Cuando era chico me encantaba
jugar con los Legos.
Era algo que realmente me encantaba.
Recuerdo que tenía una caja
que tenía un castillo dibujado
y, obviamente, venía con instrucciones
para armar un castillo
y a mí me gustaba usar esas
mismas piezas para armar
algo absolutamente distinto,
que nada tenía que ver con un castillo.
Eso era lo que me gustaba de los Legos.
Esa libertad creativa que me daban.
Por supuesto, en algún momento dejé
de jugar con los Legos, obviamente.
Terminé el primario,
terminé el secundario
y tuve la suerte de
entrar a la universidad.
Y estudié Computación, acá en
la Universidad de Buenos Aires.
Y encontré en la programación
esa misma libertad creativa
que había encontrado en los Legos
cuando yo era chiquitito.
Para mí programar tiene mucho
que ver con agarrar bloques de código,
piezas de código que ya existen,
y ensamblarlas, combinarlas,
para construir nuevo software
con nueva funcionalidad.
Hace 2 años, cuando estaba
en mis últimos días de estudiante,
llamémoslo así, me crucé
con otro tipo de bloque
que me volvió a hacer sentir
esa misma libertad creativa
que me hacían sentir los Legos,
cuando yo era chiquitito.
Hace 2 años conocí a la biología sintética
y me crucé por primera vez
en mi vida con los biobloques,
o biobrick como le dicen en inglés.
Un biobloque no está hecho
ni de plástico ni de código.
Un biobloque está hecho de ADN, una de
las moléculas fundamentales de la vida.
La molécula que almacena toda la información
genética que tiene un ser vivo.
Un biobloque es un pequeño pedacito de ADN,
una porción de ADN que codifica o captura
una funcionalidad biológica básica.
Como puede ser, por ejemplo,
la capacidad que tienen
las luciérnagas de generar luz.
O la capacidad que
tienen tantas plantas
y animales de generar
olores y colores.
O la capacidad que tienen
algunos microorganismos
de degradar sustancias y materiales.
Lo interesante, y lo realmente
potencial de los biobloques,
es que de la misma manera
que con los bloques de Lego,
podemos ir ensamblándolos
y combinándolos de manera distinta
para construir nuevos
organismos que no existen
en la naturaleza con funcionalidades
absolutamente novedosas.
Cuando uno se pone a jugar
con estos biobloques
pueden salir cosas
muy locas.
Por ejemplo, se ha llegado a desarrollar
films, películas fotográficas
— o sea, sensibles a la luz—
que en vez de hechas
de químicos están hechas de bacterias.
O sea, son películas fotográficas
que están vivas.
Algunos han construido
con biobloques microorganismos
capaces de generar luz.
Igual que las luciérnagas,
pero no son luciérnagas.
Son bacterias que solo
necesitan para producir luz
un par de nutrientes
en su agua, donde viven.
Incluso algunos han desarrollado,
con los biobloques,
microorganismos capaces
de generar distintos colores.
Creo que no se ve muy bien,
pero son colores realmente muy distintos.
Tan distintos como los del arcoíris.
Y trabajando con biobloques hay
gente que fue más allá
y se animaron a construir
unas bacterias capaces de producir
unos pequeños filamentos,
hechos de tela de araña.
Del mismo material que las telas
de araña, que es algo muy resistente.
Pero no son arañas, son bacterias,
como las que encontramos
en el yogurt, por ejemplo.
Más cosas: con biobloques
han desarrollado comunidades de bacterias
que se comportan como
si fueran un circuito digital.
Un circuito como los que encontramos
en las computadoras, en los iPads.
Todo esto que yo
les cuento rápidamente,
y parece ciencia ficción,
no es ciencia ficción.
Son cosas que ya existen,
que ya se desarrollaron.
Y estoy seguro que
Uds. piensan:
"Ah, bueno, está bien,
pero estas cosas seguro que la hacen
los premios Nobel, en los grandes
centros de investigación,
con la tecnología con la
tecnología de recontra punta".
No la realidad es que no.
Estas cosas las hacen
estudiantes universitarios.
Estudiantes universitarios de grado.
O sea, chicos de 19, de 23,
de menos de 25 años.
Ya sé, ahora lo que piensan es:
"Bueno, pero seguro
que son estudiantes
del MIT, de Harvard,
del Imperial College,
de Boston University".
Bueno, de esas universidades,
seguro que hay gente
trabajando con los biobloques.
Pero acá en la Facultad
de Ciencias Exactas y Naturales
de nuestra Universidad de Buenos Aries
hay un grupo de estudiantes
que está trabajando
y ensamblando biobloques.
