He ido a Madison
a conocer la gente y los lugares
Reirías, estoy seguro, de oírlos hablar
de los derechos de las mujeres
Es tan simple como mi viejo sombrero,
tan simple es
que si las mujeres quieren el voto,
no tendrán mi ayuda.
Joe no ayudará, no;
porque el sabe.
Recordando hoy,
es un poco difícil de entender
la violencia de la oposición
al voto femenino.
La opinión conservadora en el país
se opuso casi universalmente
a la idea de que las mujeres voten.
La Iglesia tenía una posición dividida.
Mientras algunas denominaciones
y algunos cleros individuales eran
los más fervientes
defensores del movimiento,
otros opinaron que la emancipación
política de las mujeres significaría
el principio del final
de la moral social
que constituía
la fortaleza moral de la nación.
La concesión del derecho
al voto de las mujeres
se temía que resultaría en la disolución
del hogar y la familia
y la destrucción de la instritución
del matrimonio.
El profeta más pesimista
predijo que el acto mismo
de las mujeres yendo a votar y
mezclándose con gente el día de elección
sumiría al país en un caos moral.
Políticos profesionales
y ciertos poderosos intereses económicos
se oponían por igual y categóricamente
al voto femenino
aunque por razones distintas.
Los líderes políticos sabían manipular
hombres para los objetivos del partido
pero la manipulación de mujeres
era una cualidad desconocida
que deseaban evitar
tanto tiempo como fuera posible.
las industrias de venta de alcohol,
con pánico a la influencia de las mujeres
en el tema de la prohibición,
envirtieron miles de dólares
presionando en contra del voto femenino,
que creían, amenzaba su propia existencia.
Agregando esto a que
la myoría de los hombres del país
obviamente
estaban reacios a perder
la posicion superior de género
que tradicionalmente ocuparon,
que estaba, en algún sentido,
simbolizada por su capacidad de votar
y por el hecho de que muchas mujeres
tampoco querían renunciar
a la protección que
la caballerosidad masculina les había dado
y quizá podemos entender
por qué la lucha por el voto femenino
fue inevitablemente larga y tormentosa.
Luego del desalentador fracaso al intentar
obtener el voto por enmienda federal
cuando terminó la Guerra Civil
y se permitió votar a los afroamericanos,
las mujeres activistas cambiaron tácticas
y comenzaron a concentrar sus esfuerzos
en la política de ganar
el derecho al voto estado por estado.
A principios del siglo XX, la Asociación
Nacional para el Voto Femenino
era una oganización poderosa
con oficinas centrales en Nueva York
y funcionando eficientemente
en casi todos los estados de la Unión.
Cuatro estados del oeste habían otorgado
ya el voto femenino como resultado
del trabajo de la Asociación y para 1914
los estados al oeste del Mississippi,
habían otorgado el voto femenino
y la Asociación estaba intentando
conquistar el este,
que era tradicionalmente más conservador.
La novela "Ann Vickers", de Sinclair Lewis
publicada en 1932, dejó un registro
interesante de una de las campañas
por el voto en los estados de la época
En un incidente en la novela,
la Dra. Melvina Wormser, de Nueva York,
Jefe de cirujanos del hospital de mujeres
en Manhattan,
Presidente de Asociación Obstétrica Better
autora de "La emancipación en el sexo",
Doctorada en Yale y Vassar y oficial de
las organizaciones de control de natalidad
es entrevistada por la prensa previo a su
discurso en una manifestación por el voto
en una ciudad llamada Clateburn, Ohio.
La profesional activista, expresa Lewis,
había sido advertida sobre la prensa,
ya que los reporteros, o sus editores,
siempre estaban alertas
para incluir algún escándalo
de las activistas,
algún indicio de que era un grupo
de locas, anarquistas, ateistas,
espiritualistas o cualquier otra cosa
eccéntrica o indigna,
que pudiese sacarles el crédito.
Las activistas de la causa podían
atacar los departamentos de agua o gas,
los orfanatos, al presidente Wilson
o incluso los aliados de la gran guerra,
pero debían hacerlo como mujeres de bien
cristianas que pagaban sus impuestos.
Debían convencer a otros que el voto
no iba a llevar al descuido moral,
pero que no terminaría con la prostitución
las apuestas y el consumo de cerveza