Señores, buenos días.
No digo "señoras" para ganar tiempo;
y señores suena más profesional.
Además, si digo "señoras",
¿tengo que decir "señoritas"?
¿Hay mujeres que no estén casadas?
Es importante que lo sepa.
¿Hombres no casados?
No, eso no tiene importancia.
Además, "señoritos"
suena un poco antiguo, ¿no?
Entonces, digo solo:
"Buenos días, señores".
Así, está bien.
¿No? Mmm.
¿Por qué no
"zurdos, diestros, buenos días"?
Clasifico a la gente en dos categorías.
¿Está bien, no?
¡Ah, no! Los ambidiestros.
Entonces...
Solo...
buenos días.
¿Es tan importante marcar el género
de las personas que saludamos?
¿Por qué nuestra educación
nos enseñó que es más educado?
Buenos días, señores.
Buenos días, señoras.
Es un automatismo.
Lo decimos así.
Sin pensar.
Es gracioso porque,
cuando yo entro en un negocio,
las personas están obligadas a pensar.
Con mi apariencia, muchas personas
se encuentran en dificultad.
y muchas veces recibo:
"Buenos días, señor...a..."
Buenos días, criaturita".
"Buenos días, señoras y señores",
cuando estoy solo yo.
Les recuerdo: tengo 28 años
y soy una sola persona.
Esta hesitación al saludar
está siempre acompañada
de una incomodidad palpable
en la persona delante de mí:
espera una respuesta.
Parece que es indispensable
para seguir la interacción.
Señor o señora.
Hombre o mujer.
¿La respuesta?
Para mí, es señor.
Pero no es ni hombre ni mujer.
Me explico.
"Señor" es la interfaz social que uso.
Traduce la expresión de mi género.
Tengo un nombre masculino.
Se habla de mí en masculino.
Ejemplo: Antonin es bajo pero fornido.
Sin embargo, muchas veces me preguntan:
"¿Pero eres hombre o mujer?"
Y bueno, la mejor respuesta
que encontré es:
"No".
Mi identidad de género
se sitúa fuera de estos dos casos:
hombre/mujer.
Se dice que mi género es no-binario.
Después de todo, es algo gracioso,
porque soy informático.
Por lo tanto, lo binario no me asusta.
Pero a la sociedad occidental,
le encanta lo binario.
Le da seguridad.
Muchas veces, estoy forzado a elegir
entre hombre y mujer.
En los formularios,
ante la pregunta "sexo",
cuando puedo, no elijo ningún casillero.
O elijo los dos.
El jodido que hace eso
en las encuestas
soy yo.
Y cuando realmente no puedo elegir,
elijo "hombre",
que es lo más cercano a mi identidad.
¿Por qué quieren saber si soy hombre
cuando están estudiando
mi consumo de café?
¿O cuando me inscribo en la biblioteca?
¿Por qué no me preguntan si tengo
el cabello lacio o con rulos?
¿O si prefiero Star Trek o Star Wars?
¿Por qué quieren siempre y a toda costa
distinguir los hombres y las mujeres
en los formularios?
Y sí, lo sé.
Probablemente, en alguna
oficina de marketing,
hay alguien que intenta vendernos
productos esenciales
como dentífrico para hombres
o bolígrafos para mujeres.
Existe. Existe realmente.
Dirán entonces, hombre/mujer
es como la base; la sociedad funciona así.
En principio, todos tenemos
un número de seguridad social
que empieza por 1 o por 2,
¿no es así?
¿Sabían Uds. que hay números provisorios
con 7 y con 8?
Y antes, había con 3, con 4,
con 5 y con 6?
Es de la época de Vichy;
3 y 4 eran para argelinos y colonizados;
5 y 6 para los judíos franceses.
Sí, clasificar a la gente
no es tan sencillo.
Se elige. Es político.
Además, entre el 1 y el 2,
el 1 no es para las mujeres.
Sí, pero el 1 y el 2
de la seguridad social
es importante para enviar a las mujeres
invitaciones para la detección
de cáncer de útero.
¿No es así?
¿Pero en verdad se quiere
invitar a las mujeres?
¿O a las personas que tienen útero?
Algunas mujeres no tienen útero.
Algunas personas no son mujeres
y tienen útero.
Para las invitaciones a la detección
es muy complicado.
Sí, pero la realidad es compleja.
