¿Cuándo fue la última vez
que tuvieron contacto físico?
Y no me refiero a un contacto sexual,
me refiero a un contacto humano,
como un abrazo de sus abuelos,
o una sonrisa de su vecino,
o un beso de su hijo.
Los científicos afirman que tenemos
tres necesidades básicas para sobrevivir.
Necesitamos oxígeno, comida y agua.
Y yo quiero sugerir una cuarta:
que es el contacto físico.
Voy a contarles una historia personal,
de cómo esto se me volvió tan importante.
Tengo cinco hijos.
Los primeros dos son gemelos.
Durante su nacimiento
hubo ciertas complicaciones
y Rotev, el segundo, nació sin pulso.
Fue sometido a resucitación
y fue trasladado de inmediato
a la unidad de terapia intensiva neonatal.
Todo sucedió muy rápido.
No tuve tiempo para verlo,
y ni hablar de cargarlo.
Nos vimos después de 36 horas.
Yo recuerdo muy vivamente
entrar al departamento,
acercarme a la incubadora,
y ahí estaba él, tan chiquito y frágil.
Yo deseaba mucho abrazarlo.
Así que la enfermera lo tomó con cuidado
y lo puso en mis brazos.
Recuerdo que al mirarlo
se sentía incómodo.
Sus ojos estaban llenos de miedo,
su corazón palpitaba fuerte,
su respiración era superficial,
y se veía inquieto.
Tomó unos minutos para que
lograra empezar a relajarse.
Su palpitación disminuyó,
y se sintió mucho más calmado.
Y yo trataba de darme cuenta,
"¿qué pasó en los últimos minutos?"
Y entonces pensé en que
en los últimas 36 horas
él había pasado por pruebas,
exámenes, pinchazos de agujas,
se le dio tratamiento,
pero en ningún momento
se le acarició con cariño.
Yo sentí que no solo era mi presencia,
sino también mis caricias
lo que lo hizo cambiar.
Y después de solo 48 horas,
le dieron permiso de ir a casa.
Así lo sentí como madre,
y así lo siento ahora como médica:
el contacto físico puede curar.
Así que estudié pediatría
y me especialicé en bebés prematuros.
Soy directora del departamento
de cuidados neonatales
en uno de los principales hospitales
de mi país.
Y el más grande de Medio Oriente.
Y es una profesión preciosa.
Porque creamos vida.
Hacemos que un bebé de 500 gramos crezca
hasta ser una persona de 50 kilos.
Es realmente sorprendente.
Un bebé prematuro
nace antes de las 37 semanas
o antes del octavo mes de embarazo.
Y tratamos bebés extremadamente pequeños,
de hasta menos de 500 gramos.
Son extremadamente vulnerables.
Sus órganos vitales, como los pulmones,
no están desarrollados,
y les damos oxígeno a través
de respiración artificial.
Los alimentamos y los hidratamos
por líneas intravenosas.
Y hemos logrado disminuir la mortalidad
en la última década.
Pero aún tenemos muchas complicaciones,
especialmente en el desarrollo neuronal,
y tratamos de mejorar los resultados.
Y siempre digo que cuando tratamos
de mejorar algo para el futuro,
tenemos que remontarnos al pasado,
ir a lo más básico.
¿Y qué es lo más básico?
Lo más básico es lo que llamo las tres C:
Es contacto, la conexión y la compasión.
Lo explicaré ahora.
Yo recuerdo un día,
caminando por el departamento,
Ví a una mamá sentada
cerca de la incubadora,
apenas había parido gemelas, de solo
33 semanas, cada una de un kilogramo.
Y se sentó muy distante de la incubadora.
Yo me acerqué y le pregunté:
"¿por qué no toca a sus hijas?
¿Por qué no tiene contacto piel a piel?"
Y ella me respondió:
"No sé, son tan pequeñas.
Y todos los tubos y líneas que les salen,
me temo que si las toco,
me voy a conectar también,
y puede que no sobrevivan".
Yo le dije: "Si las acaricia,
las ayuda a sobrevivir".
Recientemente una revista de la
Universidad de Harvard publicó
que el contacto piel con piel,
con los bebés de bajo peso,
reduce su mortalidad en un 36 %.
