¿Quién soy yo? ¿Seré yo solamente quién se pregunta quién soy, o los demás también se preguntarán? Yo sí me pregunté y sabía que no solo podía ser mi nombre. Qué tampoco sé lo que hacía para pagar mis cuentas. ¿Quién soy yo? Si viajaba en el colectivo me preguntaba quién soy. Haciendo mi trabajo me preguntaba quién soy yo. Y veía a la gente y me preguntaba quién soy yo. Entre mis amigos me preguntaba quién soy yo y quería saber si ellos también se preguntaban quiénes eran ellos. Quería saber si a ellos les quitaba el sueño saber quién era uno. No tanto por mi curiosidad de saber quién era cada uno de ellos, sino para saber si ellos ya sabían quiénes eran. Porque yo no sabía quién era yo. Me hubiera encantado preguntarles: ¿A vos no te pasó que una vez te preguntaste quién sos? ¿O que alguna vez te preguntaron quién sos? ¿O quizás alguna vez te vas a preguntar quién sos? Esta pregunta no me la podía sacar de la cabeza. Con distracciones tampoco, o con un trabajo, o la construcción de una casa, o la compra de algo pasajero. Esta pregunta siempre volvía. Tenía miedo de preguntar a otros si sabían quiénes eran. Puede que fuera la pregunta más estúpida y todos terminaran burlándose de mi. Uno se imaginaba que cada vez que nos encontráramos me iban a preguntar: ¿Ya sabés quién sos? ¿Te encontrastes? Sé que vine del amor de mis padres a este mundo. Y del milagro de la vida. Se a dónde terminaré: en un cementerio. Sé de qué estoy formado, en biología me lo explicaron. Pero nunca me dijeron quién soy. Ahí me largaron. Como jinete que en el palenque sobre un potro le sueltan, y a jinetear la vida, sin saber quién soy yo. Sin aún saber si era jinete. ¿Quién soy yo? (Música) Y dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo... Pampa: Hace catorce años, mamá y papá recorren caminos de un mundo que no les deja de sorprender. Caminos que los llevan a vivir los años más felices de sus vidas. En un viaje que habían empezado solos, cuatro hijos nos hemos sumado. El primero fui yo, Pampa, en su camino a Alaska. Mi hermano Tehue, en el viaje a lo más sur del continente americano. Paloma, la princesa de la familia, se sumó en la isla de Vancouver, al cruzar todo Canadá. Wallaby, el más chiquitito de la familia, en Sidney, al empezar Australia. Luego viajamos por casi toda Asia y de ahí a África, donde estamos ahora, en nuestro camino a Europa. Vamos lento, el auto es muy lento. Pero sabemos a donde vamos. ¡Vamos a por nuestro sueño! (Música) A darle la vuelta al mundo... Ya sé quién soy ¿Sabés cómo me encontré? Pasó que una vez con mi mujer, nos decidimos ir a por el sueño de nuestra vida. Por un gran viaje. Y sí necesitamos muchísimo coraje para decidirnos, pero aunque no me creas, el mayor coraje lo necesitaba para contárselo a nuestros seres queridos, porque para nosotros que dejáramos la casa que habíamos construído con mucho sacrificio por tres años, la casa no se iba a ningún lado. Que dejáramos la empresa que estábamos armando y que ahora va bastante bien, para eso trabajamos: para disfrutar. Y cuando volviéramos podíamos volver a empezar. Claro, dejar la comodidad, la seguridad, nos daba una sensación muy de vacío. Pero eso es lo que uno busca al hacer un viaje, el verse en un lugar distinto. Pero ahora, si vos le vas a contar a alguien que vas a ir por tu sueño, es que como que le estás diciendo: voy a hacer una locura. Y quién no te lo dice en el momento, vos le das la espalda, y te dice: este se volvió loco. Pero, es que para ellos, estábamos dejándolo todo. Dejando de lado todo lo logrado, dejando nuestro futuro, dejándolo todo. Pero nosotros íbamos por nuestro sueño, nosotros estábamos yendo por todo. Y nos llamaron locos cuando nos fuimos, nos siguen llamando locos. Y saben qué, a ellos: gracias. Porque nos hacen recordar que no somos normales. Somos nosotros, ahora sé quién soy. ¿Sabés quién sos vos? Somos nuestro sueño y hasta que no lo empecemos, no nos vamos a realizar. Es por eso que te pido que seas vos, que seas tú mismo. Se tu sueño. (Música) dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo. Cande: Aunque no nos creas, esa chica que está saltando de felicidad, el día anterior lloraba de tristeza. Era el día más triste de mi sueño. Faltaban treinta kilómetros para llegar a Alaska y Alaska para mí, en ese momento significaba el final de un sueño. Y lo lindo de un sueño no es llegar al final, lo lindo de un sueño es vivirlo. Es estar ahí, es pasar por todo lo que tiene que pasar para llegar a ese momento. Y era el final, pero encontré el motivo para estar saltando de alegría. Me di cuenta que Alaska significaba el final de un sueño, pero también el