El modelo binario debajo
no borra esta complejidad,
sino que la esconde.
Entonces, este sistema de 1 y 2,
¿se debe tomar como una herramienta
o como una regla inmutable?
A mí, me convendría
que no fuera inmutable.
Porque mi número de seguridad social
empieza con 2.
Retomemos desde el principio.
Antes de mi nacimiento,
mis padres se enfrentaron
a "la" pregunta:
"¿Qué va a ser?"
"¡Un bebé, claro!
No es dinosaurio".
Por supuesto,
la pregunta subyacente es:
¿será un bebé macho
o un bebé hembra?
¿Qué ganamos haciendo
siempre esa pregunta?
¿Qué va a cambar en nuestro actitud
hacia ese feto o ese recién nacido?
¿Es para elegir si regalarle
un dentífrico para hombres
o un bolígrafo para mujeres?
Entonces, yo todavía no había nacido,
y la gente ya hacía
miles de proyecciones sobre mí.
Cuando nací, un médico
examinó mi entrepierna
y determinó:
"Es mujer".
No hace falta ser médico para eso.
Pero nadie pensó en analizar
mis cromosomas sexuales
XX, XY u otra fórmula.
Tampoco nadie estudió
mis órganos internos.
Cuántos ovarios,
testículos internos, útero.
Nadie se dijo:
"Para este bebé, tenemos que medir
los índices hormonales
durante todo el crecimiento".
De hecho, el sexo
se determina por muchos criterios.
Sin embargo, cuando nací,
un médico determinó a simple vista:
"¡Es mujer!"
Visto por profesional.
100 % seguro. No hay dudas.
Mis órganos genitales externos
entraban en las nomas
fijadas por la medicina.
Porque esas normas
fueron fijadas por la gente.
¿Cuál es el tamaño reglamentario
de un pene o un clítoris?
¿Cómo es una vulva normal?
La naturaleza no se preocupa
por leer los manuales de medicina.
Más veces de lo que pensamos,
nacen personas
con órganos sexuales externos
que no entran
en las normas fijadas por la medicina.
Son personas intersexuales.
Entonces, ¿qué hacemos con esas personas?
¿En qué casillero las ubicamos?
En Francia, hay una solución:
se opera a estos recién nacidos
para "arreglarlos" con cirugía.
Para adaptarlos al casillero
que se eligió por ellos.
En Francia, hay médicos legales
que practican ablaciones
con total legalidad.
No sé Uds., pero yo,
cuando un sistema de casilleros
lleva a mutilar niños, me hace dudar.
¿A Uds. no?
De hecho, cuando nací, me etiquetaron:
"Mujer". 100 %. No hay dudas.
Hubo una simplificación
totalmente delirante:
la gente empezó a decir
que yo era una niña.
Sí. De dónde sacaron eso,
no tengo idea.
¿Alguien fue a la reunión
en que se decidió?
A mí, no me invitaron.
Al menos, me gustaría
ver los informes de trabajo.
Sí, ¡una lástima!
Entonces, se corrió el rumor
de que yo era niña.
Como no sabía hablar
-- acababa de nacer --
no pude desmentirlo.
Mis papás creyeron realmente
que yo era una niña.
Me encajaron un nombre de niña.
Resultado: me crearon
una identidad administrativa femenina.
"F" en mi documento de identidad,
2 en la seguridad social.
Sellado, gracias.
A los 3 años, descubrí
el grosero error que habían cometido.
no me animé a decir nada,
porque me parecía alucinante
que todos esos adultos
se hubieran equivocado así.
Los adultos son personas
que saben contar hasta mil.
Más tarde, descubrí que
otras personas habían pasado
por lo mismos errores de otros adultos
que también sabían contar hasta mil.
Y me parecía que Europa,
las mayoría de los adultos considera
que una niña es sí o sí hembra
y un niño, sí o sí macho.
Y sí, la mayoría de las veces
funciona así.
Funciona para las personas "cisgénero".
Su género, hombre o mujer, corresponde
a los que se espera por su sexo.
femenino o masculino.
Estadísticamente,
entre nosotros hay un gran número.
Pueden volver a casa
sabiendo que son personas cisgénero.
Hay personas para las que
este razonamiento automático,
masculino = hombre, femenino = mujer,
no funciona.
Son personas transgénero.
Es mi caso. Somos muchos.
Estamos por todos lados.
Y no somos contagiosos.