Este no es un número chico.
¿Qué pasa médicamente hablando
cuando acariciamos?
Cuando nos acarician secretamos oxitocina.
Es una hormona a la que llamamos
"de vinculación".
Cuando liberamos oxitocina,
los niveles de cortisol disminuyen,
el ritmo cardiaco disminuye también
y nos sentimos más confiados y protegidos.
Cuando nos tocan disminuye
el dolor y la presión.
Para la madre, el acariciar le estimula
la producción de leche.
Y cuando los bebés son acariciados,
ayuda a que aumenten de peso.
Creo que es el único momento en la vida en
que estamos contentos aumentando de peso.
Así que esta mamá me escuchó con atención
y empezó a tocar a sus hijas
y a tener contacto piel con piel.
Y ahora estas niñas tienen cinco años
y son preciosas.
(Aplausos)
Pero el contacto no solo es físico.
Necesitamos crear una conexión.
Necesitamos la segunda C.
Hay una broma sobre nuestra profesión
y es que somos como veterinarios,
porque tampoco podemos hablar
con nuestros pacientes.
Y es verdad,
no nos comunicamos realmente
con los bebés y los niños,
pero sí con los padres,
y los padres son entonces
también nuestros pacientes.
Los padres están abrumados
con su situación.
De pronto tienen un bebé
antes del tiempo planeado.
Pasan semanas y meses
en terapia intensiva.
Y a veces en situaciones de vida o muerte,
y están muy ansiosos y estresados.
Así que necesitamos darles tratamiento
para ayudarlos,
por que al disminuir su ansiedad
ayudamos al desarrollo del bebé.
Recuerdo que hablé a unos padres
después del nacimiento de sus hijos,
y les expliqué sobre el estado de salud,
y lo que podían esperar
en los próximos días.
Y ellos escuchan en silencio
y asintieron con la cabeza.
Dos días después, en mi ronda matutina,
los vi de nuevo,
y le pregunté a la mamá si todo estaba bien,
"¿tiene preguntas?"
Ella me miró y me dijo:
"No sé, nadie me ha explicado nada,
hasta el momento".
Yo estaba en shock.
Pensaba: ¿Qué quiere decir
con que nadie le explicó?
¡Yo lo hice!
¡Le expliqué todo hace dos días!
Y luego me di cuenta de que tenía razón.
No lo hice apropiadamente.
No logré una conexión.
Estoy segura que cada uno de Uds.
ha estado en un consultorio médico.
Y siempre es lo mismo.
Entramos y explicamos nuestros síntomas,
y nos dicen que tipo
de medicamento necesitamos,
en un monólogo perfecto.
Y cuando nos preguntan si tenemos dudas,
nuestra mente se queda en blanco.
Solo asentimos con la cabeza,
y salimos de ahí.
Y cinco minutos después
de dejar el consultorio,
recordamos lo que debimos preguntar,
sobre efectos secundarios tal vez.
Y en realidad ya olvidamos
el 50 % de lo que nos dijeron.
Así que nosotros, como médicos,
necesitamos explicar apropiadamente.
Necesitamos lograr una conexión
y dar nuestra completa atención.
Decidimos cambiar las cosas
en nuestro departamento.
Adoptar un nuevo enfoque.
Por ejemplo, no hablamos con
los padres cerca de la incubadora
o mientras están con su bebé.
Sino que los llevamos a un lugar tranquilo
y oímos sus inquietudes.
Les damos nuestra completa atención.
Y al terminar, les preguntamos:
"¿Qué es lo que entendieron?"
También decidimos continuar
el contacto fuera de ahí.
Mandando un mensaje de texto al móvil.
Cada mañana a las nueve,
les llega información sobre su bebé.
Por ejemplo: "Su hijo está el cuarto 6.
Su último peso fue de 720 gramos.
Se terminó todos los biberones
y necesitamos más leche materna".
Y los resultados fueron sorprendentes.
Los padres se sintieron más tranquilos,
y más confiados.
Sintieron que estamos disponibles.
Tuvieron menos ansiedad y tensión,
y realmente, sintieron que nos importan.