comienzo de otro. Y todo esto comenzó cuando conocí a Herman que él tenía diez años y yo tenía ocho. Nos pusimos de novios cuando teníamos catorce. Y siempre soñábamos con viajar, creció con nosotros este sueño. Después nos casamos y dijimos a los dos años nos vamos de viaje. Y dos años pasaron, tres, cuatro, fuimos posponiendo este sueño. Mayormente por las excusas que íbamos poniendo, que eran generadas por un montón de miedos que teníamos. Pero después teníamos ganas de tener hijos. y qué pasó con nuestro sueño de viajar. Pusimos fecha, el 25 de enero del 2000. Estemos o no estemos listos, partimos. Y faltaban solo tres meses para salir, y Herman se me aparece con este auto. Un auto de 1928, que llegó a mi casa remolcado en una grúa. Para mí sonaba imposible, lo único que íbamos a conocer eran talleres. Nada de paisajes, nada de continentes. Y bueno, no sé como me convenció, realmente. Un día antes de salir logró arrancarlo, y dijimos, bueno, vamos como punto de partida al Obelisco e invitamos a todos nuestros amigos, familiares y no vino nadie. No vino nadie. Fue mi hermana que la fuimos a buscar en el auto. Herman: Es que no nos creían. Creo que excusas no les faltaban para no creernos? porque nunca habíamos hecho esto. No teníamos ni dinero ni experiencia. No sabíamos nada de mecánica, ni siquiera repuestos para el auto teníamos. Ni mapas, sólo el mapa de Argentina. Pero el día que empezamos el viaje, que nos tendrían que haber visto, éramos blancos, pálidos, nos subimos al auto, arrancamos por primera vez el auto, pusimos primera y sentí algo lindo. Sentí que por ahí tenían razón, por ahí en dos días ya estábamos de vuelta. Pero hoy, hoy estoy intentando ir por mi sueño, y eso se sintió muy lindo. Así que arrancamos y el primer día sólo pudimos hacer 55 kilómetros porque el auto se empezó a romper. Cande: Empezábamos a parar en los talleres Herman: Fuimos al mecánico y me dice, No, yo ruedas de madera no arreglo. Soy mecánico, no carpintero, Andá a la herrería. No lo podía creer, pero había una herrería, que enseguida se pusieron a arreglar las ruedas. Nos pusimos a charlar con los herreros, preguntaron que estábamos haciendo, le contamos nuestro viaje, de nuestro sueño. Y cuando le pregunto ¿cuánto va a costar todo esto? Me dice, no, no te vamos a cobrar. Yo le pregunto, ¿pero por qué no? Bueno, dijiste que este es tu sueño, y nosotros queremos ser parte de tu sueño. Los primeros angelitos del camino empezaron a aparecer. Cande: Es verdad, no estábamos listos. No estábamos preparados. ¿Pero cuándo uno lo está? ¿Cuándo uno siente que está preparado? Nosotros ahora estamos camino de Egipto y no nos sentimos preparados. Tampoco sabemos si lo vamos a estar. Pero sabemos la fórmula para cumplir un sueño. El secreto es empezar. Una vez que lo empezás, con un poco de fe, un poco de ganas, se empiezan a resolver las cosas que te van a pareciendo en el camino. Y los problemas en los sueños no son problemas, son desafíos. Y qué lindo que es superar estos desafíos. Nosotros ahora estamos en Tanzania y no sabemos si estamos preparados para llegar a Kenia. o para llegar a Medio Oriente, o para llegar a Europa. Pero nosotros nos enfocamos en el próximo pueblo. Una vez que llegamos a ese pueblo, vemos como llegamos al otro pueblo. Herman: Y es así de sencillo. Y los chicos lo ven así, sencillo. Por eso me encanta darles charlas a los chicos. Porque damos charlas a los chicos ellos me preguntan si nadamos con delfines, si estuvimos en el Everest, si anduvimos en barco, si vimos elefantes en la selva. Que es el motivo por el cual estamos viajando. Ahora cuando vamos a darle charlas a la gente grande, sólo se enfocan en la piedra del camino. Nos preguntan, ¿pero que te pasaría si te pasa algo, si te enfermás? Para ese viaje se necesita de muchísimo dinero. Este auto es muy viejo, ¿dónde van a conseguir repuestos? ¿Sabes cuál es el único repuesto que nunca voy a conseguir? Un repuesto para mi vida. ¿Dónde voy a conseguir otra? Día que perdí, día que no viví, no lo recupero jamás. ¿Cuándo voy a volver a tener veinte o treinta años? Nunca más. Sí tengo miedo que nos pase algo, tengo miedo que se rompa el auto. Pero más miedo tengo que se me pase la vida sin haberla vivido. Una cosa que aprendí fue cuando estaba en el Lago Titicaca. Fuimos a visitar una isla flotante que los aborígenes Uros siguen realizando. Y vos cuando estás en esa isla flotante, sentís, porque vos movés y no es sólido. Y yo quería ver que había dentro de esas casas tan pequeñas hechas de junco. Cuando me dejan ver, veo un poco de herramientas, un poco de comida y una cama enrollable de junco. Salgo de