El futuro es incierto.
Los millones de opciones y caminos
que se encuentran ante nosotros
puede ser muy perjudiciales
para nuestro bienestar.
Las partes de la vida y la pérdida,
la incapacidad de decidir
qué hacer o quién ser.
Esos momentos en los que
te dices: "Y ahora ¿qué?"
pueden crear mucho estrés, ansiedad,
preocupaciones y, en mi caso, depresión.
Me gradué en el instituo
hace cuatro años y medio.
Nunca había tenido planes exactos
para mi educación superior.
Era muy indecisa
y siempre había tenido ese deseo
de crear mi propio camino,
aunque no sabía cuál era.
Esto me hacía sentir diferente del resto.
Parecía como si todo el mundo
tuviera toda su vida planeada
y las maletas hechas
y estuviesen preparados para vivir
nuevas aventuras.
Y ahí estaba yo, simplemente estando.
Inconsciente del siguiente paso.
Después del instituto, trabajé durante un año
antes de decidir que lo que
quería hacer era viajar.
Terminé trabajando en tres trabajos
alrededor de setenta hora semanales.
No me tomé ni un segundo para descansar
o para sentir estrés o preocuparme.
Simplemente estaba muy ocupada
y nada me preocupaba;
porque, al final, dejaría todo mis trabajos,
cogería un avión y me iría
a otro lado del mundo.
Y el primer mes de mi viaje
fue absolutamente increíble.
Estaba en el sitio más bonito
con mi mejor amiga de todo el mundo.
Estaba viendo cosas y haciendo cosas
que nunca pensé que haría.
Pero, entonces, algo empezó a suceder.
Veía cosas con mis ojos
y hacía cosas con mis manos,
pero no podía sentirlas.
No se registraba aquí
y no se registraba aquí.
De algún modo me había ganado
esta incapacidad de sentir excitación.
La cosa era que nunca me había tomado
el tiempo de relajarme en casa
y nunca me había tomado el tiempo
de conectarme conmigo mismo.
Así que, definitivamente, no sabía
qué hacer en el otro lado del mundo
cuando tenía tiempo para ello.
Simplemente me sentía insatisfecha.
Sentía como si algo
me faltase constantemente.
Y esa cosa que faltaba era mi felicidad.
En ese momento, volví a casa y feliz
me di cuenta de que había cumplido
mi único objetivo.
Pero esto no duró demasiado.
A esto le siguió ese sentimiento
de "y ahora ¿qué?".
Unos meses después
asistí a mi primer día en la universidad.
En resumen, fui a peor.
No asistía a clase
así que me iba a casa y dormía.
Y llegó diciembre,
y decidí no volver para el segundo semestre.
Siempre estaba buscando
algo nuevo, algo mejor.
No había nada en el futuro
que fuera lo suficientemente bueno
Y, como os imagináis, esto tuvo
un efecto negativo en todas mis relaciones.
Tenía todo lo que necesitaba,
pero odiaba todo sin razón.
Estaba totalmente desconectada del mundo.
Estaba siempre con ganas de llorar.
Había muchas veces en las que
me sentaba y no hacía nada.
Y, de repente, las lágrimas
simplemente brotaban de mis ojos.
No tenía la capacidad de controlarlo o pararlo.
Mi madre me preguntó qué iba mal
y lo único que pude decir fue:
"Es solo que no soy feliz".
Sentía esa losa dentro de mi pecho
que no me dejaba sentir nada, tan solo pena.
Y finalmente llegué a ese punto
en el que era infeliz por sentirme infeliz
y me di cuenta de que iba a ser la única
que podía tallar
esa losa en mi interior.
Hubo muchas cosas que
contribuyeron en mi depresión.
Pero la presión, la ausencia de metas
y la falta de seguridad
fueron los principales problemas.
En nuestras vidas
nos enfrentamos a diferentes
presiones que vienen
de distintas partes,
especialmente en la adolescencia.
Hay presión de la sociedad, de nuestros padres,
de nuestros amigos y compañeros,
y, más importante,
presión de nosotros mismos.
No queremos decepcionar a la gente.
No queremos ser llamados fracasados.
Pero lo que necesitamos recordar
es que debemos gustarnos
a nosotros mismo primeramente.
Si estamos constantemente
viviendo por los demás,
nunca vamos a sentirnos
lo suficientemente bien.
Hay que encontrar lo que es significativo
para ti y usarlo como guía.
Encontrar y rodearte de personas como tú,
personas con las mismas creencias,
objetivos y valores que los tuyos.
Cuando hagas eso
no te sentirás tan diferente,
porque no lo serás.
E intenta explicar a aquellos
que no lo entiendan
que si supieras cómo será tu futuro,
cuál será tu destino,
estarías trabajando en ello.
Que estar estancado no es una opción.
Y, definitivamente,
no es una opción que yo tomé.
Sentirse estancado es absolutamente aterrador.
El deseo de querer hacer algo
y no saber lo que es,
o tener una idea y alejarla de ti
y sentir como si de algún modo
no fuera buena.
Es esta falta de propósitos
lo que no hace estar estancados.
Es esta falta de propósitos
lo que no nos deja salir
de la cama por las mañanas.
Cuanto más cambiaba mi mente,
más negativa era mi actitud
y toda mi vida cambió.