Creamos contacto y conexión.
Y sintieron nuestra compasión.
Tenemos a la familia Levine.
Vienen cada año a celebrar el cumpleaños
de Daniel con nosotros.
Daniel nació a las 24 semanas,
era extremadamente pequeño,
y tenía muchas complicaciones.
Los padres pasaron un mes
en nuestro departamento.
Y cada año, ellos vienen.
El Sr. Levine me dice:
"¿Sabe, Dra. Strauss, quiero que sepa,
de todo el tiempo que pasamos aquí,
lo que más recuerdo es
el día en que nació Daniel.
Recuerdo a Ud. y a su equipo
saliendo del quirófano.
Lo llevaron a la incubadora.
Yo la seguí al departamento,
y de pronto Ud. se detuvo,
me miró con una sonrisa,
y me dijo: "¡Felicidades!"
Y en ese momento,
entendí que ya era padre.
Para bien o para mal, soy padre.
Y eso me dio esperanza.
Las palabras lograron una conexión.
Desafortunadamente,
no todos los bebes sobreviven.
A veces al último momento, o último día,
los padres tienen que desconectar.
Se presentó un caso de un bebé,
que después de un parto muy difícil,
no sobrevivió después de cuatro días.
Recuerdo a los padres, Sharon y su esposo,
no estaban ahí el último día,
y entonces salí a hablarles.
Le pregunté a Sharon:
"Por favor, ¿por qué no vienen
a decir adiós a su bebé?"
Y ella respondió:
"No puedo, duele demasiado".
Y yo le dije:
"Sé que es la situación más difícil
en la que te pido estar,
pero es extremadamente importante
que le digas adiós".
Y al final lo hizo.
Vino, la dejamos cargar a su bebé,
y se sentó a despedirse por unos momentos.
Dos años más tarde, recibí una llamada
desde maternidad.
Alguien quería verme.
Así que fui y era Sharon.
Acababa de tener un bebé.
Y fue muy emotivo para ambas.
Me abrazó y me dijo:
"Quiero agradecerte por tu insistencia
en que me despidiera de mi hijo
hace dos años,
porque solo así pude cerrar esa puerta
y continuar con mi vida.
Y ahora tengo un bebé perfectamente sano.
El contacto cura.
Y logramos contacto.
Y es de una madre hacia un hijo,
de un médico a un paciente,
de una persona a otra.
Nuestro departamento es como
un microcosmos del universo.
Cuando encontramos grandes alegrías
por traer nueva vida,
encontramos gran tristeza y duelo
por alguna muerte.
Tenemos tristeza y alegría,
dolor y alegría, combinados,
y sé que cada día debo confrontar
estos sentimientos mezclados,
y no puedo prescindir de la compasión.
En nuestro mundo abrumador, frenético,
la tecnología lo reemplaza todo,
reemplaza hasta lo más esencial
como el oxígeno, la comida y el agua.
Pero no puede ni debe
reemplazar a la compasión.
Necesitamos compasión en este mundo.
¿No son preciosos estos niños?
Todos sentimos compasión por los bebés.
Queremos abrazarlos y besarlos.
Pero en algún momento de nuestra vida,
olvidamos este sentimiento.
Necesitamos recuperar este sentimiento
de compasión por los niños.
Necesitamos volver a lo básico.
Necesitamos volver al contacto,
conexión y compasión.
Y necesitamos empezar con el contacto.
Y no me malinterpreten,
no digo que toquen a cada persona
en el metro.
El contacto significa una palmada
en el hombro a un amigo.
Un choque de manos a un colega.
Alzar la vista de la computadora,
la laptop, el móvil,
y hacer contacto visual
y sonreír.
Así que creemos contacto y conexión,
e inevitablemente tendremos compasión.
Empezamos hoy,
aquí, ahora.
Pregúntense cada día:
¿Tuve hoy alguna conexión con los demás?
¿Estuve presente?
¿Presté completa atención a mi mamá,
a mi amigo, a mi hijo?
Recuerden que su contacto y su sonrisa
pueden marcar la diferencia para ellos.
Gracias.
(Aplausos)