Muchas generaciones han sentido
que han llegado a la cima
de los avances tecnológicos,
sin embargo, miras 100 años atrás,
y las tecnologías que das
por sentado hoy en día
parecen como magia imposible.
Así que ¿habrá un punto
donde se llega a un límite real
del progreso tecnológico?
Y si es así,
¿estamos cerca de ese límite ahora?
Hace medio siglo,
el astrónomo ruso Nikolai Kardashev
se hacia una pregunta similar
cuando se le ocurrió una manera
de medir el progreso tecnológico,
aunque no tengamos una idea exacta
de a lo que podría parecerse.
Cualquier cosa que hagamos en el futuro
requerirá de energía,
por lo que la escala de Kardashev
clasifica civilizaciones potenciales,
sean civilizaciones alienígenas
en el universo o la nuestra,
en tres niveles
basados en el consumo de energía.
La pequeña cantidad de energía
que consumimos actualmente
palidece al lado
de la que dejamos sin explotar.
Un tipo I, o una civilización planetaria,
puede acceder a todos los recursos
de energía de su planeta de origen.
En nuestro caso, son los 174 000
teravatios que la Tierra recibe del Sol
Actualmente, solo aprovechamos
unos 15 teravatios de ella,
principalmente quemando energía solar
almacenada en los combustibles fósiles.
Para acercarse a ser
una civilización de Tipo I,
necesitamos captar la energía solar
más directa y eficazmente
cubriendo el planeta con paneles solares.
Sobre la base de
los modelos más optimistas,
podríamos llegar en justos 4 siglos.
¿Qué sería lo siguiente?
Pues bien, la Tierra solo se capta
un trozo de la energía del Sol,
mientras que el resto
de sus 400 yottawatts
se pierden en el espacio muerto.
Sin embargo, un tipo II,
o civilización estelar,
captaría la mayor parte
de la energía de su estrella.
En lugar de instalar paneles solares
alrededor del planeta,
una civilización de Tipo II los instalaría
directamente en órbita
alrededor de su estrella,
formando una estructura teórica
llamada una esfera Dyson.
¿Y el tercer paso?
Una civilización de Tipo III aprovecharía
toda la energía de su galaxia hogar.
Pero también podemos pensar en el
progreso de forma opuesta.
¿Hasta cómo de pequeño
podemos investigar?
A tal fin,
el cosmólogo británico John Barrow
clasificó las civilizaciones por
el tamaño de los objetos que controlan.
Va desde las estructuras mecánicas
a nuestra propia escala,
a los bloques de construcción
de nuestra propia biología,
hacia abajo para
desbloquear los átomos mismos.
Actualmente hemos tocado el nivel atómico,
aunque nuestro control
sigue siendo limitado.
Pero potencialmente podríamos ir
a mucho más pequeño en el futuro.
Para tener una idea de
hasta qué punto eso es cierto,
el universo observable es de
26 órdenes de magnitud
más grande que un cuerpo humano.
Esto significa que si te alejas
por un factor de diez 26 veces,
estarías en la escala del universo.
Pero para alcanzar
la escala de longitud mínima,
conocida como la longitud de Planck,
lo que se necesita es aumentar 35 veces.
Como dijo una vez
el físico Richard Feynman,
"Hay un montón de espacio abajo".
En lugar de uno o el otro,
lo más probable
es que nuestra civilización
continuará desarrollándose
a lo largo de ambas escalas,
Kardashev y Barrow.
La precisión a una escala más pequeña
nos permite utilizar la energía
de manera más eficiente
y desbloquea nuevas fuentes de energía,
como la fusión nuclear,
o incluso la antimateria.
Y este aumento de la energía nos permite
ampliar y construir a una escala mayor.
Una civilización verdaderamente avanzada
y, a continuación,
sería aprovechar tanto la energía estelar
y tecnologías subatómicas.
Pero estas predicciones no
se hicieron solo para nosotros.
Sirven como un medio posible
de detectar vida inteligente
en el universo.
Si nos encontramos con una esfera de
Dyson en torno a una estrella distante,
sería una señal bastante
convincente de vida.
O, ¿qué pasaría si, en lugar de
una estructura que pasivamente
absorbe toda la energía de la estrella,
como una planta,
una civilización construyera una que
aspirara la energía de la estrella
como un colibrí.
Por alarmante que parezca, hemos
observado cuerpos celestes muy densos
aproximadamente del tamaño de un planeta
que drenan energía
de una estrella mucho más grande.
Sería demasiado prematuro concluir
que esto es evidencia
de vida en el universo.
Hay explicaciones
para estas observaciones
que no implican
formas de vida extraterrestre.
Pero eso no nos impide preguntar:
"¿Qué pasaría si...?".