¡Hola! Les invito a girarse
y mirar a su vecino
y detenerse unos segundos
para hacerse mutuamente la pregunta:
"¿a qué te dedicas en la vida?"
(Público: Murmullos)
Ya veo que se están conociendo.
Genial.
Lo siento pero tengo que continuar.
¿Quién de Uds. ha oído una respuesta
acerca de una actividad profesional?
(Risas)
Les propongo cambiar el mundo
aprendiendo a responder
a la pregunta de otro modo,
a esta pregunta:
"¿a qué te dedicas en la vida?"
La mayoría de Uds.
han hablado de su trabajo,
como si la vida se redujera al trabajo.
Pero en el fondo, ¿qué es el trabajo?
El trabajo es tomar una pequeña
cantidad de materia en la Tierra
y transformarla, desplazarla,
hacer con ella un producto
o indirectamente un servicio.
Históricamente, el trabajo
de todos era necesario
para garantizar la supervivencia
de la humanidad.
Si alguien no trabajaba,
era un peso muerto
y generalmente era excluido
de la comunidad.
Después, poco a poco, hemos empezado
a optimizar nuestro trabajo,
a producir más, trabajando menos.
La industrialización ha supuesto
tal aumento de productividad
que el trabajo de todos se ha hecho
cada vez menos necesario.
Sin embargo, no se puede obviar
los estigmas de miles de años
de un sistema social.
Todavía hoy
la mayor parte de nosotros
quiere tener un trabajo
por miedo a ser excluido de la sociedad,
por miedo quizás a perder su identidad.
Pero si la productividad aumenta,
¿cómo hacer para que todo el mundo
pueda tener un trabajo?
Dos soluciones:
la primera, es consumir más,
vamos a generar nuevas necesidades.
Es lo que se llama la teoría
económica del crecimiento.
Por dos razones que sin duda
les parecerán muy evidentes,
el crecimiento es estúpido,
salvo si uno es político.
La primera razón es porque
consumir lleva tiempo.
En Bélgica, nuestra esperanza de vida
es de 2500 millones de segundos.
Eso significa que hay un límite material
en lo que nosotros podemos consumir.
Más allá de un límite,
no tenemos materialmente más
segundos de vida para poder consumir.
Pero hay algo más importante:
la Tierra.
Hay una cantidad limitada de materia,
con capacidad de reciclaje
también limitada.
Trabajar y consumir,
eso supone transformar en desechos
una pequeña parte del planeta.
El crecimiento no solo es
económicamente absurdo,
supone también la destrucción
pura y simple de nuestro planeta.
Afortunadamente, he mencionado una segunda
solución para que todos tengamos empleo.
Vamos a ser, sencillamente,
lo más ineficaces posible.
(Risas)
Sí, vamos a anular la productividad
de la industrialización
añadiendo capas de ineficacia:
la burocracia, la estructura de gestión,
la normativa,
es decir, somos muy creativos
cuando se trata de ser ineficaces.
Yo llamo a eso la excavación
y el relleno de agujeros.
Si uno es político y quiere crear empleo,
no hay nada más fácil:
se pide a alguien que haga agujeros,
después se pide a una segunda persona
que los rellene.
Acaban de crear así dos empleos. Bravo.
Solo hay que tener cuidado
de que los dos no se encuentren nunca,
así tendrán la sensación de ser útiles.
Se ríen,
pero yo conocí una empresa donde
había personas en el servicio de compras
que se contentaban con pasar el tiempo
tramitando los pedidos
para el servicio de TI
que se ocupaba del mantenimiento
de sus ordenadores.
Así que yo dije en el comedor:
"Si suprimimos estos puestos,
nadie en la empresa se dará cuenta".
Hubo un silencio (Risas)
y me replicaron:
"¿No estarás pensando en mandar
a nuestros colegas al paro?"
¿Entonces la ineficacia es la solución?
No, pues al igual que el crecimiento,
la ineficacia tiene dos problemas:
el primero es que por mucho que seamos
lo más ineficaces posible,
y hoy somos buenos,
los empleos siguen desapareciendo.
Pronto, la inteligencia artificial
podrá reemplazar a la mayor parte
de seres humanos.
La inteligencia artificial
ya puede conducir coches,
puede escribir novelas, componer música,
responder correos electrónicos,
responder los correos enviados
por otras inteligencias artificiales.
