Hace un año, nos invitó
la Embajada de Suiza en Berlín
a presentar nuestros proyectos de arte.
Solemos recibir invitaciones, pero esta
invitación realmente nos emocionó.
La Embajada de Suiza
en Berlín es especial.
Es el único edificio antiguo
en el distrito gubernamental
que no fue destruido durante
la Segunda Guerra Mundial,
y está justo al lado de
la Cancillería Federal.
Nadie está más cerca de la canciller
Merkel que los diplomáticos suizos.
(Risas)
En el distrito gubernamental de
Berlín también está el Reichstag,
el parlamento alemán,
y la Puerta de Brandenburgo,
y justo al lado de la puerta
hay otras embajadas,
en particular la de EE.UU.
y la Embajada Británica.
Aunque Alemania es
una democracia avanzada,
los ciudadanos están limitados
en sus derechos constitucionales
en su distrito gubernamental.
El derecho de reunión y el derecho
a manifestarse están restringidos allí.
Y esto es interesante desde
un punto de vista artístico.
Las oportunidades para ejercer
participación y para expresarse
siempre están ligadas a un cierto orden
y siempre están sujetas
a una regulación específica.
Al conocer las dependencias
de estas regulaciones,
podemos tener una nueva perspectiva.
Los términos y condiciones dados, forman
nuestra percepción, nuestras acciones
y nuestras vidas.
Y esto es crucial en otro contexto.
Durante el último par de años,
supimos que desde las azoteas de las
embajadas de EE.UU. y Gran Bretaña,
los servicios secretos escuchaban
todo el distrito,
incluyendo el teléfono móvil
de Angela Merkel.
Las antenas del GCHQ británico
están en una cúpula cilíndrica blanca,
mientras que el puesto de escucha
de la NSA estadounidense
está cubierto por pantallas
transparentes de radio.
Pero ¿cómo abordar estas fuerzas
escondidas que se disfrazan?
Con mi colega, Christoph Wachter,
aceptamos la invitación
de la Embajada de Suiza
y aprovechamos la oportunidad
para explotar esta situación específica.
Si nos están espiando, por lógica,
escuchan lo que estamos diciendo.
(Risas)
En el techo de la Embajada de Suiza,
instalamos una serie de antenas.
No tan sofisticadas como las
estadounidenses y británicas.
(Risas)
Eran antenas improvisadas con latas,
sin camuflar, totalmente
obvias y visibles.
La Academia de Artes
se sumó al proyecto,
y así construimos otra
gran antena en su azotea,
exactamente entre los puestos
de escucha de la NSA y el GCHQ.
(Risas)
Nunca hemos sido tan observados
al construir una instalación de arte.
Un helicóptero sobrevolaba
en círculos sobre nuestras cabezas
con una cámara que registró
cada movimiento que hicimos,
y en el techo de la Embajada de EE.UU.,
patrullaban oficiales de seguridad.
Aunque el distrito gubernamental
se rige por un orden policial estricto,
no hay leyes específicas relativas
a la comunicación digital.
Nuestra instalación, por lo tanto,
era perfectamente legal.
El embajador de Suiza le informó
a la canciller Merkel al respecto.
El proyecto se llamó "¿Me oyes?"
(Risas)
Las antenas crearon una conexión abierta
a la red de comunicación Wi-Fi
y todo el que quisiera
podía participar
con un dispositivo habilitado
para Wi-Fi sin ningún obstáculo,
y podía enviar mensajes
a quienes escuchan en las
frecuencias interceptadas.
Mensajes de texto, chat de voz,
uso compartido de archivos,
todo podía enviarse de forma anónima.
Y las personas se comunicaron.
Se enviaron más de 15 000 mensajes.
Aquí hay algunos ejemplos.
"¡Hola mundo, hola Berlín,
hola NSA, hola GCHQ".
"Agentes de la NSA, ¡hagan lo correcto!
¡Denuncien!"
"Esta es la NSA. En Dios confiamos.
¡¡¡¡¡A los demás rastreamos!!!!!"
