(Aplausos) Desde pequeña vi que cuando en los dibujos animados o en los cómics un personaje tenía una idea el ilustrador dibujaba una bombilla. Las bombillas son, desde hace más de un siglo, el símbolo de la inspiración, de la imaginación. Os habéis dado cuenta que hasta TEDxValladolid ha usado la imagen de una bombilla para mostrar cómo las ideas dan poder a las personas. Y es que hasta la propia creación, en el Génesis, empieza con la frase: "Fiat Lux!" "¡Hágase la luz!" Puede que todos tengamos más o menos ideas, más o menos imaginación, más o menos inspiración pero una cosa está muy clara, todos tenemos muchas bombillas. Las bombillas de toda la vida, es verdad que están haciendo reemplazadas por otras mucho más perfeccionadas. Pero ¿cuántos años de nuestras vidas han estado iluminadas por estas pequeñas maravillas? Hoy me gustaría hablaros de mi idea del trabajo y de mi idea del éxito. Pero me gustaría hacerlo a la sombra del gran genio creador de estas pequeñas maravillas, Tomás Alba Edison. No podía hablar de Nikola Tesla después del video que hemos visto tan impresionante de Marco Tempest. Mi idea, mi trabajo o mi proyecto vital, cómo queráis llamarlo, parte de la inquietud de hacer de mi vocación una forma de vida, un conocimiento compartido. Cuando terminé el doctorado en Australia, en biología molecular, me di cuenta que me encontraba dividida entre dos mundos. El mundo de los científicos y el mundo de los no científicos. Dos mundos aparentemente distantes y alejados entre sí. Los científicos, siempre a lo suyo, con sus investigaciones, en sus laboratorios sin preocuparse demasiado por el resto de las cosas y por el otro lado, el mundo de los no científicos, también a lo suyo, interesados por prácticamente todo, menos por las cuestiones científicas. Sin embargo, los unos no pueden vivir sin los otros. Los científicos no pueden vivir dando la espalda a la sociedad. Y la sociedad no puede vivir dando la espalda a los avances científicos. De este modo comencé con el reto de unir ambos mundos, creando una factoría diseñada para el aprendizaje de la física, de la química y en general de todas las ciencias, como algo fascinante en sí mismo a través de la experiencia directa, en vivo. Donde la ciencia es a la vez espectáculo y donde la escena es el laboratorio. Hay que decir que Edison, no fue originalmente el inventor de la bombilla. Hubo muchos prototipos antes que el [suyo]. Pero ninguna llegó a tener la repercusión que tuvo la suya. ¿Cómo entonces consiguió su éxito? Primero tendríamos que ver qué entendemos por éxito y ya hemos visto aquí casos, no me estoy refiriendo por supuesto ni a la fama, ni a la celebridad. Me refiero a la satisfacción de los proyectos vitales, al logro de los objetivos. Edison decía que las personas no son recordadas por las veces que fracasan, sino las veces que tienen éxito. Yo creo que él estaría de acuerdo conmigo en decir que las claves para conseguir cada éxito, cada objetivo son dos: la reflexión y la voluntad. La reflexión es el camino fundamental para comprender las cosas y la vía decisiva para la consecución de las ideas. Se basa en el estudio del conocimiento. Fijáos, Edison conocía muy bien el fenómeno eléctrico y todos los avances que había habido hasta ese momento. El fenómeno eléctrico era muy bien conocido mucho antes de la época de Edison. Desde que Tales de Mileto en torno al siglo VII a.C. cogió un trozo de ámbar y al frotarlo, veía que atraía los cuerpos ligeros como las plumas. Desde entonces, la humanidad siempre ha estado fascinada por el maravilloso poder invisible de la electricidad, aunque no lo comprendiera. Esto hizo que muchos investigadores se centraran en su estudio. Esto llevó también a Humphry Davy, quien en 1802 cogió un trozo de alambre e hizo que circulara por él la corriente eléctrica. Observando que éste se iluminaba, aunque tan solo lo hiciera unos segundos. Unos años más tarde, otro inventor también británico, Warren de la Rue, hizo un experimento muy parecido, sólo que él usó un filamento de platino. Y observó que éste también se iluminaba, aunque tampoco era demasiado eficiente. Y por supuesto, como no, conocía las investigaciones de Joseph Swan, quien en 1878, patentó la primera bombilla incandescente en Inglaterra, que funcionaba con un filamento de carbono de celulosa. Sin duda más prometedor, con su humo y se iluminaba. Sin embargo, no terminaba de ser del todo eficiente. Edison conocía todos estos avances y reflexionó sobre ellos y esto le llevó a una idea: crear la primera bombilla incandescente, lo suficientemente barata y eficiente como para poder transformar todo el sistema de alumbrado que había en aquel momento, como eran las lámparas de gas. Y se puso a manos a la obra. Para él, el problema del filamento residía en el filamento, en el material. Y se puso a probar todo tipo de filamentos. Llegó a probar hasta más de 200 filamentos diferentes, desde hilos, metales, fibras naturales, todo tipo de cosas. Llegó incluso a probar el pelo de la barba de un compañero suyo de trabajo. Probemos con un trozo de alpaca, gafas, qué científica no usa esto. Por lo menos se ilumina. Edison decía que para inventar, necesitabas una buena imaginación y una gran pila de chatarra y como veis, soy una gran seguidora de Edison. Probemos entonces con otro filamento. El latón. A ver... Bueno, no deja de ser prometedor. Para superar todos estos fracasos, hay algo que es fundamental, la voluntad. La voluntad es lo que te hace levantarte después de cada caída, seguir