Mi cerebro estaba en esa rutina
de negatividad que no cesaba.
Todo estancado. Odiaba todo.
Y creedme cuando digo que es posible
reprogramar vuestro cerebro.
Pero creedme cuando digo
que no es tarea fácil.
En mi caso, lo hice gracias
al uso de objetivos.
Nada de objetivos para dentro
de cinco o diez años,
objetivos para la siguiente hora,
el día siguiente, la semana que viene.
Estos pequeños objetivos es
lo que necesitas para salir de la cama.
Te da un propósito, te da algo
sobre lo que trabajar.
Y el positivismo y la negatividad
son simples rutinas
a las que nuestro cerebro
está acostumbrado.
Ellos se hacen estancarte.
Los objetivos no permiten eso.
Te dan algo sobre lo que trabajar.
Crean impulsos positivos
e impulsos de seguir adelante.
Y, al final, cuando es más sencillo
hacer estas pequeñas cosas,
puedes centrarte en objetivos mayores.
Ahora me gustaría hablar
un poco sobre la confianza.
En mi opinión, es algo que todos
necesitamos mucho más.
Ese sentimiento dentro de ti.
Si no puedes confiar en ti mismo,
¿cómo va a hacerlo alguien?
El mejor consejo que he recibido
era de un rollito de Hall.
Estaba teniendo un día horrible,
muy triste en el peor periodo de mi vida.
Y, encima de todo, estaba enferma.
Y abrí este pequeño caramelo.
Y, literalmente, me paralizó.
Solo estas tres palabras
que contenían tanto poder
pusieron la perspectiva en mí.
Decía "No te abandones".
Eso es tan importante.
No nos podemos abandonar.
Si estás teniendo un mal día,
no puedes abandonar.
Todo el mundo tiene malos días.
Todo el mundo tiene esos días
en los que parece totalmente imposible
salir de la cama.
Pero está bien tener esos malos días.
Somos humanos.
Y, a veces, eso malos días simplemente
le están diciendo a nuestro cuerpo
que necesitamos descansar.
Que necesitamos dar un paso atrás,
relajarnos y centrarnos
en lo que está pasando.
¿Por qué estamos teniendo esos malos días?
Siento como si me resbalase
y eso me aterroriza completamente.
Pero ese es el momento de parar
respirar y decir
"Tengo confianza en todo lo que he aprendido.
Tengo confianza en mi habilidades,
tengo confianza en mí misma.
Y no me voy a dejar caer nunca más".
Puedes dejarte tener un mal día,
pero aprende de él.
Y, en el futuro,
serás capaz posiblemente de prevenirlos.
Y si esos malos días siguen viniendo,
no tengas miedo de pedir ayuda.
Yo no era de esas que preguntaban
o pedían ayuda.
Pero, al final, eso es lo que terminó salvándome.
Hay personas ahí fuera para escucharte,
para dar consejo, guiarte.
O, en mi caso, mi terapeuta me escuchó,
lloré a gritos con él durante
una hora cada semana.
pero ellos están ahí para ti.
Nadie nunca va a comprender
exactamente lo que sientes.
Nadie va a entender esos sentimientos,
nadie va a entender esa tristeza.
Pero cuando llega el momento
y estás preparado para abrirte;
cuanto más te abres a ellos,
más se abrirán ellos contigo.
He tenido amigos durante años y años.
Y cuando llegó el momento y me abrí,
al final de nuestra conversación,
terminábamos las oraciones
el uno al otro.
Las personas están ahí
para escucharte y ayudarte.
Pero, ¿cómo pueden resistir
a lo largo de nuestros cambios?
Necesitamos tener una mente fuerte,
un cuerpo fuerte y un alma fuerte.
Cuidar de nuestro cuerpo.
Cuando más fuerte y sano estás, más capaz serás
de romper toda esa negatividad que te rodea.
Y sé comprensivo contigo mismo,
está bien ser inseguro.
Está bien tener eso malos días.
Todos somos humanos.
Solo necesitamos aprender de ellos.
Y darse un respiro y hacer un cambio.
Y si lo intentas y fallas,
eso es algo más que aprenderás de ti.
Siempre estamos aprendiendo,
no importa el qué.
Puede que no sea en un libro o en un aula,
pero una lección valiosa
se puede aprender de cada éxito y fracaso.
Encuentra lo que es válido para ti.
Cada persona es diferente.
Y sabes que, perdiéndote,
te ayudarás a encontrarte a ti mismo.
Fue una gran oportunidad entrar en Nelson.
Pero resulta que fue exactamente
el cambio que necesitaba para mí
y, finalmente, siento como si
perteneciese a algún lugar.
Esas losas van a estar siempre en mi interior.
Voy a estar tallándolas cada día de mi vida.
Pero tengo confianza en mí misma,
en mis habilidades
y en todo lo que he aprendido
en todo ese tiempo
que he necesitado para sentirme
cómoda conmigo misma.
Pero seguiré tallándolas
cada día de mi vida.
Y nadie ha conseguido
solucionarlo completamente.
Y si dicen que lo han hecho,
están equivocados.
Las cosas pueden cambiar de un día para otro,
en una semana, en un mes, en un año.
Las cosas pueden cambiar en un suspiro.
Pero durante todos esos cambios, tienes que recordar:
no te abandones.