Me gustaría compartir con ustedes
la historia de una
de mis pacientes, Celine.
Celine es ama de casa
en un distrito rural de Camerún,
en el oeste del África central.
Hace seis años, cuando le
diagnosticaron VIH,
la reclutaron para participar
en el ensayo clínico
que se llevaba a cabo en su distrito.
Cuando conocí a Celine,
hace poco más de un año,
había pasado 18 meses
sin ninguna terapia antirretroviral
y estaba muy enferma.
Me dijo que había dejado de ir a la clínica
cuando acabó el ensayo
porque no tenía dinero
para el autobús
y estaba demasiado enferma
para caminar 35 km.
Ahora bien, durante el ensayo clínico,
había recibido gratuitamente
todos los fármacos antirretrovirales,
y el transporte
lo habían cubierto
los fondos de la investigación.
Todo aquello terminó
cuando acabó el ensayo,
dejando a Celine sin alternativas.
Era incapaz de decirme
el nombre de los medicamentos
que tomó durante el ensayo,
ni siquiera de qué iba el ensayo.
No me molesté en preguntar por
los restultados del ensayo,
porque me parecía obvio
que no lo sabría.
Pero lo que más me asombró
fue que Celine había dado
su consentimiento informado
para formar parte del ensayo,
aunque no comprendiese
las implicaciones de participar
o lo que le sucedería
cuando el ensayo terminara.
He compartido con vosotros esta historia
como ejemplo de lo que puede sucederles
a los participantes de un ensayo clínico
cuando se lleva a cabo deficientemente.
Puede que este ensayo
arrojase resultados esperanzadores.
Puede que se publicase
en una revista científica de relevancia.
Puede que informase a profesionales
de todo el mundo
sobre cómo mejorar el manejo clínico
de pacientes con VIH.
Pero costó
el que cientos de pacientes como Celine
quedaran a sus expensas
una vez se hubo terminado.
De ningún modo quisiera hoy sugerir
que hacer ensayos clínicos sobre VIH
en países en vías de desarrollo
esté mal.
Al contrario, los ensayos clínicos
son herramientas muy útiles
y muy necesarias para aliviar
el peso de las enfermedades
en los países en desarrollo.
De todos modos, las desigualdades que existen
entre países ricos y en desarrollo
en materia de financiación
implican un riesgo real de explotación,
especialmente en el contexto
de una investigación con financiación externa.
Desgraciadamente, el hecho es
que muchos de los estudios llevados a cabo
en países en desarrollo
nunca serían autorizados en países ricos
que son los que aportan los fondos para el estudio.
Estoy segura de que deben de estar preguntándose
qué hace a los países en desarrollo,
especialmente los del África subsahariana,
tan atractivos para los ensayos clínicos de VIH.
Bueno, para hacer que un ensayo clínico
genere resultado válidos
y aplicables a gran escala,
se necesita un número alto de participantes
y preferentemente en una población
con alta incidencia de nuevas infecciones de VIH.
El África subsahariana encaja en esta descripción,
con 22 millones de personas afectadas de HIV,
aproximadamente un 70% de las 30 millones
de personas afectadas en todo el mundo.
También, la investigación en el continente
es mucho más fácil
dada la pobreza general,
las enfermedades endémicas
y los sistemas de salud inadecuados.
Un ensayo clínico considerado
potencialmente beneficioso para la poblacion
es más fácil que se autorice
y, en ausencia de buenos sistemas de salud,
casi cualquier tipo de asistencia médica
se acepta al ser mejor que nada.
Otras razones más polémicas incluyen
un menor riesgo de litigios,
objeciones éticas menos rigurosas
y una población dispuesta a participar
en cualquier estudio
que insinúe una posible curación.
A medida que los fondos
para investigación en VIH
se incrementan en los países en desarrollo
y las objeciones éticas en países ricos
se hacen más estrictas,
pueden ver por qué el contexto se hace
cada vez más atractivo.
La gran prevalencia del VIH
lleva a los investigadores
a llevar a cabo estudios
a veces científicamente aceptables,
pero, en muchos otros casos,
muy cuestionables moralmente.
¿Cómo podemos asegurarnos de que,
en nuestra búsqueda de una cura
no nos aprovechamos
de aquellos que están más afectados por la pandemia?
Los invito a considerar cuatro áreas
en las que creo que podríamos centrarnos
para mejorar el modo en que se hacen las cosas.
La primera es el consentimiento informado.
Hoy día, para que un ensayo clínico sea considerado
éticamente aceptable,
se debe proporcionar información
relevante a los participantes
para que puedan comprender
y consentir libremente
a participar en el ensayo.
Esto es especialmente importante
en países en desarrollo,
donde muchos participantes consienten
porque creen que es la única manera
en la que pueden recibir
tratamiento u otros beneficios.
