Respiramos cada pocos segundos. Nuestra vida depende de la inhalación de oxígeno, pero nunca pensamos en cómo respiramos. Simplemente parece suceder de manera automática. ¿Cómo algo que parece tan sencillo puede ser la llave que nos mantiene con vida? La respiración empieza con el ambiente que nos rodea. El aire que inhalamos, o inspiramos, tiene una mezcla de gases como nitrógeno, dióxido de carbono y oxígeno, que es el más importante para nuestra supervivencia. Entra en el cuerpo por la nariz y la boca, desciende por la faringe, la tráquea y los bronquios y, finalmente, alcanza los sacos aéreos de los alvéolos en los pulmones. Los alvéolos usan la presión para mover el oxígeno y los nutrientes a la sangre. El diafragma y los músculos intercostales son un sistema de bombeo que facilita este intercambio de aire. ¿Cómo afecta la respiración al nivel de energía, especialmente si uno está bajo estrés físico o emocional? Recuerden el último examen difícil que tuvieron. Es probable que conforme se ponían nerviosos, la presión corporal se iba incrementando, y la respiración rápidamente empezó a acelerarse. Cuanto más superficial se vuelve la respiración, menos oxígeno llega al cerebro y más difícil resulta concentrarse. ¿Cuál es nuestra respuesta al estrés físico, por ejemplo, ante un vertiginoso juego de hockey sobre hierba después del colegio? Al ejercer presión en el cuerpo, los músculos requieren gran cantidad de energía y demandan más oxígeno. La respiración se vuelve jadeante, lo que crea una mayor necesidad de aire y oxígeno, pero también regula la temperatura corporal, al permitir que el cuerpo se enfríe de forma natural. Estas no son las únicas ocasiones en las que la respiración se ve afectada o alterada. Piensen en la última vez que se enojaron o emocionaron. La furia crea una reacción metabólica en el cuerpo, lo pone en tensión y aumenta la temperatura interna. ¿Han visto alguna vez a alguien perder la calma? Al final, si respiramos bajo estrés durante largos períodos de tiempo, hay consecuencias. Cuando las células del cuerpo no consiguen el oxígeno que necesitan, los nutrientes de los que disponemos disminuyen y las toxinas aumentan en el torrente sanguíneo. Se cree que los ambientes hipóxicos, o pobres en oxígeno, pueden aumentar las células cancerosas. Las buenas noticias son que podemos controlar la respiración mucho más de lo que pensamos. Esto significa que podemos mejorar tanto la calidad como la cantidad. La ciencia de la respiración ha estado aquí durante miles de años, desde los antiguos practicantes de yoga en India, hasta los terapeutas especialistas de hoy en día. Ambos dirían que hay técnicas específicas que ayudan a mejorar la respiración. La respiración consiste en mover aire de un ambiente de alta presión a otro de menor presión. Más respiración significa más oxígeno, y, al final, una mayor cantidad de nutrientes que está disponible para las células y sangre. Hacemos esto de forma natural cuando dejamos escapar un gran suspiro. Cambiar la presión del aire que va a los pulmones es uno de los principales medios de alterar la respiración. El cuerpo lo hace de forma automática cuando tosemos, estornudamos o tenemos hipo. He aquí un experimento sencillo. Tapen sus fosas nasales derechas con el pulgar derecho. Respiren hacia adentro y afuera sólo por la fosa nasal izquierda. Fíjense lo difícil que se hace inhalar. Tienen que concentrarse y usar el diafragma y los músculos más de lo normal. Al disminuir la superficie de las vías respiratorias, aumenta la presión del oxígeno que se mueve desde los alvéolos hasta la sangre. Quien hace yoga a menudo practica esto para reducir la velocidad de la respiración, aumenta el oxígeno y activa el sistema nervioso parasimpático, que se ocupa de las actividades del organismo cuando está en reposo. Intentemos otro ejercicio. Visualicen como jadea un perro cuando respira. Ahora intenten hacer el mismo jadeo, al principio con la lengua afuera, luego con la boca cerrada. Se encontrarán usando los músculos estomacales para expulsar el aire al exhalar. Pongan sus manos bajo la nariz, y sentirán la fuerza del aire que sale. Respirar de esta forma es difícil porque requiere un movimiento activo del diafragma y de los músculos intercostales. La temperatura corporal cambiará rápidamente durante este ejercicio debido a la presión que ejercemos sobre la respiración. No sorprende encontrar perros a menudo que hacen esto para refrescarse en un día caluroso. Cuando dormimos por la noche, el centro de la médula del cerebro se asegura de que sigamos respirando. Por suerte para nosotros no tenemos que pensar en ello. Durante el día, la respiración es mucho más vulnerable, especialmente en situaciones estresantes o difíciles. Por eso es útil prestar atención a la respiración. Si pueden controlarla y cambiarla, pueden mejorar tanto la calidad como la cantidad de oxígeno que entra al cuerpo. Esto disminuye el estrés, aumenta la energía y refuerza el sistema inmune. Así que la próxima vez que alguien les pida que se relajen y respiren hondo, sabrán exactamente por qué.