¿Recuerdas cuando te caíste de tu bicicleta o te golpeaste en una esquina afilada? Las lesiones de la infancia son cosas que nos gusta olvidar, pero nuestros cuerpos nos las recuerdan a través de las cicatrices. Entonces, ¿qué son estos recuerdos no deseados y por qué las mantenemos por tanto tiempo luego de una visita no deseada a la sala de emergencia? El lugar más común donde vemos cicatrices es en nuestra piel, un parche que se ve ligeramente diferente de la piel normal alrededor. A menudo, esto es considerado una desafortunada desfiguración, mientras que otras veces, la escarificación ha sido usada en la cultura moderna y en la tradicional para marcar un rito superado o simplemente para decoración estética, pero la diferencia no es solo cosmética. Cuando vemos tejidos de piel sana bajo el microscopio, vemos células que desempeñan varias funciones conectadas por una matriz extra celular o MEC, que está compuesta por proteínas estructurales, como el colágeno, secretado por los fibroblastos especializados. Una MEC bien organizada permite el transporte de nutrientes, la comunicación entre células y la adhesión celular. Pero cuando se produce una herida profunda, esta disposición se interrumpe. Durante la sanación de la herida, el colágeno se vuelve a depositar en el sitio de la herida, pero en lugar de formarse el tejido tipo canasta del tejido sano, la nueva MEC se alinea en una sola dirección, impidiendo los procesos intercelulares y reduciendo la durabilidad y elasticidad. Para peor, el tejido sanado tiene más MEC que antes, reduciendo el total de sus funciones. En la piel la sobreabundancia de colágeno interfiere con sus funciones originales, como producir el sudor, controlar la temperatura corporal e incluso el crecimiento del pelo. El tejido de la cicatriz es frágil, sensible a los cambios de temperatura y sensaciones, y debiera ser mantenido en ambientes húmedos para aumentar la sanación. Esta presencia excesiva de tejido conectivo fibroso en un órgano es conocida como fibrosis, y si este término suena familiar, es porque nuestra piel no es el único órgano vulnerable a la cicatrización. La fibrosis quística es un desorden genético que causa la cicatrización del páncreas, y la fibrosis pulmonar afecta a los pulmones, resultando en dificultad para respirar. La cicatrización del corazón y la acumulación de MEC después de un ataque al corazón puede inhibir sus latidos, lo que lleva a otros problemas del corazón. Lo que es común a todas estas condiciones, es que a pesar de que conserva parte de las funciones originales, el tejido cicatrizado formado después de una herida, es inferior al tejido que sustituye. Sin embargo, hay esperanza. Los investigadores médicos están estudiando qué hace que las células de fibroblastos secreten cantidades excesivas de colágeno y cómo podemos reclutar otras células del cuerpo para regenerar y repoblar el tejido dañado. Aprendiendo cómo controlar mejor la curación de la herida y la formación del tejido cicatrizado, podemos usar el presupuesto multimillonario actualmente usado para hacer frente a las secuelas de heridas de manera más eficiente, y ayudar a millones de personas a vivir mejor y a tener una vida más saludable. Pero hasta entonces, al menos algunas de nuestras cicatrices pueden ayudarnos a recordar evitar las cosas que las causan.