Son las seis de la mañana,
afuera está oscuro.
Mi hijo de 14 años
está dormido en su cama,
profundamente
como cualquier adolescente.
Enciendo la luz y le despierto
a base de sacudidas
porque sé que, al igual que
quitarse un vendaje,
es mejor hacerlo
lo más rápido posible.
(Risas)
Tengo una amiga que grita "¡Fuego!"
para despertar a su hijo adolescente.
Y a otra que se hartó hasta tal punto
que acabó por echarle agua helada
a su hijo
para poder sacarle de la cama.
¿Suena exagerado,
pero tal vez familiar?
Cada mañana me pregunto:
"¿Cómo puedo,
sabiendo lo que sé
y con la profesión que tengo,
hacerle esto a mi propio hijo?"
Verán,
soy investigadora del sueño.
(Risas)
Entiendo mucho acerca del sueño
y las consecuencias de su pérdida.
Sé que estoy privando a mi hijo
del sueño que tanto necesita
como un adolescente en desarrollo.
También sé que al despertarlo
horas antes
de que su reloj biológico natural
le indica que está listo,
le estoy privando de sus sueños
en el sentido literal,
el sueño relacionado con el aprendizaje,
la consolidación de la memoria
y el procesamiento emocional.
Pero no es solo mi hijo
quien se ve privado del sueño.
La privación del sueño es una epidemia
entre los adolescentes estadounidenses.
Solo uno de cada 10 logra dormir
las 8 a 10 horas cada noche
recomendadas por científicos del sueño
y pediatras.
Bien, si están pensando:
"Qué alivio, nos va bien,
mi hijo duerme 8 horas",
recuerden,
que 8 horas es la recomendación mínima.
Están aprobando por los pelos.
Ocho horas es como obtener un 5/10
en una examinación.
Existen muchos factores
que contribuyen a esta epidemia,
pero el motivo principal que priva
a los adolescentes del sueño requerido
en realidad, es una cuestión
de política pública.
No son las hormonas,
ni sus vidas sociales ni Snapchat.
Por todo el país,
muchas escuelas empiezan su jornada
a las 07:30 o incluso más temprano,
a pesar de que las organizaciones
médicas más importantes recomiendan
no comenzar en la secundaria
antes de las 08:30.
Estas políticas madrugadoras
afectan directamente a lo mucho,
o más bien lo poco que descansan
los adolescentes estadounidenses.
También están enfrentando
a adolescentes y sus padres
en una lucha imposible de ganar
con sus propios cuerpos.
Alcanzada la pubertad,
los adolescentes experimentan
un retraso en su reloj biológico,
que determina cuándo se sienten
más despiertos y somnolientos.
Esto se debe parcialmente por un cambio
en la liberación de la melatonina.
El cuerpo adolescente espera a liberar
melatonina hasta alrededor de las 23:00,
dos horas más tarde de lo observable
en adultos o niños más jóvenes.
Significa que despertar un adolescente
a las 06:00 es el equivalente biológico
a despertar un adulto a las 04:00.
En los días desafortunados
cuando debo levantarme a las 04:00,
soy un zombi.
Inútil a nivel funcional.
No puedo pensar,
estoy irritable,
y probablemente no habría
de conducir un coche.
Pero así se sienten muchos adolescentes
estadounidenses cada día escolar.
De hecho, muchos de las llamadas
"características desagradables"
que asociamos a la etapa adolescente,
como la irritabilidad, cambios de humor,
pereza, depresión...
podrían ser productores de
una privación crónica del sueño.
Para muchos jóvenes que luchan
contra la perdida crónica del sueño,
la estrategia compensatoria común
consiste en consumir mucha cafeína
en forma de grandes frappuccinos
o bebidas y chupitos energéticos.
Así que en esencia,
tenemos a una población entera
de jóvenes cansados pero nerviosos.
Los defensores de unas horas de inicio
que respetan un buen descanso saben
que la adolescencia es un periodo
de desarrollo cerebral fenomenal,
particularmente en regiones del cerebro
responsables de los
procesos cognitivos elevados,
incluidos el razonamiento, la resolución
de problemas y el buen juicio.
En otras palabras, justamente
el tipo de actividad cerebral
que se encarga de refrenar
esas conductas impulsivas y arriesgadas
tan características de la adolescencia
y que nos aterran a los padres
de los adolescentes.
Ellos saben que al igual que nosotros,
cuando los adolescentes
no duermen lo necesario,
que sus cerebros, sus cuerpos
y sus comportamientos sufren
con efectos tanto inmediatos
como duraderos.
No pueden concentrarse,
su atención cae en picado
y muchos presentan signos
de comportamiento semejantes al TDAH.