Discutí con un profesor de universidad
que estaba muy orgulloso
porque una de sus obras pronto
sería interpretada en Londres.
Una obra de teatro.
Y no era él quien la había escrito,
sino uno de sus ordenadores.
La ineficiencia se hace ineficaz.
Pero sobre todo, buscamos taparlo,
en el fondo nos damos cuenta
de que todo esto no tiene sentido.
Según un sondeo reciente
del Instituto Gallup,
a nivel mundial,
invertimos solo el 13 %
en nuestro trabajo,
más del 60 % desearían cambiar de trabajo,
y uno de cada cuatro trabajadores
odia profundamente lo que hace.
"¡Hola! ¿A qué te dedicas?"
"Hago cosas que detesto, incluso
que repruebo moralmente,
pero hay que trabajar en algo".
Trabajamos todo el día
en una fábrica de armamento,
y por la tarde, militamos
en una asociación pacifista.
Después de algunos años, desencantados,
abandonamos la asociación.
Cuando queremos crear empleo,
en el fondo, gastamos nuestra energía
en destruir el planeta,
y lo hacemos de forma que
el mayor número posible de gente
haga cosas inútiles que no tienen sentido.
¿Qué hacer?
¿Podríamos imaginar algo
distinto a la ineficacia?
¿Podríamos [reflexionar] sobre
cómo imaginar una sociedad distinta?
Después de todo, si lo pensamos,
eso tiene sentido,
el pleno empleo solo
es una finísima línea,
entre la miseria y el hambre, de un lado,
y el paro, del otro.
¿Piensan Uds. realmente que mantener
este equilibrio inestable
en esta estrecha línea es
un proyecto de sociedad sostenible?
Pero ¿cómo crear una sociedad
fundada en la abundancia?
¿Cómo inventar una sociedad para un mundo
donde hay más personas que mueren
por haber consumido demasiado
que por no tener bastante?
Hoy, en el planeta,
hay más gente que padece
obesidad que malnutrición.
Una idea que me gusta mucho
es la renta mínima.
Después de todo,
si nuestra ambición es asegurarnos
que cada uno pueda vivir decentemente,
¿por qué no ofrecer, sin nada a cambio,
un salario mínimo, pero suficiente,
para todas, para todos, invariable?
Pues sí, porque en Bélgica,
si uno quiere cobrar el paro,
tiene que demostrar que no trabaja.
Hay gente pagada con nuestros impuestos,
cuyo oficio es garantizar que
uno no tiene ninguna actividad,
ni siquiera de voluntariado,
nada que no sea buscar empleo.
La renta mínima parece
una utopía impagable,
pero decenas de economistas
debaten esta cuestión desde hace años
y quizá podría financiarse
solo con la simplificación
administrativa que supondría
y la supresión de las ayudas
a la creación de empleo.
Porque, entre nosotros,
las ayudas a la creación de empleo
salen más caras al Estado
que las que benefician a los trabajadores.
La renta básica ya ha sido
probada en Finlandia,
en ciudades de los Países Bajos.
Ontario, una provincia de Canadá,
acaba de anunciar un programa piloto
[que apunta a] dar un salario
a todos, sin excepción.
Suiza reflexiona seriamente sobre esto.
Por otro lado, el gran debate es saber
a cuánto va a ascender esta renta básica.
Me gustaría retomar las palabras
de Philippe van Parijs,
profesor en la Universidad de Lovaina,
quien dijo:
"Un día nos preguntaremos
cómo hemos podido vivir
sin renta básica".
Sí, un día, el mundo sin renta básica
nos parecerá bárbaro, prehistórico,
inhumano.
Pues,
las experiencias realizadas
muestran que con una renta básica,
las personas son más creativas,
más emprendedoras, más solidarias,
y mucho más felices.
¿Más holgazanas?
Sí, venga.
Pero si queremos cambiar el mundo,
tenemos que aprender a ser holgazanes.
Pues,
nos quedan unas pocas decenas,
o centenas de millares
de segundos por vivir.
¿Qué harían Uds. con ellos?
¿Qué les gustaría responder
la próxima vez que les pregunten
"¿a qué te dedicas?"
"¿A qué te dedicas?"
"Hago cosas que tienen sentido para mí,
e intento modestamente
hacer que mi mundo sea mejor
y quizás también el de Uds."
(Aplausos)