En niños, los síntomas empiezan
con poca fiebre, dolor de cabeza,
dolores musculares,
seguidos de vómitos y diarrea
y luego sangrado de boca, nariz y encías.
Causa de la muerte inminente:
fallo multiorgánico debido
a la presión arterial baja.
¿Suena familiar?
Si piensan que es Ébola,
en realidad, en este caso no lo es.
Es una forma extrema de dengue, una
enfermedad transmitida por mosquitos,
intratable y sin una vacuna eficaz,
y mata a 22 000 personas al año.
Esto corresponde al doble
del número de personas
fallecidas a causa del Ébola
en las casi cuatro décadas
desde su descubrimiento.
En cuanto al sarampión, tan presente
en las noticias recientemente,
el número de muertos es
en realidad 10 veces superior.
Sin embargo, en el último año,
fue el Ébola quien robó los
titulares e infundió el miedo.
Es evidente que tiene algo
que nos afecta profundamente,
algo que nos asusta y nos fascina a la vez
más que otras enfermedades,
¿pero qué es exactamente?
Bueno, es difícil contraer Ébola,
pero de hacerlo, el riesgo de
una muerte horrible es alto.
¿Por qué?
Porque en este momento, no contamos
con terapia ni vacuna eficaz.
Esa es la cuestión.
Podemos tenerla algún día.
Le tememos al Ébola, y con razón;
y no porque mate tantas personas
como otras enfermedades.
De hecho, es mucho menos transmisible
que un virus como el de
la gripe o del sarampión.
Le tememos al Ébola porque
nos mata y no podemos curarla.
Tememos esta inevitabilidad
que viene con el Ébola.
El Ébola tiene una inevitabilidad
que desafía a la ciencia médica moderna.
Pero un momento, ¿a qué se debe?
Conocemos al Ébola desde 1976.
Sabemos de lo que es capaz.
Tuvimos muchas oportunidades de estudiarla
en los 24 brotes que se han producido.
Y de hecho, hemos tenido
algunas vacunas como candidatas,
disponibles desde hace más de una década.
Entonces, ¿por qué los ensayos clínicos
están diseñándose solo ahora?
Esto demuestra el problema fundamental
que tenemos con el desarrollo de vacunas
para las enfermedades infecciosas.
En resumen,
las personas con mayor riesgo
de contraer estas enfermedades
son también quienes menos
pueden pagar por las vacunas.
Esto se traduce en poco interés en el
mercado y a los ojos de los fabricantes
para el desarrollo de las vacunas,
a menos que un gran número de personas
esté en situación de riesgo
en los países ricos.
Sencillamente es un riesgo
comercial demasiado alto.
Y para el Ébola no hay
mercado en absoluto,
y por eso, la única razón
por la que hay dos vacunas
en las últimas fases del ensayo clínico,
tiene en realidad como causa
un miedo relativamente sin fundamento.
El Ébola fue relativamente ignorado
hasta el 11-S y los ataques con ántrax
cuando, de repente, el Ébola
fue percibida por la población
como una posible arma bioterrorista.
¿Por qué no se desarrolló la vacuna
del Ébola en este momento?
Bueno, en parte,
porque que era muy difícil
o se pensaba que era difícil
convertir el virus en arma,
pero, sobre todo, por el riesgo
financiero de su desarrollo.
Y este es el detalle clave.
La triste realidad es
que desarrollamos vacunas
no de acuerdo a los riesgos asociados
al patógeno para las personas sino
teniendo en cuenta el riesgo económico
asociado al desarrollo de estas vacunas.
El desarrollo de vacunas
es caro y complicado.
Puede costar cientos
de millones de dólares
tomar incluso un antígeno conocido
y convertirlo en una vacuna viable.
Afortunadamente,
para enfermedades como el Ébola,
hay cosas que podemos hacer
para superar estas limitaciones.
La primera es reconocer cuando
hay una falla total de mercado.
En ese caso, si queremos vacunas,
debemos ofrecer incentivos
o algún tipo de subsidio.
También debemos mejorar la forma
de identificar de manera más eficaz
cuáles son las enfermedades
más peligrosas.
Al proporcionar recursos
a los países afectados,
se les ofrece a esos
países la posibilidad
de crear su propias redes
de laboratorios y epidemiológicas
capaces de recolectar
y categorizar estos patógenos.
Esos datos luego pueden usarse
para entender la diversidad
geográfica y genética
que luego nos permitirá entender
qué cambios inmunológicos implican
y qué tipo de reacciones promueven.
Estas son las medidas que se pueden tomar,
pero para hacerlo, si queremos
abordar la total falla de mercado,
tenemos que cambiar el modo de ver
y prevenir las enfermedades infecciosas.
Tenemos que dejar de esperar
hasta tener las pruebas
de una enfermedad que se vuelve amenaza
mundial antes de considerarla como tal.
En el caso del Ébola,
el miedo paranoico
a una enfermedad infecciosa,
seguido de unos pocos casos
de infectados en los países ricos,
hizo posible una colaboración global.
Y gracias a las empresas
que desarrollan vacunas,
la situación es la siguiente:
dos vacunas contra el Ébola probadas
en ensayos clínicos en países con Ébola...
(Aplausos)
y seguidas de otras en camino.
Cada año, gastamos miles
de millones de dólares,
en una flota de submarinos nucleares
que patrullan permanentemente los océanos
para protegernos de amenazas
que casi con certeza nunca sucederán.
Y, sin embargo, no gastamos
prácticamente nada
para prevenir algo tan tangible
y claramente inevitable
como las enfermedades
infecciosas epidémicas.
Y no nos equivoquemos, no es cuestión
de "si ocurrirá", sino de "cuándo".
Estos bichos seguirán evolucionando
y amenazarán al mundo.
Y las vacunas son nuestra mejor defensa.
De modo que si queremos poder
prevenir epidemias como el Ébola,
debemos asumir el riesgo de invertir
en el desarrollo de vacunas
y la producción de cantidades suficientes.
Y tenemos que ver esto, entonces,
como la medida disuasoria definitiva...
algo que nos aseguramos
de que está disponible,
pero al mismo tiempo, rogamos para
que nunca tengamos que usarla.
Gracias.
(Aplausos)