A medida que miramos
alrededor del mundo hoy,
vemos horrenda violencia
en Medio Oriente
vemos a Rusia invadir Ucrania
y amenazar a sus vecinos,
y vemos un deseo creciente
de muchos de identificarse
por su etnia e ideología sobre cualquier
sentido compartido de nacionalidad.
Y nos preguntamos: ¿es este el peor
instinto de la naturaleza humana
que repetimos generación tras generación?
o ¿podemos cambiar nuestro comportamiento?
Podemos alejarnos de estas
mentalidades destructivas
para vivir mas pacíficamente con
nuestras comunidades y nosotros mismos?
He pasado los últimos 25 años
trabajando en conflictos y
reconciliaciones alrededor del mundo,
y quiero hablarles de dos increíbles
individuos que sí cambiaron.
Roelf Meyer era el Ministro de Defensa
durante el apartheid en Sudáfrica.
David Ervine era un partidiario
o un paramilitar protestante
en Irlanda del Norte.
Estos dos hombres experimentaron
una profunda transformación,
que no solo los liberó de mentalidades
y comportamientos destructivos,
sino que a través de su transformación
ayudaron a liberar a millones
de la violencia y la represión.
Y con sus historias veremos que el cambio
profundo es de hecho posible.
Conocí a Roelf en 1994,
cuando lo invité a Belfast
para ayudar a compartir su experiencia
y ayudar a terminar con el apartheid
con líderes allí quienes
luchaban con el cambio.
Roelf era un político
importante en Sudáfrica.
Todos pensaron que él sería
el siguiente presidente.
De hecho, él creció creyendo
que el apartheid era bueno no solo para
los blancos sino también para los negros.
Construyó su carrera entera
al servicio del Estado del apartheid
Pero durante la trayectoria,
algo le ocurrió.
Llego a darse cuenta
que el sistema al que servía
y defendía era corrupto
e inmoral y tenia que terminar.
David Ervine pasó una década en prisión;
muchas personas lo llamaron terrorista.
Yo después llegué a llamarlo amigo.
Se unió a los paramilitares UBF
cuando, de adolescente,
otro adolescente de la misma edad
y el mismo apellido fue asesinado
por una bomba aérea.
David sintió que todo lo que él
y su comunidad defendían
estaba bajo amenaza mortal.
Sintió que la mejor defensa
era una buena ofensa.
Pero como a Roelf,
algo le ocurrió a David.
Llegó a darse cuenta
que los agravios y el miedo
que justificaban el uso de la violencia
en contra de sus vecinos
se había vuelto un círculo vicioso.
Habia pasado de matar para vivir
a vivir para matar
y tenía que encontrar
una manera de romper con eso.
¿Cómo fue que David y Roelf
llegaron a ese punto?
Cuando Roelf fue Ministro de Defensa,
entrevistó a un joven combatiente del ANC
y le preguntó: "¿por qué te uniste
al movimiento gorila?"
El joven le contó que cuando era niño,
su familia trabajó
para un granjero afrikáner.
Un día, mientras estaba sentado
en la batea de la camioneta del granjero
con el perro del granjero,
empezó a llover muy fuerte.
El granjero salió de la camioneta,
fue hacia la batea, tomó al perro,
lo metió a la cabina, y dejo al
pequeño niño bajo el aguacero.
Esta increíble desconsideración
a otro ser humano, un niño pequeño,
impactó tanto a Roelf,
que empezó a cuestionar el sistema
que servía y defendía.
David Ervine me dijo
que él y otros prisioneros partidiarios
aprendieron irlandés en prisión
para poder entender lo
que los prisioneros de IRA decían.
Con el tiempo, llegó a comprender
que tenía más en común
con estos católicos de clase trabajadora
que con muchos de su propia comunidad.
Sintió que su experiencia compartida de
exclusión era un lazo mucho más profundo
que lo que los dividía
como católicos o protestantes.
David y Roelf compartieron un trayecto
en el que se dieron cuenta
que estaban atrapados
en mentalidades que debían terminar.
Roelf fue a convencer a F. W. de Klerk de
que liberara a Nelson Mandela de prisión,
y él dirigió las negociaciones
para terminar con el apartheid.
David Ervine se convirtió en uno
de los negociadores principales,
y como el ex senador
George Mitchell dijo:
"Ayudó a sacar a los paramilitares
partidiarios de los tiempos oscuros
hacia la paz".
¿Son inusuales sus historias?
En estos 25 años, he llegado a creer
que si bien todos los países tendrán
su propia experiencia única
con el conflicto y la represión,
la gente responde a
esas experiencias como humanos,
es lo mismo en todo el mundo.
Sé por experiencia propia
como se siente el miedo,
el rechazo y la humillación.
Estas emociones no conocen
de fronteras geográficas.
Ser acosado por tus compañeros de clase
no es biológica y fundamentalmente,
diferente a ser humillado
en Belfast o Johannesburgo.
De hecho, la neurociencia
nos está mostrando
que somos seres profundamente emocionales
que necesitamos sentirnos
seguros y aceptados
para acoplarnos por completo en el mundo.
Los procesos de nuestro cerebro
son muy inconscientes;
mezclan las emociones y la cognición
al servicio de la supervivencia.
Nuestros cerebros son plásticos;
pueden cambiar,
y así podemos superar los miedos profundos
la predisposición y el trauma
para vivir más pacíficamente en
nuestro interior y nuestras comunidades.
Esta es una experiencia universal.
