Esta es una situación que siempre me ha llamado la atención: caigo enfermo, pido cita con mi médico y voy a verlo al día siguiente. El día de la visita el médico me examina desde fuera, porque no tiene acceso a mis fluidos internos, y considera dos o tres posibles infecciones. Entonces me receta un tratamiento de amplio espectro para cubrir todas las posibilidades, o prueba un tratamiento contra una enfermedad, y si no funciona, lo cambiará en la próxima visita. Después me dice que me haga un análisis. Me hago el análisis el tercer día por la mañana y me devuelven los resultados el cuarto día. Llamo al médico y tengo mi segunda visita con los resultados el quinto día. ¿Cuánto tiempo necesita el organismo para actuar contra una infección? Un par de horas. Después de unas horas, en la sangre tenemos la información necesaria para saber lo que nos pasa. Solo que el médico tiene acceso a esa información cinco días más tarde. Es mucho tiempo, ineficaz y cuesta mucho dinero. Durante mi tesis doctoral, que preparé en la Universidad de Lille, siempre pensé que los grandes laboratorios de análisis eran como las cabinas telefónicas de los años 80. Es una comparación que quizás solo entiendan los mayores de 30. Pensaba que los análisis médicos irían por el mismo camino y que todos podríamos hacernos un análisis en casa. Lo que no entendía era por qué, si los tests de embarazo se comercializan desde 1970, estando en 2013 aún no conseguimos aplicar este concepto a las enfermedades infecciosas. Tras mi tesis doctoral y una visita a la Universidad de California, me uní a la Universidad de Washington, donde comencé a trabajar en este tipo de "autotests". Entonces me di cuenta de los dos obstáculos que impedían la creación de esta tecnología. En primer lugar, hay un problema de sensibilidad. En la mayoría de las infecciones, las moléculas que queremos detectar están muy poco concentradas, lo que exige crear un test con una gran sensibilidad. Por ese problema, el primer test a domicilio no fue autorizado hasta 2012 en EE.UU. Fue el test para el SIDA. Por cierto, Francia acaba de emitir una opinión favorable para su comercialización, hace un par de semanas. El problema de este test es que se hacen con una cinta de papel rectangular. Lo cual tiene algunas limitaciones de sensibilidad. El test para el SIDA solo se puede usar tres meses después de la infección, porque hay que dejar que el virus se multiplique y tenga la concentración suficiente y, al mismo tiempo, provocar daños. Para evitar esa pérdida de tiempo y poder detectar concentraciones débiles, el año pasado desarrollamos un planteamiento diferente. Como siempre, el verdadero reto con la tecnología, no es encontrar solución a un problema, sino encontrar una solución simple. Así que en lugar de cortar el papel en forma rectangular, lo cortamos en forma de estrella con muchas puntas. De esta manera, basta con poner una muestra en el centro de la estrella, y la muestra se va a dividir en varios componentes. Por ejemplo, para la sangre, verán cómo los glóbulos rojos se van a un lado, y el virus, si el paciente está infectado, al otro lado. Tras la separación, los virus irán del centro de la estrella hacia las puntas. En las puntas, el agua se evapora rápidamente, dejando que el virus se acumule. Esta acumulación va a aumentar considerablemente la concentración del virus, lo que nos permite obtener una sensibilidad mil millones superior a la del test clásico. Cuando los virus están en las puntas hay que detectarlos y para eso hay que usar anticuerpos. Y aquí aparece el segundo obstáculo de este tipo de test, que es la fragilidad y coste de los anticuerpos naturales. Necesitábamos una alternativa. Para comprender nuestro trabajo primero hay que entender cómo funciona un anticuerpo. Cuando alguien está infectado por un virus el organismo reacciona produciendo anticuerpos. Esos anticuerpos pueden reconocer y capturar el virus, gracias a tres propiedades. Primero necesitan que el anticuerpo tenga una conformación espacial, una forma complementaria a la del virus. Es como una llave y una cerradura, siendo el virus la llave. En segundo lugar, la superficie de los anticuerpos necesita cargas positivas y negativas, en otras palabras, que sean opuestas a las presentes en la superficie del virus. Es un fenómeno muy exigente. Por último, el virus tiene que ser flexible para poder adaptarse a pequeñas variaciones de forma. El concepto es simple, lo complicado es realizarlo a escala nanométrica. Esto de aquí es una nanopartícula de oro cuyo tamaño