la casita y le pregunto al aborigen: ¿Dónde está el resto? Y el hombre me dice: Si tenés mucho, te hundís. Yo le dije: yo estoy de viaje, yo necesito cosas. Y dice: estamos todos de viaje. Lo que necesite va a estar en el camino. Y en este auto, en los catorce años de viaje, no pudimos cargar todo lo que quería. Pero llevar poco peso me llevó muy lejos. Me dio mucha libertar, el tener poco, es tener mucho. (Música) Y dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo... Cande: Lo más lindo que hay en este planeta, es su gente. Es el motivo por el que nosotros seguimos viajando. Porque las historias están atrás de la gente. Me acuerdo una vez que estábamos en Perú. Y una familia nos hospedó en su casa, de un solo ambiente, paredes de caña, piso de tierra, nos ofrecen los únicos pedacitos de carne de la olla, nos ofrecen su cama y con sus hijos se van a dormir al piso. Y al día siguiente nos piden disculpas porque no nos habían podido dar más. Cuando nos habían dado todo. Y así fueron nuestros últimos catorce años. Siempre la mayoría de las noches en casas de familias. Y me acuerdo que cuando salimos, la gente nos decía: cuidado con la gente. Pero nadie nos dijo que vayamos, que la gente va a estar ahí. Herman: Pensad por favor, en los tres mejores momentos de tu vida. Te apuesto todo lo que quieras que no están relacionados con cosas, que están relacionados con alguien. Lo más lindo de este planeta, es la gente. ¿Por qué perdemos tanto tiempo en cosas? ¿Acaso si no tenés mucho, no te hundís? Es verdad que necesitábamos muchísimo dinero. porque necesitábamos cruzar muchísimos océanos, necesitábamos barcos. Pero cada vez que necesitábamos un barco, apareció. Necesitábamos ocho mil dólares para entrar a la China, nada más que para entrar a la China. Y aparecieron. Cada vez que necesitábamos un doctor, un hospital para los nacimientos de los niños, aparecieron. Cada vez que el auto se rompía y necesitábamos un repuesto muy especial, apareció. Muchos van a decir: ¡Qué suerte que tiene esta gente! Pero no es suerte. Estando en Ecuador, un montón de gente nos recomendó que fuéramos a conocer a Alonso Ordóñez. Era un hombre como un sabio, que tenía mucho conocimiento, como un gurú. Y el hombre vivía frente al mar, sobre el acantilado y tenía tres cabañas. Pero faltando 60 kilómetros para llegar al lugar, de muy linda manera un señor nos para en el camino y nos invita a su casa. Entonces dijimos: hoy este señor, mañana Alonso Ordoñez. Cuando llegamos a la casa de este hombre, estamos frente al mar, sobre un acantilado y contamos: una, dos, tres cabañas. Le decimos: Pero, ¿usted no se llama Alonso Ordóñez? ¿Cómo sabe mi nombre? Es que veníamos a verlo a usted, nos habían recomendado tanto. Bueno, tenía que ser, me dijo el hombre. Y le empezamos a contar muchas historias increíbles que nos estaban sucediendo desde que empezamos el sueño. Y el hombre, cuando terminamos de contar la historia me pregunta: ¿Cuál es lo contrario de blanco? Negro. ¿Cuál es lo contrario de día? Noche. ¿Cuál es lo contrario de amor? Odio. Y después nos pregunta: ¿Cuál es lo contrario de sueño? Nos quedamos mirando y no le encontramos respuesta. No hay nada en contra de un sueño, nos responde. Está todo a favor del sueño, el mundo está hecho para soñadores y está sediento de soñadores. Si no hay nada en contra de un sueño entonces, ¿qué es lo que te detiene tanto? ¿Qué es lo que te distrae tanto? Estoy a un minuto de terminar, y este minuto es para vos. Te voy a pedir que te tomes la vida en serio. Porque la vida es una sola vez. No te cagues, llénate de cosas, pero de esas cosas valiosas, que son aquellas que entran dentro tuyo. Se responsable, porque la responsabilidad más grande que tenés, es la de ser feliz en tu vida. Yo sé que tienes miedo porque yo también lo tengo. Pero que no sean los dueños de tu vida, se tú, avanza, porque agua que se estanca, agua que se pudre. No cuides de que tu vida dure mucho, sin gusto a nada, cuida que tengo gusto a vivida, no sólo gusto, sácale el jugo. Hay que ganarle vida a esta vida. Y para eso hay que arriesgarse, porque sin riesgo no hay ganancia. Y no te dejés llevar por la corriente. Jamás. Porque solamente los peces muertos se dejan llevar por la corriente. Nada a tu estilo y si hace falta nada contra corriente. Y para terminar, prestad atención, que esto es lo mejor. Los sueños no están para ser cumplidos, están para ser vividos. Acá el que pierde es el que no lo intenta. Se el protagonista de tu vida. Herman: Cande, ¿vos estás segura que es por acá? Cande: La brújula, ¿que dice la brújula? Por acá no hay cartel (Música) Darle la vuelta al mundo,...