Hola, buenas. Levantad la mano quién haya escuchado alguna vez la historia de Pedro y el lobo. Prácticamente todos, ¿no? Veo que hay una par por ahí que no. Por si acaso la voy a contar otra vez, brevemente. Había un pueblo donde vivía Pedro, que era un chaval muy travieso. Pedro un día decidió gastarle una broma al pueblo. Subió a la montaña y bajó corriendo gritando: ¡Qué viene el lobo, qué viene el lobo! Claro, los habitantes entraron en pánico, guardaron todas las ovejas, cerraron todas las puertas. Y Pedro, muerto de risa en la plaza del pueblo. Al día siguiente, Pedro hizo lo mismo y el pueblo reaccionó exactamente igual. Y al día siguiente igual, y otro día y otro día y otro. Hasta que un buen día, Pedro estando en la montaña vio al lobo de verdad, bajó la montaña corriendo diciendo: ¡Qué viene el lobo, qué viene el lobo! Pero ya los habitantes no reaccionaron. El lobo vino y se llevó a todas las ovejas. Esta historia infantil me encanta. Por una simple razón: Se asemeja mucho a la historia de los impactos medioambientales de nuestra economía. Durante décadas, los expertos y los científicos nos han estado contando que nuestra economía, nuestro crecimiento, nuestro consumo irresponsable está deteriorando el medioambiente. Existe el cambio climático, el deshielo de los polos, la desertificación, la pérdida de biodiversidad, etc., etc., etc. Y durante décadas, seguimos con nuestra sociedad, con nuestra economía, como si no pasase gran cosa. Hemos dejado de escuchar, como los habitantes a Pedro. Con una diferencia, Pedro mentía para pasárselo bien. Los científicos no mintieron. Al menos la mayoría de ellos no. Lo que pasa es no han conseguido contar la historia de una manera lo suficientemente convincente para que haya un cambio. Por eso estoy hoy aquí, para intentar contar esta historia de otra manera diferente. La historia de la economía y el medioambiente. Y, lo que es más interesante, intentar después evaluar cuáles son las diferentes reacciones, de los humanos ante esta historia. [Parte 1: La historia] Érase una vez el medioambiente y la economía. El medioambiente le proveía a la economía de todo lo que ella necesitaba: Agua limpia, aire, recursos naturales, energía, etc. La economía utilizaba todo esto y lo reconvertía en sus procesos, y lo devolvía al medioambiente en forma de basura, polución, etc. Si se le da suficiente tiempo al medioambiente, el medioambiente puede coger esto, reconvertirlo en materia y energía que sea útil para la economía y se lo devuelve. Y así empieza este ciclo, aparentemente sostenible, entre el medioambiente y la economía. ¿Qué pasa? Hay un problema fundamental con esta conceptualización. Y eso es que la economía y el medioambiente están separados. Por ende, si la economía crece, en apariencia no tiene un efecto directo con el medioambiente. A mitad de los años 70, los científicos intentaron cambiar esta conceptualización. Aquí tenemos el medioambiente, en otras palabras: nuestro planeta. Y esta es la economía, un subsistema del medioambiente. El intercambio de materia y energía es exactamente el mismo que antes. Ahora, cualquier proceso económico, cualquiera, requiere energía y materia. Desde cosas tan obvias como construir un coche, necesitas materias de todas las partes del mundo, necesitas energía para tenerlo junto, ensamblarlo y llevarlo al punto de venta. Como algo, a lo mejor no tan claro, como escribir un libro. Un escritor que está tirado a la bartola en el sofá escribiendo un libro. De vez en cuando al escritor le entrará hambre, le entrará sed. Necesita un libro, un libreto, un ordenador. Algo que tiene que construirse para que este proceso económico se lleve adelante. ¿Qué pasa cuando hay crecimiento económico? Es otra palabra para decir que los procesos económicos se multiplican. En otras palabras, que la necesidad, la demanda de energía