es 1000 veces más pequeño que el grosor de un pelo. Si queremos fabricar un anticuerpo artificial que remplace un anticuerpo natural, necesitamos reproducir esas tres propiedades. Lo que hicimos para fabricar anticuerpos que pudiesen reconocer un virus, primero enganchamos el virus a esta partícula. Eso es una técnica llamada "impresión molecular". Antes de pasar a la siguiente etapa... en un par de frases lo entenderán. Imagínense que un virus es algo que pueden tener en la mano. Si ponen ese virus en plastilina y luego lo quitan, dejarán una huella cuya forma es complementaria a la del virus. Esta huella, que ahora es capaz de reconocer el mismo tipo de virus, es un anticuerpo artificial. Entonces, para fabricar un anticuerpo artificial que reconozca el virus, primero enganchamos el virus, como les acabo de decir, luego hacemos crecer este polímero que es una especie de plastilina alrededor retiramos el virus y obtenemos un molde mágico, que puede reconocer el mismo tipo de virus. ¿Por qué hacemos esto con partículas de oro? Porque mientras el anticuerpo artificial reconoce el virus, las nanopartículas comienzan a juntarse. Y cuando estas partículas de oro se juntan, cambian de color. Ese cambio de color se puede traducir por la aparición de una banda de color en nuestro test. Lo que acabo de describir es un ejemplo de lo que llamamos "tecnología de medicina preventiva". Esta tecnología les ayuda a conocer sus riesgos de salud, y a seguir personalmente y en tiempo real su evolución. Les he hablado de dos problemas técnicos que hemos conseguido resolver en el laboratorio. Pero el verdadero problema no es científico Es un problema común en toda tecnología de medicina preventiva Les voy a hablar rápidamente de otras dos tecnologías de medicina preventiva y explicarles cuáles son sus mayores problemas, y por qué es tan importante para el futuro de la medicina. La segunda tecnología son los dispositivos portátiles o implantados. Pongamos un ejemplo parecido. Hoy en día, los diabéticos controlan su glucemia gracias a un test. En el futuro habrá dispositivos implantados bajo la piel, que miden y regulan los parámetros fisiológicos y, por lo tanto, la glucemia, y que transmiten esta información a un móvil para el paciente y para el médico. La novedad y lo importante no es el hecho de tener un dispositivo implantado. El primer marcapasos se implantó en 1958, y es la imagen que ven en el pecho. La novedad y lo importante es la capacidad de recopilar información directamente a partir del dispositivo y transmitiéndosela al médico, y la capacidad que tiene el médico para controlar a distancia los dispositivos. Es la unión de tecnologías. Esta tecnología tiene el potencial de liberar totalmente al paciente del sistema centralizado que es el hospital, manteniendo un contacto continuo con el médico. La tercera y última tecnología es aún más impresionante. Si les dan una caja y les dicen que dentro de la caja hay tres enfermedades que Uds. tienen riesgo de contraer si no hacen nada para evitarlo. ¿Cuántos abrirían la caja? Recuerden, la caja no contiene las enfermedades que van a contraer, sino las enfermedades que tienen riesgos de contraer. Yo abriría la caja para poder hacer algo. Todos tienen esa caja, es su patrimonio genético. Todos tenemos predisposición a algunas enfermedades, y necesitan conocer los riesgos para prevenir las consecuencias. Hace 10 años, hicieron falta 10 millones de dólares y varios meses para secuenciar un genoma humano. Hoy pueden hacerlo por 100 $ o 77 € y recibir en un par de semanas la lista de sus predisposiciones genéticas. Sé que hay problemas de ética y de regulación, pero de cara a la tecnología la única respuesta válida no es la prohibición, sino la regulación. Estas tecnologías necesitan un entorno de regulación, y Uds. han observado, al igual que yo, que los últimos años todos los gobiernos del mundo se quejan del coste incontrolable de la salud y la seguridad social. Pero con cada reforma, volvemos a usar el mismo modelo de salud, y buscamos una nueva manera de financiarlo. Mi convicción es la siguiente: no es un problema de presupuesto. La única manera de construir un modelo de salud duradero es dejar de centrar nuestra atención en los tratamientos curativos y centrarla en la tecnología preventiva. De la medicina reactiva y centralizada, a una medicina preventiva y personalizada. Necesitamos que el paciente sea el centro de la vigilancia de su propia salud. Es más que una alternativa, es una necesidad. Gracias por escucharme. (Aplausos)