He ido a muchos psicólogos a lo largo de mi vida. Ahora, los tiempos han cambiado. Yo también he cambiado, por así decirlo. Ahora son los psicólogos quienes me vienen a ver. (Risas) Me piden consejo, me cuentan sus problemas: "Josef, ayúdame. Mi novio, mi novia, me ha dejado. ¿Qué hago?" A veces, los que en su momento querían ponerme bajo tutela me piden ahora dinero prestado porque les han bloqueado la tarjeta. Yo les digo que tienen suerte de que sea autista, porque, sino, les cobraría y mucho. (Aplausos) A mi lado, Lacan se habría quedado corto. Además, yo cobraría en efectivo, porque también le tengo fobia al papeleo. (Risas) (Aplausos) Dicho esto, creo que hay maneras más eficaces de curar las pequeñas y grandes neurosis de la modernidad que el bla, bla del diván. Les propongo viajar. ¡Ah! Viajar... Pero la cosa empezó mal. Yo no estaba predestinado a viajar. Hace algunos años, el gran viaje, para mí, era un trayecto de 3 paradas en autobús. Algo que me estresaba y traumatizaba durante semanas. Por no hablar de mis períodos en camisa de fuerza. En Francia, se supone que no debemos viajar cuando tenemos una discapacidad. Se supone que tenemos que estar entre 4 paredes. Pues bien, yo he viajado. Apliqué la doctrina Golda Meir, que es la siguiente: Golda Meir señalaba que había tenido la suerte en la vida de ser fea. Es cierto que era fea. (Risas) Le alegra a uno la vida saber que uno no es el único. (Risas) Sin embargo, déjenme que les diga que entre ser solo feo y ser feo y autista, como diría Coluche, es demasiado. (Risas) Muy, muy duro. Imagínense, autista es un insulto. Es así como llamamos a los políticos. Bien, ¿cómo funciona exactamente esta terapia de viaje? Pues bien, es muy sencillo. Olviden todo lo que les han contado, las historias acerca de viajes de placer. Olviden todas las ciudades de moda. Todas aquellas a las que vamos para ser una sardina más entre tantas otras. No, no. Viajar solo sirve de algo si conlleva riesgos para el corazón. Viajar es un largo proceso de aprendizaje. Es necesario sentirse incómodo antes de un viaje. Es así como podemos progresar. Voy a darles un ejemplo muy práctico. Supongamos que tienen tiempo libre y pueden elegir entre 2 destinos. Por ejemplo, entre Barcelona e Ispahán. A primera vista, Barcelona lo tiene todo: Barcelona tiene bares, puestos de bebidas. Barcelona tiene la playa, el sol y mucho más. Además, no está muy lejos. Incluso puede ser que ya conozcamos la ciudad. Ispahán... no, no. Ni en broma. Para empezar, hay que encontrarlo en el mapa. Después, ¡Mamma mia! Vemos que está en Irán. (Risas) ¿Hará falta un seguro de vida? ¿Pedir la extrema unción? No sé. A cada cual, lo suyo. Pero, ¿saben qué? Todas la semanas de agotamiento y de estrés previas al viaje van a merecer la pena. Supongamos que su amigo decide irse a Barcelona. ¿Cómo va a regresar? No habrá aprendido nada de su viaje a Barcelona. Sin mencionar la resaca... Sin embargo, Uds., que habrán ido a Ispahán, jamás olvidarán el palacio de Ispahán, sus rosas, sus jardines, su infinito. Y mientras el cielo gris y bajo del invierno cae sobre donde sea que estén, bailarán ante Uds. los versos de poetas. (En iraní) Pero yo, que soy un alma inquieta, no fui al oeste, sino al este. Huí incluso un poco más lejos hacia el este. He ido varias veces a las zonas tribales de Balochistan. Puede que este lugar sea uno de los rincones más perdidos del mundo. Y es allí, con los nómadas, en las zonas llamadas "terroristas", donde, sin duda alguna, mejor me han acogido. Y es allí, donde dejé de ser, si se me permite, autista. Y creo haber robado un secreto a los nómadas. Creo que el ser humano no está hecho para ser sedentario. El ser humano no está hecho para vivr entre 4 paredes que no pueden convertirse sino en los muros de nuestra tumba. El ser humano no está hecho para habitar un solo idioma. El monolingüismo es una invención de la modernidad, y no es la mejor ni de lejos. Así que, cuando viajen, despréndanse de sus ilusiones. Pero, sobre todo, rompan las barreras. Por ejemplo, las barreras de la zona de confort, que reducen nuestros movimientos a lo que conocemos. Las barreas de la ilusión, de satisfacer nuestros deseos y antojos puntuales. No viajamos para satisfacer nuestros antojos inmediatos. Viajamos para transformarlos, para transformarnos. Como diría Théodore Monod, que recorrió desiertos incansablemente, el viajar es un profesor lento. Y este profesor, ¿qué nos enseña? Que cuando las barreras desaparezcan, quedará lo que tenemos en común, ya seamos nómadas, una tribu baluchi del desierto o ciudadanos del extremo occidente. que es, estoy convencido de ello, nuestra humanidad común. Gracias. (Aplausos)