La mayoría de la gente
tomará una pastilla,
recibirá una inyección
o de otra manera tomará algún
tipo de medicina durante sus vidas,
pero la mayoría de
nosotros no sabemos nada
acerca de cómo funcionan
realmente estas sustancias.
¿Cómo pueden diversos compuestos,
afectar cómo nos sentimos físicamente,
pensamos,
e incluso nos comportamos?
En su mayor parte, esto depende de cómo
un medicamento altera la comunicación
entre las neuronas del cerebro.
Existe diversas maneras
cómo esto puede suceder.
Pero antes de que entre en el cerebro,
el fármaco debe llegar primero
al torrente sanguíneo,
en un viaje que puede
tomar de segundos a horas,
dependiendo de factores cómo
la forma en que se administra.
El método más lento es
tomar un fármaco vía oral,
porque debe ser asimilado
por nuestro sistema digestivo
antes de que tenga efecto.
Al inhalar un fármaco va al
torrente sanguíneo más rápido.
Y si se inyecta un medicamento por vía
intravenosa funciona aún más rápido,
porque bombea los productos
químicos directamente a la sangre.
Una vez allí, el fármaco alcanza
rápidamente su destino, el cerebro.
La entrada a este órgano es custodiada
por la barrera hematoencefálica,
que separa la sangre,
del sistema nervioso,
para mantener fuera las sustancias
potencialmente peligrosas.
Así que todas las drogas deben tener
una composición química específica,
que dé la llave para desbloquear
esta barrera y pasar a través de ella.
Una vez dentro, las drogas
comienzan a interferir
con el funcionamiento
normal del cerebro,
dirigiéndose a su red
de neuronas y sinapsis.
Las neuronas son células cerebrales que
poseen un núcleo, dendritas y un axón.
Las sinapsis son estructuras situadas
a lo largo de las dendritas o del axón,
las cuales permiten el intercambio de
señales electro-químicas entre neuronas.
Esas señales toman la forma de sustancias
químicas llamadas neurotransmisores.
Cada neurotransmisor
desempeña distintos roles
en la regulación de nuestros
comportamientos, emociones
y cognición.
Pero todos trabajan en una de dos maneras.
Pueden inhibir la neurona receptora,
limitando su actividad,
o excitarla,
creando una nueva señal electro-química
que se propaga a través de la red.
Cualquier neurotransmisor
sobrante usualmente se degrada,
o es reasimilado en la
neurona transmisora.
La eficacia de una droga
se deriva de su capacidad
para manipular estas
transmisiones sinápticas
en diferentes fases del proceso.
Esto da como resultado un
aumento o una disminución
en la cantidad de neurotransmisores
que se están propagando.
Por ejemplo, antidepresivos
comunes como los ISRS,
detienen la reabsorción de serotonina,
un neurotransmisor que modula
nuestros estados de ánimo.
Efectivamente, esto impulsa más
de él dentro de la red neuronal.
Mientras tanto, analgésicos
como la morfina,
elevan los niveles de
serotonina y noradrenalina,
que regulan la energía,
excitación, lucidez y placer.
Estos mismos neurotransmisores también
afectan los receptores de endorfinas,
reduciendo la percepción del dolor.
Y los tranquilizantes funcionan al
aumentar la producción de GABA,
para inhibir la actividad neuronal,
poniendo a la persona en
un estado relajado o sedado.
¿Qué pasa con las drogas
ilegales o ilícitas?
Estas tienen impactos
poderosos en el cerebro,
que todavía estamos tratando de entender.
La metanfetamina, una anfetamina
induce una liberación
duradera de dopamina,
un neurotransmisor ligado a la
percepción de recompensa y placer.
También activa los receptores de
noradrenalina, lo cual incrementa
la frecuencia cardíaca,
dilata las pupilas
y desencadena la respuesta
de ataque o defensa del cuerpo.
La cocaína bloquea la recaptación
de dopamina y serotonina,
impulsando más en la red
donde potencian la energía,
crean sentimientos de euforia
y suprimen el apetito.
Y las drogas alucinógenas tienen algunos
de los efectos más desconcertantes.
Sustancias como el LSD,
la mescalina,
y el DMT,
todas bloquean la
liberación de serotonina,
la cual regula el humor y la impulsividad.
Además tienen un impacto
en los circuitos neuronales
involucrados en la percepción, aprendizaje
y regulación del comportamiento,
lo que podría explicar por qué estas
drogas tienen impactos tan poderosos.
Incluso si algunos de estos
efectos suenan fascinantes,
hay razones del por qué
algunas de estas drogas
son sumamente controladas
y a menudo ilegales.
Las drogas tienen el poder de
alterar la química cerebral,
y el uso repetido puede reestructurar
permanentemente las redes neuronales,
que apoyan nuestra
habilidad de pensar,
tomar decisiones, aprender
y recordar cosas.
Hay mucho que aún no sabemos
de las drogas y sus efectos,
tanto bueno como malo.
Pero aquellas que conocemos, son las
que hemos estudiado detenidamente
y se han convertido en
medicamentos eficaces.
A medida que nuestro conocimiento
sobre drogas y el cerebro crece,
las posibilidades también aumentarán
para tratar muchos problemas médicos que
desconciertan a los investigadores de hoy.