Dentro de 4000 millones de años, toda el agua del planeta estará hirviendo. Y nuestro planeta no podrá albergar vida alguna. Dentro de 5000 millones de años el Sol habrá aumentado tanto, que se comerá completamente a la Tierra Bueno, en resumen, es una perspectiva en cierto modo, bastante espantosa. Piensen que todas las personas que ven por la calle y todos nosotros presentes en esta sala, dentro de como mucho 100 años estaremos muertos. En resumen, siendo optimistas 100 años. La pregunta es: si esto es lo que crees, ¿cómo haces para levantarte por la mañana, sobre todo, los domingos? Así es cómo vivía mi vida hasta el día en que no empecé a vivir de verdad, es decir, al día en que me di cuenta de que voy a morir. Ocurrió de una manera extraña, peculiar. Había un médico, con las gafas apoyadas en la punta de la nariz que no me miraba a la cara, me atravesaba con la mirada. Y me decía: "Tienes una enfermedad degenerativa de la médula ósea llamada aplasia medular idiopática. Esto significa que has perdido el 98 % de la totalidad de la médula ósea, y como ya sabrás, la médula ósea es el tejido que está en los huesos largos y en los huesos planos -no es la médula espinar- y sirve para producir glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. En definitiva, los componentes sanguíneos. Tú has perdido el 98 %, y el 2 % no está funcionando. Bien, la única cura definitiva para esta enfermedad es el trasplante de médula ósea y la probabilidad de encontrar un donante compatible es de cerca de una entre 100 000. Tenemos también un plan B. Una terapia bastante complicada con biofármacos sintéticos, que detiene la médula ósea totalmente para hacerla funcionar de nuevo poco a poco. Esperando que funcione. Entonces en este caso, las posibilidades de supervivencia en los próximos 6 meses son de un 20 %. Y si todo sale bien tendrás una expectativa de vida de unos 10 años". Esto sucedió en el 2009 y yo tenía 21 años. En definitiva, Dios ha muerto, Marx ha muerto, Incluso Woody Allen tiene los años que tiene. Pero cuando te estalla una bomba así en el salón de tu casa, necesitas creer en cualquier cosa. Incluso si eres agnóstico de toda la vida y te dices: "Bueno, si hay Dios o no lo descubriré algún día, cuando llegue el momento", necesitas creer en algo, porque la realidad ha perdido todo el sentido racional. Compré esto: un par de zapatos de escalada, los compré el día antes de ingresar al hospital. Algo insignificante, tonto, un símbolo, un compromiso conmigo mismo. Lo haré, saldré de aquí vivo. No tengo ningún argumento racional para decir esto, pero creo que voy a salir de esta. Puede ser un buen punto de partida, pero no es suficiente. Necesitamos algo más profundo y más convincente que un par de zapatos de escalada en lo que creer. Así que, de una persona sin fe, empiezo a preguntarme ¿en qué puedo creer? Mientras tanto, mi paso en el hospital sigue avanzando. Podría contarles historias divertidas, historias que tienen que ver, por ejemplo, con un sombrero de talibán, pero eso es otra historia y seguro que les aburriría. He salido vivo. Y he empezado a preguntarme: "Bien, ¿y ahora? ¿En qué creo? ¿Cómo hago para sobrevivir? Y ¿cómo hago para hacer sobrevivir también a otros desgraciados como yo? ¿Qué puedo hacer?" Me meto las manos en los bolsillos. Y saco pañuelos, monedas, céntimos. ¿Saben?, no soy una persona rica. ¿Qué recursos tengo? No me quedaba nada, ni un cuerpo que funcionase, porque cuando ingresé al hospital escalaba y salí del hospital sin poder subir las escaleras de casa. Pero algo sí me quedaba. Algo que siempre fueron mías. Las palabras. ¡Las palabras! ¡Los pensamientos! Vivimos en un mundo ruidoso, increíblemente ruidoso, peor incluso. Vivimos en un mundo que nosotros mismos hemos hecho ruidoso. Y no hablo solo de las fábricas, las calles y los ferrocarriles, de los altavoces en los coches a todo volumen, de los semáforos, claxon y toda esa mierda. Hablo de un nivel de ruido que ha traspasado la física