(Risas)
"#@nonymous vigila a #NSA #GCHQ -
somos parte de sus organizaciones.
# espérennos. Haremos #shutdown".
"Somos el Talón de Aquiles de la NSA.
Redes Abiertas".
"Agentes, ¿qué historia retorcida de
Uds. mismos le contarán a sus nietos?"
"@NSA Mis vecinos son ruidosos.
Por favor envíen un ataque de drones".
(Risas)
"Hagamos el amor, no la ciberguerra".
Invitamos a las embajadas
y a los departamentos de estado
a participar de la red abierta, también,
y, para nuestra sorpresa, lo hicieron.
Aparecieron archivos en la red,
incluidos documentos clasificados
filtrados de la comisión de
investigación parlamentaria,
que resaltan que la discusión y el libre
intercambio de la información vital
se empieza a dificultar, incluso
para los miembros del parlamento.
También organizamos visitas guiadas
para vivir y sondear
las constelaciones de poder en el lugar.
Los tours visitaron las zonas
restringidas alrededor de las embajadas,
y discutimos el potencial y lo más
destacado de la comunicación.
Ser conscientes de la constelación,
de los términos y condiciones
de la comunicación,
no solo amplía nuestro horizonte,
nos deja ver más allá de las regulaciones
que limitan nuestra visión del mundo,
de nuestras convenciones sociales,
políticas o estéticas.
Veamos un ejemplo real.
El destino de las personas que viven
en los asentamientos improvisados
en las afueras de París
está oculto y se desvanece de la vista.
Es un círculo vicioso.
La pobreza, el racismo,
la exclusión, no son algo nuevo.
Lo novedoso es cómo
se ocultan estas realidades
y cómo se invisibiliza a las personas
en una era de global y abrumadora
comunicación e intercambio.
Esos asentamientos improvisados
se consideran ilegales,
y, por lo tanto, los que viven
en ellos no tienen la oportunidad
de hacer oír su voz.
Por el contrario, cuando aparecen,
y corren el riesgo de hacerse visibles,
simplemente son el motivo
de su posterior persecución,
expulsión y represión.
Nos interesaba la forma de
conocer este lado oculto.
Buscábamos una interfaz
y la encontramos.
No es una interfaz digital,
sino física: es un hotel.
Lo denominamos "Hotel Gelem".
Junto con familias romaníes, creamos
varios hoteles Gelem en Europa.
Por ejemplo, en Friburgo, en Alemania,
en Montreuil, cerca de París,
y también en los Balcanes.
Son hoteles reales.
La gente puede alojarse allí.
Pero no son una empresa comercial.
Son un símbolo.
Uno puede ir a la web y pedir
una invitación personal
para pasar unos días en el
Hotel Gelem, en sus hogares,
comer, trabajar y vivir
con familias romaníes.
Aquí, las familias romaníes
no son los viajeros;
los visitantes lo son.
Aquí, las familias romaníes
no son una minoría;
los visitantes lo son.
La idea es no hacer juicios,
sino más bien conocer
el contexto que determina
estas contradicciones dispares
y aparentemente insalvables.
En el mundo de la globalización,
los continentes se acercan
unos a otros cada vez más.
Culturas, bienes y personas
están en permanente intercambio,
pero al mismo tiempo, la brecha
entre el mundo de los privilegiados
y el mundo de los excluidos
va en aumento.
Hace poco estuvimos en Australia.
No tuvimos problemas
para entrar al país.
Tenemos pasaportes europeos,
visas y pasajes de avión.
Pero quienes solicitan asilo
y llegan en barco a Australia
son deportados o enviados a prisión.
La interceptación de los barcos
y la desaparición de las personas
en el sistema de detención
están velados por las
autoridades australianas.
Estos procedimientos se declaran
como operaciones militares secretas.
Tras escapes dramáticos desde
zonas de crisis y de guerra,
hombres, mujeres y niños son
detenidos por Australia sin juicio,
a veces durante años.
