En un momento visionario...
Es 1849.
William H. Bovee deja su trabajo
de productor de café en Nueva York
en busca de fortuna en la California
de la fiebre del oro.
Pero al dejar atrás los lujos
de la ciudad,
Bovee deja tras de sí una
más conveniente taza de café.
En el oeste, la gente todavía
compra sus granos de café verde,
tuesta los granos en casa,
los muele con una manivela,
antes de realmente elaborarlo.
Bovee construye el primer
molino de café de California,
envasando y vendiendo granos pre-tostados.
Y en un momento visionario,
lleva el proceso un paso más allá
haciendo de su molino el primero del
mundo en moler los granos ya tostados
a gran escala,
luego envasándolo convenientemente
en pequeñas latas, para su consumo.
Unos pocos años más tarde, sin embargo,
Bovee se retira del negocio del café
y vende sus acciones de la empresa
a un joven empleado: James Folger.
Folger cambia el nombre y hace crecer
la empresa a una marca a nivel nacional,
en una carrera por entregar la dosis
más rápida y fácil de cafeína diaria.
Para el 64 % de los estadounidenses
que beben café a diario,
una conveniente taza
es prácticamente imprescindible.