Les presento a Jane. Tiene un embarazo de alto riesgo. A las 24 semanas de embarazo está ingresada en el hospital para poder monitorizar sus contracciones. No parece muy contenta. Y es en parte porque requiere que técnicos y expertos le pongan estos pesados cinturones para monitorizar contracciones uterinas. Otra razón de que Jane no esté contenta es que está preocupada. En concreto le preocupa lo que pasará tras 10 días de estancia hospitalaria. ¿Qué pasará cuando vuelva a casa? Si tuviera que dar a luz tan pronto, sería devastador. Como mujer afroestadounidense tiene el doble de posibilidades de tener un parto prematuro o muerte fetal. Así que Jane tiene dos opciones: permanecer en cama en el hospital, prisionera de la tecnología hasta que dé a luz y pasar el resto de su vida pagando la factura; o volver a casa tras 10 días y esperar que todo salga bien. Ninguna de esas opciones parece atractiva. Cuando pienso en historias así y oigo historias así, me pregunto a mí mismo: "¿Hay alternativa?" "¿Hay manera de tener los beneficios de una monitorización de calidad como la que tenemos en el hospital mientras alguien está en casa haciendo vida normal?" Con esto en mente, animé a gente de mi grupo de investigación a asociarnos con algunos científicos, e hicimos una reunión creativa. Tras un largo proceso surgió una visión, una idea, de un dispositivo que se pudiera llevar como una pieza de joyería o aplicar como una tirita. Y tras muchas ideas y tribulaciones y años de esfuerzos pudimos llegar a este parche electrónico flexible fabricado usando el mismo proceso que se usa para los chips de computadoras, excepto que los componentes se trasladan de una oblea de semiconductores a un material flexible que puede comunicarse con el cuerpo humano. Estos sistemas tienen el grosor de un pelo humano. Pueden recoger el tipo de información que queremos, cosas como movimiento corporal, temperatura corporal, impulsos eléctricos del cuerpo y más cosas. También podemos diseñar estos sistemas para que integren fuentes de energía y puedan tener capacidad de transmisión inalámbrica. Al empezar a construir este tipo de sistemas, comenzamos a probarlos en nosotros mismos, en nuestro grupo de investigación. Pero también contactamos a algunos socios clínicos en San Diego, y los probamos en diferentes pacientes con diferentes condiciones clínicas, incluyendo futuras madres, como Jane. Esta es una foto de una mujer a punto de dar a luz en el hospital de la universidad con sus contracciones monitorizadas mediante un cinturón convencional. Además, nuestros parches electrónicos están ahí. Esta foto muestra ondas pertenecientes al pulso fetal, donde las rojas corresponden a los cinturones convencionales y las azules a nuestras estimaciones usando nuestros sistemas electrónicos flexibles y algoritmos. En este momento nos chocamos los cinco mentalmente. Algunas de las cosas que imaginamos empezaban a hacerse realidad y estábamos viéndolo en un contexto clínico. Pero aún había un problema. El problema era que la manera de fabricar estos sistemas era altamente ineficiente, con bajo rendimiento y muy proclive a errores. Además, al hablar con enfermeras del hospital nos invitaron a comprobar que nuestros dispositivos electrónicos trabajaban con adhesivos médicos usados en los hospitales. Tuvimos una revelación y dijimos: "Un momento. Más que hacerlos trabajar con adhesivos integrémoslos en adhesivos, resolviendo el problema de fabricación". Esta foto que ven es nuestra habilidad para integrar estos monitores en cinta adhesiva simplemente despegándolos de una oblea. Más trabajo de investigación nos permite, además, integrar circuitos en adhesivos flexibles para amplificar señales y digitalizarlas, procesándolas y codificándolas para transmisión inalámbrica. Todo ello integrado en los mismos adhesivos médicos que se usan en el hospital. Al llegar a este punto se presentaban otros