Soy un fracaso como mujer
y como feminista.
Mis opiniones sobre la igualdad
de género son vehementes,
pero temo que aceptar abiertamente
la etiqueta de "feminista"
sería injusto para las feministas.
Soy feminista, pero bastante mala.
Y por lo tanto me autoetiqueto
como una mala feminista.
O, al menos, escribí un artículo,
y un libro llamado "La mala feminista"
y luego en las entrevistas, la gente
empezó a llamarme La Feminista Mala.
(Risas)
Así, lo que empezó como una broma
personal destinada a mí misma
y una provocación deliberada,
se ha convertido en algo más grande.
Permítanme dar un paso atrás.
Cuando era joven,
sobre todo en mi juventud
y a los 20 años,
tenía ideas extrañas
sobre las feministas,
estas mujeres peludas, enojadas con
los hombres y que odiaban el sexo.
Como si eso fuera algo malo.
(Risas)
Hoy en día, veo cómo son tratadas
las mujeres en todo el mundo
y la ira, en particular, parece una
respuesta perfectamente razonable.
Pero en aquel entonces,
estaba preocupada por el tono
que estaba usando la gente
al insinuar que podría ser feminista.
Ser etiquetada como
feminista era una acusación,
una palabra tabú y desagradable.
Me etiquetaron como una mujer
que no sigue las reglas,
que pide demasiado,
con alta autoestima
y se atreve a creer que es igual
o superior a un hombre.
Nadie quiere ser esa mujer rebelde,
hasta que se da cuenta de que
en realidad es esa mujer
y no puede imaginarse ser otra persona.
Con el tiempo, a medida que fui
creciendo, empecé a aceptar
que soy, de hecho, feminista,
y además, orgullosa de serlo.
Para mí, ciertas afirmaciones
son irrefutables:
las mujeres son iguales a los hombres.
Merecemos el mismo sueldo
por el mismo trabajo.
Tenemos derecho a viajar por
el mundo como lo deseemos,
libres de acoso o violencia.
Tenemos derecho a usar
de manera fácil y accesible
los anticonceptivos
y los servicios reproductivos.
Tenemos el derecho de decidir
sobre nuestros cuerpos,
sin necesidad de controles
legislativos o doctrinas evangélicas.
Tenemos el derecho al respeto.
Hay más.
Cuando se habla de las
necesidades de las mujeres,
hay que tener en cuenta
nuestras otras identidades.
No somos solo mujeres.
Somos personas con un cuerpo diferente,
expresión de género,
religión y sexualidad,
condición social,
habilidades y mucho más.
Tenemos que tener en cuenta
estas diferencias y cómo nos afectan,
de la misma manera que importa
lo que tenemos en común.
Sin este tipo de inclusión,
nuestro feminismo no es nada.
Para mí, estas verdades son
evidentes, pero para ser clara:
soy un desastre.
Estoy llena de contradicciones.
Hay un montón de cosas que
hacen de mí una mala feminista.
Tengo otra confesión.
Cuando conduzco al trabajo, escucho
música rap pandillera a todo volumen.
(Risas)
Aunque la letra degrada a las mujeres
y me ofende profundamente,
el clásico "Salt Shaker"
de los Yin Yang Twins
es increíble.
(Risas)
"Hazlo realidad con tu camiseta mojada.
¡Perra, dale, muévete hasta
que te duela la concha!"
(Risas)
Piensen en ello.
(Risas)
Pura poesía, ¿no?
Estoy completamente mortificada
por mis gustos musicales.
(Risas)
Creo firmemente en el trabajo del hombre,
que es todo lo que yo no
quiero hacer, incluyendo...
(Risas)
todas las tareas domésticas,
pero también matar insectos,
la recogida de basura,
el cuidado del césped y el
mantenimiento de maquinaría.
No quiero tener nada que ver con eso.
(Risas)
El rosa es mi color favorito.
Disfruto de las revistas de
moda y de las cosas bonitas.