Las consecuencias de la pérdida de sueño
adolescente extienden más allá del aula,
contribuyendo por desgracia a muchos
de los problemas de salud mental
que se disparan durante la adolescencia,
incluyendo el consumo de sustancias,
la depresión y el suicidio.
En nuestro trabajo con adolescentes
del distrito escolar unificado
de Los Ángeles
encontramos que los adolescentes
con trastornos del sueño
tenían un 55 % mayor de probabilidades
de haber consumido alcohol el mes pasado.
En otro estudio realizado con más
de 30 000 alumnos de secundaria,
hallaron que por cada hora
de sueño perdido,
aumentaba en un 38 % la sensación
de tristeza o desesperación,
y en un 58 % los intentos
de suicidio adolescente.
Y por si fuera poco,
los adolescentes que rehúyen del sueño
corren un riesgo mayor
de una multitud de problemas de salud
que afectan a nuestro país,
incluyendo obesidad,
enfermedades cardíacas y diabetes.
Después está el riesgo de que
un adolescente privado de sueño
que apenas acaba de obtener
su permiso de conducción
se sienta al volante.
Estudios han demostrado que
dormir 5 horas o menos por noche
es equivalente a conducir con una tasa
de alcoholemia superior al límite legal.
Los defensores de las horas de inicio
que respetan el descanso
e investigadores de este campo
han producido una ciencia tremenda
que muestra los enormes beneficios
que conlleva iniciar más tarde la jornada.
Los hallazgos son inequívocos,
y como científica del sueño,
rara vez puedo hablar con tanta certeza.
Los adolescentes de distritos con horas
de inicio más tardíos duermen más.
A los detractores que piensan
que si la escuela comienza más tarde,
los jóvenes simplemente
se acostarán más tarde.
La realidad es que...
siguen acostándose a la misma hora,
pero sí se extienden sus despertares,
lo cual resulta en un mayor descanso.
También aumenta la asistencia escolar;
las ausencias de un distrito particular
disminuyeron en un 25 %.
Y se reduce la tasa
del abandono escolar.
No es de extrañar que también
mejora su rendimiento académico.
Así que todo esto tiene implicaciones
reales para cerrar la brecha de logros.
Los resultados de pruebas estandarizadas
en matemática y lectura
aumentan entre dos y tres
puntos de porcentaje.
Resulta tan efectivo como reducir
el tamaño de las clases en un tercio,
o reemplazar un profesor mediocre
con uno realmente excelente.
Mejoran su salud mental y física,
e incluso sus familias son más felices.
¿Quién no disfrutaría de adolescentes
un poquito más agradables
y algo menos irritables?
Incluso sus comunidades son más seguras
porque se reducen
los accidentes automovilísticos,
una reducción del 70 %
en un distrito particular.
Dados estos tremendos beneficios,
podrían pensar:
¿bueno, entonces es evidente, no?
Así pues ¿cómo hemos podido pasar
por alto todo esto como sociedad?
A menudo el argumento en contra de
las horas de inicio tardías suele ser:
"¿Por qué habríamos de retrasar
sus horas de inicio?
¡Tenemos que endurecerlos para
que estén listos para el mundo real!"
Es como decirle al padre
de un niño de dos años,
"No dejes que Juanito se eche la siesta,
porque no estará listo
para el jardín de infancia".
(Risas)
Retrasar las horas de inicio también
implica numerosos retos logísticos.
No solo para los alumnos y sus familias,
sino que también para las comunidades
en su conjunto.
Mejorar las rutas de autobús,
incrementar el coste del transporte,
impacto sobre el deporte,
cuidados antes o después de la escuela.
Éstas son las mismas preocupaciones
que aparecen en distrito tras distrito,
una y otra vez por todo el país
cuando se debaten las horas
de inicio escolares.
Y son intereses legítimos,
pero son problemas los cuales
tenemos que trabajar.
No son excusas válidas
para no hacer lo correcto
para nuestros hijos,
es decir, iniciar las horas lectivas
no antes de las 08:30.
Y en distritos por todo el país,
sin importar el tamaño,
los que han hecho este cambio,
han encontrado que a menudo
estos miedos no tenían fundamento
y se compensaban con creces con
los tremendos beneficios a la salud
y el rendimiento estudiantil,
y nuestra seguridad pública colectiva.
Así que mañana por la mañana,
cuando casualmente se nos permite
retrasar nuestros relojes una hora
y disfrutar de esa
deliciosa hora adicional de sueño,
y el día parece un poquito más largo
y un poquito más esperanzador,
piensen en el enorme poder del sueño.
Y piensen en el regalo que supondría
para nuestros hijos
poder despertarse de manera natural,
y en consonancia con su propia biología.
Gracias,
y felices sueños.
(Aplausos)