¿Existirá una enfermedad que
nos haga amar a los gatos
y que tú la tengas?
Es posible
y mucho más probable de lo que crees.
Se llama toxoplasmosis,
causada por el toxoplasma gondii.
Este parásito, como el resto,
vive de su huésped
y lo necesita para reproducirse.
Para esto,
engaña y manipula al cerebro,
usa a los gatos,
sus presas roedoras
y básicamente
el resto de aves y mamíferos,
incluyendo a los seres humanos.
Algo documentado ya en el Antiguo Egipto.
Encontramos muestras en momias.
Cerca de un tercio de
la población mundial está infectada
y la mayoría nunca lo sabrá.
Gente sana casi nunca manifiesta síntomas
o estos no son más que un resfriado leve.
Pero esa es solo la sintomatología física.
El parásito también se anida en el cerebro
e interfiere en nuestro comportamiento.
Entender esto implica
comprender su ciclo de vida.
Se multiplica casi en cualquier huésped,
pero sexualmente solo
en los intestinos del gato.
Su descendencia, los ooquistes,
se expulsan en las heces.
Un solo gato expulsa hasta
cien millones de ooquistes.
Si un animal, como un ratón,
por accidente los ingiere,
estos invadirán sus tejidos y madurarán
hasta formar quistes tisulares.
Si al ratón se lo come un gato,
los quistes se activarían
y se reproducirían
formando a su vez nuevos ooquistes,
lo que completara el ciclo.
Pero hay un problema.
El ratón evita al gato por instinto
lo que complica el cierre del ciclo.
Pero toxoplasma gondii tiene la solución.
Invade las células blancas
y llega al cerebro
donde parece anular el miedo instintivo
a los depredadores.
Los vuelve imprudentes y disminuye
su tiempo de respuesta.
Extrañamente son atraídos
por la orina felina,
lo que aumenta el riesgo
a cruzarse con gatos
y ayuda al parásito
a completar su ciclo de vida.
¿Cómo logra el parásito esto?
El mecanismo exacto se desconoce,
pero parece incrementar la dopamina,
neurotransmisor relacionado
con comportamientos nuevos.
Es posible que el toxoplasma gondii
altere los neurotransmisores,
las señales químicas
que regulan las emociones.
¿El resultado?
Atracción fatal.
Los ratones no son los únicos
que terminan con estos parásitos,
dentro de los huéspedes
se encuentra al ser humano.
Podemos accidentalmente
ingerir ooquistes en agua contaminada,
productos mal lavados,
por jugar con cajas de arena
o limpiar la arena higiénica de los gatos.
Por eso, las mujeres embarazadas
no deben cambiar la arena.
La toxoplasmosis puede causar
serios defectos congénitos.
También podemos infectarnos
comiendo carnes mal cocinadas
de animales portadores de ooquistes.
Resulta que el toxoplasma gondii
puede dañar el cerebro también.
Algunos estudios
han encontrado una relación
entre toxoplasma gondii
y la esquizofrenia,
el trastorno bipolar,
el trastorno obsesivo-compulsivo
y la agresión.
Retrasa el tiempo de reacción
y disminuye la concentración.
Tal vez por eso, un estudio encontró
que personas involucradas
en accidentes de tráfico
tenían casi el triple de posibilidades
de portar el parásito.
¿Habrá evolucionado
para manipular nuestros cerebros
para que
los depredadores felinos nos coman?
O ¿nuestros cerebros son justo
lo suficientemente parecidos
a los de los roedores
como para hacer los mismos trucos
neurológicos y terminar en la misma red?
¿Es el toxo responsable de que tanta gente
adore a los gatos y los tenga de mascotas?
Bueno, eso aún no se sabe.
Estudios recientes
incluso contradicen esa idea.
Sin importar eso, y lo que sí es seguro
es que se ha beneficiado del ser humano.
Tanto que es uno de los parásitos
con mayor éxito del planeta.
No es solo que dejemos
a los gatos estar en nuestra mesa
o en nuestras camas.
La ganadería y la construcción
de ciudades que atraen a roedores
ha puesto a su disposición
miles de millones de nuevos huéspedes
y tú y tu gato pueden ser dos de esos.