Al pensar en el "momento eureka" de Arquímedes probablemente pienses en esto. Pero resulta que pudo haber sido más bien así. En el siglo III a.C., Hierón, rey de la ciudad siciliana de Siracusa, eligió a Arquímedes para supervisar un proyecto de ingeniería de una escala sin precedentes. Hierón encargó una nave de vela 50 veces más grande que un antiguo buque de guerra estándar, llamada Siracusia en honor a la ciudad. Hierón quería construir la mayor nave de la historia, para obsequiársela al gobernante de Egipto, Ptolomeo. Pero ¿flotaría una nave del tamaño de un palacio? En la época de Arquímedes, nadie había intentado nada como esto. Era como preguntar: "¿Puede volar una montaña?" El rey Hierón ponía muchas expectativas en esa pregunta. Cientos de obreros trabajarían durante años en el Siracusia con vigas de pino y abeto del Monte Etna, cuerdas de cáñamo cultivadas en España, y brea de Francia. La cubierta superior, con 8 torres de vigilancia en pie, no se apoyaría en columnas, sino en vastas imágenes de madera de Atlas sosteniendo el mundo sobre sus hombros. En la proa del barco una catapulta enorme podría disparar proyectiles de piedra de 80 kilos. Para el disfrute de sus pasajeros, la nave contaría con un paseo bordeado de flores, una piscina cubierta, y baño público con agua caliente. Una biblioteca llena de libros y estatuas, un templo a la diosa Afrodita, y un gimnasio. Y para hacer las cosas más difíciles para Arquímedes, Hierón pretendía cargar la nave con 400 toneladas de granos, 10 000 frascos de pescado en escabeche, 74 toneladas de agua potable, y 600 toneladas de lana. Llevaría más de mil personas a bordo, incluyendo 600 soldados. Y albergaría 20 caballos en puestos separados. ¿Construir algo de esta magnitud solo para que se hunda en su viaje inaugural? Bueno, digamos que el fracaso no habría sido una opción agradable para Arquímedes. Así que abordó el problema: ¿se hundirá? Quizá estaba sentado en el baño público, un día, preguntándose cómo puede flotar una pesada bañera, cuando le vino la inspiración. Un objeto parcialmente sumergido en un fluido está impulsado por una fuerza igual al peso del fluido desplazado por el objeto. O sea, si un Siracusia de 2000 toneladas desplazara 2000 toneladas de agua, apenas flotaría. Si desplazara 4000 toneladas de agua, flotaría sin ningún problema. Claro, si solo desplazara 1000 toneladas de agua, bueno, Hierón no estaría demasiado feliz. Esta es la ley de flotabilidad, y los ingenieros aún la llaman el Principio de Arquímedes. Dice por qué un superpetrolero de acero flota fácilmente como un bote de remos o una bañera. Si el peso del agua desplazada por el buque debajo de la quilla es equivalente al peso del recipiente, lo que está encima de la quilla quedará por encima de la línea de flotación. Esto se parece mucho a la otra historia de Arquímedes y la bañera, y es posible que en realidad sea el mismo cuento con una variante debido a los caprichos de la historia. La historia clásica del eureka de Arquímedes y su recorrido por las calles gira en torno a una corona, una corona en latín. En el centro de la historia del Siracusia hay una quilla, o "korone" en griego. ¿Se podría haber cambiado una palabra por otra? Nunca lo sabremos. El día en que el Siracusia llegó a Egipto en su primer y único viaje, solo podemos imaginar cómo los residentes de Alejandría atestaron el puerto para maravillarse con la llegada de este majestuoso castillo flotante. Esta nave extraordinaria fue el Titanic del mundo antiguo, pero sin hundimiento, gracias a nuestro amigo Arquímedes.