luchando. La voluntad es el esfuerzo concentrado para sacar cualquier proyecto adelante, por eso la considero una de las dos grandes características para conseguir el éxito. La voluntad parte de saber que lo que vas a hacer es algo que necesitas, es algo que llevas dentro. Edison decía que muchos fracasos ocurren en personas que no se dieron cuenta de lo cerca del éxito que estuvieron. Probemos entonces con aluminio. ¡Uy! De la mano de la voluntad, caminan la constancia y la tenacidad. Hacía el camino del éxito, los fracasos son tan solo los primeros pasos. O como decía nuestro inventor: "Que algo no funcione como tú esperabas, no significa que sea inútil". Pues toda experiencia siempre viene a demostrar algo. El acero tampoco. Sorteando todos estos fracasos, uno finalmente acaba llegando a una solución. En el caso de nuestro inventor, esta solución vino de la mano de las fibras naturales. Y después de probar muchas, llegó a encontrar un tipo de filamento que carbonizó lo suficiente, como para que diera el tipo de luz que estaba buscando. Que era el bambú carbonizado. Sin duda bastante más prometedor que los demás; sin embargo, tampoco terminaba ser del todo eficiente, porque pasados unos segundos, el hilo se consumía. Me voy a poner las gafas, porque si no esto me deslumbra y luego no veo lo que estoy haciendo. El hilo se acaba consumiendo. Y si el problema de todo esto reside en el oxígeno, en el aire. Edison por supuesto conocía los sistemas de vacío que habían en aquella época. Y a fuerza de voluntad y de reflexión, consiguió uno que parecía lo suficientemente adecuado para su bombilla y que vamos a intentar a reproducir. La corriente que estoy usando es corriente continua, que la consigo gracias a un pequeño transformador casero que hay aquí. Y la bomba de vacío lo vamos a hacer con una bomba, que tampoco era de la época de Edison, pero casi.... Podéis ver como aumenta al vacío en el vacuómetro. A ver si quito esto... ¡uy! Y aquí el invento, he aquí la idea que acabaría revolucionando nuestra vida, Iluminando nuestras calles, nuestras casas y nuestras vidas. Con el tiempo, el vacío se acabó sustituído por un gas, un gas noble que hacía que el filamento se consumiera mucho más tarde. Y con mucho mucho más tiempo, llegamos a esto; mucho más evolucionado. Ya sabemos y Pedro lo ha explicado muy bien, que a medida que surgen las ideas, surgen también las excusas. Es que no sé cómo empezar, es que no sé si soy la persona adecuada, es que no sé por dónde seguir. No hay excusas que valgan para no lanzarse hacer lo que uno no quiere. Y como hoy estamos de confesiones, yo haré la mía. Vamos a hacer unas operaciones muy sencillitas, para todos vosotros. Decirme, ¿cuánto es 23 más 65? Todos juntos. ¡Muy bien! Sólo habéis necesitado 2 segundos. ¿32 más 65? ¡Estupendo! ¿32 más 95? ¿32 más 59? Estaría bien que hablárais todos, no solo la misma que oigo de un lado. (Risas) Y si os dijera que todas estas operaciones, para mí pueden dar 88. Y no, no estoy usando ninguna ecuación compleja ni ninguna matríz. Digamos que lo mío viene de serie. Resulta que cambio los números de posición, incluso les llego a dar la vuelta. Esto genera un caos en mi cabeza cada vez que quiero calcular la más simple de las operaciones matemáticas. Las matemáticas son mi primer, mi gran, mi gran tortura. Por supuesto la cosa no se queda allí, hago exactamente lo mismo con las letras, las cambio de sitio, les doy la vuelta. Esto hizo que de pequeña tuviera serios problemas de aprendizaje. Era capaz de escribir una misma palabra de 5 maneras diferentes sin darme cuenta. Claro esto conllevaba un sin fin de castigos porque consideraban que lo mío era falta de atención o lo normal, que era mucho peor, que es que era torpe. Los castigos eran absurdos, eran ridículos porque, es que, a las 2 días volvía a escribir una redacción y volvía a poner las palabras como yo quería. Al día de hoy, si mi nivel de lectura sigue estando muy por debajo de la media, tengo que leer y releer todo lo que escribo para no meter fallos. Es más, soy incluso capaz de escribir mi propio nombre mal si no lo hago con cuidado. De pequeña, tenía problemas para distinguir la izquierda de la derecha. Al día de hoy, me sigue costando saber en qué lado del plato va el tenedor cada vez que pongo la mesa. Fue mi profesor de primero de Físicas, en la universidad, quien tras suspender su examen, estrepitosamente, me llamó a su despacho y me dijo que era disléxica. Esa era la primera vez que alguien me decía cuál era el problema conmigo. Para entonces, yo ya había superado el colegio, un bachillerato de Ciencias y la Selectividad, cosa que decían mis profesores que no iba a pasar nunca y por delante todavía me quedaba una carrera de ciencias, un doctorado en ciencias y toda una vida dedicada a las ciencias. ¿Por qué? Porque me apasionan, porque las ciencias realmente me gustan, aunque ello conlleve una dificultad añadida en mi caso. Por eso mismo, si una persona que tiene dislexia, es capaz de entender, analizar, estudiar y trabajar con esto, una secuencia de ADN que se representa con letras y con números, vosotros, no tenéis ninguna excusa para no lanzaros allí fuera hacer lo que queráis hacer y además tener éxito. Porque de los ingredientes que hemos estado hablando de la reflexión y la voluntad, habría que añadirle uno más que es la pasión. La pasión es, sin duda, el gas noble que hay que añadirle a cualquier idea para que ésta brille con luz propia durante mucho, mucho tiempo. ¡Muchas gracias! (Aplausos)