Hace calor
y acabas de tomarte
varios vasos de agua,
uno detrás de otro.
Tras la urgencia posterior, se encuentran
dos órganos en forma de alubia
que trabajan como sensores internos
de alta precisión.
Equilibran la cantidad
de líquido del cuerpo,
detectan residuos en la sangre,
y saben cuándo liberar
las vitaminas, minerales
y hormonas que necesitamos
para sobrevivir.
Saluda a tus riñones.
La principal función de estos órganos
es deshacerse de los residuos
y convertirlos en orina.
Los ocho litros de sangre del cuerpo
pasan por los riñones
entre 20 y 25 veces al día,
lo que significa que, juntos, los riñones
filtran más de 180 litros cada 24 horas.
Los ingredientes de la sangre
cambian constantemente
al comer y beber,
lo que explica por qué los riñones
tienen que trabajar continuamente.
La sangre entra en cada uno de los riñones
por arterias que se ramifican
hasta formar vasos minúsculos que se
entrelazan con módulos internos especiales
llamados nefrones.
En cada riñón
1 millón de nefrones forman
una potente red de tamices y sensores
que filtran cuidadosamente la sangre.
Ahí es donde vemos cuán refinado
y preciso es este sistema
sensorial interno.
Para filtrar la sangre, cada nefrón
usa dos potentes dispositivos:
el glomérulo, una estructura redondeada,
y un largo túbulo fibroso como una pajita.
El glomérulo sirve de colador
permitiendo el paso solo
a ciertos elementos
como vitaminas y minerales, hacia el túbulo.
Entonces, la tarea de ese vaso es detectar
si el cuerpo necesita
alguno de esos ingredientes.
De ser así, se reabsorben
en la cantidad necesaria
para que puedan circular
de nuevo por la sangre.
Pero la sangre no solo
lleva ingredientes útiles.
También contiene residuos.
Y los nefrones tienen que decidir
qué hacer con ellos.
Los túbulos identifican los componentes
que el cuerpo no necesita,
como la urea, resto de la descomposición
de las proteínas,
y los redirige como orina
fuera de los riñones
a través de dos largos sumideros
llamados uréteres.
Los tubos vacían su contenido en la vejiga
para que sea evacuado,
liberando al cuerpo de los residuos
de una vez por todas.
También hay agua en la orina.
Si el riñón detecta
demasiada agua en sangre,
por ejemplo si hemos bebido
mucha agua en una sentada,
envía el líquido sobrante
a la vejiga para evacuarlo.
Por otra parte, los niveles bajos
de agua en sangre
hacen que el riñón vuelva a liberarla
en el torrente sanguíneo,
lo que significa una cantidad menor
de agua en la orina.
Por eso la orina es más amarilla
cuando estamos menos hidratados.
Al controlar el agua, los riñones
equilibran el nivel de fluidos del cuerpo.
Pero estos malabarismos no son
la única habilidad de los riñones.
Estos órganos tienen el poder
de activar la vitamina D
para secretar una hormona llamada
renina que aumenta la presión sanguínea,
y otra hormona llamada eritropoyetina
que aumenta la producción
de glóbulos rojos.
De no ser por los riñones, los fluidos
corporales se descontrolarían totalmente.
Al ingerir comida, la sangre recibiría
un nuevo lote de ingredientes sin filtrar.
Pronto, la acumulación de residuos nos
sobrecargaría los sistemas y moriríamos.
Así que cada riñón no solo hace
que todo funcione correctamente.
También nos mantiene con vida.
Por suerte tenemos dos
de estas alubias mágicas.