¿Cuál es el sueño de los padres? Si les pidiera que describieran en dos palabras cuál es el sueño de los padres, creo que responderían, "un hijo sano". Cuando enseñamos fotos de un niño exitoso en nuestro móvil, estamos de hecho, hablando de nosotros mismos, porque, ¿quiénes lo han hecho? (Risas) Es la extensión de nuestro propio ego. Nuestro segundo hijo nació en 1984. Le pusimos el nombre de mi hermano, al que mataron en la guerra y esperábamos que fuera mejor que nosotros, más exitoso, más talentoso. Una fuente de orgullo. A sus ocho meses le diagnosticaron... a mi mujer Didi y a mí, nos dijo el psicólogo: "Su hijo tiene una combinación de autismo y retraso. Probablemente nunca pueda hablar. Probablemente sea mentalmente un niño siempre". Fue un shock. Se nos cayó el mundo encima. El sueño de los padres se convirtió en un sueño de padres roto. ¿Cómo seguiríamos con nuestras vidas si nuestro hijo no tenía un futuro? Este hijo, en toda su vida, nunca me dijo una palabra. Nunca dijo, (hebreo) "abba", papá; nunca dijo, (hebreo) "eema", mamá; nunca mantuvo contacto visual. Fue el profesor más grande de mi vida. Me dijo... (Aplausos) Me dijo más que ningún otro ser humano sobre mí mismo, sobre nuestra sociedad, sobre los niños como él. Esos niños incapaces de comer solos, incapaces de vestirse, incapaces de decir: "Por favor, cámbiame el pañal". Esos niños son castigados con una doble cadena perpetua. Primera: un cuerpo roto para toda su vida. Segunda: algún día, ser llevados a una institución, lo cual es una cárcel de por vida. Cuando nació, entonces, yo estaba al mando de la unidad de fuerzas especiales, 33 años, teniente coronel, dirigiendo operaciones en Sudán para llevar a los judíos en peligro, desde Etiopía hasta el Estado de Israel, el único estado judío del mundo. Llevaba cientos de batallas a mis espaldas: desde Medio Oriente en el Líbano, Siria, Jordán, Egipto, y más. A mis espaldas la famosa operación de rescate en Entebbe, 1976, rescatando a 105 rehenes israelíes, que fueron secuestrados durante una semana, una semana de su vida. Fui el primero en llegar a tierra. (Aplausos) Fui el primero en tocar tierra y el último en abandonar el espacio aéreo de Entebbe. A mis espaldas los recuerdos de la guerra del Yom Kippur, 1973. En esa guerra perdí a muchos de mis amigos. Muchas veces creí que no vería el próximo amanecer. Pero, sobre todo, los recuerdos de la conversación telefónica con mi madre al final de esa guerra. Mi hermano luchaba en los Altos del Golán. Yo luchaba en el sur y tenía miedo de preguntar, finalmente, me armé de valor y ella dijo: "Hemos perdido a Eran, ya no tenemos a Eran". Mataron a mi hermano. Llegué a casa, volví a los Altos de Golán para investigar su última batalla. Encontré su tanque quemado. Y terriblemente, me enteré de que le había disparado un tanque sirio, lo arrojaron fuera, sangrando, pidiendo ayuda a gritos durante siete días. Fue evacuado ya muerto. Yo estaba furioso, frustrado, enojado, y juré... Juré que nunca dejaría atrás a un soldado herido. (Aplausos) Once años más tarde, Didi, mi mujer, y yo, estábamos criando a un niño que es como la extensión de mi hermano sangrante. Y este chico parece que dice: "Mi querido padre, sabes mucho de las fuerzas especiales. Sabes mucho de soldados extremadamente motivados. Pero mi querido padre, sabes cero sobre niños como yo. Sobre la vergüenza, el estigma, el estereotipo. Ven, mi querido padre, dame la mano. Vamos, vayamos y veamos los lugares donde se lleva a los niños como yo". Fuimos de institución en institución. Vimos lugares sucios, malolientes, oscuros. Niños como él eran ignorados, se abusaba de ellos, se les hostigaba. Llegamos a casa llorando. Porque empezamos a aprender sobre la vergüenza. Por ejemplo, Golda Meir, nuestra comandante en jefe durante el Yom Kippur en los 70, la misma que nos mandó a mis amigos y a mí a cazar terroristas tras la masacre en Múnich de 11 deportistas israelíes, en 1972. Golda Meir también era la abuela de Meira, una nieta con síndrome de Down. Y Meira contó a la opinión pública israelí tras la muerte de Golda, "Golda nunca me visitó, nunca me quiso; Golda estaba totalmente avergonzada de mi presencia". Golda le dijo a mi madre que nunca mencionara que la primera ministra de Israel tenía una nieta retrasada. Después, escuchamos más historias de gente distinguida y común que ocultaban a sus hijos en el extranjero y en alguna institución en Israel. Dentro de mí, seguía oyendo la voz de mi hijo. "Querido padre, ¡despierta! Soy el rehén de nuestra sociedad, incapaz de hacer algo por mí mismo. ¿Lucharás por mí? ¿Cambiarás nuestra sociedad? ¿Me darás esperanza?" Decidimos luchar por él. Decidimos