En 1978, Louise Brown se convirtió en la primer bebé del mundo nacida por fertilización in vitro, o FIV. Su nacimiento revolucionó el campo de la medicina reproductiva. Dado que cerca de 1 de cada 8 parejas heterosexuales tiene dificultades para concebir, y que las parejas homosexuales y las familias monoparentales a menudo necesitan ayuda clínica para tener un bebé, la demanda de la FIV ha ido en aumento. La FIV es tan común que más de 5 millones de bebés nacieron con esta tecnología. La FIV funciona imitando el brillante diseño de la reproducción sexual. Para entender la FIV primero tenemos que analizar el proceso natural de la concepción. Créase o no, todo empieza en el cerebro. Unos 15 días antes de ocurrida la fertilización, la glándula pituitaria anterior segrega la hormona folículo estimulante, FSH, que madura un puñado de folículos del ovario que luego liberan estrógeno. Cada folículo contiene un óvulo y, en promedio, solo un folículo madura por completo. Conforme crece y sigue liberando estrógeno, la hormona no solo ayuda a coordinar el crecimiento y la preparación del útero, también comunica al cerebro lo bien que el folículo se está desarrollando. Cuando el nivel de estrógenos es suficientemente alto, la hipófisis anterior libera una oleada de hormona luteinizante, LH, que desencadena la ovulación y hace que se rompa el folículo y libere el óvulo. Una vez que el óvulo sale del ovario, se dirige a la trompa de Falopio por las fimbrias de dedo. Si el óvulo no es fecundado por el esperma en 24 horas, el óvulo no fecundado morirá. El sistema se reiniciará automáticamente y se dispondrá a crear un nuevo óvulo y el revestimiento uterino del mes siguiente. El óvulo es la célula más grande del cuerpo y está protegido por una gruesa capa extracelular de azúcar y proteína llamada zona pelúcida. La zona impide la entrada y la fusión de más de un espermatozoide, la célula más pequeña del cuerpo. Al hombre le lleva de 2 a 3 meses producir espermatozoides, y el proceso se renueva constantemente. Cada eyaculación en las relaciones sexuales libera más de 100 millones de espermatozoides. Pero solo 100 o menos, al final, llegan a la proximidad del óvulo y solo uno penetrará con éxito la armadura de la zona pelúcida. Tras la fecundación exitosa, el cigoto empieza inmediatamente a formar un embrión, y en unos 3 días llega al útero. Allí, se requieren otros 3 días o menos para implantarse firmemente en el endometrio, el revestimiento interno del útero. Una vez implantadas, las células que conformarán la placenta secretan una hormona que le indica al folículo ovulado que hay un embarazo en el útero. Esto ayuda a rescatar ese folículo, ahora llamado cuerpo lúteo, de la degeneración que normalmente ocurre en el ciclo menstrual. El cuerpo lúteo es responsable de producir la progesterona necesaria para mantener el embarazo hasta las 6 o 7 semanas de gestación, cuando se desarrolla la placenta y toma el control, hasta que nace el bebé unas 40 semanas después. Pero ¿cómo hacer un bebé en un laboratorio? En los pacientes sometidos a fecundación in vitro, la FSH se registra en niveles más altos que en la natural y provoca una sobreestimulación controlada de los ovarios para, en última instancia, producir múltiples óvulos. Los óvulos son luego recuperados justo antes de la ovulación, mientras la mujer está bajo anestesia, con una aguja de aspiración guiada por ultrasonido. La mayoría de las muestras de esperma se producen por masturbación. En el laboratorio, a los óvulos identificados se les quitan las células circundantes y se los prepara para la fertilización en una placa de Petri. La fertilización puede ocurrir mediante dos técnicas. En la primera, los óvulos se incuban con miles de espermatozoides y la fertilización ocurre de manera natural en unas pocas horas. La segunda técnica maximiza la certeza de fertilización usando una aguja para colocar un solo espermatozoide dentro del óvulo. Esto es particularmente útil cuando hay un problema con la calidad del esperma. Tras la fertilización, los embriones pueden seleccionarse según su idoneidad genética, congelarse para posteriores intentos de embarazo, o colocarse en el útero de la mujer con un catéter. Lo normal es transferir el embrión 3 días después de la fertilización, cuando el embrión tiene 8 células, o el día 5, cuando el embrión se llama blastocito, y tiene cientos de células. Si los óvulos son de mala calidad por razón de edad o exposicion a tóxicos, o se han extirpado por cáncer, pueden usarse óvulos de donantes. En el caso de que la madre prevista tenga útero problemático, o no tenga, otra mujer, la portadora gestacional o sustituta, puede usar su útero para gestar el embarazo. Para aumentar las probabilidades de éxito, que son del 40 % para una mujer de menos de 35 años, a veces los médicos transfieren embriones múltiples de una vez, y la fecundación in vitro da gemelos y trillizos más a menudo que los embarazos naturales. Sin embargo, la mayoría de las clínicas buscan minimizar las posibilidades de embarazos múltiples, ya que tienen más riesgo para las madres y los bebés. Millones de bebés, como Louise Brown nacieron por FIV y han tenido una vida normal y saludable. Las consecuencias para la salud a largo plazo de la estimulación ovárica con medicamentos de FIV son menos claras, pero hasta el momento, la FIV parece segura para las mujeres. Debido a un mejor análisis genético, a la maternidad tardía, al mayor acceso y los menores costos, no es inconcebible que la concepción artificial por FIV y técnicas afines pueda superar a la reproducción natural en los próximos años.