La muerte y los impuestos son famosamente inevitables, pero ¿qué pasa con la descomposición? Como sabe cualquiera que haya visto una momia, los antiguos egipcios tuvieron muchos problemas para evadir la descomposición. ¿Qué tan exitosos fueron? Las células vivas se renuevan constantemente. Enzimas especializadas descomponen las viejas estructuras, y las materias primas se utilizan para construir otras nuevos. Pero ¿qué sucede cuando alguien muere? Sus células muertas ya no son capaces de renovarse a sí mismas, pero las enzimas continúan rompiendo todo. Así que cualquiera que quiera preservar un cuerpo necesita salir adelante de las enzimas antes de que los tejidos empiecen a pudrirse. Las neuronas mueren rápidamente, así que los cerebros eran una causa perdida para los momificadores egipcios antiguos, por lo que, según el historiador griego Herodoto, comenzaban el proceso martillando un clavo en el cráneo, macerando el cerebro, purgado por la nariz y vertiendo resinas de árboles en el cráneo para evitar una mayor descomposición. Los cerebros pueden podrirse primero, pero la descomposición del intestino es mucho peor. El hígado, el estómago y los intestinos contienen enzimas digestivas y bacterias, que, tras la muerte, comienzan a comerse el cadáver desde el interior. Así que los sacerdotes retiraban los pulmones y los órganos abdominales primero. Era difícil quitar los pulmones sin dañar el corazón, pero como el corazón se creía el asiento del alma, lo trataban con especial cuidado. Colocaban los órganos viscerales en frascos llenos de una sal de origen natural llamada natrón. Como cualquier sal, el natrón puede prevenir la putrefacción al matar las bacterias y evitar que las enzimas digestivas naturales del cuerpo hagan su trabajo. Pero el natrón no es solo una sal. Es principalmente una mezcla de dos sales alcalinas, carbonato de sodio y bicarbonato de sodio. Las sales alcalinas son especialmente mortales para las bacterias. Y pueden convertir las membranas grasas en una sustancia jabonosa dura, manteniendo así la estructura del cadáver. Después de tratar con los órganos internos, el sacerdote rellenaba la cavidad del cuerpo con sacos de más natrón y se lavaba para limpiar y desinfectar la piel. Luego, el cadáver se depositaba en una cama con más natrón durante unos 35 días para preservar su carne externa. En el momento de su remoción, las sales alcalinas habían aspirado el líquido del cuerpo y formado grumos marrones duro. El cadáver no se pudría, pero tampoco olía precisamente bien. Así, los sacerdotes vertían resina de árbol sobre el cuerpo para sellarlo, masajeando con una mezcla cerosa que incluía aceite de cedro, y luego lo envolvían en lino. Finalmente, colocaban la momia en una serie de ataúdes anidados y a veces incluso en un sarcófago de piedra. ¿Qué tan exitosos fueron los antiguos egipcios en evitar la putrefacción? Por un lado, las momias definitivamente no son cuerpos humanos intactos. Sus cerebros han sido triturados y purgados, sus órganos se han removido y salado, como salami, y casi la mitad de su masa corporal restante se ha evaporado. Sin embargo, lo que queda está increíblemente bien conservado. Incluso después de miles de años, los científicos pueden hacer autopsias de las momias para determinar las causas de la muerte, y posiblemente incluso aislar muestras de ADN. Esto nos ha dado nueva información. Por ejemplo, parece que la contaminación del aire era un problema grave en el antiguo Egipto, probablemente a causa de las fogatas caseras usadas para hacer pan. La enfermedad cardiovascular también era común, como la tuberculosis. Así que los antiguos egipcios fueron algo exitosos en evadir la putrefacción. Aún así, como la muerte, los impuestos son inevitables. Cuando algunas momias eran transportadas, se las gravaba como pescado salado.