quererle, nunca avergonzarnos. Para él, y [otros] como él construimos un pueblo. Un lugar maravilloso, un paraíso. No aislados en una institución rodeados de muros de silencio, sino más bien en un centro comunitario social. (Aplausos) Un paraíso, una sociedad utópica; cristianos, musulmanes y judíos trabajando en completa armonía para atender a niños como nuestro amado hijo, (Aplausos) para quererlos. En este pueblo, les damos el mejor alojamiento, la mejor educación, la mejor atención médica, la mejor comida, las mejores ropas, la mejor vida social, cultura, música, jardines, cualquier necesidad. Y en este pueblo, creamos un nuevo modelo de aceptación, un nuevo modelo de integración. ¿Cómo es posible? Debido a cuatro elementos. Número uno: rehabilitación. Número dos: educación. Número tres: visitas. Número cuatro: voluntarios. El modelo de rehabilitación se basa en que cada día unos 200 pacientes externos, llegan para ser tratados conjuntamente con los niños más gravemente discapacitados, como nuestro amado hijo, metafóricamente y físicamente. en la misma piscina se puede encontrar un soldado herido en el campo, al jefe de la municipalidad regional después de un derrame cerebral, a un miembro del parlamento después de un accidente de tráfico, a un síndrome de Down, a una niña beduina y a alguien como nuestro amado hijo. Les proporcionamos varias clases de tratamiento terapéutico como hidroterapia, fisioterapia, musicoterapia, montar a caballo, zooterapia, terapia vocacional, todo, cualquier terapia que se haya inventado. La tenemos allí. El segundo elemento: educación. En el centro del centro de rehabilitación, colocamos una guardería normal para niños corrientes desde el primer año de edad. Les enseñamos a los niños desde el año a aceptar a aquellos con discapacidades a aquellos desfavorecidos, a los gravemente discapacitados. Les enseñamos qué es la responsabilidad social a partir del año de vida. (Aplausos) El tercer elemento: las visitas. Todos los días, llegan unas cien personas para visitar y ver el milagro. Se emocionan, se entusiasman. Gente de Estados Unidos y de Europa; turistas, trabajadores de la tecnología, soldados, veteranos, padres. La gente llega y dice: "Nos han activado. Les ayudaremos a cambiar nuestra sociedad. Seremos sus mensajeros". Número cuatro: los voluntarios. Tenemos más de 400 voluntarios. Algunos han llegado de Alemania, y estos jóvenes cristianos de Berlín dicen: "Hemos venido para la expiación del asesinato de los seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial; hemos venido para expiar la decisión de Hitler de matar a los discapacitados cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Dicen: "No más discriminación. No más racismo. El ser humano es ser humano. Somos iguales por nuestros derechos, no somos iguales por nuestro poder". Están muy bien integrados con unos 100 trabajadores musulmanes, beduinos del sur, con unos 600 judíos, para atender a estos niños gravemente discapacitados. Dicen: "Recibimos más de lo que damos. Les ayudaremos a cambiar el mundo. Les ayudaremos siendo sus embajadores". Esta noche, exactamente esta noche, el 6 de febrero. Hace diez años que perdimos a nuestro amado hijo. Ya no está con nosotros. Vivió un año maravilloso en este pueblo que construimos especialmente para él. Su espíritu se difundió por cada rincón del pueblo. Su espíritu está en mi corazón. Su espíritu es la bondad de nuestro mundo. (Aplausos) Hace 14 años dejé el ejército como General de División para construir este pueblo, para ser su portavoz, para cambiar nuestra sociedad, para continuar luchando por él y como él hasta el fin de mis días. (Aplausos) Hace un año fui condecorado con el mayor galardón que el Estado de Israel puede conceder a un ciudadano: el premio de Israel a la trayectoria. Este premio... (Aplausos) Este premio se lo deberían haber dado a él, no a mí. Yo solo soy el mensajero. Él me cambió. Me hizo ser un ser humano mejor; más humilde, menos egoísta, menos arrogante. Si el número de niños como él solo es el 1 % de la población mundial este uno por ciento puede cambiar al 99 %. Este 1 % puede ser el profesor y el educador igual que lo fue para mí. Este uno por ciento puede hacer al 99 % más humilde, menos egoísta, menos arrogante. (Aplausos) La cadena social siempre se mide por su eslabón más débil. Cuanto más fortalezcamos ese eslabón, mejor y más fuerte será nuestra sociedad. En el ejército condecoramos a la gente y a los soldados por su valor y coraje. En nuestra vida social me parece que la mayor condecoración que una persona puede recibir de los discapacitados, de ese porcentaje de niños como él es el título: 'ser humano'. Gracias. (Aplausos)