retos, tanto desde el punto de vista de la ingeniería como de la usabilidad para estar seguros de que sean prácticos de usar. En muchas discusiones sobre salud digital la gente cree, y acepta la idea, de que podemos digitalizar los datos, transmitirlos de modo inalámbrico, enviarlos a la nube y, en la nube, extraer información valiosa para su interpretación. Y, de hecho, todo eso es posible si nos olvidamos de los retos energéticos. Pensemos en Jane, por un momento. No vive en Palo Alto, ni en Beverly Hills. Eso significa que tenemos que considerar qué tarifa de datos tiene y el coste que supone para ella enviar datos continuamente. Hay otro reto más que no es algo cómodo de abordar dentro de la profesión médica. Y es que Jane no confía plenamente en la profesión médica. Ella, gente como ella, sus antepasados, no han tenido las mejor experiencias en las manos de doctores y hospitales o compañías de seguros. Eso significa que tenemos que pensar en la privacidad. Jane puede que no se sienta cómoda con todos sus datos procesados en la nube. Y Jane no es tonta, lee las noticias. Sabe que si el gobierno federal puede ser hackeado, o compañías del Fortune 500, también su médico. Y con eso en mente tuvimos una revelación. No podemos ser más listos que todos los hackers del mundo, pero quizás podemos presentarles un objetivo más pequeño. ¿Qué pasa si en vez de correr esos algoritmos de interpretación de datos en la nube, lo hiciéramos en esos pequeños circuitos integrados ubicados en los adhesivos? Así, al integrar todas estas cosas juntas, podemos pensar en un futuro donde alguien como Jane puede vivir una vida normal, ser monitorizada de manera que no necesite conseguir otro trabajo para pagar su plan de datos, y también podemos atajar algunas de sus preocupaciones sobre privacidad. En este punto nos sentimos bien con nosotros mismos. Hemos logrado esto, hemos comenzado a atajar algunas cuestiones de privacidad y creemos que este capítulo está prácticamente cerrado. Todos vivieron felices para siempre, ¿no? No tan rápido. (Risas) Una de las cosas a recordar, como mencioné antes, es que Jane no tiene mucha confianza en la profesión médica. Hay que recordar que hay crecientes disparidades en salud, y hay desigualdad en cuanto a adecuados cuidados médicos. Y eso significa que esa imagen de Jane y sus datos; incluso si está cómoda transmitiendo sus datos de forma inalámbrica a la nube, dejando que un médico intervenga, si es necesario; no es toda la historia. Así que hemos empezado a pensar en modos de tener intermediarios de confianza entre gente como Jane y sus médicos. Por ejemplo, hemos comenzado a asociarnos con iglesias y buscar a enfermeras que sean miembros de la iglesia, que vengan de esas comunidades de confianza, como defensores del paciente y asesores de salud para gente como Jane. Otra cosa a nuestro favor es que a las compañías de seguros cada vez les atraen más estas ideas. Se están dando cuenta de que quizás sea mejor pagar un dólar ahora por un dispositivo que se pueda llevar encima, y un asesor de salud, que pagar 10 dólares más tarde, cuando el bebé nazca de forma prematura y termine en la unidad de cuidados intensivos neonatales, una de las más caras del hospital. Este ha sido un largo proceso de aprendizaje para nosotros. Este proceso repetitivo de avanzar y atacar un problema y no sentirnos totalmente cómodos, e identificar el siguiente problema, nos ha ayudado a seguir este camino de tratar no solo de innovar con esta tecnología, sino de asegurarnos de que pueda ser usada por quien más lo necesita. Otra lección de humildad que aprendimos en el proceso es que al tiempo que la tecnología progresa exponencialmente tenemos que recordar que hay seres humanos que usan dicha tecnología, y tenemos que darnos cuenta de que estos seres humanos tienen una cara y un nombre y una vida. Y, en el caso de Jane, esperemos que dos. Gracias. (Aplausos)