Ser transgénero me ofrece
una ventaja considerable en la vida:
recibir preguntas indiscretas
por parte de cualquiera
en cualquier momento.
Me gustaría que la gente
aplicara una regla muy simple
que llamo "la regla de la panadería".
Me quieres hacer una pregunta.
¿Sería desubicado
hacerla en una panadería?
Si lo sería, abstente.
Por ejemplo, una pregunta
sobre mis órganos genitales.
"Quisiera una baguette
y saber si Ud. tiene vagina".
Entonces, te abstienes.
Y no, tampoco me puedes palpar
para satisfacer tu curiosidad.
Otro aspecto cómico
de mi vida de transgénero,
mi documento de identidad
no refleja mi identidad.
En Francia, si quiero cambiar F por M,
cambiar mi nombre de nacimiento
por mi verdadero nombre
tengo que enfrentarme al Estado,
en un tribunal de primera instancia,
donde el juez me va a pedir
un certificado psiquiátrico
que muestre que sufro
de una enfermedad mental,
como se hacía antes con los homosexuales,
y la prueba de que soy estéril,
como se hace con los animales
en una veterinaria.
Entonces, por estos documentos,
mi vida cotidiana está llena
de pequeñas complicaciones.
Por ejemplo, recibo el correo
a dos nombres diferentes.
En mi buzón, puse solo mi apellido.
Si pongo dos nombres, bueno...
En mi edificio van a entender rápido
que no vivo con mi hermana...
Es una cuestión de respeto
de la vida privada.
Por teléfono, muchas veces
me hago pasar por mi esposa,
o por mi hijo.
Es un poco perturbador.
Pero muchas veces,
esta incongruencia administrativa
es más difícil de vivir.
Cuando pago con cheque, por ejemplo,
y me acusan de haber robado la chequera.
En la mesa de votación,
cuando gritan mi nombre de nacimiento
y muchos ojos me miran
con desconfianza.
Conozco muchas personas transgénero
que, para evitar esto,
dejaron de ir a votar.
También cuando el controlador
me acusa de fraude en voz alta,
me tutea, lee mi documento
a todo el vagón.
Balbuceo explicaciones
con vergüenza y además,
temo por mi seguridad
porque un hombre me miró con maldad.
Tengo muchos amigos que
recibieron una paliza por eso.
Es en cada ventanilla.
En cada documento administrativo
para completar.
Y después,
también cuando los estudiantes de medicina
aún hoy en día aprenden que,
como todos los transgénero,
soy un enfermo mental,
y a esa gente no hay que oírla.
Se las esteriliza, en todo caso.
Al fin y al cabo,
al fin y al cabo, todo esto
porque unos adultos
que saben contar hasta más de mil
están encerrados en esquemas rígidos,
hicieron una suposición
sobre mi identidad
sin preguntarme mi opinión
y se equivocaron.
¿Y si dejáramos de tener miedo
de cambiar las normas?
¿Y si nos regaláramos libertad?
Las primeras barreras son las
que nos ponemos nosotros mismos.
¿Qué le va a pasar a tu hijo
si le regalan una muñeca?
¿Va a ser un buen papá?
Entonces, ¡cambiemos los códigos!
(Aplausos)
Cambiemos los códigos y literalmente,
para mis compañeros y compañeras
informáticos,
los códigos informáticos,
tienen un gran poder
para simplificar mi vida.
Y un gran poder conlleva
una gran responsabilidad.
(Aplausos)
¿De qué tenemos miedo?
¡Repensemos las costumbres,
los automatismos!
¡Cuestionemos el sistema!
¡Salgamos del corsé!
En gran medida, vamos a simplificar
la vida de todas las personas
que no entran en el cuadro binario
del sexo y el género.
Por supuesto, también
vamos a simplificar la vida de todos.
Hagámoslo por mí, por Uds. mismos,
por nuestras familias,
nuestros amigos, nuestros compañeros.
Y así, ¡qué oportunidad extraordinaria
vamos a poder regalarnos!
La oportunidad de encontrar
toda la diversidad
de estas identidad fuera de la norma,
todas esas energías que solo quieren
prosperar a nuestro alrededor.
Si sabemos contar hasta más de 1000,
dense cuenta de que existen
más que esos dos casos.
Tengo confianza en nosotros.
Sé que está a nuestro alcance.
¡Gracias!
(Aplausos)