Algunos descubrimientos recientes en
neurociencia ilustran esto poderosamente.
Y creo que podemos empezar a tomar
lo que estamos descubriendo,
compaginarlo con la experiencia
y así encargarnos de los desafíos
que enfrentamos en el mundo.
Hace algunos años,
algunos científicos sociales descubrieron
el concepto de valores sagrados.
Esos valores que ayudan a moldear
nuestra identidad central;
son realmente importantes
en quienes somos.
Para algunos podría ser
una profunda creencia religiosa,
la protección de un hijo,
o un profundo amor al país.
La neuroimagen nos muestra
que procesamos los valores sagrados
en diferentes regiones del cerebro
que donde se calcula el costo-beneficio;
que respondemos con indignación moral,
mostramos agresión, nos aferramos
más intensamente a esos valores sagrados
cuando sentimos que la amenaza acecha.
Para millones de estadounidenses,
la Segunda Enmienda es un valor sagrado
profundamente arraigado;
es central en su identidad,
moldea quienes son en el mundo.
No es solo tener derecho a estar armados;
está vinculado con sus nociones
de libertad, herencia
y su habilidad de proteger,
que es muy importante para ellos.
Vamos a ver que ocurrió
después de Sandy Hook.
En lugar de ver un incremento en
el control de armas por todo el país,
hemos visto una flexibilización
en cuanto a la legislación de armas.
Y muchos creyentes de la Segunda Enmienda
respondieron con indignación.
Se pusieron agresivos y se aferraron a
sus creencias sagradas más intensamente
y con lo que sabemos sobre los valores
sagrados, esto no debería sorprendernos,
fue una amenaza central a su identidad.
Estamos más polarizados
en este asunto más que nunca.
Y la pregunta es: ¿podemos aplicar
lo que la neurociencia nos dice sobre
los valores sagrados a este asunto?
Lo que la investigación nos muestra
es que los valores sagrados
tienen que ser reconocidos.
Tenemos que demostrarle a los demás
que reconocemos que son
muy importantes para ellos.
No tenemos que compartir con ellos
esos valores sagrados,
pero tenemos que reconocer
que existen y que son importantes
para esas personas.
Solo así podremos acceder al terreno
común; solo así esas personas
podrán sentir que lo que para ellos
es sagrado no está bajo amenaza,
y podremos empezar a conversar sobre
uno de estos asuntos tan difíciles.
Cuando vemos al mundo que nos rodea
y nos preguntamos si podemos cambiar,
podemos considerar otras percepciones
que la neurociencia nos brinda.
Cuando vemos la expansión de ISIS
en Irak y en Siria, nos preguntamos
¿cómo es que este pequeño grupo
de fanáticos creció tan rápido
y se apoderó de todos esos grandes
segmentos de Iraq y Siria?
Ellos no podrían haber llegado
allí por sí mismos;
no podrían haberlo hecho
a menos que aprovechen la humillación,
la explotación y la exclusión
que sentían muchos sunnis
bajo el gobierno de sometimiento shiíta
del Primer Ministro al-Maliki.
Sé por mi propia experiencia
que la exclusión es
la principal causa de conflicto.
Cuando nos sentimos excluídos,
no nos sentimos seguros.
Cuando nos sentimos excluídos, sentimos
que realmente no podemos ocuparnos
en hacer lo que es normal,
para nosotros y nuestras comunidades.
Ahora, tenemos una base biológica
para la exclusión.
Algunas neuroimágenes
recientes nos muestran
que experimentamos el rechazo social
como un dolor físico,
esa parte del nuestro cerebro
que procesa las lesiones
no puede diferenciar completamente
entre las lesiones emocionales y físicas.
Compartimos eso con otros mamíferos.
Piensen en ese animal sacado de
la seguridad de la manada por un predador,
esa es una amenaza directa
a su supervivencia
y nosotros experimentamos eso
de la misma manera.
Nuestra capacidad de pensar racionalmente
depende de que nos sintamos seguros.
Entonces, cuando pensamos
en estos retos en el mundo,
es importante recordar
que tenemos que reconocer
lo que impulsa nuestra conducta.
David Ervine me dijo:
"Los terroristas tienen
que venir de algún lugar,
la exclusión y la injusticia son
un lugar poderoso del que surgen".
David dijo que él sintió que su capacidad
de proteger lo que es sagrado
para él y su comunidad
--su religión y ser británico--
solo podría ser plenamente realizada
en un país que reconozca lo que es
sagrado para aquellos a su alrededor.
Roelf Meyer se dio cuenta
que un sistema construido
sobre la exclusión no podía durar.
Lo que esto nos dice a nosotros es
que tenemos que construir relaciones
y gobiernos basados en la inclusión.
Sin eso, llevaremos
más y más a nuestras comunidades
hacia la violencia y la división.
Conforme vemos alrededor en el mundo,
y vemos al conflicto intensificarse,
a la división incrementarse,
y hacemos que desaparezca,
creo que es importante recordar
que la gente puede cambiar;
que la gente puede
cambiar fundamentalmente,
y ver a alguien como David,
y ver a alguien como Roelf
es empoderante y liberador.
Ahora sabemos que podemos
reconfigurar nuestros cerebros,
que el cambio es posible,
y que al combinar lo que sabemos
de estos hallazgos, con la práctica,
podemos replantear los retos
que enfrentamos en el mundo.
Y creo, que empezaremos a vivir
en un mundo más pacifico.
Muchisimas gracias.