Voy a mostrarles la foto
de mi comida favorita.
Si están de acuerdo conmigo
y también es su comida favorita
quiero que vitoreen;
aplaudan, vitoreen, como quieran.
Si no les gusta, también pueden abuchear.
Es el único abucheo que pueden hacer hoy
así que si les gusta este tipo
de cosas, es su oportunidad.
Bien, aquí vamos.
(Vítores)
¡Sí!
(Aplausos)
Habrán algunos que no comerán hoy.
Esta fruta
tiene la capacidad de mostrarnos
la importancia del acto de comer.
Algunos se preguntarán, al ver esta foto,
si traje algunas para el almuerzo de hoy.
Pues no, porque no me lo permitieron.
Otros pensarán:
"¿Estará hablando en serio?"
y, probablemente, ya les dio náuseas.
Pero así es como la comida
nos hace sentir.
Hay amor, odio, y todos
los matices en medio.
Esta combinación de comida y emociones
influye en la forma como nos percibimos,
por lo que es probable
que entables una relación
con un desconocido en este público
que haya reaccionado como tú.
Hoy, al integrarse Birmania nuevamente
a la comunidad internacional,
enfrentamos exactamente el mismo problema.
La opinión que el mundo tiene
de nosotros se encuentra dividida,
aunque lo que quiero mostrarles hoy
es mi idea de revolución culinaria
porque creo que podemos
moldear estas opiniones
usando nuestro amor
por la cocina de este país.
Por si no me conocen
o aún no se hayan dado cuenta,
me encanta comer.
Es un pequeño problema
y ando un poco obsesionado.
Para mí la comida está
siempre en evolución.
Pueden comer el mismo platillo
en dos sitios diferentes
y las experiencias serán
completamente distintas.
Por ejemplo,
¿cuántos de Uds. toman café
antes de ir al baño en la mañana?
¿Alguien?
Estoy seguro de que algunos lo han hecho.
Nos ayuda a ir al baño, ¿cierto?
A algunos nos ha cambiado la vida.
Mi vida cambió a los cuatro años
cuando emigramos
de Birmania al Reino Unido.
Éramos cuatro:
mis padres, mi hermano y yo.
Aquí estamos.
En casa fue donde
me enamoré de nuestra comida.
Aunque la verdad
es que hasta que regresé
a Birmania cinco años atrás,
la comida era mi única
conexión con este país.
En casa, el mejor platillo
de mi mamá era su "mohinga".
Y la mohinga era muy especial
porque se preparaba para
el desayuno, la cena, los cumpleaños,
--ya sé que les está
dando hambre, un momento...--
para todo tipo de ocasiones especiales.
Para quienes no conocen la mohinga,
es el platillo que todos
comíamos en la infancia.
Es un caldo caliente de pescado
y en este país lo comemos
en las mañanas, con un calor de 35 grados,
que es como se siente ahora,
en casa o en la calle.
Pero si pueden imaginárselo
por un segundo...
Aquí fue donde crecí.
En el invierno, a cero grado,
¿pueden imaginarse
comiendo este mismo platillo
mientras nieva afuera?
Es una experiencia transformadora.
Este platillo comenzó como un desayuno
y la intención era
que te llenara en la mañana,
pero ahora tiene el poder
de mantener a la familia reunida
y reconfortarla con su calor en la noche.
Y hace dos años y medio
quise canalizar esa experiencia.
Quería desafiar la manera
como nuestra cocina
era vista y experimentada,
así que fui uno de esos locos
que pensó que abrir un restaurante
sería una buena idea.
Ahora bien, nadie que te quiera
te dirá que es una buena idea.
Pero seguimos con la decisión
y hemos tenido suerte.
En los últimos dos años y medio,
nuestra representación de la cocina local
ha sido mencionada en más
de 50 publicaciones internacionales.
Pero lo más sorprendente
es que la mayoría de estas publicaciones
están ocupándose por primera vez
de la cocina birmana.
Si tuviera que describir
nuestro país con un platillo,
sería la mohinga.
Porque tanto el país como el platillo
son de naturaleza humilde.
Creo que ambos son malentendidos
por aquellos que no los conocen,
aunque creo que ambos tienen el potencial
de proyectarse a nivel internacional.
