sonaba muy oficial.
Y, mientras lo hacía, tuve esta gran idea:
Crearía una red global
de miles de mujeres de todo el mundo
y motivarlas y conectarlas
y darles el poder para construir
un negocio exitoso.
Pero no tenía ni idea
de cómo iba a hacerlo.
Así que decía: "Necesito programar
mi mente para conseguir hacer esto".
Y empecé a ser consciente
de todas las cosas que pensaba cada día
y cada vez que me sorprendía
a mí misma pensando algo como:
"Carrie, ¿quién va a visitar
este sitio web?
¿Quién eres para aconsejar a alguien?
Es una idiotez, una idea absurda.
Nunca vas a conseguirlo".
Cada vez que decía algo como eso, paraba
y me di cuenta de que tenía el poder
de controlar mis pensamientos
en lugar de dejar que
ellos me controlaran a mí.
Sabía que era capaz de
evitar pensar estas cosas.
Y lo hice.
Sustituí las tonterías negativas,
los pensamientos molestos,
les dije que se callaran,
y los sustituí por pensamientos
positivos que me daban fuerzas,
pensamientos que me ayudaban
a acercarme a mi objetivo.
Empecé a escuchar visualización guiada,
a programar mi mente
subconsciente para el éxito.
Y de verdad lo conseguí
con visualizaciones,
imaginando vívidamente lo que
quería lograr, lo veía realizándose
y lo sentía realizado,
como si ocurriera ahí y entonces,
como hacen los atletas de élite.
Tenía muy claro
lo que quería hacer realidad
y, desde entonces, mi vida
ha cambiado por completo.
Construí una de las redes en línea
más grandes de mujeres emprendedoras
con más de 100 000 mujeres.
Entonces se me ocurrió la locura
de publicar una revista digital,
que luego se convirtió en la revista
de mayor crecimiento para emprendedoras.
Cuando la creé, hice una lista
de deseos en mi mente
con toda la gente
que quería en la portada;
esas autoras de éxito,
esas emprendedoras tan exitosas.
No sabía cómo conseguirlo, pero
estaba convencida de que lo haría.
Puse sus caras en maquetas de la portada,
las imprimí y las pegué
en mi panel de objetivos,
y las visualicé en la portada.
Visualicé cómo sería el momento
en el que mandara un e-mail a mi red.
Y podría decirles: "Hola a todos,
esta persona está en la portada
de este mes. ¡Qué emoción!"
Tenía increíblemente claro
lo que quería hacer.
La gente se me acercaba y decía:
"¿Cómo lo vas a conseguir?"
Y respondía: "No lo sé,
pero lo voy a conseguir".
Y lo conseguí.
Así que pensé:
"¿Qué otros objetivos absurdos
podría conseguir?
¿Qué más es posible?"
Y me puse más objetivos absurdos.
"Quiero ir al Palacio de Buckingham,
quiero ir a la Cámara de los Lores,
hablar en la Cámara de los Comunes".
Me puse más objetivos absurdos.
Y el año pasado los conseguí todos.
Me di cuenta de que si lograba
que mi mente estuviera segura,
podría conseguirlo,
que descubriría el modo de alguna
forma, y siempre lo he hecho.
Porque el éxito no ocurre por accidente.
Vivir una vida increíble
no ocurre por accidente.
Tienen que hacerlo a propósito.
Y comienza sabiendo
lo que quieren lograr con exactitud,
sabiendo por qué quieren lograrlo,
sabiendo el tipo de persona que
necesitan ser para conseguirlo,
y programando su mente para conseguirlo.
Porque solo tienen una vida
en la que lograr todo
lo que van a lograr, así que
tienen que actuar en consecuencia.
Muchas gracias.
(Aplausos)