¿Te gustaría saber cuál es el futuro? ¿Qué pasará mañana, el próximo año, o dentro de 1000 años? Bueno, no eres el único. Todos quieren saber, desde los gobiernos a los militares, a las industrias, hasta los líderes de la industria, y todos emplean para esto ciertas personas llamadas futuristas, que tratan de predecir el futuro. Algunos pueden hacer esto con una precisión sorprendente. A mediados del siglo XX, un grupo de discusión conocido como Corporación RAND preguntó eso a decenas de científicos y futuristas que juntos predijeron muchas de las tecnologías que disfrutamos hoy, como los órganos artificiales, el uso de píldoras anticonceptivas y bibliotecas que pueden buscar material de investigación para el lector. Los futuristas llegaron a sus predicciones empleando el análisis de los movimientos y las tendencias de la sociedad para trazar los caminos que posiblemente seguirán en el futuro, con diferentes grados de probabilidad. Su trabajo sustenta las decisiones políticas y a los líderes mundiales, y les permite evaluar las opciones para el futuro que de otro modo no puede imaginarse en tanto detalle. Por supuesto que hay límites obvios como la certeza de que uno no puede saberlo todo sobre el futuro. Siempre surgen descubrimientos inimaginables, que no tienen ningún sentido para cualquier persona en la actualidad. Imagínate por ejemplo, teletransportar a un físico de mediados del siglo XIX a pleno siglo XXI. Le explicas que un material extraño llamado uranio 235, puede por sí mismo producir la energía suficiente para alimentar a una ciudad entera o destruirla de un solo golpe. "¿Cómo puede aparecer esta energía de la nada?", quisiera saberlo. "Esto no es ciencia, es magia". Y en efecto tendría razón. Los científicos del siglo XIX no tenían ningún conocimiento de la radiactividad o la física nuclear. En aquellos tiempos los futuristas no podrían haber predicho los rayos X, o la bomba atómica, y mucho menos la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica. Como dijo Arthur C. Clarke, "Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". ¿Cómo prepararnos entonces para un futuro que será tan mágico para nosotros cómo el mundo de hoy para alguien del siglo XIX? A lo mejor creemos que nuestras tecnologías modernas y técnicas avanzadas de análisis de datos nos permitirán predecir el futuro con mucha más precisión que nuestros colegas del siglo XIX y es cierto. No obstante, también es cierto que nuestro progreso tecnológico viene acompañado de nuevos problemas cada vez más complejos e impredecibles. Las posibilidades de que las generaciones futuras sean capaces de imaginar lo inimaginable, están cada vez más en juego. Por lo tanto, la pregunta sigue en pie: ¿Cómo lo hacemos? Y de hecho disponemos de una respuesta prometedora desde el siglo XIX, desde la revolución industrial que puso las bases de nuestro mundo moderno. Durante este tiempo de gran desarrollo lleno de invenciones surgió una nueva forma literaria también: la ciencia ficción. Inspirado por las últimos descubrimientos, Julio Verne, H. G. Wells y otros pensadores prolíficos describieron entornos fantásticos como las nuevas fronteras de la iniciativa humana. A lo largo del siglo XX e incluso en el siglo XXI, los novelistas continuaron compartiendo sus visiones para el futuro y predijeron correctamente muchos aspectos del mundo en el que íbamos a vivir décadas más tarde. En "Un mundo feliz", Aldous Huxley predijo el uso de los antidepresivos en 1932, mucho antes de que esta droga llegue a ser popular. En 1953, "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury predijo los auriculares, "los radios de dedal" o los caracolitos en sus palabras. Y en "2001-Una odisea del espacio", Arthur C. Clarke describió en 1968 un periódico portátil de pantalla plana. En las obras que a menudo combinan el entretenimiento y el debate social, se nos pide que renunciemos a nuestra incredulidad y tengamos en cuenta las consecuencias de los cambios radicales en las instituciones tan familiares y profundamente arraigadas. En este sentido, la mejor ciencia ficción cumple las palabras del filósofo Michel Foucault: "No soy un profeta. Mi trabajo es crear ventanas donde antes solo había muros". Libre de las restricciones del presente y lo que suponemos que es imposible, la ciencia ficción es una herramienta útil para el pensamiento innovador. Muchos futuristas reconocen esto, y algunos ya empiezan emplear escritores de ciencia ficción en sus equipos. No hace mucho, un proyecto llamado iKnow propuso escenarios muy similares a las historias de ciencia ficción. Entre ellos, descubrir una civilización extraterrestre, desarrollar una forma de comunicación perfecta entre humanos y animales y expandir la vida indefinidamente. ¿Qué depara el futuro? Por supuesto que no podemos saberlo con seguridad. Pero la ciencia ficción nos presenta muchas posibilidades. En última instancia, es nuestra responsabilidad determinar cuál de ellas haremos realidad.