del sonido y ha entrado en nuestra vida. Piensen, en Italia todos los días 21 millones de personas escriben por lo menos 10 palabras en Facebook. Bien, la pregunta es: en un contexto general, ¿cómo reconocer las palabras importantes? Ante una inflación como esta ¿qué puede valer una palabra? Esta es la cuestión. Crees justo en el momento en el que no puedes saber más. En el momento en el que ya no hay una justificación racional de lo que estás haciendo. Y entonces me dije a mí mismo: "¡Sí que quiero creer en ellas, sí!" Hubo una época en la que las palabras eran un instrumento increíble. Piensen en Lutero. Era una época en la que una palabra bien dicha, bien escogida y bien invertida podía de verdad cambiar la historia, podía dar poder a los opresores y podía sacudir a los poderosos, hacer un papa o machacar a un rey. Ya no estamos en esa época. Y yo decido creer en ellas, creer que una palabra aún puede hacer una diferencia, si está bien dicha. Y por eso empiezo a narrar, elijo una palabra, solo una. Esa que para mí es la más importante: "donación", una palabra que puede cambiar vidas, una palabra en la que se puede creer, en la que cualquiera puede elegir creer. Un ser humano no es carne y sangre, al menos, no solo eso. Somos ante todo una historia, la historia de nosotros mismos que narramos para coser el pasado recordado con el futuro imaginado en los sueños y en las esperanzas y en las expectativas. Y por eso nos atraen tanto las palabras. Y por eso relato, y hablo, y creo en ellas, incluso cuando parece inviable. Y bien, resulta que incluso antes de salir del hospital, el domingo antes de Navidad del 2009, mando 15 mensajes, hablando de "donación". 15 porque no tengo tantos amigos, no soy la clase de persona sociable que pueden imaginar. Pues al hospital no llegan 15 personas a ver si me pueden salvar la vida o a cualquier otro en la misma condición, porque no soy más especial que nadie. Llegan 400. 400 personas, el domingo de antes de Navidad deciden mover el culo de la manta, no para ir a comer turrón, sino para ir a hacer algo desagradable como sacarse una muestra. ¿A quién le gustan las agujas? No les gustan ni a los heroinómanos. Poco a poco, siguiendo la narración estos siete años, ese número ha aumentado, ha llegado a unos cuantos miles. y 80 personas, 80 que conozco en persona, han donado. Así que, sí, una palabra puede cambiar la historia, cuando crees en ella. Al menos la de 160 personas. 80 a los que les ha salvado la vida y los otros 80, que se pueden levantar de la cama y mirarse al espejo por la mañana y decir: "En alguna parte del mundo hoy alguien se ha levantado por mí". "Porque esa vez yo dije que sí". "Porque no tuve miedo" "Porque creí en esa palabra". Y esto es algo increíble. Y bien, ¿qué quiero que se lleven de esta charla? ¿Qué quiero que recuerden? Seguramente no mi cara fea. Ni tampoco mi nombre, eso no es importante. Ni mi historia, porque es una entre muchas. En Italia cada año hay 1000 personas que no tienen la posibilidad de encontrar un donante compatible de médula ósea y hay 10 000 personas esperando un trasplante de órgano, así que no es una historia especial, es una entre muchas. Recuerden esto. Uno: que todos tenemos la necesidad de creer en algo. Dos: que una palabra aún puede cambiar el mundo. Y tres: que para cambiarlo, esa palabra no puede ser solo un sonido o tinta en un papel, se tiene que encarnar, se tiene que vivir. El mérito de esto, de estas 160 vidas cambiadas, no es mío. Y porque aquellas personas, aquellas 80 personas, han sabido guardar silencio, han sabido escuchar a su mente y su corazón, para entender si esa palabra, "donación", podría ser algo en lo que creer. Y por eso el mérito es suyo. Esta es la cuarta cosa que quiero que recuerden. Recuerden guardar silencio y recuerden escuchar. Bien, he terminado, pero les pido que no aplaudan, no tienen la necesidad y aún menos la tengo yo. Guarden silencio, tómense un momento para escuchar a su mente y su corazón.