Para el ojo humano, el mundo nocturno
es un lienzo gris amorfo.
Muchos animales nocturnos, por otro lado,
experimentan un mundo rico y variado
pleno de detalles, formas y colores.
¿Qué es lo que separa a las polillas
de los humanos?
Las polillas y muchos otros
animales nocturnos ven de noche
porque sus ojos están adaptados
para compensar la falta de luz.
Todos los ojos, nocturnos o no,
dependen de foto receptores de la retina
para detectar partículas de luz,
conocidas como fotones.
Los foto receptores informan
sobre estos fotones a otras células
de la retina y el cerebro.
El cerebro examina esa información
y la usa para construir una imagen
del entorno que percibe el ojo.
Cuanto más brillante la luz,
más fotones impactan en el ojo.
En un día soleado,
más de 100 millones de veces más
de fotones llegan al ojo
que en una noche nublada,
una noche sin luna.
Los fotones no son menos numerosos
en la oscuridad,
pero impactan al ojo
de manera menos confiable.
Esto significa que la información
recogida por los foto receptores
variará con el tiempo,
como lo hará la calidad de la imagen.
En la oscuridad, detectar fotones escasos
y dispersos que arriban al azar
es demasiado difícil para los ojos
de casi todos los animales diurnos.
Pero para las criaturas nocturnas,
es cuestión de adaptación.
Una de estas adaptaciones es el tamaño.
Por ejemplo el tarsio, cuyos globos
oculares son del tamaño de su cerebro,
tiene los ojos más grandes respecto
de su cabeza entre los mamíferos.
Si los humanos fuésemos así,
tendríamos los ojos como pomelos.
Pero las grandes órbitas del tarsio
no evolucionaron para hacerlo más lindo,
sino para captar la máxima luz posible.
Ojos más grandes permiten aperturas
más grandes, llamadas pupilas,
y lentes más grandes,
lo que permite más luz focalizada
en los receptores.
Mientras los tarsios escanean la escena
nocturna con sus ojos enormes,
los gatos usan ojos brillosos
para hacer lo mismo.
Los ojos obtienen su brillo de una
estructura llamada tapetum lucidum
que se encuentra detrás
de los foto receptores.
Esta estructura está compuesta por capas
de células tipo espejo con cristales
que envían la luz entrante
de rebote hacia los foto receptores
y fuera del ojo.
Esto da como resultado
un brillo espeluznante,
y le da a los foto receptores una
segunda oportunidad de detectar fotones.
De hecho, este sistema ha inspirado los
ojos artificiales de gato de las calles.
Los sapos, por otro lado, se han adaptado
para recibir luz lentamente.
Pueden formar una imagen
incluso con el impacto de un fotón
por segundo en cada foto receptor.
Lo logran con foto receptores
que son más de 25 veces más lentos
que los humanos.
Esto significa que los sapos colectan
fotones durante hasta 4 segundos,
y eso les permite juntar muchos más
fotones que nuestros ojos
en cada intervalo visual.
La desventaja es que los sapos
reaccionan muy lentamente
porque solo reciben una imagen
actualizada cada 4 segundos.
Por suerte, sus blancos
suelen ser presas lentas.
Mientras, la noche está
repleta de insectos
como las polillas halcón,
que pueden ver sus flores favoritas en
colores, incluso en una noche estrellada.
Logran esto mediante
un movimiento sorpresivo...
descartando los detalles
de su percepción visual.
La información de foto receptores
vecinos se agrupa en su cerebro,
por eso la captura de fotones
de cada grupo es más alta
en comparación con los
receptores individuales.
Sin embargo, los foto receptores
agrupados pierden detalle en la imagen,
dado que los detalles finos requieren
una grilla fina de foto receptores,
cada uno detecta fotones de
un pequeño punto en el espacio.
El truco está en balancear la necesidad
de fotones con la pérdida de detalle
y de todos modos encontrar sus flores.
Sean los ojos lentos, enormes,
brillantes o toscos,
es la combinación de estas
adaptaciones biológicas
lo que le da a los animales nocturnos
los poderes visuales únicos.
Imagina cómo sería ver
a través de sus ojos
el mundo que despierta
tras la puesta del sol.