Nosotros en Exactas, y digo nosotros
porque junto a esos estudiantes
hay un grupo de graduados
que los acompañamos,
nos pusimos como objetivo
usar a los biobloques
para atacar alguna problemática
de nuestro país.
Alguna problemática de Argentina.
No sé si Uds. saben, pero nuestro país
es uno de los 5 países
con más arsénico en su
territorio en todo el mundo.
El arsénico es un contaminante
natural que está en la tierra
y que cuando uno lo ingiere
trae gravísimas consecuencias
para la salud, a largo plazo.
Como puede ser, por ejemplo, cáncer.
El problema es que hay cientos
de miles de argentinos
que están consumiendo
arsénico y no lo saben.
Y no lo saben porque nadie verificó
si su agua estaba contaminada o no
y porque ellos no tienen
una forma simple, segura y barata
de hacer el examen por ellos mismos.
Y eso fue lo que intentamos
atacar con los biobloques.
¿Qué hicimos? Bueno, fuimos
a la caja de los biobloques.
Un repositorio central
de libre acceso,
porque esta es una tecnología libre,
no hay que pagar para usarla,
y empezamos a buscar en el repositorio
de los biobloques a ver qué había.
Y encontramos por un lado
un biobloque que capturaba
la capacidad que tienen
ciertos organismos de saber
si hay o no arsénico
alrededor de ellos.
Y por otro lado, encontramos
otro biobloque que captura
la capacidad que tienen otros
organismos de generar color.
Agarramos estos
biobloques y los ensamblamos.
Y detalles técnicos y vericuetos
en el medio, logramos construir
un nuevo organismo que
no existía en la naturaleza
y que al estar en agua
con arsénico produce un color.
¿Qué tiene que ver este organismo
con el problema que queríamos atacar?
Este nuevo organismo es
la tecnología principal detrás
del kit de detección de arsénico
que estamos construyendo.
Y acá quiero decir que estamos
construyendo junto a unos compañeros
de la Facultad de Arquitectura,
Diseño y Urbanismo.
Un kit de detección de arsénico que
diseñamos para que entre en una mano,
para que ese pueda enviar
a cualquier parte del país,
para que sea simple y seguro de usar
y, sobre todo, barato de producir.
Porque para usarlo no hace falta
ningún tipo de conocimiento técnico.
Simplemente hay que ir, agarrar
una muestra de agua de la canilla,
de la bomba, de donde sea, ponerla en
el dispositivo y esperar unas horas.
Y se va a generar un color. Lo único que
hay que hacer es observar ese color
y la intensidad de ese color
y de esa manera uno va a poder saber
si el agua que estaba a punto de tomar
está contaminada con arsénico o no.
Realmente esperamos que este dispositivo
en algún momento podamos
producirlo en masa y distribuirlo
y que sea la solución para esos
cientos de miles de compatriotas
que están envenenándose
con el agua que toman, sin saberlo.
Ahora bien, piensen un segundo.
Si nosotros, un grupo de menos
de 20 personas, trabajando un montón
pero en menos de un año
y con un proyecto en paralelo,
porque no era la parte central
de nuestro trabajo,
y usando solo algunos biobloques,
pudimos embarcarnos en el desarrollo
de este kit de detección de arsénico,
¿cuántas otras cosas se pueden
construir si empezamos a combinar
los cientos de biobloques
que están libremente
disponibles en esa caja?
¿Cuántos problemas
de Argentina y del mundo
podríamos empezar a atacar
con esta tecnología?
Yo estoy absolutamente convencido,
de que la biología sintética es una
de las tecnologías más importantes
para los próximos años.
Y estoy también convencido de
que nuestro país, Argentina,
y toda la región —América latina—
tiene no solo la capacidad
sino la oportunidad de ser pioneros
en el desarrollo de esta tecnología.
Lo que necesitamos es que todos Uds.,
todos los que están hoy acá
y también los que
no están hoy acá, se animen
—como me animé yo hace 2 años—
a empezar a jugar con los biobloques.
Sobre todo los jóvenes, que veo que hay varios en el auditorio.
Yo quiero es jóvenes jugando
con biobloques en los secundarios.
Quiero jóvenes ensamblando
y construyendo con biobloques
en todas las universidades del país.
Quiero jóvenes jugando
con biobloques fuera
de los ámbitos educativos formales.
Y por qué no, digamos, jóvenes
en los últimos años del primario
dando sus primeros pasos
en biología sintética.
Sé que lo que quiero es algo
muy ambicioso, algo muy grande.
Pero si hay algo que aprendí
en esta vida es que
si uno quiere construir algo grande,
si uno quiere construir
algo realmente muy grande,
no necesita solo un montón de piezas
sino también un montón de manos.
Gracias.
(Aplausos)