Hace 10 años escribí un libro que titulé: "¿Nuestro siglo final?" Signos de interrogación. Mis editores quitaron los signos de interrogación. (Risas) Los editores estadounidenses cambiaron el título por: "Nuestra hora final". A los estadounidenses les gusta la gratificación instantánea y lo contrario. (Risas) El tema era este: Nuestra Tierra ha existido durante 45 millones de siglos, pero este siglo es especial; es el primero en el que una especie, la nuestra, tiene el futuro del planeta en sus manos. Durante casi toda la historia de la Tierra, las amenazas provinieron de la Naturaleza: enfermedades, terremotos, asteroides, etc.; pero a partir de ahora, los peores peligros vienen de nosotros. Y ahora no solo está la amenaza nuclear; en nuestro mundo interconectado, las fallas de red pueden propagarse en cascada por el mundo; los viajes en avión pueden propagar pandemias por el mundo en cuestión de días; y los medios sociales pueden propagar pánico y rumores literalmente a la velocidad de la luz. Nos preocupamos demasiado por riesgos menores: accidentes aéreos improbables, sustancias cancerígenas en los alimentos, dosis bajas de radiación, etc.; pero nosotros y nuestros políticos negamos los escenarios catastróficos. Por suerte, aún no ha sucedido lo peor. De hecho, quizá no ocurrirá. Pero si un evento es potencialmente devastador, vale la pena pagar una prima sustancial para protegerse en contra de eso, aunque sea poco probable, así como tenemos un seguro de incendio en nuestra casa. Y así como la ciencia ofrece mayor poder y más promesas, el lado negativo da más miedo también. Somos cada vez más vulnerables. En unas pocas décadas, millones podrán usar mal los rápidos avances en biotecnología así como hoy usan mal la cibertecnología. Freeman Dyson, en una charla TED, previó que los niños diseñarán y crearán nuevos organismos tan rutinariamente como su generación jugaba con juegos de química. Bueno, esto puede ser de ciencia ficción, pero, de ocurrir ese escenario, nuestra ecología e incluso nuestra especie seguramente no sobreviviría mucho tiempo indemne. Por ejemplo, hay algunos eco-extremistas que piensan que sería mejor para el planeta, para Gaia, si hubiera muchos menos humanos. ¿Qué sucederá cuando estas personas dominen técnicas de biología sintética comunes en el 2050? Para entonces, otras pesadillas de ciencia ficción pueden hacerse realidad: robots tontos que se vuelven hostiles, o una red desarrolla una mente propia y nos amenaza a todos. Bueno, ¿podemos protegernos de tales riesgos con regulación? Sin duda hay que probar, pero estas empresas son tan competitivas, tan globalizadas, impulsadas por tanta presión comercial, que cualquier cosa posible de hacer se hará en alguna parte, sin importar lo que digan las regulaciones. Es como las leyes antinarcóticos, tratamos de regular, pero no podemos. Y la aldea global tendrá sus tontos de aldea, que tendrán un rango global. Por eso, como dije en mi libro, tendremos un viaje lleno de baches en este siglo. Puede haber retrocesos en nuestra sociedad; de hecho, existe una probabilidad del 50 % de un severo revés. Pero ¿hay eventos concebibles que puedan ser incluso peores, que puedan extinguir la vida? Cuando aparece un nuevo acelerador de partículas, algunos preguntan con inquietud: ¿Podría destruir la Tierra, o incluso peor, desintegrar por completo el tejido del espacio? Bueno por suerte hay consuelo. Junto con otra gente señalo que la Naturaleza ya ha hecho los mismos experimentos millones y millones de veces vía colisiones de rayos cósmicos. Pero los científicos deberían tener precauciones con experimentos que generen condiciones sin precedentes en el mundo natural. Los biólogos deben evitar la liberación potencialmente devastadora de patógenos genéticamente modificados. Y, por cierto, nuestra aversión especial al riesgo de desastres verdaderamente existenciales depende de una cuestión filosófica y ética, y es esta: Consideren 2 escenarios. El Escenario A arrasa al 90 % de la humanidad. El Escenario B arrasa al 100 %. ¿Cuánto peor es B que A? Algunos dirían 10 % peor. El conteo de cuerpos es 10 % más alto. Pero yo sostengo que B es incomparablemente peor. Como astrónomo no puedo creer que los humanos seamos el fin de la historia. Faltan 5000 millones de años para que estalle el Sol, y el universo puede seguir para siempre, por eso la evolución post-humana aquí en la Tierra y mucho más allá, podría prolongarse como el proceso darwiniano que condujo a nosotros, y ser aún más maravilloso. Y, en efecto, la evolución futura ocurrirá mucho más rápido, a escala de tiempo tecnológico, no a escala de tiempo de selección natural. Así que sin duda, en vista de lo mucho que está en juego, no deberíamos aceptar un riesgo ni de 1 en 1000 millones de que la extinción humana nos quite este inmenso potencial. Algunos de los escenarios previstos pueden ser incluso de ciencia ficción, pero otros pueden ser inquietantemente reales. Es una máxima importante que lo no familiar no es lo mismo que lo improbable, y, de hecho, por eso en la Universidad de Cambridge creamos un centro para estudiar cómo mitigar estos riesgos existenciales. Parece que vale la pena que unas pocas personas piensen en estos desastres potenciales. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir de otros, porque somos guardianes de un valioso punto azul pálido en un vasto cosmos, un planeta con 50 millones de siglos por delante. Así que no pongamos en peligro ese futuro. Y quiero terminar con la cita de un gran científico llamado Peter Medawar. Cito: "Las campanas que doblan por la humanidad son como los cencerros del ganado alpino. Están unidas a nuestros propios cuellos, y debe ser culpa nuestra si no producen un sonido armonioso y melódico". Muchas gracias. (Aplausos)