¡Hola!. Soy Gonzalo Fanjul,
activista contra la pobreza.
Bienvenidos al festival de clipmetrajes
de Manos Unidas.
Pues porque creo que son mecanismos
muy eficaces para educar a la sociedad.
Porque creo que
creo que
estamos obligados a crecer
y a desenvolvernos en la sociedad;
sabiendo que lo que ocurre a 14
kilómetros de distancia de nuestro país,
en cuanto cruzas el estrecho,
es un infierno de una envergadura que
que desconocemos por muy difíciles que
sean nuestras circunstancias.
Creo que es muy bueno
que nuestros hijos, que nosotros mismos,
aprendamos a entender el mundo
como una responsabilidad compartida.
Y si una manera eficaz de hacer eso
es divertirnos, emocionarnos,
entretenernos, asustarnos
con clipmetrajes como los que
se ofrecen en el vídeo
pues bienvenido sean.
Y desde luego luego merecen todo el apoyo.
Bueno, hay en este momento cerca de 900 millones de personas
que se acuestan cada noche
sin saber qué van a dar de comer a sus
hijos al día siguiente.
Es un drama de unas proporciones que
no tienen precedentes.
Estamos rozando
los picos históricos de hambre
que hemos conocido a lo largode toda la historia, ¿no?
Lo que tenemos en este momento es
un sistema alimentario roto,
en donde producimos muchos más
alimentos de los que serían necesarios
para alimentar al conjunto de la
población mundial,
y sin embargo,
esos alimentos no llegan a esos 800 y pico,
esos casi 900 millones de personas.
Por lo tanto hay un primer
problema fundamental de desigualdad
en el sistema alimentario,
de incapacidad de los consumidores
pobres para alcanzar esos alimentos
y de los productores pobres, de los
campesinos, para producirlos.
Hay que recordar que cerca de la mitad
de quienes pasan hambre en el mundo
son pequeños productores que tienen tierra,
que tendrían el potencial para producir sus alimentos.
y, sin embargo, carecen de los recursos
para hacerlo, ¿no?.
Por lo tanto hay un primer problema
ahora de desigualdad.
Pero yo creo que hay un problema más serio,
que es al que nos enfrentamos en el futuro,
y es que estamos sentados sobre una
verdadera bomba de relojería alimentaria.
Como un dice Manos Unidas en su informe
sobre el futuro del hambre en el mundo,
sobre la campaña contra el hambre,
hay una serie de factores naturales y
económicos que hacen que en el futuro
tengamos un verdadero problema
para producir los alimentos que serán necesarios
para alimentar a los 9.000 millones
de personas que seremos en 2050.
Por lo tanto, es muy difícil entender el
problema del hambre en el futuro
sin entender el problema del cambio
climático
o sin entender el problema de la
limitación de los recursos naturales o
de la limitación de la tierra
disponible, ¿no?
Así que son una combinación de
factores que son complejos
pero todos ellos tienen solución.
En el año 2008-2009, el planeta
conoció un incremento desmesurado de
los precios de los alimentos
que no habíamos conocido en el pasado.
Algunos alimentos básicos, como el maíz, el mijo o como el arroz,
multiplicaron sus precios por 2 o por 3
en regiones donde una familia, de media,
gasta el 75% de sus recursos en la
compra de alimentos.
Eso quiere decir que,
incluso subidas de precios muy pequeñas,
tienen un impacto desproporcionado
sobre el bienestar de las familias, ¿no?.
De lo que el mundo se dio cuenta
en aquel momento
es que los recursos disponibles para la producción de alimentos
han llegado a su límite.
La tierra disponible, la tierra
productiva, llegado a su límite.
Y eso desencadenó una carrera
de las grandes potencias y de grandes
compañías multinacionales
para hacerse con la tierra más productiva, digamos,
con la mejor tierra de regiones como
África, de América latina o Asia, ¿no?.
Eso es lo que llamamos el fenómeno del acaparamiento de tierra.