El problema que tenemos en este país ahora
es que ponemos mucho énfasis
en desarrollarlo,
pero solo con base en cosas
que se pueden medir.
Por ejemplo, medimos
el valor de la moneda,
la economía,
el clima.
A veces medimos el tráfico,
y nos contamos lo terrible
que se ha vuelto.
Ahora les pregunto: ¿y qué hay
de esas cosas que no se pueden medir?
¿Cómo medimos la evolución de nuestras
papilas gustativas con el paso del tiempo?
No podemos.
¿Cómo medimos el impacto
que puede tener nuestra comida
en alguien que la prueba por primera vez?
No podemos.
Estas cosas también son importantes
en el desarrollo de nuestro país.
Si les muestro esta foto,
que es una hamburguesa con queso,
¿cuál es el primer país
que les viene a la mente?
Seguramente EE. UU. para
la mayoría de Uds., ¿cierto?
Y si les digo que la hamburguesa
comenzó con el Imperio mongol,
¿me creerían?
Según la leyenda, mientras Gengis Kan
y su ejército iban conquistando el mundo,
tenían un problema.
Con frecuencia habitaban
en áreas extensas sin vegetación,
y lo que hacían era conseguir carne
--carne de caballo para ese entonces--
que colocaban debajo
de su silla de montar,
y así podían comerla mientras cabalgaban.
Si observan el mapa de este gran imperio,
verán que gran parte
de esta área se encuentra
en lo que hoy conocemos
como Europa Oriental.
Y es en la Europa Oriental donde aparece
la primera versión de la hamburguesa,
que es la carne tártara,
o carne cruda picada finamente.
Muchos años más tarde,
este platillo, la carne tártara,
llegó a Alemania,
a una ciudad llamada Hamburgo.
Allí es donde se convertiría
en la hamburguesa,
y no porque tiene jamón.
Acabo de desmentirles una leyenda urbana.
Lo que esta historia nos enseña
es que la evolución
de un país o de su gastronomía
no ocurre en semanas, meses o años.
Ocurre en décadas, siglos o incluso más.
Si me permiten que
les haga algunas preguntas...
Quiero que lo piensen por un segundo.
Si no hubiésemos estado aislados
del resto del mundo por más de 50 años,
¿creen Uds. que habría
más restaurantes birmanos en el mundo?
¿Quizás?
¿Creen Uds. que la cocina birmana
hubiese cambiado de alguna forma?
¿Quizás?
¿Creen Uds. que más turistas
vendrían a Birmania?
Yo creo que sí.
Todas estas son buenas
preguntas en retrospectiva.
Pero quizás ya no sean relevantes,
aunque una pregunta importante
me la hizo un amigo hace unas semanas:
"Htet, ¿viajarías para comer?".
Así que les pregunto:
¿Uds. viajarían para comer?
Audiencia: Sí.
Htet Myet Oo: ¿De veras?
Porque yo solo viajo para comer.
Es la razón por la que
voy a almorzar gratis hoy,
por eso doy la charla.
(Risas)
Y creo que cada vez
más gente viaja todos los años
a sitios como el Coliseo y la torre Eiffel
no solo para visitar
esos sitios históricos,
sino que viajan para probar
la cocina del país de destino.
La comida es la razón por la que
volvemos a esos países una y otra vez.
Este soy yo atiborrado de comida en París.
(Risas)
Allí lo ven.
No pude llegar a la torre Eiffel,
aunque ya se imaginarán por qué.
El año pasado, la ONU publicó una encuesta
que muestra que el 88,2 % de la gente
toma en cuenta la gastronomía.
Imaginemos que nadie aquí es birmano
o que nunca han estado en Birmania.
Si hiciéramos un estudio
sobre si nos gustaría visitar
este hermoso país en las vacaciones
y fuéramos parte de ese 88,2 %,
¿cómo creen Uds. que
describirían nuestra cocina?
Porque cuando me mudé para acá
cinco años atrás, algunos decían:
"Es demasiado grasosa".
"Htet, la comida birmana
es demasiada grasosa".
"Tiene demasiado GMS".
Me gusta el GMS, pero de eso
hablaremos en otra charla.
La verdad es que es
solo la opinión de algunos
y no está basada en datos reales.