Durante nuestra estancia, sin embargo,
conseguimos contactar a solicitantes
de asilo encarcelados,
a pesar de la estricta
vigilancia y aislamiento.
A partir de estos contextos nació
una instalación en el espacio de arte
de la Universidad Tecnológica
de Queensland, en Brisbane.
Como se ve, era una
instalación muy simple.
En el suelo, una brújula estilizada
daba la dirección
a cada centro de detención
de inmigrantes,
acompañado por la distancia y el
nombre del centro de inmigración.
Pero la exposición llegó
en forma de conectividad.
Encima de las marcas en el piso,
había un auricular.
Los visitantes tenían la oportunidad
de hablar directamente a un refugiado
que estaba o había estado en prisión
en un centro de detención específico
y entablar una conversación personal.
En el contexto protegido
de la exposición de arte,
los solicitantes de asilo se sintieron
libres de hablar de sí mismos,
de su historia y su situación,
sin temor a las consecuencias.
Los visitantes se sumergieron
en largas conversaciones
sobre familias destrozadas, escapes
dramáticos de zonas de guerra,
sobre intentos de suicidio,
sobre el destino de los niños detenidos.
Las emociones eran profundas.
Muchos lloraban.
Varios volvieron a la exposición.
Fue una experiencia poderosa.
Europa enfrenta ahora
una corriente de migrantes.
La situación de los asilados se ve
agravada por políticas contradictorias
y por la tentación de
respuestas militarizadas.
También hemos establecido
sistemas de comunicación
en centros remotos de refugiados
en Suiza y Grecia.
Proveen información básica
sobre costos médicos,
información legal, orientación.
Pero son significativos.
En la red, hay censura
de la información
que podría asegurar la supervivencia
por rutas peligrosas,
y se criminaliza cada vez más
el suministro de dicha información.
Esto nos lleva de nuevo
a nuestra red y a las antenas
en el techo de la
Embajada de Suiza en Berlín
y el proyecto "¿Me oyen?"
No debemos dar por sentado el
estar conectados ilimitadamente.
Debemos empezar a hacer
nuestras propias conexiones,
luchar por esta idea de un mundo
igual y globalmente interconectado.
Esto es esencial
para superar nuestra mudez
y la separación generada
por fuerzas políticas rivales.
Solo al exponernos de verdad
al poder transformador
de esta experiencia
que podremos superar
los prejuicios y la exclusión.
Gracias.
(Aplausos)
Bruno Giussani: Gracias, Mathias.
La otra mitad del dúo artístico
está también aquí.
Christoph Wachter, ven al escenario.
(Aplausos)
Primero, dime un detalle:
el nombre del hotel no es aleatorio.
Gelem significa algo específico
en romaní.
Mathias Jud: Sí, "Gelem, Gelem"
es el título del himno romaní,
el oficial, y significa
"Recorrí un largo camino".
BG: Eso para aportar
un detalle a tu charla.
Pero ambos viajaron
a la isla de Lesbos
hace muy poco, recién regresaron
hace un par de días
de Grecia, a donde están llegando
miles de refugiados
y han estado llegando
en los últimos meses.
¿Qué vieron allí
y qué hicieron allí?
Christoph Wachter: Bueno, Lesbos es una
de las islas griegas cercanas a Turquía,
y durante nuestra estancia,
llegaron muchos solicitantes
de asilo, en botes hacinados,
y al llegar,
eran abandonados a su suerte.
Se les niega muchos servicios.
Por ejemplo, no se les permite
comprar un pasaje de autobús
o alquilar una habitación de hotel,
muchas familias literalmente
duermen en las calles.
E instalamos redes allí para
permitir la comunicación básica,
porque pienso, creo,
que no solo tenemos que
hablar de los refugiados,
pienso que tenemos que
empezar a hablar con ellos.
Y al hacerlo, podremos darnos cuenta
de que se trata de seres humanos,
de sus vidas y de su lucha
por sobrevivir.
BG: Y permitirles hablar también.
Christoph, gracias por venir a TED.
Mathias, gracias por venir a TED
y compartir tu historia.
(Aplausos)