y materia crece. Desde la Revolución Industrial, nuestra economía ha estado creciendo prácticamente de manera ininterrumpida. Está creciendo tan rápido que al medioambiente no le da tiempo a regenerarse. De tal manera que cada vez que hay un crecimiento económico, le robamos un cachito al medioambiente. Y seguimos creciendo, y le robamos otro cachito al medioambiente. Todos vemos a dónde va esto. En algún momento llegamos a los límites del planeta. Este es el primer punto: la economía mundial no puede crecer de manera ilimitada sin llegar a esos límites. El segundo, la economía es un subsistema del medioambiente. Pero no es el único subsistema. Como hemos visto, hay sistemas energéticos, sistemas de recursos naturales y otros subsistemas con los que interactúa. Por ejemplo, el clima o la biodiversidad. ¿Qué ocurre cuando la economía crece? Ejerce presión sobre todos estos subsistemas. Y el medioambiente empieza a darnos señales de aviso. Empieza a haber cambio climático. Empezamos a perder nuestros recursos naturales. Estamos bajos en energía. Empezamos a perder biodiversidad. ¿Qué es lo que estamos haciendo hoy en día? Lo que se recomienda que hagamos los humanos. Cosas simples, como utilizar bombillas de bajo consumo. Cerrar el grifo del agua cuando no se utilice. Apagar la luz cuando salgas de la habitación. Utilizar un coche de bajo consumo. Mejor aún, utilizar transporte público. Mejor aún, utilizar una bicicleta. Intentar llegar a cooperaciones internacionales para mitigar y adaptarnos a los efectos del cambio climático, etc., etc. Eso está muy bien. Se tiene que seguir haciendo y de manera continuada. Pero estamos curando un síntoma. Cualquier médico que se precie te va a decir: "No hay que curar el síntoma sino la enfermedad". ¿Cuál es la enfermedad? ¿Cuál es el problema subyacente de estos síntomas? El crecimiento económico descontrolado. Por eso hay que empezar a ver tanto los síntomas como la enfermedad. A esta historia, todos en algún momento la hemos oído, de una manera o de otra, hablando con amigos, en revistas, en tertulias políticas, en la televisión. A mí lo que realmente me importa es cuál es la reacción que tenemos los humanos a este problema. ¿Por qué no estamos reaccionando? Para ello vamos a ver las diferentes reacciones. La primera digna de mencionar, es la reacción del avestruz. Cuenta la leyenda urbana, (esto no es verdad, en la naturaleza no pasa, pero la imagen es lo que cuenta) cuenta la leyenda urbana, que el avestruz cuando se siente amenazado reacciona de la siguiente manera: Mete la cabeza debajo de la tierra. En otras palabras, obvia que el problema está ahí. Y si un lobo viene a comerse al avestruz, se lo va a comer. Da igual que tenga la cabeza metida debajo de la tierra o no, digo yo. ¿Por qué tenemos esta reacción? A veces lo problemas medioambientales en la escala planetaria, son un poco etéreos, son difíciles de entender. Por eso vamos hacer una cosa: en vez de hablar del planeta, vamos a hablar de una casa. En vez de hablar de la población mundial, vamos a hablar de una familia. La madre de esa familia, Margarita, la vamos a llamar, está sentada en el sofá del salón, leyendo un periódico. De repente, oye un estruendo: ¡buum! Margarita, claro, ¿qué hace Margarita? Levanta el periódico y lo que haría cualquiera de nosotros. Se acerca a la grieta y dice: "Pero aquí, ¿qué ha pasado?" Intenta inspeccionar que ha pasado. Hubo un fallo estructural en la casa, son materiales baratos, un seísmo. Si no sabe lo que ha pasado, va a llamar a alguien que venga y se lo cuente, ¿qué ha pasado? Y lo que es más importante, ¿qué hacer para que no vuelva a pasar? Para que su seguridad y la seguridad de su familia no corra peligro. Lo que no creo que haga Margarita es estar sentada en el sofá, y en vez de levantarse, ir a la grieta y ver qué está pasando, se levante, vaya