Puedo ver "The Bachelor"
y las comedias románticas,
y tengo fantasías absurdas de los
cuentos de hadas que se hacen realidad.
Algunos de mis delitos
son más descarados.
Si una mujer quiere adoptar
el apellido de su marido,
es su elección, y no soy
quien para juzgar.
Si una mujer decide quedarse
en casa para criar a sus hijos,
acepto esa elección, también.
El problema no es que se vuelve
económicamente vulnerable
a través de esta misma elección,
el problema es que nuestra sociedad
está configurada de manera que hace
que las mujeres sean económicamente
vulnerables cuando eligen.
resolvamos este problema.
(Aplausos)
Rechazo el feminismo convencional
que ha ignorado o desviado históricamente
las necesidades de las mujeres
de color, las trabajadoras,
homosexuales y transexuales,
a favor de mujeres blancas,
heterosexuales, de clase media y alta.
Escuchen, si eso es buen feminismo
soy una feminista muy mala.
(Risas)
También ocurre lo siguiente:
Como feminista, siento mucha presión.
Tenemos esta tendencia de poner
feministas destacadas en un pedestal.
Esperamos que destaquen a la perfección.
Cuando nos decepcionan,
las retiramos con mucho gusto desde
el mismo pedestal donde las pusimos.
Como he dicho, soy un desastre;
ya me considero derribada de ese pedestal
antes de que intenten ponerme allí.
(Risas)
Demasiadas mujeres,
particularmente las innovadoras
y las líderes del sector,
tienen miedo de ser
etiquetadas como feministas.
Tienen miedo de ponerse de pie
y decir: "Sí, soy feminista"
por miedo a lo que
significa esa etiqueta,
por miedo a no poder cumplir
con las expectativas poco realistas.
Tomemos por ejemplo a Beyoncé,
o como yo la llamo, La Diosa.
(Risas)
En los últimos años es
una feminista declarada.
En los Video Music Awards
de 2014, en MTV,
actuó delante de la palabra
"feminista" de 3 metros de altura.
Fue un espectáculo magnífico,
ver a esta estrella del pop
abrazar abiertamente el feminismo
y hacer saber a las mujeres
y a los hombres jóvenes
que ser feminista es algo
para estar orgullosos.
Pasado el tiempo, los críticos culturales
empezaron debates interminables
si Beyoncé era o no
precisamente feminista.
Calificaron su feminismo,
en lugar de simplemente creer la palabra
de una mujer adulta y madura.
(Risas)
(Aplausos)
Exigimos perfección de las feministas,
porque todavía estamos
luchando por mucho,
queremos mucho,
necesitamos tan condenadamente mucho.
Vamos mucho más allá de la
crítica sensata y constructiva,
para disecar el feminismo
de cualquier mujer,
destrozarlo hasta que no quede nada.
No necesitamos hacer eso.
El mal feminismo, o más bien, un feminismo
más inclusivo es el punto de partida.
Pero, ¿qué pasa después?
Pasamos de reconocer nuestras
imperfecciones a dar cuentas,
pasar a la acción y ser
un poco más valientes.
Si escucho música degradante,
estoy creando una demanda para
artistas que estarían más que felices
proporcionando un suministro ilimitado.
Estos artistas no cambiarán su forma de
hablar sobre las mujeres en sus canciones
hasta que exijamos el cambio
afectando efectivamente a sus ganancias.
Sin duda es difícil.
¿Por qué tiene su música
que ser tan pegadiza?
(Risas)
Es difícil elegir algo mejor
y tan fácil justificar una peor elección.
Pero cuando las malas
decisiones se justifican
esto hace que sea más difícil
para las mujeres lograr la igualdad,
la igualdad que todas nos merecemos
y es nuestra responsabilidad.
Pienso en mis sobrinas, de 3 y 4 años.
Son 2 niñas magníficas,
decididas y brillantes,
y también muy valientes.
Quiero que crezcan en un mundo
donde se les aprecie por las
criaturas fuertes que son.