Pero si le echamos un vistazo a los datos,
veríamos que en el país existen
más de 135 grupos étnicos minoritarios.
Eso es un hecho.
Así que hay muchas formas diferentes
de preparar la comida.
La ciudad en la que estamos ahora, Rangún,
a finales de los años 20
había superado a Nueva York
como la capital migratoria del mundo.
Eso es un hecho.
Y eso significa una gran influencia
proveniente de otros países.
Así que les pregunto de nuevo:
en ese 88,2 %
¿cómo creen que deberíamos
describir nuestra cocina?
En esta foto, donde se ven
nuestros fideos de coco,
pueden ver nuestra generosidad,
la riqueza de nuestro país.
Aquí tenemos la paratha,
tradicionalmente de India,
donde se refleja nuestra diversidad
cultural y nuestra historia.
Y en esta otra foto vemos nuestra mohinga,
hecha con 28 ingredientes.
Así que aquí pueden ver
la complejidad de nuestra gente.
La buena noticia es que promover
nuestro país a través de nuestra cocina
es una posibilidad que solo
requiere de pasión y planificación.
Se llama "diplomacia culinaria",
y si lo buscan en Google
--que les puedo mostrar
en caso de que no sepan cómo--
encontrarán un artículo en Wikipedia
según el cual la diplomacia
culinaria se basa en esta premisa:
"La manera más fácil de llegar al corazón
y a la mente es a través del estómago".
Como ven, este es un ejemplo.
Ahora hay un gran número de iniciativas
patrocinadas por gobiernos
de todo el mundo
con programas de diplomacia culinaria,
como en Tailandia, Corea o EE. UU.
Por ejemplo, Tailandia, que es
el país más cercano a nosotros,
comenzó un programa
de diplomacia culinaria en el 2002
denominada "Global Thai".
El objetivo del gobierno
era subsidiar y certificar
tantos restaurantes tailandeses
en todo el mundo como les fuera posible.
Tenían tres grandes objetivos.
El número uno era generar trabajo
para los migrantes tailandeses en todo
el mundo en el sector de la hospitalidad.
Segundo, querían aumentar
sus exportaciones,
por lo que más restaurantes tailandeses
afuera implicarían más exportaciones.
Y tercero, que es más difícil de medir,
era que querían expandir
el entendimiento y la apreciación
por la cocina tailandesa en todo el mundo.
Si se preguntan si lo lograron,
solo tienen que ver estos números.
En el 2002, había
5500 restaurantes tailandeses
fuera de Tailandia en todo el mundo.
Para el 2012, había 15 000.
En el 2002, 10 millones
de turistas visitaron Tailandia
y en el 2016, aumentó a 32 millones.
Claro que la diplomacia culinaria
no es la única razón por la que
estos números han aumentado,
pero esto nos demuestra
que una iniciativa nacional
es efectiva a largo plazo.
La verdad es que si el mundo tuviera
más afinidad hacia nuestro país,
seríamos menos discriminados.
Porque tenemos una identidad
y la gente sabe quiénes somos.
Aunque lo más importante es
que en esta y la próxima generación
habrá más oportunidades
para todos nosotros.
Como birmanos, lo que tenemos
que hacer es concientizarnos
de que nuestro orgullo es nuestra fuerza
pero también nuestra debilidad.
No es suficiente en creer
en nosotros mismos y lo que hacemos.
En el siglo XXI, tenemos
que convencer a los demás.
Mi sueño es ver comida birmana en
las ciudades más importantes del mundo.
Mohinga en París, ensalada
de hojas de té en Nueva York.
¿Se lo imaginan?
¿Sí?
Si nuestro país fuera un tren,
acabamos de partir de la estación;
hace muy poco.
La cultura, la salud,
la educación, la tecnología...
todas estas cosas están a bordo del tren.
Como país, también debemos
subir a bordo nuestra cocina.
Es muy importante.
Lo mejor sobre la comida
es que no existe un dictador culinario
porque, obviamente,
no queremos uno de esos, ¿cierto?
No existen golpes de estado culinarios.
Así que sin importar
la economía o la política,
nadie podrá quitarnos
la cocina birmana mundial.
Buen provecho en el almuerzo.
Gracias.
(Aplausos)