En el año 2009 se compró en África
tanta tierra
como los 22 años anteriores, ¿no?.
Lo que ocurrió en aquel momento es que
esas compañías
se hicieron con la tierra porque no
había nadie que se lo impidiese,
porque no había ninguna norma global
que estableciesen mínimos para la
compra de tierras,
que garantizase que esas inversiones
iban a beneficiar a la gente de la que
dependía o a los consumidores pobres,
que estaban en el otro rincón del planeta.
El sistema alimentario está fuera de
control,
carece de reglas que lo que lo sujeten,
digamos, al interés común.
En mi opinión, el acaparamiento de
tierras es un buen ejemplo, ¿no?
¿Qué es lo que podemos hacer nosotros
con respecto a estas medidas?
Bueno, voy a dar dos ejemplos muy prácticos de lo que se puede hacer.
Yo creo que, en mi primer lugar, como consumidores,
podemos no contribuir al fenómeno de desperdicio de alimentos.
En España, entre un 30 y un 35%
de todos los alimentos
que circulan en nuestro sistema, acaba en la basura.
Alimentos que están en buen estado,
que se podrían consumir,
y que acaban en la basura por una serie
de, digamos, razones complejas
que van desde el sistema de fechas de caducidad de los supermercados
hasta la práctica que tenemos de las familias
de tirar comida a la basura con mucha facilidad, ¿no?.
Si nosotros fuésemos conscientes de esto,
si nosotros comprásemos de una manera más responsable,
y consumiésemos de una manera responsable,
podríamos reducir el desperdicio de
alimentos
y toda la huella ecológica y la huella
ética, en mi opinión,
que se deriva de este fenómeno, ¿no?.
Por lo tanto esa sería una primera cuestión que podríamos hacer.
La segunda cuestión está relacionada
con nuestro papel como ciudadanos.
En los últimos cuatro años,
la última etapa del gobierno socialista
y el gobierno del Partido popular,
han desmantelado el sistema de
cooperación para el desarrollo en nuestro país.
La ayuda ha caído casi un 70%.
Se están cerrando programas en medio
mundo de los que dependen centenares
de miles de personas que habían sido
apoyadas
por la cooperación española hasta ahora.
Para luchar contra el hambre necesitamos
un buen sistema de ayuda al desarrollo.
Nosotros, como ciudadanos, estamos
obligados a exigir al gobierno
que mantenga, por lo menos unos niveles
mínimos, de ayuda al desarrollo.
El gobierno puede hacer las dos cosas;
puede luchar contra la pobreza en nuestro país
sin desatender
sus obligaciones como un país rico,
porque seguimos siendo un país rico,
con los países que son mucho
más pobres que los nuestros
al otro lado del estrecho, en América latina o en Asia.
Bueno, un clipmetraje puede hacer algo que es muy fundamental
de maneras muy diferentes,
que es despertar la conciencia.
De una manera divertida o de una
manera sorprendente,
puede llamar la atención del espectador
y, de repente, despertar en él
una reflexión, un pensamiento,
y hacer que se dé cuenta de algo que no necesariamente
había pensado había pensado antes.
Yo creo que los clipmetrajes son
un ejercicio de creatividad
al servicio de algo tan difícil como
concienciar a la opinión pública.
Pues voy a valorar la creatividad,
voy a valorar la capacidad de sorprendernos.
Voy a valorar la frescura y la honestidad del mensaje.
Voy a valorar la compasión del realizador,
la capacidad de ponerse en el lugar del otro,
que es un valor absolutamente esencial en este momento.
Ese es el tipo de cuestiones que a mí me me parecen fundamentales, ¿no?.
Y, desde luego, voy a valorar la capacidad artística de trasladar
todos esos valores a una pieza que resulte cinematográficamente atractiva.
Os animo a participar en el festival de clipmetrajes de Manos Unidas.
Es una oportunidad estupenda para hacernos pensar a todos
y para luchar de manera eficaz contra el hambre en el mundo.
Subtitulado por: Vanessa Pérez