Los procedimientos para el consentimiento
usados en los países ricos
a menudo son inapropiados o ineficaces
en muchos países en desarrollo.
Por ejemplo, es contrario a la lógica
hacer que un participante analfabeto
como Celine
firme un largo consentimiento informado
que es incapaz de leer
y muchísimo menos entender.
Las comunidades locales
deben implicarse más
en establecer criterios de selección
de participantes en ensayos clínicos,
así como en los incentivos
para la participación.
La información en estos ensayos
debe darse a los potenciales participantes
en formatos lingüística y culturalmente aceptables.
El segundo punto que quisiera que consideraran
es el estándar de asistencia sanitaria
que se proporciona
a los participantes en cualquier ensayo clínico.
Este es un tema que genera debate y controversia.
Al grupo de control de un ensayo clínico,
¿se le proporciona el mejor tratamiento disponible
en cualquier lugar de mundo?
¿O debería dárseles un estándar alternativo de cuidados
como el mejor tratamiento disponible
en el país en el que se desarrolla el estudio?
¿Es justo evaluar un tratamiento
que puede no estar disponible
o al alcance de
los participantes del estudio,
una vez este haya terminado?
Hoy día, en el caso de que el mejor tratamiento disponible
sea barato y fácil de proporcionar,
la respuesta es fácil.
Sin embargo, el mejor tratamiento existente
en todo el mundo a veces es muy difícil
de administrar en países en desarrollo.
Es importante evaluar los riesgos
y beneficios potenciales
de los estándares de asistencia sanitaria
que se proporcionan
a los participantes en cualquier ensayo clínico
y establecer uno que sea pertinente
al contexto del estudio
y el más beneficioso para los participantes.
Eso nos lleva al tercer punto
que quería que considerasen:
la revisión ética de los estudios.
Se necesita un sistema eficaz
que revise los parámetros éticos
de los ensayos clínicos
para proteger a los participantes
en cualquier ensayo clínico.
Por desgracia, esto es inexistente o muy deficiente
en muchos países en desarrollo.
Los gobiernos locales deben
implantar sistemas eficaces
para revisar los aspectos éticos
de los ensayos clínicos autorizados
en distintos países en desarrollo,
y lo deben hacer estableciendo
comités éticos independientes
de los gobiernos y los patrocinadores
de la investigación.
Se debe promover la responsabilidad
de los gobiernos
a través de la transparencia
y la revisión independiente,
a cargo de organismos internacionales y ONG,
según convenga.
El último punto que someto
a su consideración esta noche
es qué pasa con los participantes
en el ensayo clinico
una vez ha terminado.
Creo que es un error que el investigador comience
sin un plan concreto
de lo que les pasará a los participantes
una vez acabe el estudio.
Los investigadores deben hacer cuanto sea necesario
para asegurarse de que una intervención
que haya demostrado ser beneficiosa
durante un ensayo clínico,
sea accesible a los participantes
cuando termine.
Además, deberían considerar la posibilidad
de introducir y mantener tratamientos eficaces
en el conjunto de la comunidad
al término del ensayo.
Si por alguna razón,
piensan que no es posible,
entonces deberían justificar éticamente
por qué debería hacerse el estudio.
Afortunadamente para Celine,
nuestra reunión no acabó en mi despacho.
Pude incluirla en un tratamiento gratuito
contra el VIH
cerca de su casa,
y con un grupo de apoyo
para ayudarla durante el tratamiento.
Su historia tiene un final feliz,
pero hay miles de personas
en una situación similar
que tienen menos suerte.
Aunque Celine no lo sepa,
nuestro encuentro
cambió completamente mi opinión
sobre los ensayos clínicos de VIH
en países en desarrollo,
y me ha incitado a participar
en el movimiento
para cambiar el modo
en que se hacen las cosas.
Creo que cada persona
que me escuche esta noche
puede contribuir al cambio.
Si son investigadores, los invito
a que accedan a un nivel superior
de conciencia moral,
y a que sean ético en sus investigaciones,
y que no comprometan el bienestar humano
en su búsqueda de respuestas.
Si trabajan en una agencia de financiación
o en una empresa farmacéutica,
los animo a que susciten
en sus trabajadores
la necesidad de una investigación
fundamentada en la ética.
Si proceden de un país en desarrollo, como yo,
les pido que insten a sus gobiernos
a revisar cuidadosamente
los ensayos clínicos
que se autorizan en su país.
Sí, necesitamos encontrar
una cura para el HIV,
una vacuna eficaz contra el paludismo,
un método de diagnóstico eficaz
para la tuberculosis,
pero creo que les debemos algo
a los que voluntariamente y de modo altruista
acceden a participar en esos ensayos clínicos:
hacerlo de un modo más humano.
Muchas gracias.