Pienso en ellas,
de repente, la mejor opción se vislumbra
como algo mucho más fácil de hacer.
Todos podemos tomar mejores decisiones.
Podemos cambiar el canal
cuando un programa de televisión
trata a la violencia sexual
contra las mujeres como deporte,
véase el Juego de Tronos.
Podemos cambiar la emisora de radio
cuando escuchamos canciones que
tratan a las mujeres como nada.
Podemos gastar nuestro dinero
para ir al cine en otra parte
cuando las películas
no tratan a las mujeres
más que como objetos decorativos.
Podemos dejar de apoyar
a los deportes profesionales
donde los atletas tratan a sus
compañeros como sacos de boxeo.
(Aplausos)
En cualquier caso, los hombres,
especialmente los hombres blancos,
heterosexuales pueden decir:
"No, no voy a publicar en su revista,
participar en su proyecto,
o trabajar con Ud.,
hasta que no incluya
un número suficiente de mujeres,
tanto para participar como
para tomar decisiones.
No voy a trabajar con Ud.
hasta que su publicación,
o su organización sea más incluyente
con una gama más amplia de personas".
Aquellas de nosotras
que están subrepresentadas
pero invitadas a participar
en este tipo de proyectos,
también podemos negarnos a ser incluidas
hasta que más como
nosotras sean bienvenidas
a superar las barreras
a los puestos de decisión
ya que no somos meros peones.
Sin estos esfuerzos,
sin adoptar estas posiciones,
nuestros logros van
a significar muy poco.
Podemos cometer estos
pequeños actos de valentía
y esperar que nuestras decisiones lleguen
a la cima, a las personas en el poder
directores y productores de cine y música,
CEOs, los legisladores,
las personas que pueden tomar
grandes decisiones, más valientes,
para crear un cambio
duradero y significativo.
También podemos afirmar
con valentía nuestro feminismo,
bueno, malo, o de cualquier índole.
La última línea de mi libro
"Mala Feminista", dice,
"Preferiría ser una mala feminista
a no serlo en absoluto".
Esto es verdad debido a muchas razones,
pero lo digo, sobre todo, porque antaño
mi voz me fue robada
y el feminismo me ayudó a recobrarla.
Hubo un incidente.
Yo lo llamo incidente para
hacer frente a lo que pasó.
Unos chicos me doblegaron
cuando era muy joven,
y no sabía que los chicos pueden
hacerle esto a una chica.
Me trataron como si fuera nada.
Empecé a creer que no era nada.
Robaron mi voz, y después
de todo no me atrevía a creer
que podría decir algo
que podría importar.
Pero... estaba escribiendo.
Y con ello volví a escribirme.
Me recreé en una versión
más fuerte de mí misma.
Leí las palabras de aquellas mujeres
que podían entender
una historia como la mía,
y de las mujeres que se parecían a mí
y entendían lo que significaba vivir
en este mundo si tienes la piel marrón.
Leí las palabras de las mujeres
que me mostraron que no era nada.
Aprendí a escribir como ellas,
y luego aprendí a escribir
como yo misma.
Encontré mi voz de nuevo,
y empecé a creer que mi voz es poderosa
más allá de lo que se puede medir.
A través de la escritura y del feminismo,
también descubrí que si
era un poco valiente,
otra mujer podría oírme y verme y
darse cuenta de que ninguna de nosotras
es la nada que el mundo trata
de decirnos que somos.
En una mano, tengo el poder
para lograr cualquier cosa.
Y en la otra, sostengo la realidad
humillante de que soy solo una mujer.
Soy una mala feminista,
soy una buena mujer,
estoy tratando de mejorar
mi forma de pensar,
lo que digo y lo que hago,
sin abandonar todo
lo que me hace humana.
Espero que todos
podamos hacer lo mismo.
Espero que todas podamos
ser un poco valientes,
cuando más se necesita
de tal valentía.
(Aplausos)