a una tienda, compre un póster enorme, vaya a la grieta, la tape, se siente y aquí no ha pasado nada. Cuando hablamos de esta escala pequeña, todos reaccionaremos así. Entonces, ¿por qué cuando volvemos a la escala planetaria, no tenemos la misma reacción? Hay dos razones principales: Una es un distanciamiento físico. Nuestras acciones tienen reacciones y la mayoría de las veces pasan a miles de kilómetros de nuestras casas en otros continentes, en otras partes del planeta. Las grietas no están en nuestros salones, pero sí lo están en los salones de otras familias. La segunda es que hay un distanciamiento temporal, intergeneracional. Nuestras acciones tienen consecuencias. Y de ellas se van a tener que encargar, las generaciones futuras. Por suerte, no todos los animales reaccionan de esta manera. Este es el segundo tipo de reacción, el suricato. Para aquellos que no le conozcan, el suricato es Timón, de Timón y Pumba, del Rey León. Es un animal que parece poca cosa pero es súper interesante. Igual que el humano es depredador, se alimenta de pequeñas arañas, escorpiones, de vez en cuando caza alguna ardilla. Pero, igual que el humano, es vulnerable. ¿Qué hace el suricato cuando se siente amenazado? Busca una roca, una roca grande, cuando más grande mejor, se sube a esa roca, y al revés que el avestruz, en vez de tirar la cabeza para abajo, tira la cabeza para arriba. Otea el horizonte; es un animal ávido de información. Voraz de análisis, sediento de la búsqueda de alternativas. Sinceramente no pensé que iba a decir esto en público, y mucho menos en una charla de este tipo. Pero yo creo que tenemos que ser menos avestruces y más suricatos. Ser inquietos por nuestro planeta. ¿Para cuándo? Julio César dijo una vez: "Cuando lleguemos a aquel río, hablaremos de aquel puente". Yo os digo una cosa, si yo estoy hablando con Julio César de estas cosas que estamos hablando hoy, y le cuento que tenemos un problema, le cuento que tenemos que reaccionar, y me suelta esa frasecita, cuando lleguemos a aquel río, hablaremos de aquel puente. Le diría: "Mire, con todos los respetos, don Julio, pero, es Ud. un pedazo de avestruz. Claro, ¿por qué le digo esto? Si hacemos como Julio César bajamos la cabeza, como el avestruz, seguimos andando, obviando todos los problemas, hasta llegar a las orillas de ese río problemático. En otras palabras, hasta que los suministros de las cosas más básicas, para nuestra existencia --alimentos, agua, energía, seguridad, tierra-- hasta que esas cosas se vean en peligro. En otras palabras, hasta que las grietas empiecen a aparecer en nuestros salones. Ese río, que hace 100 o 150 años era un pequeño riachuelo, no había más que dar un brinco y ya estábamos al otro lado, a un futuro sostenible. Ese río, el día de mañana, no va a ser un río, va a ser el Amazonas, junto con el Danubio, junto con el Ebro. Y lo que es más alarmante, los recursos necesarios para construir ese puente hacia un futuro más sostenible, igual ya no están ahí. La cooperación internacional, la voluntad política, recursos naturales, energía. Y si lo están, lo estarán en cantidades tan pequeñas, que ese puente que podamos construir al otro lado, será tan endeble que no nos pueda llevar a todos nosotros, en un futuro más sostenible. Por eso repito, tenemos que ser un poco más suricatos. Tenemos que buscar esa roca grande, cuanto más grande posible. Informarnos, crear conciencia colectiva. Porque solamente desde ahí arriba, con la cabeza bien alta, podremos ver ese río problemático, a la distancia, sin tener que esperar, a llegar a sus orillas. Y desde ya mismo, con los recursos que tenemos hoy en día, que son más que suficientes: nuestra tecnología, conocimiento, recursos naturales... empezar a construir hoy mismo un puente hacia un futuro más sostenible, más responsable con generaciones futuras. Muchas gracias.